viernes, diciembre 31, 2004

Postdata

Pues resulta que ayer me encuentro con un chico finlandés, que hace esculturas de arena, en la puerta de un supermercado, y me cuenta que hubo movida la noche anterior en la Fuente de Europa, en el parque Verano Azul, que vino la "polísia" y se llevó a unos cuantos, él estuvo esposado (y hace un gesto muy expresivo, juntando sus muñecas y abriendo las manos) y viene justo de Torrox (en donde están los juzgados de la Axarquía), el juez al parecer le dijo que se tomara una botella de vino y no sé qué más, dice medio riendo, porque no creo que tenga ganas de muchas bromas. Le digo que he visto a Rudi en la puerta de atrás, está pidiendo, seguro que riéndose de todo el mundo que pasa, porque ésa es su manera de despreciar el mundo, de hacerle frente. Así que, quiero saber, ¿ya no hay gente en la fuente?, dice que no, que ahora ya no hay nadie, es que después de lo que pasó..., Michael y Carl se pasan un montón, vienen las voces, y luego la "buena gente" llama a la policía local, que son los señores del sitio. Bajo hasta el parque un poco alicaído, porque sin ellos ya no es lo mismo, y me siento en un banco de madera, y me pongo a leer La náusea de Sartre (El País, clásicos del siglo XX), estoy ahí como una hora, mientras no dejo de escuchar a los mierdas de las motos, los niñatos que ya no caminan, porque nacieron atrofiados. Van hasta el rincón nuestro, el que despejó la policía para que estos hijos del pueblo, esta generación fascista que lo tiene todo y no es nada, pueda fumarse sus porros, pueda grafitear las piedras de Luxemburgo o Grecia, y la base de la fuente, y hasta el respaldo de los bancos. Pero claro, eso no es molestia, por eso no llamarán los buenos vecinos, porque son críos, joder, y sobre todo, son sus hijos.



Leo a Sartre, sí, estos últimos días del año, rien que les heures, y una amiga me dice que si soy masoquista, que vaya lectura para estas fechas, pero bueno, uno lee lo que puede, y en mi manera de conectar unos con otros (no sé leer de otra manera), después de Balzac venía Sartre, y precisamente su novela, y Roquentin lee en cierto pasaje Eugénie Grandet, que no le gusta, lee abriendo una página al azar, y el runrún de las conversaciones del café se mezcla con los diálogos simples de esa novela, que no es la mejor precisamente del gourmant. Leo más sobre esta novela, una entrevista con Sartre que es la última que le hicieron, y también una "carta de amor" que le escribió Françoise Sagan, que dice que lo cuidó cuando estaba ciego, le dio de comer y todo, y se molesta con los hipócritas que fueron a su entierro, los que sólo sabían de él unas cuantas frases. Pero no, S. es más que eso, el maestro de pensamiento del siglo XX es todavía uno de los grandes, y cuando leo en la entrevista lo que pensaba sobre la dyada, ese ser-con-otro primigenio, esa imposibilidad de estar solo, de vivir solo, siento un ligero escalofrío, porque es en lo que ha insistido Sloterdijk en Burbujas, que el individuo actual, el single, es un mamarracho que se apoya en una falacia. S. tuvo al Castor, es decir, Simone de Beauvoir (tengo por ahí pendiente de leer algunos libros suyos, como La Force de l'âge), y también muchas otras mujeres, porque él no podía concebir la existencia sin ellas.

Podría hablar mucho de esta novela, tal vez lo haga cuando la acabe, que será pronto. Hay algo estremecedor en esa primera "visión" de la náusea, en esa deformación del rostro ante el espejo, que me hace pensar en las figuras distorsionadas de Bacon. También me gusta mucho su reflexión sobre el vivir y el contar (cuando uno vive, no sucede nada; los acontecimientos van en un sentido, y el relato de ellos en sentido inverso...) y sobre todo, su crítica de la experiencia, de esos tipos que se agarran a sus "experiencias" para ocultar, taparse de algo que los desgarra: que están podridos, que no pueden con el presente, y que son casi nada, como ese doctor que entra en el desolado café. Hay muchos pasajes reveladores de su filosofía, de su manera de ver el mundo, y es ya una pequeña hazaña que decidiera novelar estas ideas que cobran una realidad tan real como esta mano, este cuerpo de más allá. Un hombre solo, su cuerpo, no otras posesiones, frente a las casas-decorado-archivos de esos burgueses que salen el domingo para sombrerear y taconear, y que luego se refugian en sus casitas. Pero no se hacen las casas para quedarnos en ellas...

martes, diciembre 28, 2004

A modo de cierre

¿Cómo es posible que después de contar lo del maremoto en la zona del Índico, que ha dejado miles y miles de muertos, y que es algo realmente tremendo, nos pasen como sin solución de continuidad la rutina de todos los inviernos, que cae nieve en "la mitad norte de España"? ¿Que Burgos está bajo la nieve, que hay gente atrapada en los coches? ¿y ni siquieran usan las cadenas!!! La tontería de Occidente.

El día de Navidad. En la Fuente de Europa (en este pueblo, todo es alardear para nada, como si fuera el súmmum de Europa, aquí, en la aldea...). Están ya, a primera hora de un día fantasma, Spencer, en su silla de ruedas, con su gorra roja con la visera hacia atrás; un español que lleva poco tiempo en el sitio, y yo que llego como si tal cosa. Luego viene Tomás, el polaco. Pero justo antes ha llegado un tipo gordo, de nariz porruda, cara de bobo, que resulta ser el padre de Spencer, y que deja en el suelo, en un rincón, dos bolsas de supermercado, una contiene un pack de latas de cerveza Cruzcampo, dos botellas y algo más que debe de ser comida. Resulta ser todo para nosotros, es decir, para que Spencer lo comparta con nosotros, por ser el día que es. S. es un buen tipo, muy vicioso, pero es lo único que le queda en esta puta vida. Él está ya con su cartón de vino blanco, química pura, que engulle más que bebe. Detrás de la silla hay una bolsa con otro cartón para luego. Cojo una lata, empiezo a beber, el sol despunta de alguna forma, para hacernos creer que el frío es una ilusión, que volverá la calidez de una primavera fantasma. Hablo con Tomás, me dice que se va al fin, a ese pueblo perdido en el campo, cerca de Salamanca, a trabajar en la fábrica de cerdos, el matadero en donde ya estuvo antes de conocer a su mujer y venirse al sur. Este pueblo, me dice, es una mierda, la gente habla y habla, alguien le dijo que si maltrataba a su mujer, algo que es ya insoportable. Ahora vive en otra casa, con su mujer, sus dos hijos y una amiga colombiana que está embarazada de ocho meses, y cuyo marido o no sé qué está en la cárcel hace ya tres años. El Manga, sí, por tráfico de drogas: drogas es lo que hay en este pueblo, porque otra cosa... Otra lata cae. El tipejo de la esquina se echa en un vaso de tubo un chorro generoso de ron y lo mezcla con limonada. Vienen Michael, el danés terrible, y el inseparable Carl, con su chaqueta azul eléctrico. Un patito de goma amarillo nada en la fuente, en la parte de arriba. El ron va para Michael también, y no contento coge la botella de sidra (La Asturiana) y empezamos la ronda. Sabe asqueroso, dulzón, otra vez pura química. Queda una botella de cava, del más barato, claro, pero Tomás quiere llevarla para su mujer, así que hace el trato con S. de cambiársela por tres cartones de vino, que le dará el dinero luego. El español salta: que no, que la botella la trajo el padre para nosotros, y la coge y la esconde, así es. Tomás me mira, sonríe, como diciendo: "¿lo ves, no es lo que te digo?" Tomás se defiende, dice que él conoce a S. desde hace años, mientras que él es un recién llegado. Y es verdad: hasta para estar en la calle, los españoles dan el cante, marcan la diferencia. Mezquindad del castellano frente a la benevolencia y generosidad de los otros de fuera. Más tarde llegan otros dos, un alemán muy alto y Han, de origen indonesio, pero que ha vivido en Holanda y ha viajado por todo el mundo. Me dice que Asia es mística. Ahora entiendo la extrañeza de sus rasgos, esos ojos especiales... Hay un momento en que me siento realmente bien, y la mezcla de bebidas todavía no pega fuerte: porque el alemán, cuyo nombre no recuerdo, nos ofrece una botella de brandy de Jerez, eso sí que es bueno, dice Tomás. Claro, él que se metió anoche tres botellas de whisky con otros amigos, y que desayuna vodka cuando le place... Tomás, de Zakopane, de donde era Gombrowicz, pero esto lo pienso, cuando hablamos de los Tatra y de esa zona, él no tiene ni idea de literatura. El único con el que puedo hablar un poco de libros es Thomas, otro alemán que sí sabe bien español, y que gusta de S. Lem y otros de la SF, que me dice que le preste alguno. Pero eso de prestar libros es delicado.

Vamos, Han, el alemán y yo, hasta la playa Burriana, para conseguir un poco de paella, pero Ayo dice que hay que esperar hasta las cinco por lo menos, son las tres en ese momento. Han se va. Nos quedamos los dos, vamos hasta una tienda de souvenirs y él camela a la dueña del sitio para sacar una cerveza bien fría, San Miguel, que empezamos enseguida. Pero ya tengo el cuerpo revuelto, y me apetece comer algo. Le digo que me largo, él también se irá a su refugio. Lo veo de nuevo el domingo en el Rastro, con Tomás y otro también muy alto. Pero es un día desapacible, un frío horroroso, y sopla de vez en cuando el viento que tira los trastos de los puestos. No obstante, veo en uno un libro que necesito, y le doy a la vendedora lo que me queda, que es la mitad de lo que me pide: las Illuminations de Walter Benjamin, con una introducción de Hannah Arendt, nada menos. Ni me explico cómo lo habrá conseguido la gitana, que dice venir desde Granada. Los azares de estos mercadillos son insondables.



Empacho de música navideña, aunque sea en su versión culta: que si el Oratorio de Navidad de Schütz, que si el otro Oratorio de Navidad de J. S. Bach, villancicos catalanes, La Creación de Haydn cantada en inglés... Takemitsu supone siempre un océano de meditación, he oído soñar al agua, oscurecido por el crepúsculo... Instrumentos extraños: la biwa, la flauta shakuhachi, sonoridades de un tiempo sin tiempo, el espacio se dilata, se contrae, olas que fermentan y nos cubren, pero esta vez beatíficamente. Y al final de una noche, el hilo y la trama, ese conjunto de flautas, en un espacio otro.

Recupero un libro que se quedó en otra casa, en otra vida, capturado por las fuerzas de una magia negativa. Lo que leímos entonces, tendrá que ser revivido de otra manera. Lo que ella atrapó, ¿cómo sacarlo a la vida, de su tumba umbría? Voy a intentar como si nada hubiera sucedido, aunque ya todo ha sucedido, pero no, no ha pasado, está todo por llegar, y esta vez, vamos a ganar.

miércoles, diciembre 22, 2004

Una fantasía



¿Una sinfonía en un solo movimiento, y escrita en 1924?, eso no puede ser... Así que los críticos y comentaristas se aprestan a realizan un pequeño esquema, para que la obra quede enmarcada en al menos tres partes, que corresponden al cacareado tripartito exposición-desarrollo-recapitulación. Eso al menos es lo que se puede leer en la contraportada del disco de vinilo que escuché, cuya foto pongo arriba. Pero Sibelius, ese mago del norte que supo retirarse a tiempo, decidió que esta sinfonía no fuera como las clásicas, con sus temas reconocibles y que vuelven a escucharse en algún momento, con sus progresos y su carácter más o menos predecible. Aquí no encontramos nada de eso, y lo único que se mantiene a lo largo de la obra son dos elementos, la caída de un tono y el ascenso de un semitono, presente en el último sonido, magistral, que escuchamos. También destaca como persistencia el trombón a solo, que tras su aparición en la "primera parte", tendrá un papel destacado en ese "final", muy breve. Frente al colchón sonoro de las cuerdas divididas, sólo destacan las flautas. Como ya digo, no es posible ajustarse a un orden, porque no lo hay, y en la tercera parte aparecen esos "temas" desordenados, y en el "scherzo" central hay un cambio de velocidad maravilloso... Esta grabación de The Hallé Orchestra bajo la dirección de Sir John Barbirolli, es de comienzos de los años cincuenta, y en la cara B aparece la Quinta de Rubbra, un compositor inglés poco conocido, pero que aquí suena muy bien, con sus dos allegros unidos por un scherzo, con su dominio del contrapunto y su manera de tratar la orquesta casi como un órgano gigante.

Y todo esto, porque ayer leí una reseña maravillosa de Andrés Ibáñez en Revista de Libros, sobre una antología de John Ashbery, otro mago, éste posmoderno. No se puede escribir mejor, para animar a la gente a conocer a un poeta difícil pero de gran belleza. En el comienzo, se burla de los habituales críticos de poesía. También se refiere a esta Séptima de Sibelius. Panta rei.

martes, diciembre 21, 2004

Un hombre de su tiempo



Tras acabar la deliciosa Caracole, comencé una biografía de Balzac, escrita por V. S. Pritchett (Vintage, 2002). Es muy amena y se entera uno de los principales sucesos de la vida de este grandísimo escritor del siglo XIX. Y es más, cada uno de esos episodios se relacionan con fragmentos literarios, en donde de alguna forma el escritor traspuso los acontecimientos reales. Aunque como es normal, los fragmentos están en inglés, uno se hace una idea del original. No he leído apenas a Balzac, pero tal vez el aliciente ha sido la lectura hace unos meses de Balzac y la joven costurera china, que me regaló Carola y que ahora he dejado a M. Uno se pregunta por qué Balzac y no Flaubert o cualquier otro escritor occidental. Y he llegado a la conclusión de que Balzac representaba para esos jóvenes chinos esclavizados de alguna manera por el régimen de Mao, la libertad, el sistema capitalista en sus albores, el nacimiento de un espíritu libre que se libera de las cadenas de la necesidad y la opresión del los otros... También es el observador nato que se instala en su buhardilla parisiense y capta la multitud en todo su esplendor y miseria. B. a los veintitantos descubre por primera vez el amor, gracias a la aparición de Mme. de Berny, de alguna forma una nueva Mme. de Warens, la amante y "diosa" para Rousseau, el escritor favorito del padre de B. junto a Sterne... Todo está conectado, y más en un carácter como el suyo tan lleno de efervescencia y de sueños de grandeza.

Sloterdijk, en su obra Esferas I, capítulo 3 ("Seres humanos en el círculo mágico. Para una historia de ideas de la fascinación de proximidad") se refiere al mesmerismo, una moda en esos años, y que afectó a la sensible y coqueta madre de nuestro hombre. De hecho, ella podría figurar también en la novela El árbol mágico del citado PS. Es el tiempo de las influencias. También los proyectos de utopistas sociales como Saint-Simon o Fourier están contaminados por este flujo invisible que conecta a cada uno con el resto.

Huelga exponer aquí con mayor detenimiento cómo todos esos motivos confluyeron en el proyecto narrativo más importante del siglo XIX: la Comédie humaine de Balzac es un teatro universal de las fuerzas de gravitación tanto morales como físicas.
(op. cit. p. 223). En una nota nos invita a conocer algo más sobre la esferología esotérica de Balzac, una obra de Ernst Robert Curtius, Balzac, Bonn, 1923, págs. 37-72.

Pues nada, que voy a seguir con este libro, pienso en lecturas posibles para después (Las ilusiones perdidas, por ejemplo) y otras que ya hice, y que me emocionaron: Seráphita en el círculo gnóstico, novela "filosófica"; La piel de zapa...

¿Qué poeta va conmigo?

Kerouac
Way to go, your alter poet is Jack Kerouac, who is
by FAR the coolest!


Who is Your Alter Poet?
brought to you by Quizilla

Pues según la nueva encuesta de Quizilla, Jack Kerouac. En un tiempo, cuando era muy joven, leí el libro iniciático suyo, En el camino, que después vendí en una tienda de libros usados. Me gustó, sobre todo esa escritura a golpe de jazz, esa aventura, ese ir de aquí para allá, en los años felices. También tenía un librito de poemas de Gregory Corso, su amigo, Gasolina y otros poemas, que no sé si aún estará por ahí. Y esos versos también me gustaban mucho, su espíritu zen, su colorido, lo visuales que eran. Recuerdo sobre todo uno que eran impresiones tras ver una película que yo sólo vi años más tarde, y en la dichosa pantalla de TV: El imperio de los sentidos, ese color de melocotón, esa lujuria al aire libre...

Para qué vamos a engañarnos: puedo decir que me gusta más Eliot y otros "intelectuales", pero en el fondo, no he dejado de escribir, de ser, como los malditos y "hippies" y atormentados como Lautréamont (qué fuerte, aquella lectura de los Cantos de Maldoror, el desconcierto mayor, tras Rimbaud), como éste mismo, como los beats, como todos los trastornados y salvajes... Sólo cuenta de verdad lo que uno lee en los años de la eterna juventud, que se acaba a eso de los veinticinco. Lo que uno lee después, y más si es poesía, es ya algo forzado, algo que uno se empeña en mantener contra el carácter propio. Por eso, sí, Kerouac, el aullido, la carretera, el frío en las manos y el corazón hirviendo, la mala vida (me encuentro esta mañana a un tipejo que me invita estos días que vienen a un pueblo perdido de las Alpujarras), el beber para olvidar, la desolación de la quimera.

lunes, diciembre 20, 2004

Plegaria por una sombra

Un amigo que es músico me envió una serie de discos, que ando escuchando estos días. Uno de ellos trae algunas obras de Giacinto Scelsi, el secreto compositor italiano del pasado siglo, que es una pasión compartida. El disco se abre con Quattro pezzi per orchestra, del año 1959. Es justo en ese tiempo, de cambio de década, cuando se produce el giro radical en la vida y la "estética" de S., concentrándose sobre una sola nota (como sucede en esta obra) o un sonido determinado. Cada una de las cuatro breves piezas que la componen evoluciona alrededor de una nota central sobre la cual comienza y acaba. Scelsi mismo confesaba que su trabajo en la técnica dodecafónica le había dejado enfermo, y que sólo un gesto particular le había podido curar: hundir numerosas veces la misma tecla del piano, para escuchar el sonido producido desvanecerse progresivamente. La obra que sigue, Anahit, de 1965, para violín y 18 instrumentos, prosigue estas averiguaciones en el campo de un nuevo sonido, el que S. denominaba sonido esférico, su tercera dimensión. Ante todo, la vibración, su flujo incesante, antes que un cálculo estricto de las alturas o las duraciones. Las subidas y bajadas de esta energía como constante que se desplaza nos hace vibrar con el desarrollo impredecible de la música. Un año después compone Uaxuctum, para siete percusionistas, timbalero, coro y orquesta: dividida en cinco partes breves, las voces se suman aquí al enorme espacio sonoro, lleno de matices, moviéndose en zonas altas a menudo, y bajando, ocultándose momentáneamente.

Este interés por la voz le vino a S. a raíz del encuentro con la cantante japonesa Michiko Hirayama, a comienzos de los años sesenta; a partir de entonces, y estimulado por la colaboración que entablaron, comenzó a estudiar de manera profunda las posibilidades que ofrecía la voz humana. Una de estas obras deslumbrantes es Pranam I, una pieza para voz cantada, 12 instrumentos y cinta, que S. compuso en 1972 "en memoria de la pérdida trágica de Jani y Sia Christou". En el disco de CPO canta precisamente ella, junto a la Orq. de la Radio de Saarbrücken que dirigía por aquellos años (los setenta) Hans Zender. En ese disco vienen también las Quattro pezzi..., quince minutos de puro magnetismo.



Uno de los mejores conciertos que me fue dado escuchar este año que ya acaba tuvo como protagonistas precisamente a estos dos músicos, Scelsi y la Hirayama, en el gran ciclo Canti del Capricornio, que tal vez ella cantó por última vez, dada su avanzada edad. Fue en Madrid, dentro del ciclo Música de Hoy, el 27 de febrero, y en esa ocasión pude conocer a Vicent, que precisamente vino de Bordeaux para el concierto, él fue quien escribió las notas del programa de mano... Estábamos en familia, y fue un momento muy especial, viviendo en directo una de las músicas más hipnóticas que existen. Oriente en Occidente. Un espacio para la concentración, la residencia del sonido, y su evaporación, los filtros en el metal, ese contrabajo...

Scelsi no se consideraba un compositor, sino un medium, a través del cual pasaba la música-sonido-energía del universo. Un canal, como muy bien reflexiona Peter Sloterdijk sobre la música que importa en Extrañamiento del mundo. No se dejaba fotografiar, y de hecho, sólo conocemos una borrosa foto suya de la época de juventud. Firmaba con una figura constituida por un círculo subrayado, signo ambiguo: sol sobre el horizonte, cero destacado...

Refiere Martin Liut en un artículo:

De hecho, Scelsi era un fanático del silencio, era capaz de dormir en el placard de un lujoso hotel parisino para no ser molestado por los ruidos y alertaba sobre el peligro que acecha al mundo contemporáno: el exceso de música innecesaria.
Un sonido es capaz de derribar los muros de Jericó, decía Scelsi citando a la Biblia, para asegurar luego que la mala música le hace muy mal al mundo, según recuerda la coreógrafa Diana Teocharidis que el compositor le explicó cuando trabajó con él en Roma a mediados de los ’80.




Murió en 1988, hace ya dieciseis años. Desde entonces, el mundo se ha vuelto mucho más ruidoso.

Viaje al centro del sonido :: Conversación con Juan Pablo Izquierdo

viernes, diciembre 17, 2004

En la escucha

Neue Vocalsolisten Stuttgart | ensemble recherche

Michael Jarrell | ... car le pensé et l'être sont une
même chose... | 2002 | für sechs Stimmen
(Text: Parmenides) | UA
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Christophe Desjardins, viola

Gustav Friedrichsohn: Bis an das Ende
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Michael Jarrell

Seis voces y tam-tam. Porque el pensamiento y el ser son una misma cosa. Subida, explosión, tutti, y de nuevo, descenso. Como el sol. De un mundo antiguo, las voces que vienen. Virtuosos vocales, que buscan, que se deslizan por el manto, como burbujas en un recipiente, su movimiento impredecible.

Exploración del instrumento, no sé si el bianco. En las cercanías de un fin. Acercamiento a un límite, pero nunca nunca el fin mismo, sino las rugosidades en el último tramo. Quince minutos, tal vez demasiado. La cuerda, las cuerdas al límite. Cuando la subida se rompe y viene la zona borrosa en donde las líneas se emborronan, ya nada es más que un esbozo, una rigurosidad que se detiene en seco. Ahora, se ha terminado. Sonoridades, ruido, detrás del puente. Porque el nero domina ahora el horizonte.

Jornadas de Witten para la nueva música de cámara 2003

jueves, diciembre 16, 2004

Mitológicas



Fue mi amiga Carola la que primero me habló de Matthew Barney, un artista que ella encontraba fantástico, del que había visto algunas cosas en Düsseldorf, ciudad en la que hay una escena artística envidiable. Como en casi toda Alemania, vamos. Uno vive aquí, en este rincón de la vieja Europa, rodeado de guiris, de gente que se limita a cumplir con su trabajo, la familia y el ocio vulgar, y no se hace a la idea de que en otras partes del mundo, a dos horas y media de avión, hay la verdadera vida, la cultural, rica, variada, posmoderna. Cuando Carola me habla de esas vernisages, de las presentaciones de libros, de las fiestas, las visitas guiadas que ella hacía a los museos y galerías con unos estudiantes, cuando me habla de todo eso, siento que vivo en el lugar equivocado, y que no puede pasar mucho tiempo antes de que me largue a otro lugar más civilizado, dejando atrás este balneario para ingleses decadentes.

A lo que iba, anoche fui al CAC-Málaga a ver Cremaster 3 del citado artista estadounidense, después de haberme perdido las dos primeras, el día antes, y sabiendo que me perdería también las dos restantes hoy mismo. Pero bueno, leí que esta tercera (que es la última que ha hecho, ya que no ha seguido un orden normal, esta tercera es de 2002) es la mejor, la más extensa (tres horas y un minuto) y tal vez la más compleja, llena de símbolos con los que se podrían escribir un par de libros por lo menos. Barney es, quién lo duda, un tipo totalmente posmoderno, y un cineasta peculiar en este ciclo que viene realizando desde 1994, y que ya parece terminado. No es "cine" a la usanza, así que es normal que los espectadores que acuden, por lo menos anoche, sea gente mayoritariamente joven, de aspecto extraño, muy inquietos, los mismos que estarían en un concierto de John Cage o en una performance de Marina Abramovich. Vi a un chaval que frecuenta las organizaciones alternativas, el centro de iniciativas, por ejemplo. A mi lado se sentó un holandés que conocí en otro tiempo, en mi otra vida, así que anoche lo ví más como un fantasma que como un verdadero conocido. Él sí que iba a ver el ciclo completo, y charlamos por encima de algunas claves de estas imágenes sumamente herméticas. En fin, comenzó la aventura, al fondo el ligero zumbido del proyector, que me recordó los viejos tiempos cuando iba a ver películas en San Agustín, cuando estaba allí las clases para extranjeros de la Universidad. Barney también actúa en la cinta, como el Aprendiz que es sometido a pruebas para entrar en la masonería. En la parte titulada The Order, que ocupa el último tramo, se ilustra bastante bien esta jerarquía, con el cinco como símbolo que ha empapado toda la "historia", cinco niveles a escalar, cinco puntas de la estrella, cinco puntos de la amistad, y arriba del todo, Richard Serra. Al no haber visto las dos anteriores y perderme la 4 y la 5, seguro que me quedo colgado de muchos hilos. De todas formas, en esta película sin diálogos (tres horas sin que escuchemos una sola voz, es algo), la lógica que soportamos está totalmente ausente. ¿Por qué ese derby de los coches que no dejan de acometer al viejo modelo, y luego entre ellos? ¿Qué significa la mujer leopardo, en el tercer nivel? ¿y la escena en el "dentista"? ¿por qué la conexión entre la construcción de la Torre Chrysler y el Templo de Salomón? Misterios, enigmas salvajes, violencia y sangre y erotismo retorcido, en imágenes tan cuidadas como perversas, algunas tan duras que escuchaba detrás de mi a una mujer decir uufff, qué desagradable, mientras intentaba seguir viendo. Pocas veces podremos asistir a tan complejo entramado de símbolos, alusiones, superposiciones y enlaces surrealistas como aquí. Una mujer que babea, un hombre que es sometido a la tortura caballuna, caballos esqueléticos y sangrantes en Saratoga, como el caballo del cuadro de Brueghel... Barney nos somete a una espiral interminable, como el ruido agudísmo de la primera secuencia en la Torre, cuando los cinco hombres llevan al cuerpo desenterrado mientras en paralelo el aprendiz llena de cemento la parte delantera de los coches...

Tenía razón mi amiga, este ciclo Cremaster es algo fuera de serie, no es cine, es un poco de todo: escultura en movimiento, recuerdos de la ópera barroca, musical, parodias y guiños al cine clásico de Hollywood, y mucho más. Barney pretende contarnos una historia del ser humano desde antes de su movimiento, la formación de los órganos sexuales desde lo indiferenciado y casi andrógino hasta la diferenciación posterior. Cada parte va un poco más en este desenredar la complicada madeja que nos sostiene. Se repiten personajes y escenarios, como la Isla de Man en donde los mitológicos Fingal y compañía disfrutan de sus correrías. Irlanda en el corazón. Ese barman podría ser un asesino, o el regador regado, y la pareja de las carreras unos timadores y gángsters de cuidado. El cine ha muerto, hace tiempo que arastraba mala salud. Bienvenidos a lo real mismo del arte total.

Reseña de Cremaster 3 con la que estoy muy de acuerdo.

Reseña de Cremaster 3 con la que no puedo estar más en desacuerdo.

martes, diciembre 14, 2004

Lolitas

Una vez que salió del embrujo, que ya no quería saber nada del seductor, una vez que decidió reconciliarse con su "grupo", todo ese tiempo anterior le parecía como un mal sueño, y quiso borrarlo pronto, la memoria selectiva que decía. Se quedó en el grupo, y su estilo, que por unos meses, un año o un poco más, se afinó para estar a la altura del esteta, se rebajó al del grupo, a ese conjunto de marujas con sus fotos fashion y sus frases endemoniadamente modernas, sus maneras de leonas y su humor de hienas. La niña, como le decían ya, saludó al mundo del que se había apartado. Su rostro se curó también, como por arte de magia. El cazador cazado había desaparecido del horizonte, y no podía volver, y si acaso tenía la osadía de llamar de nuevo a las puertas de terciopelo, entonces...

Pero un día, casi al azar, como ocurren estas cosas desde siempre, apareció el que le turbó el sueño y le hizo soñar con orgías a la luz de las velas. Ella seguía en el antro feliz, tomando un café tras otro, pastillas de dulce sabor, flores en el pelo. Él dijo que había sido una buena temporada, y que se acordaba de ella. Ella se mostró agresiva, casi cínica, y de hecho, en la escuela del café había aprendido mucho sobre ese ser duro en la vida. Como le pasa a Edwige con Skeets. Dejó que el relamido hablara, dejó unos minutos de recelo, que echara de nuevo la zarpa, para luego contraatacar diestramente. Lo amenazó con contarlo a sus amigos. ¿Qué amigos?, ella estaba siendo vengativa. De hecho, se alimentaba de venganzas, ya no quería chuparla, sino echar fuera todo el sinsabor que le había dejado. Expulsar la rabia en un orgasmo rojo de ira. Él se acordó, maldita sea la hora, de la habitación de aquel cutrehotel en donde pasaron unas horas, de cómo todo había desembocado en la debilidad de la carne, los cuerpos entregados a la lujuria patética de una adolescente y un idealista. Ella se le ofreció como era, ven como eres, parece que huele a chicle de fresa, parece que no has comprado condones, maldita sea. Ella se quedó a la espera. La amiga conspiradora ya estaba haciendo de las suyas. Siempre hay un libro por donde empezar una conversación atrancada. Intercambio de textos, los presentes se saludan, sobre la colcha llena de agujeros, quemazones de cigarros ajenos. Llegó, y ella quería ya. Todo transcurrió tan deprisa, como un suspiro y una puerta que se cierra. Cuando el cazador salió del baño, ya estaba vestida, pulcramente, como una virgen llena de ofrendas azules. En la calle, en la parada de bus, ella se mostró lánguida e indiferente, pero debajo, detrás de los ojos, de los pechos ya dormidos, latía la furia de la edad, los besos que no se sacian...

A la mañana siguiente..., oh, no, calla, es mejor que ahora sólo lata el silencio, delante del teatro que nunca pisaréis juntos, ahí donde se acumula el porvenir como el polvo en el lomo de los libros, la pereza de una gata sobre el terciopelo de los días. Calla, insensata, despierta, fauno, todo ha terminado, aquel tiempo fue el de las fábulas, después de la lectura de Lolita, el libro que nunca tendrías que haber abierto, la noche en que nunca tendría que haber aparecido, ¿quién?, la frívola, la dueña de todas las historias, la que no lee más que sobre el tibio regazo de un amante, y silba, y nada, rien que les heures...

lunes, diciembre 13, 2004

Dialogos al borde II



Anoche la levitadora de Radio Clásica nos propuso de menú un plato no al gusto de todos los paladares: Neither de Morton Feldman, una antiópera basada en palabras de Samuel Beckett. Dos nombres, se diría, condenados a encontrarse, aunque el encuentro real fue más bien frío al principio, y luego de mutua comprensión, cuando el compositor estadounidense le hizo entender al escritor apátrida que lo que pretendía no era poner música a su texto, que ésa no había sido nunca su pretensión en las demás obras vocales que había escrito. Muy lejos de Feldman la mera ilustración de un poema, un escrito cualquiera: lo suyo era la deriva hacia la desaparción, justo el trabajo al que se había entregado un austero y casi anarquista Beckett. Como ya Ana Zugasti nos presentó muy bien este trabajo al límite de las posibilidades expresivas (no tanto por su dificultad técnica como por la "actitud" ante la misma posibilidad de la obra), me limitaré a decir que la escucha de Ni... es una experiencia momentánea de casi insostenible fuerza, una negación y un aliento que se interrumpe constantemente, la voz de Sarah Leonard alzándose para volver a caer (el ser humano como exaltación rota), y los músicos de la Orq. Sinf. de la Radio de Frankfurt (especialistas en estas empresas nihilistas-minimalistas), bajo la dirección de Zoltan Pesko, cumpliendo bastante bien su cometido de subrayar, gritar, anhelar y caer de nuevo, insistiendo, infausto, que ha visto a los espectros, los fantasmas del sonido, la vigilia que deviene sueño pesadillesco, pariente de la muerte es su velo, que cubre los altos muros de este encierro. Y así, cincuenta minutos de ir y venir, palabras siempre a la misma altura, con la misma entonación, o eso parece, o es justo que antes de evaporarse, el alma se arrastra, como un gusano, dice "sí" cuando quiere decir "no", o "quizás", y el barro, es el barro-cadencia esquizo hasta que se congela en una nueva inquietud.

¿Qué literatura clásica eres?

fleurs
Charles Baudelaire: The Flowers of Evil. You are
one of the most loved and hated poetic works.
Death and decadence are important themes for
you, but none should overlook your impressive
aesthetics, either. Deep down youre not evil at
all, you just like to play the tough guy on the
block.


Which literature classic are you?
brought to you by Quizilla

Gracias al blog de Aldán encontré el cuestionario de Quizilla, y decidí dedicar unos minutos a contestarlo, y al final me salió esta obra, ¡qué curioso!, porque recuerdo que la primera dirección de Hotmail que tuve era una directa referencia a Baudelaire, "spleen...". También salen otros libros con los que mi carácter es afín, como The Waste Land de T. S. Eliot; Orlando de Virginia Woolf, o 1984 de Orwell. Sin que falte la de Wilde, El retrato de Dorian Gray. Ahora leo a uno de sus sucesores espirituales, el ya mencionado Edmund White: la estética, los placeres artificiales, por encima de cualquier "verdad" o "realidad", de cualquier ideología o doctrina. Y sin embargo, pienso como Richard Rorty, lo ideal es llegar a un punto intermedio de compromiso entre el mundo privado y el social. Difícil conjetura, sí.

sábado, diciembre 11, 2004

Works in progress



Diez cuartetos de cuerda nuevos son los que tendremos, dentro de unos años, cuando se complete la escritura de los mismos, el estudio y la interpretación en directo y la grabación posterior en el sello Naxos, por parte del Maggini Quartet. Me refiero al encargo que el sello blanco, y líder mundial gracias a sus precios bajos y gran extensión y calidad de su repertorio, ha hecho al compositor Peter Maxwell Davies, que cumplió este año los setenta. De momento, tenemos el primer CD, con los nº 1 y 2, que datan de 2002 y 2003, respectivamente (aunque el segundo se acabó en enero de 2003, se compuso también el año anterior). Escuché primero el segundo, una obra en cuatro movimientos, en donde se alternan las líneas desgarradas y nerviosas con otras más ligeras y tranquilas, aunque incluso en los dos lento flessibile hallamos esa ruptura, esa aspereza, que enseguida nos hace pensar en Bartók. Casi 45' de pura tensión, de rigurosa escritura, una música no apta para la hora de la siesta...

El primero, que escuché hoy mismo, es más breve (no llega a la media hora) y se compone sólo de tres movimientos: si el primero es un lento-allegro en donde se combinan muchas influencias y técnicas (el compositor apela a Haydn, a Beethoven, a la música popular escocesa), en el largo que le sigue aparece una melancolía, una estructura de passacaglia, con arrebatos crispados momentáneos. Nunca podemos estar seguros, cada matiz importa, y la superficie se eriza cuando menos nos lo esperamos. Y, casi sin pausa, y tras estos dos movimientos de más de trece minutos cada uno, aparece un allegro con forma de scherzo, que comienza en una zona ligeramente movida y que enseguida se eleva, se espiritualiza y se coloca en una altura estratosférica, como señala el autor, y así, en dos minutos apenas, se acaba. Este inicio abortado se retomará en el tercero, con lo cual, la idea de ciclo o "material reelaborado" (tan apreciado por MD) adquiere pleno sentido.

Un disco magnífico, que reconcilia con la música de nuestro tiempo al que piense que ya está todo escrito, o que la música contemporánea es una jaula de grillos, escrita, tocada y grabada en guettos.

viernes, diciembre 10, 2004

Diálogos al borde

La música y la poesía siempre juntas, ¿con quién si no se uniría la primera, que le fuera fiel? Puede coquetear con otras, pero al final, siempre vuelve al hogar de la felicidad conyugal (¿alguien estuvo ya en el Teatro Real, para la ópera de Henze?). En este caso, el "joven" compositor alemán Jörg Birkenkötter trabaja un poema de Rimbaud, para seis voces mixtas, trombón y percusión:

Départ – zweiter Versuch über Rimbaud. Uwe Dierksen, trombone; Dirk Rothbrust, percussion; Neue Vocalsolisten Stuttgart (Wittener Tage für Neue Kammermusik 2003, documentation CD).

Unos quince minutos de eso mismo, experimento sonoro con las voces de este excelente conjunto, a las que se suman dos instrumentos solistas, es decir, unos cuantos, porque la percusión es variada, como suele pasar en las obras actuales. La pieza oscila entre el súbito fulgor y la caída en un rumor, ese "départ" que las voces musitan, en el tramo final, como pendientes de una huida que no llega, porque es la preparación del viaje lo que encandila, como bien supo aquel francés de la partida para Citera... Es la preparación de una felicidad posible, es la realización sonora de un sueño, la aspereza del metal, el ronroneo y el misterio de unas campanas...

Assez vu. La vision s'est rencontrée à tous les airs.
Assez eu. Rumeurs de villes, le soir, et au soleil, et toujours.
Assez connu. Les arrêts de la vie. Ô Rumeurs et Visions!
Départ dans l'affection et le bruit neufs!


Arthur Rimbaud



Los rumores, de lo que se espera. Las visiones del Voyant. Los ruidos nuevos que inaugurara Varèse, y otros como él, embarcados en busca de las "américas" interiores. Ese tutti, esa irrupción de la luz tunecina, o libia, fff. El que ya hizo sonar en proximidad del infinito los sones de mundos velados, pero rumorosos en su tentación cercana, nos envuelve, nos sacude, en este nuevo intento de aparecer la dicha, con nuevos aires, en las ciudades del presente, dejando atrás lo demasiado visto, tenido, conocido. Ahora, esa brisa es huracán de un nuevo sentimiento.




jueves, diciembre 09, 2004

In / out

Estar desconectado o no, ésa es la cuestión. Desconectarse de la Red (lo que mucha gente llama desconectarse es ya, sin más, "salir la Red") o seguir dentro. Y si salimos, ¿adónde? A la felicidad, tal vez. Tal vez no, seguro, me susurra mi demonio. Eso es lo que hice estos últimos días. Alguien me anuncia la apertura de su blog, El Lamento de Portnoy, en donde se queja del carácter onanista de los blogs. Yo también pensaba eso, y de hecho, después de unos cuantos meses blogueando, no he dejado de pensarlo, aunque ahora no es lo mismo que al principio, y sobre todo, sé que hay experiencias en la Red que merecen la pena. Ni algo sólo tipo diario, ni algo despersonalizado, algo tan especializado que casi que te tienes que poner guantes de vinilo para entrar. Sea como sea, cuando estás fuera, estás en contacto con el mundo, y todo esto de internet, los foros muertos y la blogosfera parece tan pequeño y anecdótico, que sencillamente desaparece del horizonte mental y aparece en cambio el panorama multicoloreado de lo "ahí cercano", tan matizado, rico y placentero como la lectura de Edmund White, que es el escritor que está cambiando mi parecer sobre la literatura. ¡Es que casi diría que es mejor que Nabokov!

Afuera, en los días del puente, en las calles preciosamente decoradas de Málaga (casi, que te hacen reconciliarte con esta ciudad), comiendo en un lugar tan maravilloso como La casa del perro (decoración rústica, comida excelente, creativa, precios asequibles), uno se piensa en plenitud, y todo esto del mundo digital parece algo de refugio, algo para aislarse de la intemperie, con todo su fulgor y sus miserias, pero vivo, vivo... Tristeza del último día. Entonces, me remonto al comienzo, en Casa Luque, ese restaurante maravilloso de Nerja, también de cocina creativa (crema de espinacas con trozos de salmón y maíz espolvoreado; croquetas deliciosas); en Strachan, en la calle del mismo nombre (una de las más pijas de Málaga), una crema de zanahoria con un toque de nata, tan suave y cremosa que es para chuparse los dedos. Mi vino favorito hace tiempo es Viña Albali, cosecha 1999. Es posible probar otros, pero terminan decepcionando: qué buen consejo nos dio un primo francés de mi ex, enólogo para más señas. La buena vida, buena comida, buena bebida, paseos, las calles oliendo a ese consumismo que es ya el signo de la otrora añeja Navidad de castañas y panderetas. Nada de películas, ni de conciertos, ni de teatro, porque el teatro es aquí mismo, en cada esquina, en cada calle. Me desplazo, nos desplazamos, de un escenario a otro escenario, todos engalanados para entrar a la catedral, que también estaba espléndida; lo civil queda por debajo de lo religioso en esta ciudad de contrastes: niños y niñas vestidos en una moda intemporal (los ricos nunca pasan de moda en Occidente, y sus modas son como ellos, "siempre clásico, siempre elegante", ya sea Adolfo Domínguez --lo clásico es moderno-- o Massimo Dutti), mientras los macarras (por suerte, pocos en esta zona cerca de calle Larios) o los guiris dan la nota con sus gorras de visera o sus sandalias con calcetines y manga corta todavía.

Ayer por la noche, sencillamente, me sentía extrañamente lleno y preparándome para el bajón de los días que siguen. Porque todos estos pequeños placeres se irán diluyendo, y al final del mes, sencillamente se habrán mezclado con la vulgaridad de la vida en soledad que es la vida que llevo hace tiempo. Porque toda vida es vulgar, pero a veces, acontecimientos, encuentros, escuchas, te hacen fantasear con una vida mejor, que es por fin la nuestra. Y me siento un poco como Mateo, ese personaje de Caracole, obsesionado con el paso del tiempo y las secuelas en su cuerpo, y más cuando conoce a Angelica, esa adolescente perversa y salvaje con la que se liará, y entonces, ah, así es la felicidad. Pero ni siquiera entonces se cree que eso vaya a durar, que le esté sucediendo a él, que sea actor y protagonista de la película más brillante. Sé que hay ciclos de siete años en mi vida, y que estoy de lleno en otro de esos ciclos, y en el autobús, me siento muy triste, porque sé que esto hermoso tendrá un fin, un día u otro, y sabiéndolo, sonrío, y me quedo saboreando el tiramisú de hace un rato, la copa de vino tinto, los ojos de la multitud en la que me baño. Este camino tan conocido, esta piel ya tan amada, tan extraña a la vez, todo esto desaparecerá, un polvo de bits me arrastrará de nuevo al abismo de la madrugada, y ahí solo con el frío.

Antes de este espacio escogido, unos apuntes culturales, para que no se diga: visito la exposición de Paul McCarthy en el CAC de esta ciudad: otra muestra irreverente, más aún que la de los hermanos Chapman hace unos meses, en donde el artista norteamericano lanza dardos y puñaladas contra Occidente en sus más reconocibles iconos pop y "culturales", amén de mostrar un montón de dibujos (algunos realizados sólo con rotulador) en donde el sesgo pornográfico es obvio.



Y una noche antes del paréntesis, en el programa de Jacobo y María, flipo con la actuación en vivo de Julián Elvira, un flautista que no conocía, y que es un fuera de serie, un experimentador de toda clase de tubos, porque con las flautas parece que no tiene suficiente... Aparte "clásicos" de Debussy, Varèse y Berio, tocó tres piezas propias, en donde se recogen todas las técnicas de impacto y las sonoridades casi de pesadilla que él recopila con sumo placer. Luego, una pequeña entrevista con él, después de su pequeña maratón, y la escucha de otra pieza, esta vez enlatada, y nunca mejor dicho, porque es para flauta y bidón de gasolina... tremenda. Recuerdo que en mi época salvaje, en la playa, los "robinsones" tocaban un bidón así, como un enorme instrumento de percusión. La flauta baja es ya de una sonoridad fascinante, pero la subcontrabaja es el no va más, empezando por lo incómoda que es de tocar, porque es inmensa, eso dijeron... Hoy escucho en CD dos piezas de las Jornadas de Nueva Música de Cámara de Witten 2003: morendo :: double/echo de Haubenstock-Ramati y Bernhard Lang, para flauta baja y CD (aliento, tu voz que se disuelve, cantar y tocar a la vez, respirar, para el cambio de aliento, y al fin, desaparecer); y étude III de Jörg Widmann, para violín solo, que interpreta su hermana Carolin: seis minutos apenas de puro virtuosismo, estrujando todas las técnicas, esos glissandi como grandes olas, este compositor es uno de mis favoritos ya, y es también clarinetista. Apago.

viernes, diciembre 03, 2004

Un bosque salvaje

Después de la noche en que no paró de llover, en la mañana salió el sol y, aunque es posible que vuelva la lluvia, de momento hay algunos claros.

He abierto un nuevo blog, sólo para los relatos y otras creaciones breves. Pensé que era mejor así, en un sitio aparte. Aunque no soy partidario de los blogs muy especializados, y de extenderlos por ahí según las materias, y prefiero que en un blog personal quepa un poco de todo, en este caso me dije que la parte creativa merecía un lugar aparte, un bosque, sí, pero laberíntico, un poco feraz, en donde es fácil perderse..., y más ahora en este tiempo casi invernal.

La parte principal estará formada por los relatos, algunos escritos hace tiempo (el primero es de hace más de dos años), otros irán cayendo casi sobre la marcha. No sé adónde conducirá todo esto, y si los caminos que tome tendrán alguna salida. Habrá peligros, seguro, y momentos de turbación. Espero que también encuentre esos claros y ese baile de moscas sobre las copas de los árboles, como escuché en La Noche Cromática a propósito de una obra para violín de un tal Moret, suizo. De cualquier forma, deseo que todo el que aquí entre se pierda un poco como yo, sin saber de antemano adónde le conducirán estos senderos apenas visibles. En algunos puntos, sólo la hojarasca, las malas hierbas, la proliferación imparable. Tal vez sorpresas desagradables, como les sucedía a los chicos en el falso documental The Blair Witch Project. Están todos invitados. Buen viaje.

jueves, diciembre 02, 2004

Artefactos

Asocial, vagamente turbia, cínica, desde siempre la literatura rechaza la historia, la patria, la familia; a esas almas honestas que tratan de poner lo bello junto a lo bueno, responde con groseras impiedades. Un elemento fundamental de desobediencia gobierna los impulsos de la literatura. Mirad cómo repugna, cómo acepta incluso morir, cuando se la quiere fabricar honesta. Es ascética y puta. Quizá podemos ver la literatura como una sátira total, una pura irrisión, anárquica y felizmente deforme, una modulación de lo blasfemo. En el corazón de la literatura se encierra una risa entre olímpica y demente, algo de lo que muchos tienen miedo (...).
Giorgio Manganelli

Pero hay mucha gente, lectores y lectoras incluso de pasiones profundas, que creen todavía que la literatura es esa cosa suavemente disciplinada que nos aísla de los ruidos de fuera y nos entretiene, o nos enseña algo, o casi que nos hace mejores, cuando no se trata, ay, de nada de eso. Es lo que dice el escritor italiano, ese radical que ya se nos fue, ese fabulista que nos internó por la ciénaga definitiva, un camino sin retorno. La literatura es peligrosa, cuando es realmente el lugar de la desolación y la huida de lo real. La gente que "vive" sencillamente no lee. Porque si vives en un pueblo de diez mil habitantes, y no hay metro, y no hay teatro ni cines, no hay excitantes culturales, que nos hacen estar vivos, la lectura es algo totalmente prescindible. En ciudades como Madrid casi todo el mundo lee, y si me gusta tanto ir en metro, es para comprobar cómo la gente lee, y cosas muy diversas. No hay vida fuera de las ciudades, porque no hay verdadera "vida" fuera de la cultura, y porque el erotismo, la gastronomía, pasear y tantos otros placeres y ocupaciones de la mente y el cuerpo es cultura refinadísima que en los lugares de menos de quinientos mil habitantes no se da realmente.

Desde hace días, muchos días, estoy metido en la novela de Edmund White Caracole. Difícil encontrar un libro más fabuloso, en todos los sentidos. Su imaginación es única. Sólo la refinadísima cultura occidental es capaz de dar cabida a un especimen como él. Imposible encontrar un libro más perverso que éste, más sensual, erótico, complejo en el análisis de cada gesto, de cada sentimiento. No quiero comentar mucho más, porque todavía estoy de lleno en sus páginas, y en la parte más intrincada, más fascinante, pero pongo aquí una muestra de metáforas y expresiones que el narrador usa, y que dan cuenta de esta desvergonzada manifestación de amor por el arte, la belleza y la crueldad:

Él casi puede escuchar su pelo, en una hemorragia de luz, casi una delicia zoológica, Él era una flecha volando hacia el blanco que ella hacía de sí misma, toda ella se presentaba ante él como un regalo, la putrefacción que él siempre supo que estaba en su interior, porque ellas eran tiernas vasijas, las mujeres, fácilmente rompibles, eso parecía evidente, ella era una criatura literaria, la mayor parte de su experiencia había sido vivida a través de personajes en libros o en el escenario..., con su pelo como una nube de tormenta en miniatura a su lado, ella semejaba un brillante hibiscus rosa, en un mundo de reptil indiferencia...


Una de las nínfulas de Balthus

Estas traducciones que he hecho no logran acercarse apenas a la magia, la musicalidad infinita del original..., son tantos los momentos en que White nos seduce con ese detallismo à la Nabokov, con ese ritmo interno, y sobre todo, son esos personajes femeninos (Angelica, Mathilda, Edwige, Flora...) tan encantadores, bellos, complejos o frívolos, que enseguida se meten en nuestra vida, y ya no podremos olvidarlos. La creación de este mundo imaginario pero no tan ajeno al nuestro es algo que resplandece ante nuestros oídos, como una fruta lujuriosa, ese amor, que es definido tan certeramente, y esas pieles que brillan, es el erotismo de las chicas jóvenes, de las mujeres maduras e "intelectuales", son artefactos forever.

miércoles, diciembre 01, 2004

Cromáticos versus guerreros



Bueno, anoche fue el especial en el programa de Jacobo y María dedicado a las "músicas para parar las guerras", que duró las dos horas pero podría haber durado cuatro más, porque el tema es más que eso, es la lucha del arte contra los que buscan la destrucción, es decir, los nihilistas de todo tiempo. Cuando puse la radio ya sonaba la primera obra, luego anunciaron la segunda que, jeje, pedí yo mismo: Black Angels de George Crumb, compositor estadounidense que la escribió pensando en la guerra de Vietnam, es de 1970. Es una obra para cuarteto de cuerda eléctrico, se escuchó sólo la primera parte, "Departure" (entera pasa de los veinte minutos, y no era plan...), en donde ya se escucha todo el arsenal tímbrico que solía desplegar este mago de los sonidos pequeños y titilantes: la noche de los insectos eléctricos, maracas como huesos, etc. El programa siguió alternando obras del siglo XX, con otras más del repertorio (que si no se enfadan los directivos y también los oyentes conservadores...): no podía faltar ni el Schönberg del Superviviente de Varsovia ni el Penderecki de los Trenos por las víctimas de Hiroshima, ésta también la sugerí yo en mi e-mail. Una de las piezas más estremecedoras del siglo XX, glissandi que son gritos congelados, que son uñas partidas, que son lamentos desde el otro mundo, el de los ya-no-hombres, ceniza del horror. Pero bueno, hay gente que esquiva músicas tan extremas y se queda con obras más amables, como ese Quinteto de Cesar Franck, a la que yo tampoco encuentro relación alguna con el tema... No podía faltar la nota graciosa, como la petición de alguien que dijo Soldados del amor de Marta Sánchez..., ni estaba de más esa jota de "un amigo del programa", que habla de lo que pasaría "si las mujeres mandasen" (el comentario de Jacobo me encantó, acordarse de Michael Moore fue todo un punto). En fin, a la cita de las músicas apaciguadoras no faltaron los toques didácticos y enaltecedores de la parte "buena" de la humanidad, como el "Himno a la alegría" de Beethoven, o uno que bien podría sustituirlo, el "Himno a la vida" de un tal Alvés (?!), que seguro que hace las delicias de Ramón Trecet... ¡Ay, ese "in paradisum" con que acaba el Requiem de Fauré!, y el Messiaen del Cuarteto para el fin de los tiempos, de la que se escucharon dos fragmentos. Hasta sonó el budista de Scelsi, con una obra vocal que pide "paz" a través del ôm sagrado. Los que llegaran hasta el final, seguro que disfrutaron como yo de uno de los programas más intensos y variados hasta el momento. Jacobo y María, gracias.
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En República Ajoblanco, los foros que frecuento ahora, colgaron hoy algunos post muy interesantes sobre la marcha del mundo: el que más me interesó fue uno en donde se habla de una charla de Noam Chomsky en donde dice que Estados Unidos es un Estado terrorista: impone su ley, los mandatarios las esquivan, no se atienen a la Convención de Ginebra, y el caso de los "combatientes enemigos" que retiene y tortura en Guantánamo es sólo una muestra, ya no hablemos de lo que pasó en Irak, en Fallujah, lo que sigue pasando..., y dentro del país, claro. NC es declarado el disidente número uno.

Noam Chomsky no se calla