La vida se acaba
Y ahora, con todo esto atrás perdido parasiempre, las noches inquietas, las palabras de quien dice que te quiere que son pequeños cuchillos afilados, sabes que todo es falso, que no hay brillo, que los sueños son verdad, el revés de la vida que es una pesadilla en tiempo real, y no hay escape, no hay un sitio para huir porque todo ha sido recorrido ya por el Hombre que vigila, detrás de tu sombra hay un enano que controla cada pensamiento, estaba ahí desde el principio pero de esto no sabías nada, Beethoven estaba equivocado, la noche llena de púas, ruido de alguna esquina podrida, cánticos borrachos, ella dice que se acuerda de ti pero es mentira, no hay días sin dulces amargos, cada comida es un festín envenenado, cada crepúsculo un fin de mundo, cada mano un garfio doloroso.
No hay un lugar para refugiarse. Morton Feldman ahí atrás, las horas interminables de siempre la misma cadencia, el mismo tono; una sinfonía para improvisadores, una loca estampida por los campos antes de la oscuridad. No hay compasión; ¿acaso te crees todos los cuentos?
No hay álbumes de fotos de aquellos días. Es como si nunca hubiesen existido. Tu vida sigue, pero no avanza en ninguna dirección; viene gente más joven, más fascista, y ocupa el antiguo terreno; no hay mañana de lunes, todo es un domingo eterno, una fiesta congelada en los vómitos. La gente me señala, hay una hemorragia de luz que me ciega, luego cae el pesado cortinaje; el pianista se ha vuelto sombra. Los viejos amores se han vuelto ceniza; y por las salas de la exposición de Steichen pasea una mujer con un minivestido blanco, mostrando casi la ropa interior, la anatomía del tedio. Yo nunca llegaré a nada.
Etiquetas: Estación baldía