miércoles, noviembre 30, 2005

Caminos

Como hacía mucho que no iba al cine, fui al cine a ver Pasos, de Federico Luppi, una película que trata de tres parejas que se conocen de hace mucho, unidas por su supuesta oposición al régimen de Franco y luego celebrando el fracaso del golpe del 23-F del 81 (es con lo que se inicia el filme), pero que a partir de entonces, y de una forma muy rápida (la película acaba cuando el Mundial del 82 , con el partido de la selección española con Yugoslavia, qué tiempos), pues..., que las cosas van a tomar giros inesperados. No es una película perfecta ni mucho menos lo pretende, pero tiene una buena caracterización de personajes, no planos como en otras tantas películas, sino personajes llenos de contradicciones, como en la vida real, de eso sabe mucho Luppi, uno de los grandes actores del cine hispanoamericano de todos los tiempos. El guión es de Susana Hornos, que enseguida gustó a nuestro hombre, que hizo suya de alguna manera esa transición tenida por modélica en muchas partes, a él también se lo parecía (en Argentina en el 81-82 aún estaban con los milicos), pero que luego se ha demostrado que no fue tan así. Pero hablemos de la historia: hay tres parejas, como digo, una digamos conservadora formada por Bea (Eva Cobo, qué gorda se ha puesto esta mujer, con lo guapa que era de más joven) y Javi, con una niña que justo se prepara para su primera comunión. Él es abogado, pero en realidad todo se lo debe a su suegro, que como veremos en una secuencia magistral, la de la noche de juerga, es un vicioso, y sobre todo, vive inmerso en la hipocresía, como se redondea en otra secuencia no menos buena. La otra pareja está formada por Silvia (Ana Fernández; no será guapa la actriz, pero qué papeles tan buenos le dan) y José, son los típicos "comprometidos", pero que una vez que la situación parece ir a mejor, deciden separarse, y más ahora que está a punto de salir la ley del divorcio. Él es un tipo formal, demasiado coherente para los tiempos torcidos que corren, y eso Silvia lo ve con una mirada agria que no puede contener. Al final, va camino de convertirse en el cínico acomodado que la mayoría de los progres de los sesenta representaron. La otra pareja es la que menos peso tiene en la primera parte: Ana y Francisco, ella una mosquita muerta, una pobre ilusa que lee Jazmín y no tiene valor apenas para rebelarse contra ese estado de cosas, y él un proletario que tampoco puede rebelarse contra su jefe, que tiene mal beber y sobre todo, una rabia contenida impresionante, que termina descargando contra ella de forma brutal. Toda esta segunda parte deviene casi un filme de terror, y la banda sonora (de un compositor argentino judío, a juzgar por el apellido) hace guiños claros a Bernard Herrmann, ¡es chulísimo! La cosa, unos meses después, es agridulce, como suele suceder, y Silvia es aquí la protagonista, tal vez con ella es con quien Luppi más se identifica a la hora del rodaje. Ella es la única que no cede, que no transa, que sabe que España es un país de mierda, y que la gente buena como Ana no puede evitar convertirse en víctimas. España, no lo olvidemos, pasó del franquismo a una monarquía constitucional, pero el Rey fue elegido como sucesor por el propio dictador (entró a los dos días de su muerte), y la cosa es que, por mucha algarabía estudiantil, Franco, ese débil mental como decía Boadella, murió en la cama, no asesinado por una revuelta. Así estaban las cosas, y así siguen. Consume, consume...
***

Beethoven, segundo cuarteto de cuerda, op. 18 nº 2. Comienza con un allegro, al que le sigue un adagio cantabile--Allegro, que es en sí toda una innovación: el principio se desgrana con sentimiento, para pasar de forma inesperada a un allegro; vuelve la sección lenta, con su melodía sostenida por el rico bajo sonoro, y al final acaba con una breve vuelta al clima allegro. Esto es algo que no tiene justificación, y que B. hizo sólo por impactar. El tercer movimiento es un scherzo--allegro, que se desliza por una melodía sinuosa hasta ritmos casi campestres; y acaba con un allegro molto, quasi presto, desinhibido, suelto, ¡alegre! Los que tocan son los mismos de ayer, los del Budapest String Quartet.
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Y en las páginas casi amarillentas aparece otro espíritu que está en el otro mundo, José Ángel Valente, hablando en una entrevista (ya con signos evidentes de su enfermedad) contra los grupos poéticos, que sólo sirven para encubrir a los mediocres, dice, esos gregarios que publican libros como churros, amiguetes forever. Y también aparece uno que está bien vivo y que sigue dando que hablar, Michel Houellebecq, cuando las partículas elementales iban por el aire, que está lleno de espectros. Y Patrick McNamara, un científico estadounidense estudioso del sueño, dice que el sueño puede servir como entrenamiento social, y creo que tiene razón: en el sueño, aparecen situaciones que pueden suceder, es como un paisaje virtual (de situaciones posibles) en donde nos vemos interactuando con los otros, a veces de forma violenta, a veces de forma erótica difusa, a veces en situaciones más tranquilas. El animal social se entrena, el animal que tiene que dormir al menos ocho horas para estar alerta y rendir bien al día siguiente, el animal paralizado muscularmente, de lo contrario sería peor que estar en un maratón... Y Eduardo Punset que habla del camino a la felicidad, habla de esos años redundantes del ser humano (digamos de los treinta a los ochenta, o más), porque ahora se vive más (tal vez, sí, pero con peor calidad de vida en muchos casos), y cómo la felicidad es posible, si nos demoramos en el mundo, si logramos vencer el estrés, que es tres tres... La felicidad no existe hasta que no estás muerto, chaval, porque sólo ahí se ha completado el ciclo, felicidad dice whole, completo, algo que ha terminado, y en esta vida todo es atomizado, imperfecto, parcial.

Hay que caminar, una fuga sin fin, desierto de Sonora.

Más artículos de Dreaming: The Journal of the Association for the Study of Dreams

martes, noviembre 29, 2005

Sigo el paseo por la avenida de los muertos

La fuga sin fin, titula su crónica Ignacio Martínez de Pisón acerca de Los detectives salvajes de Roberto Bolaño, que nos estará contemplando desde algún rincón de Barcelona o el desierto-Sonora de México ("ellos dos serían ese vacío que quedaría entre la multitud de testimonios"), y me dan ganas de ir a México, como dice también Vir en un comentario. Y Rafael Conte escribiendo su crónica (¿del pájaro que da cuerda al mundo?) sobre las aventuras de Marta y Fernando, de Gustavo Martín Garzo, que es la crónica deliciosa de un amor a lo largo de sus jóvenes años de matrimonio, y escrito en un estilo limpio como el agua, intercaladas historias en su narración que remiten a otros cuentos del psicólogo que se convirtió, afortunadamente, en escritor de maravillosas historias, como la de Ña y Bel, o cómo somos vistos por una inteligencia extraterrestre. Repaso el contenido de la hemeroteca, y me doy cuenta de que casi todos están muertos, que ese papel ya casi amarillento es como una lejana oda a la alegría, pero sin la música original, que se ha perdido. Pero Beethoven está, siempre, y ahora escucho su primer cuarteto de cuerda, op. 18 nº 1, en versión de The Budapest String Quartet (CBS, 1959), con ese adagio affetuoso e appasionato, que es algo tremendo para el corazón, pero el frío, el frío... no lo lamento. Estoy rodeado de espectros, y en el sueño, las escenas pornográficas se mezclan con otras de una ciudad utópica, en donde alguna vez fui feliz, fuera del mundo. Sigo el camino entre la escarcha y la niebla, a lo lejos animales prehistóricos sobrevuelan arbustos desnudos, y hay un aliento a mi espalda, susurros de bestezuelas, ¡mis vecinos, mis odiados vecinos! La paranoia se apodera del terreno, cercado por vallas de espino, y hay una extraña música, oscura como tu rostro que nunca termina de desvelarse. Envuelto en sombras, a la orilla de un río negro también, surge este comentario sobre una obra de Robert Walser, que murió en la nieve, escarchada su alma: "en la cámara frigorífica, adelante, los interruptores no funcionan, habrá que inputar su cerebelo". Como escrito en otro idioma, aprendido por entes que vienen de una atmósfera más pesada. La literatura no es más que una serie de píldoras de un extraño metal, concentrados de memoria de antiguos habitantes enfermos del páramo. Las hojas amarillas que una vez contuvieron un alma, una ilusión. Esparta contra Atenas, la libertad posible contra el ordenamiento y el encierro de la manada en su propia cerca. Calasso: sin sentido. Tu mano está fría, o lo siento así al otro lado de la valla. Un perro llamado King. Benidorm como la nueva Gomorra, gogós, James Brown fírmame estos discos, no sé si uno es pirata, da igual, y los guardianes también quieren desgañitarse en el escenario. Territorio podrido, adiós, pasos, sigo caminando, hacia el infinito.

lunes, noviembre 28, 2005

Los muertos, los supervivientes

Me pongo a repasar los viejos suplementos de los diarios, algunos tienen el polvo acumulado del tiempo que llevan en el armario que es un poco también desván. Entonces, empiezan a desfilar los muertos, los que ya no están, y es una confirmación más del tiempo que ha pasado, de que todo fue mejor entonces, tal vez, y me pregunto adónde habrán ido a parar, y qué hago yo aquí, en esta soledad sonora. Sarah Kane acaba de suicidarse, se ahorcó en su casa, comienzos de 1999, y leo un artículo en El Cultural, en donde se habla del poco conocimiento de su obra, en realidad por entonces en España apenas la conocía una docena de personas, y ahora la cosa no ha cambiado mucho. Pero este actor que me gustaba mucho, ¿cómo se llama?, sí, ese canijo que salía en algunas pelis underground (¡Buscemi!), dice en su diario semanal en el Daily Telegraph, que estuvo viendo una representación de 4.48 Psychosis, con Isabelle Huppert, en Nueva York, y esto hace poco. España es diferente. Bueno, también ha muerto Gilles Deleuze, a finales de 1995, me entero a través de un número de Culturas de Diario 16, que ya no existe, otro cadáver. Escriben José Luis Pardo, Lyotard y Agamben, me interesa sobre todo la nota del italiano. Decía nuestro filósofo favorito (sí, qué suerte haber podido asistir a los seminarios de ambos, de D. y de Heidegger, veinte años antes): Todo ser es una contemplación, salvo los hombres y los perros, que son animales tristes, sin alegría. Somos pequeñas alegrías: estar contento consigo mismo [self-enjoyment] es encontrar dentro de sí mismo la fuerza necesaria para resistir a la abominación. Cuando esa fuerza no está, viene la Depresión, y así acabó Sarah Kane, ahorcada en su propia casa, pero no por no poder aguantar ese vacío, sino por algo que lo llena todo, y tienes que vomitarlo, porque hay tanto odio ahí fuera... Pero toda muerte viene de dentro, nos dice el juguetón de Deleuze, y es así que el hombre pone la mano sobre sí mismo, y se arroja al vacío, y encuentra esa plenitud que siempre le estuvo envolviendo, cuando era Joven y Sintiempo.

Otro muerto, algunos suplementos más tarde: entrevista con Roberto Bolaño, por Emma Rodríguez, en Esfera de los libros, el 5-12-1998, y reseña de Los detectives salvajes, por Santos Sanz Villanueva. Fue una novela que disfruté tanto..., como ya dejé dicho en el foro de El Bosque. Pero aquí el crítico se queja del cansancio que produce la novela, con todas sus disgresiones y reiteraciones, sólo apta, nos dice, para letraheridos como los personajes principales. ¿Cómo se puede despachar una novela tal en una simple columna?, qué miseria la de estos críticos que con una docena de frases sentencian un trabajo que es parte de una vida, porque como dice Bolaño en la entrevista, su escritura es siempre autobiográfica, como la mejor escritura de sus maestros, Cortázar, Nicanor Parra, y más. Habla de sus años en México, que marcaron un territorio que luego vuelca en novelas como la comentada. Pero también habla de Blanes, ese pueblo en la provincia de Girona, en donde la enamorada del Pijoaparte de Últimas tardes con Teresa de Marsé tenía su residencia de verano, y por eso Bolaño quiso establecer allí también su residencia. La literatura, y la vida, mezclándose sin parar, como un continuum imparable, indiscernible.



Philip Roth, por suerte, sigue vivo y coleando, y compro American Pastoral (Vintage, 1998), con la que ganó el Pulitzer ese año (también leo una reseña en El Cultural). Estuve ordenando las estanterías el fin de semana, vi los libros que tenía de él, y éste no lo tenía, y como lo vi en la tienda, no lo dudé un momento (también tienen Operación Shylock). Carola me habló muy bien de esta extraordinaria novela cuando la leía, hace ya tiempo. Estoy un poco cansado de Calasso, así que voy a cambiar. También he visto una edición muy chula, en tapa dura y con portada bonita, de The Debt to Pleasure de John Lanchester, ¡y sólo por 0.90 €! En cambio, ayer en el rastrillo, todos los vendedores querían forrarse, qué precios, por favor...

Beethoven, sus sonatas para piano, ese pozo inagotable de placer, de sabiduría sonora. Con Barenboim al piano escucho las otras dos piezas que vienen en el disco de EMI, la nnº 28, op. 101, que anuncia ya la fuerza de la Hammerklavier; y la nº 25, op. 79, que es una sonata pequeña en comparación, de apenas doce minutos, de su segundo período compositivo. Pero es también una delicia. Con S. Richter, la nº 7, op. 10 nº 3, en Re mayor, con sus movimientos presto, largo e mesto (realmente maravilloso), menuetto (allegro) con su Trío, y sin pausa alguna, viene el impetuoso Rondó (allegro). Qué sonido el del pianista ruso, también realzado por la estupenda grabación de EMI de 1976, que ya señalé antes. Nunca me canso de escuchar estas sonatas; tal vez, con sus cuartetos de cuerda, su música más imperecedera, que nunca morirá, y siempre sonará de otra manera.

Y aquí me encuentro, después, viendo los programas de Cuatro: la cámara juguetona como toque de estilo posmoderno. Todos contra el chef: Darío gana al retador de Carmona (Sevilla), que ha propuesto croquetas de perdiz; mientras que la cocinera de Valencia gana con su arroz al horno, el personal de Casa Salvador (Cullera) prefiere el arroz más ortodoxo de la concursante, y Darío pone una cara que... El presentador de Vías Verdes (los domingos por la noche en La 2) usa la segunda persona, se dirige a un "tú" que somos todos los que queremos disfrutar con estos caminos no motorizados, los que alguna vez hemos salido al campo, los que alguna vez soñamos con volver a la tranquilidad del campo. Este hombre, y este programa, dan la paz. Luego, Manuel Altolaguirre, poeta e impresor malagueño, qué hombre: un poeta lírico del 27. A veces, la televisión también nos habla de lo que Siempre Vive.

lunes, noviembre 21, 2005

Mitología según Calasso



Así que voy el sábado por la mañana a la tienda de libros de segunda mano y compro The Marriage of Cadmus and Harmony de Roberto Calasso (Vintage, 1994), publicado originalmente por Adelphi, la editorial del autor, en 1988. La traducción es de Tim Parks. En la portada, que viene con una ilustración en donde aparece Pandora y Mercurio descendiendo a la tierra, se dice que es un bestseller internacional, cosa que no sabía; lo único que sabía es que me han dicho que es una obra maravillosa sobre la mitología griega, y no se equivocan. Calasso consigue enseguida deleitarnos con las historias de estos dioses tan lejanos y que encima vivían en un universo paralelo, ajenos a los hombres..., bueno, tuvieron sus distintas fases de acercamiento y de alejamiento, algo que se nos explica al comienzo del capítulo III. Pero empezaré por el principio.

El capítulo I trata principalmente de los raptos de Io y de Europa por Zeus, el padre de los dioses del Olimpo, como bien sabemos. Recuerdo que cuando estaba en la EGB (sería a los trece años o así) nos explicaron a toda la clase el mito del rapto de Europa, cómo vino un toro y se llevó a esta hermosura de diosa, se la llevó el dios disfrazado de toro (¿blanco?) cruzando el mar... Y todo porque a la entrada de Nerja habían colocado un monumento sobre este tema, qué bonito..., que nos llevaron a ver, faltaría más. Claro que luego delante pusieron el sempiterno ancla de los pueblos marineros... lo malo es qe Nerja después dejaría de ser pueblo marinero para convertirse en un pueblo dedicado al turismo basura y la especulación inmobiliaria de toda la Costa del Sol. Pero a lo que voy. Que todo mito admite varias versiones o interpretaciones, y esto lo veremos al final del capítulo con Ariadna y su triste sino. Io, de Argos (Creta) fue raptada y llevada por los fenicios hasta Egipto; luego, como venganza, los cretenses tomaron a Europa (hija del rey de los fenicios) y la llevaron al continente al que daría nombre... En Creta es donde más aparece esta figura colosal del toro, el animal más temido y reverenciado (figura que sobrevive como algo rarísimo en un país llamado España, que por lo mismo sigue siendo diferente). En Cnossos estaban después Minos y su esposa Pasifae, que tuvieron numerosos hijos, entre ellos Ariadna y Fedra; medio hermano de ambas era Asterius, que sería conocido como Minotauro, por su hybris sería encerrado en el Laberinto que ideó el ateniense Dédalo. De fuera viene el Extranjero, Teseo, de quien Ariadna se enamora, le da el hilo famoso, y luego es abandonada por él, una traición horrorosa. Su exilio es en la isla de Naxos (para mí Naxos es ahora el nombre de un sello discográfico nada más), y allí se dice que murió por las flechas de Artemisa, a petición de Dionisos. Otros dicen que acabó ahorcándose. También su madre, apasionada por el Toro, acaba colgándose. Lo mismo hizo su hermana Fedra. Hubo una epidemia de colgamientos, se ve. ¿Pero cómo empezó todo? Hera y Zeus formaban la pareja ideal, de hecho ella es la diosa de la cama, dice Calasso: en su templo de Argos aparece una osada imagen, que no se encuentra en ningún otro templo consagrado a una diosa, en donde se la ve practicando una felación a Zeus (C. lo dice con palabras más poéticas). Pero Zeus decidió traicionarla yéndose con una sacerdotisa suya, muy parecida a ella, Io.

El capítulo II está dedicado a Dionisos, el dios Baco de los romanos. Se nos habla de algunas de sus travesuras, como la violación de dos amazonas, Nikaia y Aura, sobre todo se nos muestra la de ésta, que es la cosa más parecida a Wen, esa chica que conocí hace cinco años, que se jactaba de tener apenas pecho y de ser tan deportista y activa. También se nos muestra la rivalidad que tiene esta presumida con Artemisa, que cuenta con un pecho rotundo y color rosado-femenino. Aura tendrá gemelos y la otra otro hijo, y dos se consiguen salvar. Aura se ve que acaba mal, como todas las frívolas y deportistas de nuestro tiempo. Bueno, el primer amor de D. fue un joven, Ampelos, que fue muerto por un toro (¡otra vez!). Pero su muerte no será en vano, sino que su cuerpo se metamorfosea en las sagradas uvas que dan el vino: fue así como D. dio a los hombres este néctar divino que intoxica. Luego los cristianos dieron carácter "sagrado" y virtuoso a esta metamorfosis pagana. Pero las aventuras de D. no cesan. Antes de llegar a Naxos para ver a Ariadna, deja a otra amante colgada, literalmente: Erígona, hija del jardinero Ícaro. Sucede en Ática. Allí D. descubre la nueva bebida y pide a I. que sea el mensajero, el que difunda la buena nueva. Pero un día unos pastores lo matan, al creerse envenenados por él. Y bailan en torno a su cadáver. Como antes hizo I., matar a una cabra, despellejarla y bailar en torno a ella junto a unos campesinos.

Erígona se entera, lo entierra, y luego se cuelga del gran árbol. Ella sube a los cielos y está en la llamada constelación de Virgo. El perro será la estrella Sirio (el Perro). Se la puede comparar con Isis, que también sufrió la muerte de Osiris, también con el perro Anubis como ayuda, y ambas se cortaron un mechón de pelo tras la muerte del amado (= cola de Berenice, en el cielo; hay una obra tremenda de Francisco Guerrero con este nombre). Los asesinos de Ícarus escaparon a la isla de Ceos, donde fueron asesinados. Para parar la plaga de suicidios, el oráculo de Apolo propuso una ceremonia de expiación en la que se colgaban máscaras y muñecas de un árbol, que el viento agitaba.

Magnífica es la descripción de Dionisos en las páginas 44-45. Clemente de Alejandría lo llamó choiropsáles: "el único que toca la vulva". Soberano de todo lo que es húmedo, él mismo líquido, una corriente que nos envuelve. El dios que desata: sus enemigos son los tejedores.

¿Y cómo empezó todo? ¿cómo llegó al mundo D.? Fue en el palacio de Tebas, ahí estaba Cadmus, hermano de Europa (todo está conectado), con su hija Semele. Ésta tiene un sueño premonitorio (siempre los sueños...), y Tiresias le aconseja que haga un sacrificio, el de un toro; ella lo hace, y para quitarse la sangre que mancha sus ropas y su cuerpo entero, decide darse un baño. Zeus la observa, el Gran Voyeur. Es seducida por Z. bajo diversas formas, hasta terminar cerca de su boca como serpiente, echando no un veneno sino un dulce néctar... Hojas de parra brotando del lecho, tambores resonando en la oscuridad, y un grito: "Evoe". La tierra rió.

viernes, noviembre 18, 2005

Málaga by night

A las siete ya es de noche, al salir de la librería Luces, el marasmo cotidiano... Hay algunos adornos navideños, pero todo parece algo forzado, por los centros comerciales que están en otra parte, como el influjo de la luna sobre algunos animales, algo que viene de otra parte y manda sus mensajes, y todo el mundo se vuelve paranoico, qué voy a hacer ahora que acabé la novela de Pynchon, la novela que no se sabe cómo seguirá, pero que seguro que seguirá en otra parte, en otra dimensión, y Edipa se encontrará con otros hombres a los que llevará a la ruina, y entonces pienso en mi antigua colección de sellos, también arruinada en alguna caja, y los álbumes que tan felizmente soñé poder recrearme en ellos, la vida es una serie de proyectos sin continuación. Porque todo es breve, la vida es breve, y el tumulto (hurly burly) demasiado laaargo. A las ocho, después de una pequeña espera, en los bajos de la Plaza de la Marina, en donde han colocado el MIM (Museo Interactivo de la Música), hay una presentación del Año Mozart 2006, con las actividades que habrá a lo largo del año que se acerca. Hay un organista y profesor de la Universidad que nos habla durante unos minutos de la anormalidad de Mozart, tanto en su vida como en su obra (¿cómo es posible que escribiera tanto, y tan bueno, con ese carácter equilibrado, cuando su vida era un puro desequilibrio?). Luego la chica que he visto afuera hace un rato nos va enumerando esas actividades que organiza el propio museo, una para cada mes, algunas tan cogidas por los pelos como relacionar a Mozart con Shostakovich (con la cosa de que se cumple el centenario del ruso) o tratar sobre Mozart y la medicina, o Mozart y la arquitectura, en fin... Para ilustrar musicalmente el evento, viene el Coro del Colegio de Abogados de Málaga, que se formó hace un año, y que canta dos piezas del austríaco (Dona nobis pacem; Ave verum), dos villancicos antiguos, y un brindis que me hace pensar que éstos son realmente berridos leguleyos... Me fijo en Carolina, que ha hecho de solista en un villancico, me fijo en una muy alta con el pelo rubio rizado, me fijo en otra de rostro algo duro, y que me parece haber visto ya, en otra parte... Para celebrar el encuentro, dan como bis una canción gallega popular, que cantaron en Vigo en julio de este año, y que es lo que mejor les sale de todo el mini recital. A la salida, no se puede pasar porque están posando para los fotógrafos. Sí, a esta gente le gusta más posar que a un tonto un caramelo, como se solía decir antes. Y pienso que ya no vendré más a esta cueva, la sala es una verdadera cueva, con una cortinilla negra a la izquierda que no evita el ruido de los que pasan al museo o que van en busca de sus coches en el aparcamiento aledaño; a la derecha hay una muralla de piedra auténtica, y desde ahí, y desde la parte del escenario, vienen trastazos de los coches que salen del aparcamiento. Mientras hablaba el organista, un pitido enfermizo de un coche; durante las canciones, los coches que gruñen mientras cogen la rampa. ¿Y aquí es donde quieren celebrar al genio? No, Mozart se merece un sitio mejor.

Luego me voy a buen paso hasta el Palacio de Miramar, llego poco antes de las nueve y media, pero no es ahí, como me temía, lo de la cata de vinos, sino en el Palacio Monte Miramar, que está en la calle Monte Miramar, que está en la zona del Limonar, y por lo tanto queda en el quinto coño, y así pues, me doy la vuelta y no voy, ya no llego a tiempo, aunque tenía una invitación. No entiendo cómo un evento que pretende acercar el buen vino a la gente joven (de entre 20 y 35 años), organizado por la Asociación que Engloba a Bodegas de la D.O. Ribera del Duero, decide hacerlo en un lugar tan apartado, por fashion que sea el palacete. ¿No hubiera sido mejor hacerlo en el NH Hotel, que está bien céntrico? En fin, algo más que me pierdo, pero esta vez no lo siento mucho, porque en realidad, esos lugares tan elitistas nunca me gustaron.

A las ocho y media, en el María Cristina, Javier Perianes al piano haciendo obras de Schubert y Chopin. Pero ya es demasiado tarde para ir, son más de las nueve y media, las 21.36 exactamente. Así que atravieso el túnel de la Alcazaba para llegar hasta la dichosa Plaza de la Merced, luego en realidad me quedo en la placita detrás del Museo Picasso, en la Cinemateca dan Arvuyeda o algo así, que ni me interesa y además ya ha comenzado. Paseando por calle Larios, un rato antes, observo a los músicos callejeros, a la gente disfrazada de buena gente, de gente de bien, con dinero, con salud, con esas cosas que hace que la vida valga la pena, pero es todo muy falso, como los decorados para la navidad que se acerca. Más tarde, por las desvencijadas, abiertas en canal, calles del centro, cerca de Plaza de Uncibay, veo a una chica que parece llegar de viaje, con una pequeña maleta tipo neceser en la mano derecha, y un bolso en la izquierda, va vestida con una falda vaquera muy ceñida que le marca perfectamente el culo, y calza botas de ante, me parece, y la sigo durante unas cuantas calles, y luego se mete por un callejón, yo bajo de nuevo por Larios, mientras un furgón de la policía local parece seguirme durante diez largos minutos. La noche se va vaciando de gente, llega un momento en que ya no hay más, esto es impensable en una verdadera ciudad, como Madrid, en donde el centro no se vacía hasta las dos de la madrugada o así, y en fines de semana, nunca. Pienso en restaurantes adonde alguna vez iré, Palo Cortado que he visto antes en Avenida de Príes; al lado han puesto un asiático algo cutre; veo que está abierto Manducare, el sitio de moda. Pienso en Altos de Tamarón crianza 2002, que me tomaré otra día, como revancha...

jueves, noviembre 17, 2005

Veinte años sí es algo

Había una vez un tiempo en que todo estaba a años-luz, en que el futuro era una forma vaga de existencia, tal vez nunca alcanzable. Cuando uno tenía veinte años, había una cosa-espectáculo llamada Expo 92, que tenía lugar en Sevilla, como diez años antes hubo un Mundial 82, de fútbol, sí, en ese tiempo inocente en que estaba uno volcado con los álbumes de cromos, y era divertido coleccionar aquellas estampas de textura tan suave. Incluso en ese tiempo me gustaba jugar a la pelota, con aquellos partidillos en descampados, en la misma calle, o en el terreno de FP lleno de grietas, y era bueno sudar, porque uno era JOVEN. Y qué más da, JA-JÁ, si son cosas de la edad, decía una canción, años más tarde. Con veinte años, me sentía pletórico, aunque también anidaba en el fondo la serpiente de la depresión, que siempre me acompaña (es algo hereditario, me temo). Fui a Sevilla en junio del 92, pero no me pasé por la Expo precisamente, fui a Cinematógrafos Corona Center, las únicas salas que por entonces daban cine en V.O., y vi La doble vida de Verónica, mientras mi amiga se metía en la otra sala para ver la de Zhang Yimou, aquella dominada por las lámparas rojas, La linterna roja creo que se llamaba (luego ví ésta también, y por segunda vez, en el Victoria --un cine que ya está muerto, oh tiempos, oh castillos-- la de Kieslowski). Se puede decir que era el esplendor de mi fase cinéfila, antes de comenzar mi Fase Musical. El cine era mejor que la vida, mucho más, porque mi carácter pasivo y melancólico se ajustaba mejor a la sala oscura que al campo de deporte o al campo abierto. Hace veinte años, o al año siguiente, en el 93, yo conocería la magia de algo que siempre había soñado, La Protección de Alguien Superior Y Más Sensible. En brazos de la mujer madura. No quiero ni pensar en la ruina que hubiera supuesto caer en las garras de una veinteañera, por Dios y los demonios todos. Nunca he entendido a las sirenas, y cuando tuve la misfortune de dar con una, fue el comienzo del apocalipsis. Veinte años, y todo tiempo pasado fue mejor, porque ahora puede ser narrado, dice Pynchon, y dice todo escritor que merezca tal nombre.

Quisiera volver al patio de mi recreo.

Ahora, llegado este punto, tendría que colocar fotos, fotos de entonces... Miro la autobiografía de Martin Amis, Experience; y una biografía excelente de Philip Larkin, y ambas contienen buenas fotos del álbum familiar. Siempre se dice que la relación con el padre marca mucho, y es cierto. El padre, y no la madre. Yo siempre detesté a mi padre, por su mal humor y su espíritu rústico, su falta de sensibilidad para la mayoría de mis inquietudes. ¿Cómo querer a quien nunca se acercó a tí, quien nunca se hizo amigo? Mi padre: una nulidad, ausente, ido, loco perdido. Sigue vivo, pero es como si ya no estuviera.

Hace casi catorce años tuve veinte años, y a veces los echo de menos. Pero no es sólo esa edad, es el sentimiento, es pensar que a los veintidós me pude largar temporalmente de casa, y luego irme a otro lugar, con quien de verdad me amaba. Y cuando se acabó ese amor, regresó la pesadilla. Porque siempre se vuelve a casa, alguna vez, y no precisamente por Navidad...

La vida sin amor es imposible, porque donde no hay amor, hay odio, o lo que es peor, indiferencia.

Cuando uno tiene veinte años, todo se expande, todo es proyecto y vértigo, el sexo es maravilloso, cuando te quedabas dormido, rendido, después de hacer el amor, en ese estado de casi inconsciencia, entonces, ah, qué placer tan efímero, tan bello. La música, que ahora se va apagando, poco a poco, y me duele, me duele mucho que así sea.

lunes, noviembre 14, 2005

El elemento paranoico



Así que empecé a leer The crying of Lot 49 de Thomas Pynchon (Vintage, 1996), una novela corta del mejor escritor del mundo. Y digo esto sin ningún tipo de dudas. La pena, o tal vez la gloria secreta, es que sea tan poco prolífico, que se oculte, que no sepamos nada de él. Vamos a decirlo claro: Pynchon fue el precursor de este medio, Internet. Yo creo que si Internet tiene un sentido, es para llegar a ese mundo de tramas surreales que tan bien se presenta en esta novela tan divertida. Así que me leí de nuevo el comentario que Harold Bloom escribió en Cómo leer y por qué de esta novela, que él sitúa en la senda de revelaciones que ya surcan Mientras agonizo de Faulkner y Miss Lonelyhearts de West. Con su gusto por las filosofías de sabiduría extraña, con la proclamación de su naturaleza gnóstica, Bloom se convierte aquí en un extraño abanderado del posmodernismo mejor entendido. Es muy difícil decir de qué va esta novela, aunque podríamos resumirlo diciendo que Edipa Maas, su protagonista (inolvidable) va en busca de algo, quiere encontrar el sentido de lo que le ocurre, que su camino se llena de pistas y de detalles que vienen en tromba, como esta lluvia de otoño, pero que son tantos los estímulos y las señales, que es difícil saber por cuál empezar. Hay referencias bíblicas, como la de Pentecostés, se nos habla de una "empresa" alternativa de Correos, llamada El Tristero, pero no sabemos bien adónde conduce todo esto; es más, no sabemos si es Edipa la que persigue algo, o si ella es la víctima de una asociación paranoica de alto alcance. Hay por ahí hasta una banda (¿de rock?) que se llama Paranoids; en un bar llamado The Scope suena música de Stockhausen (recordad: son los años sesenta); está Yoyodine Inc, uno de los gigantes de la industria aeronáutica; está The Peter Pinguid Society; y casi todo el capítulo tres está dedicado a la obra The Courier's Tragedy de Richard Wharfinger, del siglo XVII, que Edipa y Metzger pueden ver representada por un grupo de San Narciso. Y esto no es más que el principio de esta trama, o conjunto de tramas, que no da respiro al lector, y más en versión original. Es, en el fondo, una sátira de la sociedad californiana, que explotaba en drogas, sexo y rock & roll. Pero tratándose de Pynchon, hay mucho más. En fin, quien se adentre en esta historia, disfrutará como un enano, si es que los enanos disfrutan de verdad...

En un artículo de Rodrigo Fresán en Radar de Página 12, Hacer Historia, se nos pone al día en cuanto a la compleja personalidad literaria de nuestro hombre. Máximo esplendor didáctico en esta novela, nos dice, la más breve pero también la más amplia en intenciones; una obra sin sentido, salvo señalar la conducta inevitable del mundo civilizado: "un lugar cada vez más cercano a una temperatura uniforme de ideas, creencias, actos." Sus novelas, dice luego, están construidas con la misma estructura de la Red: "diversos sites o nudos argumentales por los que el lector se pasea saltando de uno a otro como quien asocia ideas nunca del todo libremente". Y se recomienda una obra de un tal Jules Siegel (Lineland: Mortality and Mercy on the Internet's Pynchon-L@Waste.Org), periodista que cuenta su sorpresa al descubrirse como nota al pie de la Gran Summa Pynchoniana y ordena una crónica electrónica de sites que giran alrededor de esa auténtica leyenda urbana: a veces la alaba, otras se ríe de ella. Incrementa los rumores. (Por cierto, el libro lo escribió despechado al descubrir que su primera esposa tuvo un affaire con P. a finales de los sesenta... más o menos cuando se publica esta novela.)

"Tú te escondes, ellos buscan" (de El arcoiris de gravedad).

Y veo en M1N a Celia Blanco, que está presentando su libro Secretos de una pornostar, en realidad escrito junto a un periodista, y que hojeo en Luces el sábado por la tarde. Y se incluyen fotos a todo color que muestran sólo el glamour de algunas fiestas, gente conocida con ella, como Juanma Bajo Ulloa o Román Gubern, y algunos carteles, pero ninguna foto real de ella en algunas de sus películas, qué ridículo, como si ella fuera una petarda más de Salsa Rosa, y no una actriz porno de fuste. Y no he tenido la suerte de ver ninguna de sus películas. Y luego entra en el plató Julieta Serrano, actriz contra la decisión de su padre, que le dijo que no tenía carácter para el oficio, ella, que será recordada sobre todo por su actuación en algunas de las primeras cintas de Pedro Almodóvar.

Y el sábado por la tarde estoy en la cola para comprar la entrada de Macht Point de Woody Allen, pero al final me salgo y me voy, porque: a) está doblada; b) la dan en una sala pequeña que es como un palomar, y la sala 1 que es buena está ocupada con una obra teatral estúpida, y hay mucha gente, y todos van a la misma; c) cuesta 4.50 €, cuando en la primera sesión del Albéniz sólo me cuesta 3.50 €.

Así que me voy al Museo Municipal a ver una exposición maravillosa que se llama Rusia siglo XX, pintura del realismo socialista, algunas patéticas, otras naïves, otras que se salen de la norma hacia un sutil simbolismo, y ya en la planta de más arriba, la explosión de la Naturaleza, incluida una serie con las cuatro estaciones, una maravilla. Me lleno de paisajes invernales, otoñales, escenas en el campo, hasta una Plaza Roja invernal que es como estar en un sueño. Y cuando subo a la tercera planta, el contraste es tal que me decepciona, y encima un niño chillando, con sus padre muy modernos que no le dicen nada. Dresde y Leipzig, aunque estaban en el Este, dieron lugar a talleres de grabado y pintores muy distintos, que usan las técnicas más modernas (son pinturas ya de los últimos años), aunque hay algunas pinturas que me recuerdan el estilo de Neo Rauch, realista-surrealista. Salvo dos o tres, una de ellas una mujer de espaldas ante una serie de animales, el búfalo en primer plano, las demás se deslizan como la lluvia hacia la alcantarilla.

Al salir es cuando me llevo la estampa más asombrosa, esta vez en tiempo real, un cielo rosado, desde allí arriba, en una de las terrazas del nuevo edificio, es la hora del atardecer, y es el complemento ideal a lo que he visto adentro. También antes estuve en el CAC, viendo las dos exposiciones temporales, la de Jaume Plensa, con diversas esculturas que me hacen pensar en el hombre apalabrado, sí, y en cierta simbología judaica bien visible, algunas instalaciones son realmente buenas y sin embargo, no encuentro el momento de hacer las reflexiones, mientras me paseo lentamente por el bosque de los 23 colgantes... En otra sala está la de Vanessa Beecroft, VB53, doce fotografías (seis de tamaño grande y seis más pequeñas) fruto de la performance que llevó a cabo el 23 de junio de 2004 en el Tepidarium de Roster, en Florencia, con una veintena de mujeres, desnudas salvo por largas pelucas y zapatos altos con cintas, mujeres estáticas, que se pasean por entre los espectadores, como madonnas renacentistas, hasta no sentir el menor pudor, al contrario, son los espectadores los que pueden sentirlo, y se anuncia de paso a la entrada que no es apta para menores de 13 años. Pero esta naturaleza fría, luego un poco más caliente, con el contacto con la tierra, tampoco me dice mucho. La naturaleza artificial, con esos macetones pop que han colocado a la entrada y al costado, dando al río. Naturaleza que ya no es tal: palabras, adornos, todo para que no se vea lo que hay debajo. Por cierto, que salvo una, estas modelos no gustan de arreglarse el sexo, vaya, qué decepción.



Y mirando el Discoplay de este mes veo que tienen el libro EXXXPAÑA. Historia del cine porno español, de Manuel Valencia y Paco Gisbert, ahí seguro que sí vienen las fotos de rigor, seguro que el glamour también dará hueco a la alegría para la vista, y a lo mejor, sí, vemos algo de Celia Blanco en condiciones.

viernes, noviembre 11, 2005

Vidas posibles

Qué bueno el capítulo The Flaubert Apocrypha de la obra de Barnes. Además de contarnos con su peculiar sentido del humor las obras o ideas que F. dejó sin llevar a la realidad, en la última parte nos da cuenta de los sueños, fantasías y vidas soñadas del escritor, que desde la adolescencia (perdón, la primera juventud, no existía tal cosa en su tiempo) hasta los treinta y cinco años (cuando por fin salió Madame Bovary, y fue escritor en tiempo real) tuvo las más disparatadas ensoñaciones, las vidas que pudo y no quiso, o que quiso y no pudo, llevar. Estaba fascinado con Oriente, como muchos en su tiempo, y también con países exóticos como España (o Andalucía, que era lo más exótico, tanto como Turquía o la India, digo yo). Le hubiese gustado viajar, comer (mejor, dan banquetes orgiásticos, él, un enamorado de la buena mesa) o tal vez, haberse recluido junto a un amigo en un sanatorio para viejos (aunque ninguno llegaría a vivir la vejez, por otro lado). Las vidas posibles, qué tema. Se podría hablar horas, uno podría escribir novelas enteras sobre la cuestión, porque el mundo de los sueños es tan amplio, y sin aparentes límites... Sólo cuando llega el éxito, ese monstruo de varias cabezas, todos esos sueños se desvanecen, como se deja a un lado el erotismo juvenil cuando uno ha tratado con varias mujeres, y sabe que el sexo es bastante simple, a pesar de su despliegue falaz de diversidad (¿de diversión? bah).

Mis vidas posibles. Cuando tenía unos ocho años quería ser naturalista, tal vez marcado por el ambiente (vivía en el campo, como un animalillo) y por la serie de Félix Rodríguez de la Fuente. Hasta tenía unos cuadernos en donde anotaba todo, y los gatos me rodeaban (antes, fueron los animales de granja como cerdos, pavos o gallinas), curiosamente ningún perro, porque a mi padre no le gustaban. Luego, en el instituto, soñé mis primeras novelas, los primeros relatos, y dejé a un lado la banal poesía de esa edad lírica. Toda esta época siniestra acabó con el fugaz resplandor del erotismo de los diecinueve años, que acabó bastante mal, por cierto. Yo soñaba con vivir en otro lugar, rodeado de películas (ya no vivirlas, como cuando era chico) y de pequeños placeres, como viajes con B. en su pequeño coche, como hacían los bohemios de los sesenta. De alguna manera, me hice con la mía. Pero el sueño de vivir en casa de alguien superior a mí no se había cumplido, pero de repente, un año, una primavera, se hizo realidad: y fue hermoso, por unos dorados años, fue hermoso, mucho más que aquellas mohosas películas. Aunque el cine siempre será el reino feliz de la posibilidad (¿lo ha tenido en cuenta Carlos Marzal en su novela? lo comprobaré). Viajes, conocer gente mayor que yo (siempre detesté la gente de mi edad, sobre todo las mujeres de mi edad), y lo más importante: la bendita música, la mejor música, el mejor regalo. Pero los sueños seguían, y los sueños tuvieron la culpa de que se rompiera el Pacto. Un sueño de estar con una mujer de mi edad, compartir su sutil belleza, empaparme en ella, ¡ah, la frivolidad de los veinte años rediviva!

Ahora que los años han pasado, ahora que toca ser realista, porque si lo llamamos cinismo no nos entienden, ahora, los sueños siguen, porque todavía no llegó el escurridizo éxito, y hay que seguir soñando, ¿con qué países, cuando ya está todo descubierto? ¿con qué mujeres, cuando ya están todas de vuelta del país de las manzanas doradas?

Si tuviera mucho dinero, que es condición sine qua non para ser feliz, para poder soñar a lo grande, me gustaría viajar a todas las regiones del planeta, excepto las regiones inhóspitas de huracanes, noches perpetuas y regímenes políticos odiosos, esto es, que viajaría sólo a unos pocos países de la zona templada..., como muy lejos, iría a Punta Arenas, jeje. Si tuviera ese capital, me gustaría conocer las alquimias sutiles de los restaurantes de lujo y de cocina creativa que tanto me encandilan ahora. Y probar esos sabores, y rodearme con la música callada de sus paredes, y oír las conversaciones de políticos, periodistas, actrices y actores y hasta algún deportista aburrido fuera del campo y el mundanal asqueo. Me compraría una casa en Dinamarca, tal vez cerca de una isla, allí, en el bravío Mar del Norte. Soñaría con una pequeña región del mundo, que llaman Costa del Sol, aburridísima en noviembre, y asfixiante siempre. Diría adiós a todo eso. Y junto a tí, Louise Colet o Adriana G., iría en busca de la luz anaranjada y de la voz espectral, allá, en un atardecer, buscando la cabaña en que moró Wittgenstein cuando fue dichoso.

miércoles, noviembre 09, 2005

Sin título

Hoy no tengo nada que contar.

Llegará el momento en que no me interese ni la buena literatura, ni la música clásica, y menos la contemporánea, ni siquiera me gustará pasear, y eso será el fin de todo. Ya no puedo ver las puestas de sol, que solía ver en los dos meses pasados, con lo del cambio de hora a las siete ya es de noche y cuando salgo a la calle está oscuro, hace frío, y no hay ganas más que de llegar pronto a casa. El Segoviano se marchó a su tierra, será un pobre tirado pero no es tonto, sabe que noviembre es el Mes de Todo Está Muerto, los hoteles cierran, los restaurantes, se ponen a hacer obras por doquier, ¿qué otra ocupación hay en un pueblo que vive del turismo? El Madriles está todo borracho, habla y habla de que cuando consiga pasta, que le ajustará las cuentas a éste y aquél, no deja de escupir, se mea en cualquier esquina, y mientras Thomas toma el sol y yo decido largarme, ya no aguanto más este sol de otoño y este aburrimiento.

La luna está creciendo, o eso parece.

En Cuatro habrá un programa de cocina, lo que pasa es que está protagonizado por un cocinero que, me da a mí, que es un chulo madriles, y no me caerá bien. No soporto esa chulería madrileña, y este tipo de la calle, drogadicto, con sólo treinta y cuatro años, hecho polvo, me hace pensar en la época negra, cuando conocí a un menda llamado Víctor, de Madrid, todo pastillero, que en Madrid era ultrasur, o del Frente Atlético, la misma mierda nazi del deporte, que el deporte es una droga, que sí, Heras, ahora no digas que no te dopaste...

En ese tiempo iba a conciertos de música clásica, sí, en el Centro Cultural, pagaba mil pesetas, que ya era dinero, joder, cuando en el centro cultural de la Diputación, en Málaga, no me costaba la entrada más de doscientas pesetas. Ahora el viernes hay otro, un dúo de violoncello y piano (música de Prokofiev y Rachmaninov), que cuesta 7 €, los pagará el guiri de turno, yo no. Me niego a pagar más de mil pelas de las de antes, cuando en el centro cultural de Málaga sólo cuesta 1.50 €, y encima es mejor sala. Los dos últimos martes de este mes, en el Auditorio Nacional de Madrid, música de George Benjamin y otros afines a su estilo, música de cámara, en un auditorio, y sólo por 6 €, ¿y voy a pagar 7 por escuchar a unos moldavos o de donde sean? Vete a la mierda.

Hoy no tengo ganas de nada.

Escucho Oedipus Rex de Stravinsky, una ópera-oratorio, con libreto de Jean Cocteau sobre el drama original de Sófocles, y con traducción latina de Jean Daniélou, pues S. quiso darle a la historia la severidad que merecía, y como es ya habitual en su etapa neoclásica y llena de guiños a la tradición. La versión es de Thomas Moser, Jessy Norman, Michel Piccoli como narrador (él sí en francés), y el Coro y la Orq. Sinf. de la Radio Bávara dirigida por Colin Davis, en una grabación del sello muniqués Orfeo (1983). Me gusta este canto en latín, tan poco siglo XX, me gusta esta historia tremenda, me gusta lo que dice el ciego y adivino Tiresias, "¡el asesino del rey es un rey!" Es pura tragedia.

Lo real: veinte toneladas de estructura de hierro, desplomándose súbito. O las bombas de fósforo blanco, que traspasan la ropa sin quemarla y arrasan la piel.

martes, noviembre 08, 2005

Definición

chusma.
(Del genovés ant. ciüsma, y este del gr. κέλευσμα, canto acompasado del remero jefe para dirigir el movimiento de los remos).
1. f. Conjunto de gente soez.
2. f. Muchedumbre de gente vulgar.
3. f. Conjunto de los galeotes que servían en las galeras reales.
4. f. Am. Conjunto de indios que, viviendo en comunidad, no eran guerreros, o sea mujeres, niños y viejos considerados en conjunto.
5. f. despect. Arg. Persona chismosa y entrometida.
6. f. despect. coloq. Cuba. Persona de modales groseros y comportamiento vulgar.

(Diccionario de la Lengua Española, Vigésima Segunda Edición, RAE)

Lo que sucede en Francia y amenaza con romper en otros países de su entorno, se ha dicho que es obra de la "chusma", lo dijo el vilipendiado ministro de Interior galo Nicolás Sarkozy. Correspondería a la entrada segunda del término, "muchedumbre de gente vulgar", que no tiene ninguna connotación despectiva, que se sepa (sólo la posee en esas acepciones de Argentina y Cuba). Yo tampoco lo uso de manera despectiva, sólo me refiero a ellos en términos objetivos, lo más objetivamente posible, sin negar la evidencia: que los actos de sabotaje y vandalismo no son obra de gente civilizada ni con educación, a la que se trata de justificar (lo escuché en las Noticias del nuevo canal anoche, Cuatro) mediante los mismos argumentos patateros socialistas y sociológicos de los que quejaba Amos Oz y gente que realmente cree en el Mal, que existe. Es verdad que la chusma siempre ha existido, pero en estos tiempos de globalización fatal, la mezcla es no sólo incendiaria, sino que busca el caos por el caos: si no tenemos trabajo, si vivimos en barriadas-pocilga, si encima un chulo del Gobierno nos insulta, ¿qué mejor que salir a joder la marrana noche sí y noche también? Insisto en que esto tiene que terminar, y que la chusma no conseguirá más que penas de cárcel, y toques de queda, y seguir en la miseria. O se respeta y se identifica uno con el país que lo acoge (¿qué quieren, vivir como los franceses de toda la vida, como los europeos que hemos construido esta sociedad culta y civilizada?), o a la mierda. ¿Más claro?

lunes, noviembre 07, 2005

¿No hay alegría?



Vamos a divertirnos un poco, ¿no? Nada mejor que volver a los viejos amigos.

Fantasmas III

Ya no me divierto con estas lecturas pos Conjura de los necios, con Ferdydurke apenas me reí, una risa amarga, que no sirve. Vi esta película en Canal 2 Andalucía, American cuisine, una comedia con un guión tan malo, que no te ríes, y ni siquiera se conoce lo que es la alta cocina, porque al director tampoco le interesa, lo único que muestra es el mal carácter del protagonista, que interpreta Eddy Mitchell, y la gracia de una Irène Jacob que parece un pez fuera del agua. Los tópicos del chico americano que busca el éxito, el cambio de vida al menos, en una Francia que se mira el ombligo. En fin, hora y media perdida. Luego daban, esta vez sí en VOS, Tú ríe, de la que no tenía referencias. Nada de risa.

Pasa el sábado, no sé qué leer, veo en mi librería habitual El extraño incidente del perro a medianoche, que tal vez sea mi próxima lectura. Lo que leo es un relato de Thomas Pynchon, uno de mis favoritos, no hace falta decirlo, titulado Mortality and mercy in Vienna (Aloes Books London), pero que leyéndolo uno se da cuenta que es de coña, porque la acción transcurre en Washington, jeje. En la primera página aparece este título, sobre otro tachado: MURDER CONTRACT, y debajo by "Griff". Lo que corresponde realmente al contenido del relato: un "contrato para asesinar", en el que se ve envuelto Siegel, el protagonista. El encargo de Rachel es venenoso, de suma ambigüedad. En el piso de David Lupescu se reúne una fauna de lo más extraña, como Paul Brennan, la bohemia Lucy o la ninfómana Debby Considine (Pynchon y su galería de mujeres fascinantes), que en su viaje a Ontario se trajo un indio (Irving Loon) que desencadenará una pequeña tragedia. Siegel recuerda una enseñanza de Harvard, sobre la posesión de los Ojibwa, presos de una psicosis colectiva (Windigo psychosis) en la que ven a los humanos como castores. Algo hay que hacer, y pronto. El final es impredecible, y uno nota una vez más el fino humor, tan inteligente, de Pynchon.



Pero termino de leer esta historia, y tampoco me divierto, no hay alegría. Y voy al rastrillo y no hay nadie vendiendo discos de vinilo de música clásica, sólo batatas y cositas antiguas para quien tiene casa, yo no tengo nada. Me bajo al mirador, allí estoy un rato como lagarto al sol, luego me voy a la Torrecilla, mi sitio favorito de los últimos meses. Me quedo allí leyendo a la terrible Sarah Kane, 4.48 Psychosis, su última obra de teatro, en donde puede verse el paisaje psicótico de sus últimos meses, arrastrado una depresión espantosa que la llevaría al suicidio, los médicos y las pastillas (hay un pasaje muy gracioso en donde aparecen estos fármacos estúpidos) no pudieron hacer nada. Cómo me gustaría ver representada una de estas obras. Y es verdad lo que dice el autor de la presentación, lo que importa aquí es lo que esta obra dice de cada lector, de mí dice mucho. Fluir en esa luz eterna, irse al infierno.

Está claro que la lectura no ayuda, sólo un poco el sol tibio de otoño, y el rumor del mar, que no cesa. A las cinco y pico me subo a casa, pero sin ganas, y temiendo encontrarme con el ruido de la chusma que me rodea. Escucho la cara 3, disco 2, de la ópera de Britten. Descubro que la película de Amenábar, Los otros (que pasaron el viernes en VOS, ¡pero con cortes de publicidad!) tiene bastantes puntos en común con esta obra original de James y libreto de Myfanwy Piper. Exactamente, en la escena 2 del acto II, hay las siguientes palabras:

Governess: Why are they so charming? Why so unnaturally good?
I tell you they are not with us, but with the others.


Luego el propio Miles se referirá a esos "otros".

Pero la música tampoco me divierte, y el domingo felizmente pasa, y llegará otra semana, ya está aquí, y falta justo un mes para que vaya a Barcelona. Mi madre me cuenta que soñó que yo había muerto, ella estaba muy mal, venía M. a verlos, mi madre preparaba bacalao... Este sueño no creo que vaya muy descaminado.

Siguen los disturbios en París y otros lugares, y algún periodista necio pone imágenes de mayo del 68, como si esto de ahora fuera una revolución. No, la chusma es la chusma. Son los nuevos bárbaros del siglo XXI, y sólo cabe una medida: actuar contundentemente contra ellos, porque hay mucha buena gente en esos barrios a los que les están jodiendo la vida estos marginados de mierda. No me explico cómo la policía francesa es tan blanda, no lo entiendo.

viernes, noviembre 04, 2005

Fantasmas II

Sigo con la escucha de la ópera, ahora cara 2 del primer disco. ¿Quién es Quint?, es un monstruo, un perverso, murió, tal vez desangrado, en un camino helado; antes se había marchado por su propio pie (tras descubrir su embarazo) la anterior institutriz, Miss Jessel. Murió al poco tiempo. ¡Los dos muertos! Es mucho peor de lo que uno podía esperar, el peor de los escenarios... Ahora que ya está enterada de lo importante, el ánimo de la institutriz se viene abajo, sabe que su misión, para no fracasar, es velar por el alma de esos dos niños, sobre todo de Miles... Su misión, su tarea, la vemos en las dos siguientes escenas, dando la lección de latín a Miles y en compañía de Flora cerca del lago. La niña lleva su muñeca, ella un libro. Una canción infantil, ¿o no tanto? Un mar muerto, una vigilancia interrumpida por una aparición, la de Miss Jessel del otro lado del lago...¡Hay que marcharse, huir! Pero la corrupción hace tiempo que camina por estos terrenos en apariencia idílicos. En la escena 8, la más intensa tal vez, cada uno de los fantasmas se le aparece a cada uno de los niños del mismo sexo, en un contrapunto magnífico que se continúa con la presencia luego de las guardianas, que tratan en vano de apartarlos de esas sombras malignas. Pero el Mal es sorprendente, etéreo, sobrevuela todas las tierras, todas las voces de advertencia. Miles: "Ve que soy malo, soy malo, ¿verdad?"
***

En El País Semanal de esta semana pasada, leo una pequeña entrevista con Michel Houellebecq, uno de mis escritores favoritos, con motivo de la inminente publicación en España de su última novela, La posibilidad de una isla (Alfaguara, sale el día 12 de este mes). La entrevista es bastante lacónica, al parecer, es un tipo muy aburrido para estas cosas, así que lo mejor es leer el avance de la novela, dos fragmentos en los que vemos a Daniel 1, el humorista protagonista. ¡Un humorista, qué apropiado! Después de un matrimonio fracasado, conoce a Michelle, una mujer de mediana edad que trabaja en una revista de tendencias juveniles llamada Lolita (aquí es donde se aprovecha para lanzar ironías sobre nuestra sociedad de kids eternos, porque que sean sus lectoras mujeres de casi treinta años...). La verdad es que esa mezcla de ciencia, religión y utopismo perverso seguro que promete diversión.
***

La escena podría ser de hace unos cuantos decenios, pero no, es de ahora mismo: en unos escalones de cemento, cerca de un riachuelo que no lleva agua, para variar, estamos Thomas, el Madriles (que no sé ni cómo se llama, sólo que ha nacido en Galapagar y que tiene 34 años), un gitano con su "mujer" y las dos perras, y yo mismo, todos bebiendo cerveza y fumando (yo no fumo, of course, ni siquiera ese "gush" que Thomas dice haberse conseguido from Morocco). El gitano, que tendrá entre cuarenta y cincuenta años (la mujer tiene cara de pepino y es totalmente inexpresiva, y tendrá veintitantos), no para de cascar, cuenta chistes de gitanos y demás, que no son especialmente graciosos. En esto que vemos algo gordo que avanza por el lecho del río, algo del tamaño de un conejo, bien negro, que enseguida desaparece. ¡Una rata, joder! El gitano dice que a ésa no es posible matarla con fósforos enterrados en queso, como suele hacer él, sino que hará falta una bazooka, por lo menos. Andalucía Sólo Hay Una.

Fantasmas


Me quedo pensando en los acontecimientos de los últimos días, como los enfrentamientos con la policía y el caos que se ha adueñado de los lugares periféricos de París, esos banlieus monstruosos en donde vive la chusma. Dicen que todo se originó por la muerte de dos adolescentes en los días pasados, cuando huían de la policía, entraron en una central eléctrica y se electrocutaron: entonces, la culpa no es de la policía, fueron ellos mismos los que se mataron. Por descerebrados. Escucho lo que dice Dominique de Villepin, ese político, ahora primer ministro francés, que además es poeta, un hombre culto y refinado, tal vez el mejor de los políticos de este gastado continente. Pide que se reestablezca el orden, que haya justicia, no podemos retroceder ni ceder ante el ataque insdiscriminado de la chusma. Esto se veía venir, de hecho la quema de coches, contenedores, ataques a colegios y comercios, comisarías de policía y demás, nada de esto es nuevo, lo que pasa es que ahora la situación se agravó y puede convertirse en guerra callejera y vandálica como la que existe habitualmente en países en vías de desarrollo. Y esto en la querida Europa no se puede permitir. Europa aspira a la máxima civilización, por lo tanto, hay que frenar y erradicar a toda esta mierda. En la novela de Houellebecq, la penúltima, aparecía en cierto momento, a través de la ventana, una de estas escenas-reflexiones, que daba cuenta del estado de la cuestión: Francia se incendia poco a poco, la rabia adolescente, inmigrante y demás (que se alimenta con un cóctel explosivo: drogas, fanatismo, hip hop) acabará por poner en evidencia la crisis de las viejas medidas. Ahora, la chusma quiere protestar, y lo hace de la única manera que sabe. Contra la violencia, sólo cabe usar la fuerza, no hay otra medida. Pero este vandalismo ha de cesar, ha de ser eliminado. Los fantasmas volverán a sus agujeros.
***


Comienzo a escuchar otra ópera (ahora me dio por ahí), The Turn of the Screw de Benjamin Britten, basada en la novela corta de Henry James (la única obra de éste que soporto, recuerdo todavía la impresión que sentí al ver una serie de TV basada en ella). Es una ópera de cámara, con prólogo y dos actos, así que se ha grabado en dos discos. La grabación que escucho es de 1983, Philips, y fue dirigida por Colin Davis (existe una anterior por el propio compositor). Britten es el mejor operista del siglo XX, tal vez por detrás de Leos Janacek (ahora se puede ver/escuchar en Madrid De la casa de los muertos de éste). En la primera cara del primer disco (vinilo, vinilo), asistimos a la llegada de la nueva institutriz a la magnífica casa rural en donde transcurre la acción. Ella es la narradora en el prólogo, y aquí se cuenta algo que pasó hace tiempo, cuando le hicieron el encargo, peligroso, de ocuparse de dos pobres niños que no tenían a nadie en el mundo salvo a un tío tutor que siempre estaba fuera. Cuando viaja ya se siente algo preocupada por el recibimiento que tendrá, por si gustará o no a los de allí. Pero enseguida se da cuenta que tanto el ama de llaves como Miles y Flora son buena gente, y al poco tiempo considera Bly como su nuevo hogar. La primera mala sombra es la llegada de una carta en donde se dice que Miles fue advertido en el colegio, expulsado... ¿Acaso los niños no son un poco salvajes? Pero malo, ¡eso no! En toda esta parte, los niños aún no tienen protagonismo, canturrean aquí y allá, por el jardín, en un caballo de madera en el hall..., son tan inocentes... Hay una sombra en la torre, y la institutriz lo ve; y luego aparece de nuevo ese hombre extraño, en una ventana, y ahí se lo cuenta al ama de llaves, que exclama: ¡Peter Quint, es que esto nunca terminará? La pobre de la gobernanta pregunta asustada: ¿Qué pasó en esta casa, señora Grose? Magnífico final de la escena 5. Ni que decir tiene que la música es estupenda, marcando los distintos momentos-climas de la acción, con una instrumentación de un refinamiento supremo. (Continuará.)

jueves, noviembre 03, 2005

Equilibrio, armonía


Leo en El efecto Mozart, de Don Campbell (Urano, 2002):

"Los científicos han descubierto que los bebés perciben los sonidos musicales igual que los adultos, y prefieren los tonos armoniosos a los chillones o disonantes" (p. 68).

¿La percepción musical, por lo tanto, es innata?

"Estamos en una época en que la sociedad podría necesitar prepararse para un brote de Trastorno Afectivo Rock and Roll, es decir, la decadencia de la capacidad auditiva natural y el aumento de estrés, ansiedad y cansancio producida por toda una vida inmersa en la gloria del rock and roll" (p. 48). La mayoría de los músicos de rock se ponen tapones en los oídos mientras actúan, e incluso acceden a venderlos en sus conciertos (p. 49). Los sonidos por encima de los 120-125 decibelios provocan dolor, son heridas literalmente (la música rok a volumen fuerte y los cláxones de los coches tienen unos 115 db).

El autor resulta que es también compositor, autor de música new age, a juzgar por los títulos que señala (Essence: Crystal Meditations; Timeless Lullaby), música capaz de reducir el ritmo cardíaco y de bajar la tensión arterial, de relajar al que escucha. Entonces, ¿no debemos escuchar la música nerviosa de un Lachenmann, por ejemplo, su ópera La cerillera, en la versión de Cambrelling, producción de 2002? ¿Sólo es saludable la música de Mozart y Vivaldi, algunos barrocos más, y los movimientos lentos de las obras románticas, que no son exacerbados? Hay un fragmento en donde da el ejemplo de una amiga, que por no poner la música adecuada, arruinó una velada romántica..., y llega a decir que poner la Patética de Beethoven fue patético... Es lo malo de este libro, que roza peligrosamente, y a veces se mete de lleno, en las obras de autoayuda, new age, que me repatean. Y se llegan a decir muchas tonterías, bajo el aval científico made in USA.

La música también estimula la digestión, entre otros muchos efectos, que señala de forma pormenorizada. El rock, el jazz intenso y otras música no armónicas hacen que se consuma más, y más rapido, mientras que la música clásica, sobre todo en los tempi lentos, hace que uno coma menos y dedique a ello más tiempo. Algunos restaurantes no tienen en cuenta esto. En vez de una ambientación sonora delicada (v.g. Café de París, Málaga), imponen un hilo musical asfixiante, propio de una discoteca (Clandestino, Málaga; Olsen, Madrid).

Me he reído con lo que cuenta en "Florecimiento sónico", cuando habla de un experimento con flores realizado por una estudiante de posgrado en Denver: construyó cinco invernaderos, todos del mismo tamaño, la misma tierra y recibiendo la misma cantidad de luz y agua. Durante varios meses puso música en cuatro de ellos, dejando libre el quinto para que sus plantas sirvieran de grupo de control. A un grupo le ponía Bach, a otro música clásica india, al tercero rock a todo volumen, al cuarto country. "Descubrió que las músicas de Bach e india estimulaban espectacularmente el crecimiento de las plantas; las flores eran más abundantes y las trepadoras ascendían hasta los altavoces. En el invernadero con música rock and roll, las cosas no iban del todo bien: había muchas menos flores y al parecer las plantas no querían crecer; en el invernadero con música country, descubrió, sorprendida, que las plantas se desarrollaban de modo casi idéntico a las del invernadero en que no ponía nada de música" (p. 93).

Esto nos hace pensar en las famosas vacas de Wisconsin, que producían más leche, y de lo que reía Baricco en su famoso libro estúpido. Hace poco escuché que en algunas viñas habían decidido poner música clásica, para aumentar y mejorar la producción. En una ciudad de Canadá ponen música clásica para evitar el consumo de drogas, algo que se ha hecho o se hace también en Holanda, en estaciones de metro o tren, para ahuyentar a los drogadictos. Esto prueba que hay músicas nefastas, como el rock duro o el hip hop o peor aún, ese demonio de reggaeton, y músicas adecuadas para nuestro equilibrio.

Cada vez escucho menos música, y terminaré por aborrecerla. Pero la de Purcell es tan hermosa...

miércoles, noviembre 02, 2005

Muertos

Día de Difuntos. En Madrid, fuimos a ver al final la última joya de Tim Burton, La novia cadáver, que me hizo recordar el que tal vez sea su mejor película, Pesadilla antes de navidad. En el cine no había apenas gente, no sólo por la sesión (las cuatro de la tarde), sino porque era en VOS, y los niños no suelen leer en el cine, jeje. Bueno, había algunos niños, pero serían tres como mucho, pequeños geniecillos que al pasar a nuestro lado, se exculparon con I'm sorry, como si estuvieran en Londres. ¿No es maravilloso?, lo mejor de este fin de semana ha sido eso, respirar profundamente el ambiente de educación propio de ciudades grandes como Madrid. ¡Lo que era la Fundación Juan March, el domingo por la mañana! También muchos niños acompañados por sus padres, claro, y todo gente muy abierta e interesada en lo que veían. Yo, una persona refinada e intelectual, no puedo vivir entre necios, pero eso es justo lo que sucede aquí en el sur, que no hay educación ni la habrá, con raras excepciones. Bueno, la película es una maravilla, lástima que al estar tan cansado por el viaje, hubo algunos momentos en que di algunas cabezadas, menos mal que M. luego me contó las lagunas. No sé qué es más sorprendente, si la historia deliciosa basada en un cuento ruso, si la técnica del stop motion, si la belleza de los muñecos, o la música inigualable y los números musicales que aparecen, sobre todo uno protagonizado por la novia muerta maravillosamente viva...
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En la Filmoteca, México desconocido, un programa de los olvidados, el exilio español en México (la película de Buñuel del mismo nombre ya la pasaron). Se pudo ver el largo En el balcón vacío, de Jomi García Ascot, de 1962, con guión del director, de Emilio García Riera y de la "actriz" que hace de Gabriela de mayor, María Luisa Elío. La película es una pequeña joya, con aspecto documental (y sólo dura 50'), con gente no profesional en los papeles a interpretar, y que cuenta, mediante una voz en off, una historia terrible de pérdidas, de recuerdo y de olvido, mientras las imágenes en B/N, de aspecto deteriorado, desfilan ante nosotros, los valientes que hemos preferido ésta a la bélica de Robert Wise de la sala grande. Uno de los que salen en la cinta es Juan García Ponce (aunque no sé en qué momento, pues apenas sé de su cara), quien explica de manera clara el sentido de la película : "la historia es, simplificando, la de la nostalgia de la infancia, una nostalgia exacerbada por el exilio, que agrega al alejamiento en el tiempo un alejamiento material... En En el balcón vacío el destierro real de lugar se transforma de manera natural en símbolo e imagen del otro destierro, el que es producto del tiempo y nos separa continuamente de aquello que fuimos". No creo que se pueda decir mejor, así que me callo. Sólo añadir que fue toda una grata sorpresa, y que en ese final conmovedor, el cine se quedó silencioso, y supongo que la gente emocionada.
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A veces veo muertos... De pequeño, yo los veía, o al menos, los presentía, y no sé si las habitaciones se enfriaban de golpe..., pero ya de adulto he sentido que, estando en la cama, y todavía en el duermevela, mi cuerpo estático era arrastrado por la habitación, me veía por debajo de la cama, y más allá, y todo el vértigo era causado por una fuerza desconocida. Y de pequeño, un espejo me hizo un enano, y un fuego fatuo a mis pies. De pequeño, yo estaba en contacto con los espíritus, el de mi abuelo ahorcado sobre todo, en el viejo cortijo, allá, en otro mundo... Anoche sentí miedo, al ver El sexto sentido de Shyamalan, una película de culto de la que hablaban mucho aquellos foreros, cuando yo empezaba en esto allá por el año 2001, antes del Desastre. Bruce Willis está estupendo, parece mentira, y el pequeño Haley Joel Osment es sencillamente genial, como esos niños del fin de semana. Todo está lleno de espectros, ¡y tenía que hacerse una película como ésta para que lo supiéramos! M. me dice que si la veo una segunda vez, me enteraré mejor; porque el condenado del director, o del guionista, consigue dar ese giro, esa vuelta de tuerca alucinante, en los últimos minutos, y nos deja patidifusos. Sí, ese hombre tiene que volver, para ayudar, o intentar ayudar, a quien está entre dos tierras.
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En esta vuelta, aprovecho también para ver F for fake de Orson Welles, que no me extraña que sea la peli favorita de Vila-Matas, porque va sobre falsificadores, sobre impostores como él, pero que no ose llamarse mago, y menos de Viena... El propio mago Welles (así se llamaba, como nick, un chaval con el que hablé de cine en mi otra vida) es el cronista de esta historia, que al menos durante una hora nos cuenta hechos reales..., mediante un montaje feroz (Welles fue ante todo un montador excepcional). En los últimos minutos, en cambio, vuelve por sus fueros, y este falso documental da paso al erotismo (¡esa Oja Kodar!) y la magia, la ficción de las imágenes, del Picasso mítico, y del hacedor de sueños moderno.

Muertos, vivos, todos girando en el carro de fuego. Leo a Don Campbell y su Efecto Mozart (marca registrada). Tomatis, ese genio que descubrió la importancia del oído. Ahora mis oídos están enfermos, y ya apenas escucho música. Hoy me atreví con Dido y Eneas en versión de Mackerras, del año 1968. Alguien muere, y el otro va en su busca. ¿Qué pasa cuando muere el amor? ¿qué pasa cuando estamos muertos? Pasamos a otra dimensión. Oscuridad fetal, amada, biensonante... Si al menos alguna vez despertara...

Vista y sabor

Una de las mejores maneras de conocer una ciudad es vía gastronómica, y eso es lo que quiero hacer a partir de ahora cuando vaya a una. Es verdad que hay otros aspectos vitales tal vez más interesantes, pero no creo que menos intensos, al menos, no tan divertidos... y sabrosos. Madrid es una ciudad enorme, una metrópoli en donde cabe de todo, y es por eso que en el plano gastronómico no tiene mucha personalidad (frente a otras regiones o ciudades de España), pero en cambio, al ser capital y lugar de concentración de gente de casi todo el planeta (tan multicultural ya como Londres o Berlín, digamos que al menos así será dentro de poco, si no lo es ya), está nutrida con restaurantes y cocinas de la mayor variedad. Es muy difícil probar todo esto, pero al menos se puede intentar, huyendo de los lugares típicos, hacer un pequeño esfuerzo y visitar otros barrios, lejos de las zonas más turísticas y castizas del centro. Lo mejor de Madrid, en restauración, se aleja de ese centro que ya me harta, incluso me deprime.

Así que el sábado hicimos una visita a Sacha, que se define como "botillería y fogón", un restaurante algo viejo y rancio en decoración, bastante escondido en un callejón ajardinado, en el barrio de Cuzco ("aquí no hay calor humano", me decía M., cuando nos acercábamos, al darnos cuenta que en estos barrios alejados del centro la temperatura es varios grados inferior). Pero la comida, ¡ah, la comida!, es excelente, y eso es lo que cuenta. Todo en este sitio parece de otra época, no sólo la decoración, que ya digo que es un poco deprimente, ideal para gente de derechas, sino también los camareros, etc. Pero la comida es buenísima (es otoño, así que muchos platos de setas, ¡qué ricos!), como ese arroz con setas y perdiz, sencillamente delicioso; o el bacalao de otoño, que lleva encima trompetas de la muerte; y qué decir de los postres, buenísimos, como "mel y mató", requesón con miel, una receta desde Girona, es algo delicadísimo, inolvidable. En fin, una velada agradable, más al inicio (cuando llegamos no había nadie aún) que al final, en que, al estar lleno el pequeño comedor, ya no se podía charlar tan bien, un poco de ruido. En una mesa del fondo vimos a dos periodistas de El Mundo, con sus respectivas mujeres y una amiga común...

También fuimos a comer a una casa de comidas en Huertas, Terra Mundi, un gallego que cuenta con menú del día todos los días por 9.50 €, y que también tiene una carta con platos típicos, de allí, y una carta de vinos pequeña pero bien elegida. El local es amplio, con varias estancias, y la decoración es clara, muy natural, y original también, y la verdad es que uno se siente muy cómodo. Como suele pasar, los menús no tienen la altura de la comida a la carta, pero tampoco se puede pedir más por ese precio... El domingo ya resulta más difícil encontrar un lugar, no sólo porque muchos locales cierran, sino porque si no tienes reserva, es un pelín más difícil todavía. Eso nos pasó en Pulcinella, un italiano que dicen que está bastante bien, en Chueca. El tipo de la recepción dijo tajante que no... Fuimos a Chueca, sí, el barrio de moda, el barrio gay por excelencia. Ya cuando sales del metro, en la plaza del mismo nombre, encuentras ese ambiente típico, el escaparate de un lugar que es ahora el más libre, dinámico y divertido de Madrid. Tomamos una cerveza en ese bar que hace esquina, frente a la boca de metro, que estaba tan lleno que mucha gente tomaba algo en la acera o en la calle. Algunos se besaban sin ningún pudor, celebrando, simplemente, el hecho de estar vivos. Vi a uno con sombrero de cowboy, que iba con otro no tan atractivo, con gafas medio rotas. Dentro, vi a un periodista de televisión, pero esto lo descubrí más tarde, al principio no caía. Y luego fuimos a la aventura de encontrar un lugar abierto y que nos gustara. Como decidimos no entrar a tomar el brunch en Café Oliver (que además, ya estaba abarrotado a esa hora, y era imposible pillar mesa), teníamos que encontrar algún sitio donde comer. Chueca concentra la mayor cantidad de restaurantes por metro cuadrado de Madrid, creo, y aún así, la mayoría estaban cerrados. Vegaviana, Omertà, El Cuatro de Xiquena, Gula Gula, Vinoteca Barbechera, y más... Al final nos decidimos por Maison Blanche, que está decorado todo en blanco inmaculado, algo aséptico también, y que cuenta con una tienda gourmet a la entrada. La comida se define como "internacional", ese batiburrillo en donde no encuentras nada original, pero en fin..., a esa hora, era un poco inútil seguir buscando. Los camareros eran jóvenes, no sé si mexicanos o argentinos..., y la comida estaba buena, con el hambre que había.

Por la noche, después de la Filmoteca, dimos un paseo por Huertas, pero ahí estaba casi todo cerrado, y lo que quedaba abierto no nos gustaba. Así que nos metimos por la calle del Prado, y ahí de repente me topé con Olsen, un nórdico del que había leído muy buenos comentarios. Me asomé, y me gustó, parecía un local amplio, en madera, muy cálido... Justo debajo, Per Baco!!, un italiano creo que del montón. Dimos un rodeo, por calles ya desiertas, y como no encontrábamos nada decente, decidimos meternos en Olsen, que estaba lleno de gente cenando. Pero el camarero de la barra de entrada (que resulta que funciona como un vodka-bar, también para cócteles), todo lleno de tatuajes, nos dijo que podíamos tomar una tapa en un reservado, en la zona lounge. Y eso es lo que hicimos. Alrededor, gente cenando, yo pensaba que en plan tranquilo, pero al rato me di cuenta que la música ambiental era realmente desasosegante. ¡Menos mal que no fuimos a comer o cenar, no lo resistiría! Tienen cartas pequeñas de tapas, de vodkas (tienen todos los del mundo) y de vinos, cavas y cócteles. Así que tomamos dos tapitas nórdicas y dos copas de vino, ¡pero qué poca cantidad! En fin, un sitio fashion, el más fashion que he visto hasta ahora (me fijé en el aspecto de los camareros, uno llevaba unas botas rojas a la última), con una decoración minimalista estupenda (me gusta esta decoración neutra, más que los lugares barrocos o elegantes pero rancios), pero con una música ambiente terrible, es lo malo de estos sitios tan posmodernos.

Como nos quedamos con hambre, tuvimos que ir a la zona más típica, a comer algo realmente típico, con una cerveza, y adiós al glamour, y adiós al buen tiempo, al otoño excepcional de Madrid, porque cuando salimos estaba cayendo una buena.

Y más nombres retumbando en mi cabeza: Caput Mundi (en la calle Castelló, muy cerca de la Fundación Juan March, en donde vimos una retrospectiva-celebración maravillosa, por los cincuenta años del sitio); El Caldero (un murciano en calle Huertas), Ouh... Babbo! (un buen italiano en Ópera), Entre Suspiro y Suspiro (cocina mexicana de calidad), La Taberna del Alabardero (frente al Teatro Real), Yerbabuena (un vegetariano en la cinematográfica calle Bordadores), Saint James (el templo arrocero en la calle Juan Bravo, otro lugar en donde no parece haber calor humano, sino perros pijos), El Olivo, El Olvido (velas y naranja por todas partes)...