martes, abril 05, 2005

Relatos

El país de los ciegos y otros relatos de H. G. Wells, en traducción de Javier Cercas (Península, 1997; ha salido una edición este año en El Aleph Ed.): tres relatos fantásticos, como el que da título al libro (una edición muy cuidada, un librito de la serie "Vidas imaginarias", en tapa dura), en donde se nos cuenta lo que tuvo que pasar un viajero en un valle perdido en el Ecuador, en medio de una población aislada que se cree en posesión de lo co-rrecto, y de la que tendrá que librarse si quiere mantener su salud mental, y que se erige como un testimonio, en clave de aventuras, de la cerrazón humana. O el relato primero, mi preferido, en donde un hombre no se resigna a vivir una vida mediocre y decide atravesar por fin La puerta en el muro, que es símbolo de los sueños del Paraíso que tuvimos un día, de niños... Wells es único para adentrarnos en esos paisajes ensoñados, de un realismo que nos deja temblando. El relato que cierra esta pequeña antología entra ya de lleno en el campo del terror propugnado por Lovecraft en su famoso ensayo sobre el terror en la literatura (no sé si incluía este relato): La historia del difunto Evelsham, o un intercambio fatal de cuerpos, de mentes también, de forma paulatina, drogas mediantes... O el ansia de la eterna juventud. O la comprobación de que se puede estar en dos sitios al mismo tiempo. El tiempo, y el espacio, ese gran misterio. Cada uno buscará otra puerta hacia la eternidad... De verdad que se sienten escalofríos al leer esto.



Entrar en el mundo de Cheever es como pasar del bosque a la ciudad cosmopolita, Nueva York siempre presente. La Navidad es triste para los pobres, qué relato tan delicioso. Ese ascensorista bien podría ser el mismo que se emborracha en el relato anterior, La historia de Sutton Place, en donde una niña desaparece. Cheever decía en una entrevista que él no estaba interesado en las tramas, que creaba al mismo tiempo los personajes y las situaciones, sin esquemas previos. Hallamos en este microuniverso toda la fauna de otro tiempo, cuando los ascensores eran pilotados por hombres desolados y los edificios estaban llenos de almas no menos solitarias. Tiempo de divorcio es agridulce, un relato de costumbres en todo su amplio sentido, en donde comprobamos la triste existencia de Ethel, una mujer que ha renunciado a su vida verdadera para atender su casa, sus hijos y su marido. Aunque el que se le acerque en plan seductor sea un loco, ella ha visto por un instante la posibilidad de otra vida, pero al final, se vuelve a esa rutina aplastante. Leer a Cheever es entrar de lleno en la época moderna de urbanitas que no son felices, que tienen sólo el consuelo de sus aparatos, sus fiestas y sus viajes efímeros. Hasta que llega el sueño eterno. [La edad de oro, John Cheever, Bruguera, 1983, trad. de Jaime Zulaika Goicoechea]

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

un buen lugar para volver el tuyo. Saludos. Manz

10:14 p. m.  
Blogger Wineruda said...

Cheever es uno de mis escritores favoritos, de sus cuentos tengo apartado entre lo mejor que haya leído, "las casas junto a la playa" y como novela "suburbio" . Son excelentes. Un saludo Wineruda

1:20 p. m.  

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