miércoles, diciembre 30, 2009

Cobra

Hay algunos edificios que están envueltos con sábanas, o eso parecen de lejos. Grandes sudarios, como si estuvieran en proceso de rehabilitación. En la plaza en donde están ahora hay otros muchos que esperan. Es de noche y puede que muy tarde, pero hay una animación como de primera hora, diez u once como mucho. La catedral casi no se ve con estos edificios en primer plano. Hay palmeras por doquier. La ciudad es Sevilla, pero aparece irreal, con un aire fantasmagórico. Hay perros por todas partes y litronas y mendigos que deambulan por las plazas en busca de algo que haya quedado. Hay grupos de jóvenes que se mueven como zombis y hay parejas que se arrinconan para seguir besándose otro rato. La he perdido. Se supone que me tenía que llamar al móvil y luego yo iría hasta el hotel y allí terminaríamos de hacer las maletas, pero ahora ella ni llama ni aparece. Me ha dejado tirado, como siempre. Y encima en Sevilla, que no conozco de nada y enseguida me pierdo, pues todas las avenidas me parecen la misma, la que conduce al río, pero no veo ningún río, sino coches de caballos fantasmales que no van con ningún hombre detrás. Luego llego a una zona de las afueras en donde hay jardines, bellas flores rojas y trepadoras y algo amarillo que cuelga de un balcón que de todas formas está en ruinas, y tengo que subir la escalinata y allí está, como si no pasara nada, está como siempre, con las manos sobre las rodillas y mirando al frente la mirada perdida. Le pregunto qué pasó, pero no responde, en su lugar responde con una carcajada y luego detrás de ella sale un hombre fumando un cigarrillo de marihuana, el olor es inconfundible, y me hace un gesto para que me largue. No me lo pienso dos veces y salgo corriendo. Por una esquina me topo con dos hombres altos, nada menos que Ken Vandermark el terrible y Mats Gustafsson la cosa, sin sus instrumentos habituales, el primero parece un motero cabreado, una sombra de bigote, que lo hace más amenazador si cabe, el otro vikingo me parece más suave con su camisa blanca y sus jeans grises, ambos llevan botas y caminan mirando al frente, como con una dirección marcada. Me los quedo mirando, luego desaparecen por un callejón lleno de humo, y se meten en un garito que dice en la marquesina Alchemia. Allí, averiguo más tarde por boca de un portero bizco, se celebra una orgía de free jazz que dura varios días y el último día, en el concierto final, tiene lugar el aquelarre. Entro al salón y veo que todo es negro y rojo y color chocolate. Me siento un poco para recuperarme de la carrera, entonces algo me sobresalta, un rebuzno, pero no un rebuzno cualquiera sino un rebuzno de amor. Y entonces me dejo llevar por la música, que es un ruido muy agradable. A la media hora así y después del segundo cubata, una chica que me parece pelirroja por efecto de la luz difusa me saluda en mi rincón y se sienta a mi lado, que es algo que no puedo creer. Y luego se acerca un poco más, y me dice que me conoce. ¿Me conoces?, respondo todo sorprendido, porque estoy en un lugar remoto, y no creo que nadie pueda conocerme ahí. Ella afirma con la cabeza, y luego se acerca más y me pregunta qué bebo, le digo que ron Cacique con Coca-Cola y ella dice que su bebida es mejor. Me tiende su vaso ancho y no muy alto, en donde no hay nada de cubitos de hielo. Lo agarro con cierta fuerza y nada más meter la nariz sé que es algo que nunca he probado. Sabe bien, sin embargo, no es amargo (no soporto las bebidas amargas como el whisky, que todo el mundo asocia con el jazz), es más bien dulzón, aunque tiene algo, algo que es refrescante a su vez… Hago un gesto para que vea que es bueno, que me gusta, pero ella dice que me lo quede. Me extraña, sí, que ella hable español, en este salón en donde sólo se escucha hablar en lenguas extrañas como el polaco o el ruso o el checo y tal vez menos, en inglés. Le pregunto que de dónde es venida, se lo digo así, como si tradujera del inglés, y me dice que viene de Chile, allá el océano azul muy azul y muy frío , en donde se pierden los aviones en la noche negra como la pez. Le digo que no conozco este país, sólo Argentina, y ella hace un gesto con su boca, como invitándome a visitarlo, pero sé que tiene lindos dientes y que hay algo que me gustaría visitar antes. La música revienta la sala, ahora hacen un tema tremendo que dura por lo menos quince minutos y que tiene un crescendo alucinante que es puro rock, ella mueve sus pies enfundados en unos zapatitos morados tan delicados, que rechinan un poco en este antro en donde huele a vaca e incienso a partes iguales y también a marihuana, por qué no. Alguien me da un golpecito en el hombro, le estoy dando en la espalda sin querer, alguien grita great muy alto tras el fin del tema, luego se largan con otro “modular and abstract”, la chilena no para de moverse porque dice que esta música es muy energética, y dice que le recuerda a veces a Fausto Romitelli, al cual ama. Le digo que eso está muy bien, ¡yo también conozco al gran Fausto!, y nos quejamos de que desapareciera tan pronto. Entonces sé que voy a besarla, y por otro lado no quiero que llegue aún el momento, quiero esperar un poco, como cuando de chicos demorábamos el abrir ese libro que nos iba a deleitar durante horas, y sólo lo abríamos para embriagarnos de su olor… eso quiero ahora, quiero acercarme y olerla, saborear un poco, pero quiero dejar para más tarde lo que es la comilona propiamente dicha. Hay un pequeño refresco de los músicos y el barullo se acrecienta, entonces ella me sugiere salir a la calle, hay que subir unos escalones sucios y negros y luego por fin respiramos el aire de la noche de Krakow. Veo pasar un coche de caballo y una pareja que viaja dentro pareciera que nos saludase, pero es un efecto óptico de mi mente cansada. El cochero está muy gordo. No vemos ningún tipo de señal de la vida moderna. Algunos hombres del campo aparecen por una esquina, tienen aspecto de sepultureros. Ella me dice que conoce un lugar apartado. ¿Y el concierto?, seguirá en breve. Ya estuvo bien por esta noche—y dice mi nombre, sin titubear. ¡La virgen!, sabe mi nombre también…, entonces es verdad, me conoce, no era algo para quedar bien y ligar… Ella me dice el suyo, me gusta. Tiene algo de masculino en su forma de caminar, en su decisión, su perfil alargado, su firmeza, su saber adónde llevan sus pasos. El lugar es la parte trasera de un palacio en ruinas, que tiene una pared comida por la hiedra y que en una inscripción dice “Matka Joanna”. Nos sentamos en un escalón de piedra, ella lleva jeans y una camiseta verde manzana, cazadora chocolate encima. Me hacen gracia sus zapatos, me dan ganas de quitárselos para ver sus calcetines infantiles, como bordados a mano… De repente veo que se agarra a mi cazadora de cuero negra, metiendo sus manos por debajo, para sentir mi pecho. Me dice algo que no entiendo, algo que me parece polaco en un principio, y ya dudo de mi razón y de estar en el sitio correcto, creo que he vuelto a Sevilla, pero no, sigo en este otro lugar remoto del mundo, y siento un escalofrío por la espalda cuando ella roza con sus yemas mi espalda desnuda, ha atravesado también mi camisa negra. Se acerca tanto que ya no puedo evitarlo, las armonías secretas, todo se agita en la cubeta y al final el líquido chorrea por los costados y alguien, un enano, pasa rápido, un hombre con bastón y chistera va delante y oigo además una fuente cantarina… Y luego unas campanas, a lo lejos, ¡a estas horas! Ella está diciendo algo, pero estoy algo perdido. Me dice cosas que no entiendo bien, me las susurra al oído, sé que son agradables o incluso muy excitantes, ella ahora se deja acariciar también, meto mis dedos bajo su camiseta, siento por fin su piel, está temblando pues hace mucho frío, tal vez estemos por debajo de cero, siento sus pechos a través de la tela de su sujetador y me gustaría que no estuviera, y ella no dice nada, dicen los besos que nos estamos dando, que es algo que se superpone a los ruidos ambientes y algo está sonando ahí en Alchemia, algo que escuchamos en la fuente y en las campanas y en alguna maldición que viene de algún remoto pueblo perdido en la llanura. El primer contacto con sus labios me produce un escalofrío y una excitación, como la música que está sonando. Ella deja su vaso en una mesita baja de cristal y se desprende de los zapatos, se echa sobre mí y me aprieta fuerte mientras el saxo tenor y los demás instrumentos resuenan por toda la sala y el rugir de las voces acalla nuestros gemidos, ella me besa el cuello, deja que bese su cuello y su hombro, en donde más tarde descubriré una pequeña constelación de pecas, ahora se tira en el sofá, con las piernas ligeramente encogidas y siento su excitación a través del fulgor, las luces y el ruido de los metales y una batería que es como un cántico, un pájaro se posa, ella me mira, no hay voces, alguien grita que es más arriba, siempre más fuerte y más potente, la velocidad del amor, vamos deprisa sobre el azul, la casa nos espera, una casa en donde amarnos sin freno, y ahora hay más besos pero la gente, calla pero la bebida, el vaso no tiene nada calla me gusta cómo se mueve, el qué, tu lengua y tus rodillas y tus calcetines son como, sí, nieva, no, ahora, ¿sí? ahora aparece, no, el qué, sí, estamos, en dónde, un lugar hermoso, un parque un castillo un camping una playa solitaria, sé que lo has pasado mal, sé que aquel verano estabas mal y luego tu madre, ¿mi madre?, siento los pechos, ella se acerca y la gente es indiferente, alguien rebuzna, no, es el saxo, no, es la noche, no, no, sí, sí, hidden in the stomach, sí, bésame, me gusta, el qué, la gente sus sombreros, las mujeres su discreto encanto double or nothing, ¿sí?, de dónde eres venida, América, no, del sur más sur pero no importa, ahora y siempre besos.

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viernes, diciembre 25, 2009

Y por las noches



Desde donde estoy ahora los veo, pequeños grupos de gente que ha venido a pasarlo bien, no sabía que este barrio era ahora la zona de marcha, pero bueno. Es un barrio residencial, lo cual no me cabe en la cabeza, pero bueno. La cosa es que desde donde estoy los veo. Y veo que están cuchicheando y que se traen algo entre manos, que no puede ser otra cosa que droga. Sin ella no saben vivir, no saben qué hacer con sus manos, tiemblan como un recién nacido en el nido. No me acerco, no soy de ninguna banda, pero algo he de hacer para no resultar sospechoso. Veo que todo está hermoso, los altos árboles en la noche, donde tendría que haber silencio sin embargo hay sirenas de coches y música a toda pastilla, pero es algo que va y viene, en remolinos caprichosos. La juventud se divierte, es movediza. Hay algo en ella que me hace huir a otro sitio bien lejos. La droga funciona como un motor de explosión. Y entonces llega un momento en que hay que elegir un camino. He descubierto dónde estoy exactamente: es un viejo pabellón que está abandonado, pero sé que hace muchos años hubo aquí una discoteca, y era el punto natural de reunión de una juventud que ahora anda por los cuarenta. Ahora, desde mi altura, observo las ruinas de lo que fue. Desde donde estoy sólo puedo ver muros exteriores, los pilares y algunos recovecos, puertas venidas abajo, matajos que crecen salvajes, y piedras y madera podrida y alguna que otra escalera que marca el camino para la juventud de esta noche. Bajamos por una rampa, luego hay que girar a la derecha, luego a la izquierda y así. Cuando por fin estamos todos abajo…, porque hay algo esta noche, en esta piscina sin agua. Hay algo, algo pasará, pero nadie sabe exactamente el qué, todo está en el aire. Es un lugar de refugio. Veo a todos mis compañeros, los extraños ahora, y en realidad no conozco a nadie, y está mejor así, para qué quiero. Dicen que habrá una actuación, un grupo amateur, nadie conoce a nadie, mejor así. La entrada son 3.50 €, ya está bien, porque no tenemos derecho a una triste cerveza. Alguien protesta y dice que empiece ya que el público se va. Pero el público está drogado y no se entera que en algún momento ha empezado el concierto. Estoy atrás del todo, hay sillones rojos de eskay y nadie parece darse cuenta de que están, y la hierba crece entre ellos y el cielo, el techo de uralita, parece que caen piedras pero son guitarras mal afinadas y sobre todo, ¡qué perro que es el cantante! Es un inglés niñato de no más de diecinueve años que vive en el pueblo y le ha dado por berrear, ha formado una banda, que son: él mismo, digamos Ian; luego un batería, tal vez Robert; y luego un guitarrista, de nombre Curtis. Y una chica que es groupie y que se acuesta con todos, menos con el cantante que está con una tipa un poco más fea y decente llamada Brenda, rubia artificial y de grandes ojeras. Todo esto me lo cuenta alguien que está a mi lado y que me pasa el porro y de una calada a otra pasa una eternidad, pero qué importa. La decepción se instala entre el público, la gente comienza a coger la rampa de subida a la calle, porque esta voz que no se sabe lo que es, si una flauta rota o un cántaro quebrado, esto ya harta. Y de tan lejos no se entiende nada, pero creo que hacen una versión de Break on through (to the other side) de The Doors. Pero es un destrozo, la verdad. Yo también me veo caminando rampa arriba, con la mano en los bolsillos, un poco mareado por el porro y las dos cervezas que me tomé antes en el bareto de Oli. Pero no salgo a la calle de antes, estoy en una especie de hangar de estación de tren de autobús. Hay mucho rojo, un techo rojo y arcilla y las manos están muy frías al contacto con el metal, siento la lengua pesada. Los perros ladran. Un vigilante jurado nos indica la salida, como en el cine, sin flecha aquí. A la izquierda han descargado en palés una mercancía que son sartenes y dentro está la ganifa. Y veo que alguna gente coge una, dos, y se las lleva bajo el brazo. Yo estoy dudando si hacer lo mismo, y finalmente agarro una cosa negra y de bordes rojos y veo que es una especie de comida ya medio preparada, sólo para calentar. Y estas sartenes luego te quedan, como antiguamente el recipiente del yogur que era un vaso de verdad, es decir, el vaso de la Nocilla, maldita sea, qué buena estaba. Y ahora adónde me escondo esto, me van a ver cuando pase por aduana. Hay mucha gente, normal, estamos en la zona del puerto. No sé si sabré llegar a casa. Pero no hay pérdida, creo que vamos todos al mismo sitio.

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miércoles, diciembre 23, 2009

Tormenta



Salí a la calle sin saber cómo ni por qué. Llevaba ya muchos días sin salir, es verdad, y necesitaba imperiosamente un poco de aire del exterior. Al llegar a la zona de mi antigua casa, a la dichosa avenida que en realidad era carretera, la vieja N-340, la peligrosa y mortal y estúpida avenida me recibió con un espejismo. Creí verla. Me fui detrás de un coche y por la parte de atrás, a través del cristal sucio, creí verla de nuevo, esta vez más seguro. Era ella, después de tanto tiempo. Se había metido en lo de Rufino, seguro que a por tabaco. Salió enseguida, deprisa, y cruzó por el paso de cebra donde la policía local y se fue hasta el Kiosco Cerica, ahí ya no me lo pensé dos veces y corriendo, fuera de mí, salté la valla, pintada de verde oscuro, atravesé deprisa los dos carriles de la dichosa carretera franquista y me fui hasta ella, que ya iba por la esquina, donde la tienda del tipo ese gordo y fascista. Ella se quedó quieta, como con miedo de ver a alguien como yo así, agitado, detrás de su figura. Tendríais que haberme visto entonces. Me acerqué tanto que nuestros labios se rozaron. Quise besarla, sí, pero no fue beso, ella no quería (ellas siempre tan resistentes al deseo). No sé de qué hablamos, era mucho tiempo el transcurrido. Era ella: Inma, la que me trajo loco todo un verano, y un año más, y luego… se evaporó de la tierra, se hizo humo. Ahora puede que fuera un sueño. Y tal vez lo haya sido. No volveré a verla. ¿Qué nos dijimos, queréis saber? No, amigos, esto es una cuestión privada.
***

Estoy en casa, escuchando Jazz Bed, un disco brutal de Kaoru Abe al saxo alto e Hiroshi Yamazaki a la percusión. Si el saxo es un loco de la guerra, imaginad cómo se las gasta el percusionista para estar a su altura y no desentonar. Y mientras escucho esta peligrosa incursión en los terrenos más febriles de la libre improvisación, el free más descarnado, se desencadena una tormenta, pero apenas se oye el rugir fuera cuando dentro está desgañitándose un hombre y el otro también desencadena una tormenta con sus cacharros. Un hombre muere joven otro cae al barro, afuera habita la indiferencia, pero en la casa, no sosegada, habita una rabia contenida. La mía. No sé ni cómo voy a seguir con esta historia, la mía de todos los días. A veces escucho voces, y no sé si es de mi cabeza o vienen del exterior. Ya apenas salgo a la calle. Y cuando me atrevo a salir, siempre ocurre un desastre, algo que no es agradable. Siento la rabia contra los semejantes, que seguramente no tienen culpa de esto que me ocurre. Ahora espero otra llamada de teléfono. Será ella, para amargarme el día, para darme sus malas noticias. No sé si estoy preparado. (…) En realidad el teléfono no suena, nunca suena ya. Le di largas, le dije que no llamara más. ¿Para qué? No quiero seguir eso que se llama “relación”, porque no es nada. Suena algo parecido a un grito, un grito de un desesperado, de alguien comido por la rabia, a punto de saltar el puente. Mi madre siempre me daba el consuelo. Mi pobre madre, a la que nunca supe cuidar. Ella y su voz débil, apagada, ella y su. Y en los sueños, mi rabia contra ella, como un puño, un punch-ball, ella y su debilidad. Ahora cae bien el agua y quiero quedarme aquí. Las pastillas no hacen nada, la fluoxetina y el alprazolam. Voy a ver si puedo dormir un poco.

***

--¿La has visto?
--No.
--¿Y no tienes pensamiento de verla? Yo no te entiendo, tío, yo así no puedo.
--Me da igual lo que pienses, es mi historia y voy a seguirla, porque a mi manera, me hace feliz.
--Qué manera de autoengañarse. No sabes de qué hablas. A tu edad uno ya no puede andar de esa manera, Juan, y lo sabes bien. Tienes que decidirte, encontrar una mujer de verdad, no una quimera.
--Ella es real y es la mejor además. Y si está lejos, me da igual, un día estaremos juntos y ya nunca nos separaremos.
--¿Sabes que Sandra y yo hemos vuelto?
--¿Ah, sí?
--Ella me lo pidió, y con tanta insistencia que al final cedí. Pero yo voy a seguir viendo a Gloria, porque con ella me lo paso mucho mejor, la verdad, no hay color…
--Vaya nombres tan horteras… Sandra… Gloria… yo no podría estar con una mujer que se llamara así…
--¿Cómo se llaman las tuyas? ¿Amaranta, Diana, Alejandra? Ay, sí, Alejandra…, me parece un nombre super original, por cierto el otro día…
Ahí le metí un puñetazo en toda su cabezota, que ni supo reaccionar, enseguida se vio magullado y doliéndose y no sabía de dónde venían las balas, la verdad es que después lo llevé al suelo y allí le seguí dando patadas, le tiré de su pelo grasiento y luego terminé, lo rematé, con otra patada en los morros, y un ojo ya le andaba a la virulé, y se seguía quejando, la muy gallina, y me dieron ganas de volver y seguir dándole, pero para qué, pero sí, me di la vuelta en un arrebato, como cuando me crucé sin mirar para ir en busca de mi antiguo amor, y le di una nueva tunda, esta vez casi lo dejo seco porque no podía parar, tuvo que venir alguien que resultó ser un policía local de paisano (siempre hay uno en cualquier esquina), y me cogió y me arrastró y me llevaron babeando hasta una comisaría, en donde tuve que declarar bajo una buena manta de palos pero me acuerdo de poco. Y ahí acaba la historia, por hoy.

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lunes, diciembre 21, 2009

Muy duro



--Entonces, ¿qué pasa con la rubia?
--No hay rubia.
--¿Y ahora qué?
--Ahora nada, no pasa nada, lo que ha pasado antes no significa nada.
--¿Cómo, qué me estás diciendo?
--Lo que oyes, que no significa nada... hemos follado, ¿y qué?
--No tienes sentimientos.
--No, no los tengo, pero tú tampoco sabes expresar los tuyos, pareces una piedra.
--Eres cruel.
--¿Se acabó la cerveza, tío?
--Eso parece.
--¿Por qué no te llegas al Supersol a por una botella de Havana Club de cinco años? O mejor de siete...
--Mejor voy al Mercadona a por una de Comandante, es más barato.
--¿Ron de miel? Eso es una cagada.
--Haz lo que quieras, pero si no me llamas, te borraré.
--¿De verdad serías capaz de hacer algo así, de darle a la tecla?
--Mira, no sé ni cómo tienes el valor de decirme eso, con lo mucho que te he querido..., no lo sé, la verdad, algo está mal dentro de tu cabeza.
--Mi cabeza funciona perfectamente.
--¿Para qué coño te paras aquí? ¿no sabes que está prohibido estacionar en esta zona?
--¿Te acuerdas de cuando nos perdimos en Santa Fe? Joder, era un pueblo fantasma, y no había una jodida persona a la que preguntar, dónde estaba esa gente...
--Era invierno y hacía mucho frío, la gente en los pueblacos no sale a la calle.
--Eso parecía algún lugar perdido de Siberia.
--¿Cómo que no hay Havana de siete años? ¿ni de cinco tampoco?
--Sólo había Brugal.
--Joder, el ron de los dominicanos, hay que joderse.
--¿No te gusta?
--¿Te has corrido?
--¿Por qué tienes que salir zumbando al baño, eh? ¿acaso te doy asco?
--Y a ver si te lavas un poco... apestas a queso rancio...
--Por poquito atropellas a ese perro... ten más cuidado.
--¿Te acuerdas cuando vimos a aquella yonqui parada en mitad de la carretera y hubo que frenar en seco? Joder, seguro que los neumáticos se quedaron la mitad en el asfalto.
--Ya está bien, no te muevas más, me vas a marear del todo.
--Mañana otro día.
--¿Has visto a Rudy?
--Su puta madre.
--No hay rubia. Y si la hubiera, que le den. Mira, que se quede con el tío, me parece fatal que ahora me salga con esas, pero qué quieres que le haga, ¿eh? Yo no puedo decidir por nadie. Si no quiere largarse, qué puedo hacer yo. Además, a ella le gusta la buena vida, los hoteles de cinco estrellas, viajes al extranjero, ropa de marca..., todos esos lujos alguien lo tendrá que pagar.
--¿Te has corrido ya?
--Te quiero.
--Yo también te quiero.
--¿A quién más estás viendo?
--Joder, te he dicho que a nadie.
--Tuvimos bronca.
--¿No había Legendario, me vas a decir que tampoco había Legendario?
--El Municipal está cerrado, toqué a la puerta un montón, pero no abrió nadie.
--Y ahora qué hacemos...

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sábado, diciembre 19, 2009

Discusión



Estoy de nuevo con Chema. No sé ni cómo tiene ganas de mirarme a la cara, pero así de masoquista es la gente. Estamos, cosa rara, en una terraza de esas que tanto abundan por aquí, incluso en invierno la gente tiene afán por ser vista y disfrutar del aire en la cara. Chema va muy pijo, da asco: se ha hecho no sé qué historia en el pelo, lo lleva rizado y engominado, y la verdad es que me siento bien de, por una vez, no estar en compañía de hippies mugrosos: en realidad, yo me siento un poco pijo también, aunque no lo sea realmente. Y siempre acabo al lado de pijas, aunque no me gustan mucho. Mis pijas siempre dicen, como para disculparse, que no lo son, que ahora no, que lo fueron en otro tiempo..., pero qué quieres que te diga..., son pijas, y además, me encantan. Una tía no pija no sabe ciertas cosas, no posee esa elegancia y esa frivolidad necesarias ambas para el justo desarrollo de la seducción maravillosa. Bueno, la cosa es que aquí estamos, cada uno con una jarra de cerveza de medio litro enfrente, hablando del Asunto, que no es otra cosa que mi supuesto encoñamiento con la pija de turno.

--Y bueno, ¿hay novedades, eh?
--Qué novedades, tío, tú qué te crees, que esto crece de la noche a la mañana como los calabacines en el campo... (risotada). Nos escribimos, nos amamos, es suficiente.
Risotada bestial, pequeños hilos de su saliva asquerosa me alcanzan.
--Y la tía, ¿está bien?
--¿Quieres ver una foto, eh?
--No, no hace falta, me la puedes describir si te parece..., vamos, si no estás tan susceptible como el otro día.
--Bueno, ella es muy guapa..., pero claro, no puedo ser muy objetivo que digamos..., qué te voy a decir... es una mujer muy flexible..., sí, esa es la palabra..., ella sabe amar, en todos los sentidos...
--Ya te estás yendo por las ramas..., que me digas cómo es físicamente, joer...
--Eso no importa, mate, lo que importa es lo que hay detrás de las apariencias, ¿entiendes? ella sabe contar historias..., ya sé que a ti eso te parecerá cursi y hasta raro, pero ella sabe... Para mí es más importante que el que se vista así o asá o vaya a tales garitos o le guste tal música o vaya al gimnasio o vete a saber... Ella es un ser espiritual, cosa que seguro tú no has conocido por aquellos lares tan populares..., y es que en San Fernando o Algeciras..., dudo mucho que existan mujeres así...
--Mira, friend, en Cádiz hay mujeres de verdad, en la universidad, en este tiempo, he conocido a hembras, sí, hembras, que te dan todas las vueltas que les da la gana, mujeres que están dispuestas a todo...
--... sí, sí..., mujeres que sólo se interesan por el sexo, por engañar al marido o al novio, mujeres incapaces de saber qué es el alma o un poema..., mujeres que se dejan llevar...
--¿Acaso tu Alejandra no se deja llevar, eh? ¿acaso crees que ella se pasa el día y las noches leyendo y suspirando y sin pensar en cómo darte cien mil vueltas en la cama?
--Hombre, claro que ella es un ser físico, y tiene sus necesidades... y te aseguro que a la hora de la verdad, es la mujer más apasionada que existe..., mucho más que esas estudiantes calientapollas que has conocido en tus famosos talleres...
--Pues esas estudiantes soplapollas, como las llamas, son lo mejor... ¿no has leído algunas novelas de Philip Roth, The Dying Animal, por ejemplo?, lee, lee, a ti que te gusta tanto leer la narrativa anglosajona...
--... conozco la novela...
--Pues haz de saber que la relación profesor-alumna es lo mejor, y que el placer que provoca es incomparable con otros placeres, como esos que puede producir una mujer cualquiera, una chiquilla de tu misma edad..., y te lo digo porque durante muchos años tuve que aguantar a Laura, ya sabes..., una tía que no me daba nada, ella era todo vulgaridad..., vale, yo la quería, pero luego ya no, y mientras estaba en Nerja, pues tuve mis historias, pero luego ya me cansé y decidí irme a otro sitio, lejos de esa chatura..., y tú ahora me dices que estás con una provinciana...
--Venga, no me hagas reír..., ¿acaso Cádiz no es provinciana?, y mucho más que Málaga..., y la verdad, no soporto a las gaditanas, tienen algo que...
--Pero te gustan las de Jerez, capullo...
--Bueno, mejor hablamos de otra cosa.
Risotada de nuevo.La cerveza se le acaba y pide otra al camarero, un canijo que arrastra una pierna.
--No, sigamos con el tema, de qué quieres que hablemos, ¿eh? Mira, Juan, tú sabes..., tú me conoces ya de algunos años, y sabes la vida que llevamos, y sabes cómo son las mujeres, todas son iguales, en todas partes. Al final, ellas también quieren pasarlo bien..., y te digo la verdad, ellas tienen muchas más fantasías eróticas que nosotros..., nosotros nos ponemos a ver una peli o un vídeo porno y ya estamos servidos..., ellas no, ellas fantasean, sueñan, pero en realidad, todo está en su fantasía..., y la verdad, he escuchado relatos de boca de muchas de ellas, y me sorprenden lo vívidas que son esas escenas, y cómo el deseo femenino es tan fuerte y resistente...
--Sí, sí, en eso te doy toda la razón...
--Así que me hace gracia que ahora me vengas con zarandajas de poesía y de alma y de espiritualidad..., eso no existe, o si existe, está en un plano muy secundario... Al principio lo que cuenta es el avance de la libido, el deseo a flor de piel, ellas lo que quieren es echar un buen polvo, o dos, o tres..., que les hagas reír, y sobre todo, que te las folles..., todo lo demás vendrá después, cuando ya vivas en pareja y llegue el tedio a tu casa, y te canses de ella, y tengas ganas, sabes..., ahora me acuerdo de aquella mañana de Año Nuevo, cuando nos vimos por el Iranzo, saliendo yo de un coche junto a otra gente..., y nos saludamos, y te dije que adónde ibas tan temprano, y eran las tres de la tarde, ya no sé bien..., yo iba con un cubata casi acabado en una mano y un porro medio muerto en la otra, la mirada vidriosa, la verdad, pues ¿sabes de dónde veníamos todos?
--Sí, imagino..., de algún puticlub de Torrox...
--Exacto..., y todavía estaba con Laura..., ¿y crees que era la primera vez, y piensas que era por celebrar un año nuevo? ¿y no te preguntaste dónde estaba ella?
--Supongo que con las niñas...
--Sí, con las malditas niñas..., pues ella estaba en la casa, seguro que durmiendo, mientras nosotros nos bebíamos el agua de las macetas y follábamos de lo lindo con una rusa y una brasileña y un travesti de no sé dónde... Y estábamos todos hasta el culo. Y sabía que me tenía que largar, y bien lejos, y dedicarme a lo que de verdad me gustaba... Tú, sin embargo, nunca te lo propusiste siquiera...
--Creo que me voy a ir..., tengo ganas de dar un paseo..., hace un día bueno para pasear.
--Ya no te gusta lo que te digo, eh, Lukas...
--Lo que me dices ya me lo sé, Chema, no sé por qué te justificas de esa manera..., y hasta pienso que estás un poco celoso, de que esté bien con una tía, que no es una furcia...
--Vete a donde quieras, me da igual... Si te va bien, me alegro, de verdad, no estoy siendo cínico. Sólo te digo que las cosas no son como uno quiere que sean, sino que las cosas, la vida práctica, es de otra manera, un poco diferente. Y que por muy bien que te vaya en ese mundo virtual, con tus mensajes de amor y los suyos que te derriten, a la hora de la verdad, si vais a vivir juntos alguna vez, ya veréis que no es tan bonito todo...
--¿Acaso no lo he comprobado todo este tiempo? Ella y yo nunca podremos estar juntos, ser pareja. Y eso duele que ni te imaginas. Pero en esta forma imaginaria, de esta manera tan hermosa, somos los más dichosos, y ningún mierda va a conseguir separarnos.

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viernes, diciembre 18, 2009

De vuelta (III)



Ahora estoy de nuevo en la calle y es otro día. Hace un poco de frío, pero tampoco es para tanto, aquí nunca hace realmente frío y nunca pasa realmente nada. Bueno, una vez un marroquí mató a una argentina, Cecilia, una chica realmente guapa, joven, y el tipo no paró hasta que se salió con la suya, a pesar de que ella tenía protección policial, pero eso pasa, que cuando uno está obsesionado no para hasta conseguirlo, ¿el qué?, lo que uno quiere hacer, que es ir hasta el límite, y el límite en música es lo que hacen estos japos del free jazz y la libre improvisación de algunos nórdicos y americanos, pero eso pasa cuando estás en tu casa y en lo oscuro entonces una mujer sin sombrilla, con su sonrisa perturbadora, su risa diría que estentórea, se manifiesta, viene a ti y radia, como un fenómeno extraño que salta todas las barreras, y es entonces, cuando la oscuridad cubre la casa y recuerdos que permanecen escondidos salen de nuevo a la luz, es entonces que Erwin me habla, me dice su palabra, que está llena de espuma, le toco un hombro imaginario al perro que dormita bajo el banco de madera, el vino también tiene madera y es algo, que ella pase su brazo por mi cuello mientras susurra algo que no se entiende del todo, porque lo ha hecho a propósito así, para que no se entienda muy bien, así como había prometido, "que no se entienda muy bien", lo dejó escrito y la palabra es lo que cuenta, una palabra llena de taninos y de toninos, una palabra que está salada y a la vez es dulce, dulce como la miel que se escurre por los labios, sus labios, ¿qué labios?, y la sonrisa de niño travieso se escurre por las piernas, y Erwin dice algo, sobre las mujeres rubias que son frías, y yo me río porque es la hora de la risa, tendría que ponerlo así, estilo gótico, tú estás aquí y eres lo mejor que me ha pasado, y ya nunca vas a irte, y las palabras que nos hemos dicho en agosto se quedarán hasta la primavera, su primavera, y los sonidos que brotan del vientre de la bestia, del altavoz enano y diabólico, dice algo que me inquieta, que ella está llena de mí y de mis pensamientos, y que cada uno araña y corta y es la espina de la fútil rosa, y ahora te tengo, no te soltaré, reina de las nieves, en las viñas del señor me tomaste y de tu pulso se mantiene, un escorzo y el pincel se extravía, por el vientre lleno de mosto, ella. Erwin tira la cerveza, no, la tira Rocky el maldito perro porque ha visto a otro perro pitbull y la tiene que liar, como siempre, espera que viene Philip con su pequeño diablo, terrorista mejor dicho Fredy, tengo fotos que lo atestiguan, ya veo señales en rojo por doquier, y la cerveza cansa y no se mantiene mucho tiempo dentro y ella está sobre mí y se mantiene derecha y cuando la veo así tengo un orgasmo tan poderoso que quedo paralizado por el placer, ver sus pechos tan erguidos ver su vientre tan terso y todo lo demás que se despliega, Erwin me está hablando pero ya estoy en otra dimensión y en la quinta dimensión ella me da la mano pero no puedo tocar más que un hilo de voz de plata de un precioso metal que brilla en una distancia de hada, ella tiene ahora algo que le cuelga fucking hell, ella tiene fuck off, ella...

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Probando uno sí sí uno uno dos uno dos sí sí

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jueves, diciembre 17, 2009

De vuelta (II)


Y me quedé reposado en mis aposentos y me fui a la cocina para beber un vaso de agua y olvidarme del incidente, pero sintiéndome a la vez un poco mal por haber echado al amigo, porque de esa manera no iba a tener nunca amigos, si no sabía conservarlos. Pero a los pocos minutos ya se me había pasado y de nuevo me senté y puse otro disco, después de haber dejado que los pensamientos revoloteasen un poco. Y nunca mejor dicho, porque el título del disco hablaba de pájaros pequeños con un corazón rápido. Y esos pensamientos hablaban de ella, de Alejandra, susurraban su nombre todo el tiempo, y me la traían, las miles de imágenes congregadas que chocaban contra las paredes del cerebro y luchaban por salir al exterior. Y en una imagen ella estaba ahí, en el banco junto al río, y se sentaba de repente sobre mí, y con esa sonrisa pícara de pecas encendidas me echaba los brazos al cuello y me besaba con ardor, un calor que se comunicaba rápido por todo mi cuerpo, y aunque la postura era un poco difícil y ella se reía porque se iba resbalando, ahí seguíamos los dos, ella agarrada a mi cuello y yo a su cintura tan deliciosa, como un tallo que sin embargo se comba con el viento y baila en lo alto, verde y salvaje. Y le dije palabras que son difíciles de reproducir, porque tienen que ver con algo salvaje, y es privado; y ella me dijo cosas similares, de su tierra natal. ¿Cómo has venido, mágica? ella se ríe ahora, porque está atravesada por un sentimiento poderoso, que emana de su vientre y asciende hasta su boca, ahí donde tienen lugar los nacimientos. Y de su lengua punta húmeda chorrea algo que me invade, que es algo poco sentido, un espejo en donde entretenerse. Y al otro lado nos vemos, pero no en nuestra imagen actual sino como dos niños que corretean campo silvestre, como dos animalillos, y la hierba se los traga, y al otro lado está sólo un hombre que tiene una lata de cerveza casi acabada, la tira a la papelera de madera que hay a su derecha, coge su pequeña bolsa negra con flores moradas y empieza a caminar, solo y triste, paralelo al río, en busca de nada, del invierno que llega lentamente como un viejo por el arcén y sigue su camino, porque ya sabe adónde conducen todos los caminos y no osa preguntar. Y la imagen de felicidad se desvanece, pero una risa, como ese gato famoso, queda suspendida en el aire, unos labios, unos pies casi desnudos, que insinúan...

... mira, te olvidaste algo, nene...

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miércoles, diciembre 16, 2009

De vuelta



--Pasa Chema, me estaba haciendo un té...
--Cuánto tiempo, tío, pensé que te habías cambiado de ciudad o vete a saber...
--Umm, bueno..., digamos que estuve fuera un tiempo..., estuve en Chile y tal vez en Rusia..., ya ni me acuerdo...
--¿En Chile? ¡pero qué me dices!
--Sí..., siéntate hombre, no me gusta ver a la gente de pie..., pues eso, que estuve en Chile..., hay una mujer que me gusta mucho, ¿sabes?
--Una mujer...
--Se llama Alejandra..., sí. Bueno, digamos que ya no estamos juntos..., si es que alguna vez lo hemos estado..., pero de todas formas, sigo pillado por ella, o con ella, como quieras decirlo...
--Ya..., vale..., ¿y dónde la conociste, si puede saberse?
--¡Qué pregunta, Manolo! pues dónde la voy a conocer..., donde se conoce a la gente ahora. Ya sabes que no salgo apenas, tengo una cierta fobia social, ya sabes..., la gente y ese ambiente de pub-un-domingo-por-la-tarde me da vértigo, me hace sudar..., no sé si me entiendes...
--O sea, que es un amor virtual, solamente...
--Llámalo como quieras, tío, la cosa es que produce los mismos efectos, que es lo que importa a fin de cuentas. Quieres el té, ¿verdad? no tengo café, lo siento...
--Ponme una cerveza, si no te importa, a mí es que el té...
--Sí, vamos, que te parece una mariconada..., no hace falta que me mires con esa cara.
Risotada del menda en pleno salón. En el reproductor de CD, por si no se ha dicho, está sonando desde hace un rato Otomo Yoshihide's New Jazz Orchestra Plays Eric Dolphy's Out to Lunch. Cuando suena el tema Gazzelloni Chema parece saltar del asiento del mullido sofá de Natuzzi, como si le hubiera dado un calambre súbito.
--¡Dios, qué es eso, tío! pensé que te gustaba Haydn y Beethoven y Alban Berg, esa música clásica de los cojones, pero ahora resulta que te gusta el trash metal, buaaaa, tío, te noto cambiado..., no sé...
--A la mierda la música clásica. Eso es cosa del pasado. Ahora me gusta el jazz nórdico y el japonés. Cosas estridentes que me relajan.
--¿Que te relajan? Tú estás un poco tocao, perdona que te diga...
--Tengo Steinburg y San Miguel, ¿cuál prefieres?
--San Miguel, por favor, esa cagada del Mercadona déjala para los alemanes de la plaza...
Le doy una lata de medio litro de la cerveza de marras y vuelve a saltar del asiento: Out to lunch no parece ser de su agrado. Temo que me manche el preciado sofá, así que voy a por un vaso adecuado y le vuelco la birra, porque Chema es un poco maleducado en esas cosas.
--¿Y a esto lo llamas jazz, tío? yo pensé que escuchabas cosas clásicas, si te estás iniciando en el género, tío..., siempre eres igual, siempre empiezas la casa por el tejado...
(...)
--¿Qué?
--Te digo, si te tranquilizas un poco, que a ella también la estoy iniciando en el jazz.
--¡Dios, no me asustes! Espero que no la tortures con estas cosas...
Eructo que tiende a competir con la música grabada.
--No, ella es muy inteligente y escucha sólo cosas como Brad Mehldau o Fausto Romitelli..., le encanta Fausto, ¿a que resulta increíble?
--Bueno, si se junta contigo... nada es increíble..., todo tiene una explicación...
--Bueno, ¿y vas a seguir con ese tono todo el tiempo?, pensé que te gustaba verme después de tanto tiempo.
--Es que..., no sé..., te noto tan cambiado..., ufff, tío, qué rayante es eso. "Eso" es Straight up and down -- Will be back, el último tema, que pasa de los 27', y que no se puede negar que es un tema largo y rayante, como dice Chema: en algún momento a mí también me pitan los oídos... Pero me alegra, me produce un extraño placer, que él no se sienta a gusto, que tenga ese malestar de las visitas..., a fin de cuentas yo no lo llamé, y mi plan original, de estar tranquilo en casa un día de lluvia, se ha venido abajo.
--He cambiado..., y sigo siendo el mismo..., no sé si me entiendes. Esta mujer, y todo lo que hemos intercambiado..., me ha producido un placer inmenso y ha cambiado algo en mí..., pero no me pidas que te diga el qué... es la mujer más especial que he conocido, en mucho, muchísimo tiempo. Me parece frívola a veces, pero eso es también parte de su encanto...
--O sea, que estás encoñado con ella.
--No seas vulgar..., ahora no te lo permito..., y si vas a seguir con ese tono, te pido que te acabes la cerveza y mejor hablamos otro día.
--Pero..., no te entiendo, Juan Antonio...
--Sabes a lo que me refiero. No es una cualquiera para que digas eso de "estar encoñado". Uno se encoña con tías de Cádiz, con mujeres que conoce en la feria o en una discoteca, pero nunca con alguien como Ale. Ella es mucho más que un bello cuerpo, una cara hermosa. Ella no sólo es guapi, ella es...
--Sí, vamos, la Reina de África...
--Chema, nos vemos otro día.
Se levanta, con el vaso en la mano (temo por el sofá, aún). Cojo la lata y la arrojo al cubo de la basura, cojo el vaso y lo llevo al fregadero, me dirijo hacia la puerta, la música está acabando y es muy sutil ahora, un silbido, un zumbido..., el amor después de las dos de la mañana, cuando estás fuera del cuerpo y ves que otro cuerpo brilla también en la oscuridad, y una voz-hilo de alambre te susurra, te acaricia, el alma es mucho mejor que la carne, y Alejandra sale, poco a poco, con su mano de sombra...
Pero Chema, que camina cabizbajo calle abajo, no entenderá nada de esto.

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