jueves, julio 28, 2005

Irrealidad II

Sólo el deseo de quedarse, no salir más a la calle, abandonarse al tedio perpetuo de los días de verano sin fin. La vida como vacaciones permanentes. La música de Ivo Malec, en la noche que avanza. Se acaba el disco de Timpani (Orq. Fca. de Luxemburgo, Arturo Tamayo/ Raphaël Oleg, violín) con la espectacular Exempla, estructurada en trece fragmentos de entre cuatro y sólo un minuto (o menos) de duración. Ahí el autor experimenta con el sonido en todas sus variantes, haciendo de paso guiños a la historia de la música y el arte: por ejemplo, en Rothko (con silencio) despliega sonoridades calmas, de gran belleza; mientras que en la sección que sigue, Wagner, aparecen los metales inflamados frente a momentos de honda serenidad, pero en suspense, temiendo la vuelta de los fff. No es posible la indiferencia ante una música tan radical, tal vez la más radical que he escuchado desde mi descubrimiento de Xenakis o Lachenmann. El concierto para violín Ottava alta es otra muestra del quehacer de este compositor poco conocido entre nosotros: todas las técnicas son tratadas con la mayor rigurosidad. Lo mismo decir de la pieza más breve que abre el CD, Sonoris causa, un verdadero tratado de las distintas texturas del sonido, de su extenso horizonte. ¡Lo que sería escuchar estas piezas en directo!
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La noche no se termina nunca, ni las borracheras. Soy un alcohólico. Mis compañeros de juerga son desconocidos, no saben mi nombre, yo no sé el suyo. Estamos asomados a una especie de mirador, las botellas corren, el vino es peor que el vinagre. No tengo más ganas de cerveza medio caliente, pero sigo, porque es una prueba de resistencia, y las miradas se clavan como cuchillos al rojo. Hay una tía, que es la que arma más escándalo. Hippies pasados de rosca, algún perro bajo el banco. Confetti después de alguna fiesta municipal. Imposible irse ahora, con ese cielo turbio casi gris que vira al rojo. Me siento pesado, las palabras también se cargan con esa turbia atmósfera que nos envuelve como un ectoplasma. Incomodidad. Cuando me dispongo a levantarme para irme, Michael, con su barbita rubia de chivo, levanta una mano, dice algo en su español balbuceante, y vuelvo a sentarme, hastiado. Tengo ganas de vomitar, pero no puedo echar: la vida se escurre lentamente, como un grifo que pierde. Inercia, no puedo escapar del destino etílico. Sin excusas, sin justificaciones: estamos juntos, para morir solos como perros. La gente va y viene, se habla de trapicheos, una guitarra sucia se estrella allí abajo, pero lo que me llega es su chirrido, bandas de tatuajes, una negra de cuerpo escandaloso que promete un spleen perverso, y espuma amarga, como el ardor de las tres y cuarto de la madrugada.
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Así que me quedo en casa, abro el libro una vez más, sigo los meandros de su narración no lineal, posmoderna, me hubiera gustado estar allí en el Medio Oeste, Kentucky o Texas, con ese padre que duerme de día y trabaja de noche, me hubiera gustado escupir a su hermana por su soberbia, tal vez hasta me hubiera ido con aquel hillbilly. El arte es más hermoso y fuerte que la vida. Pero la vida es eso que todos imponen: dinero, responsabilidades, planes, como la Madre. Dicen que los niños de padres separados, divorciados, de madres solteras y demás (¿de una madre lesbiana?) son algo anormales. ¿Qué modelo de padre puede tener este chico, que ya descubre que es sissy? O sea, marica. La vida es eso que duele, un poco cada día, con ramilletes de chocolate untado con mantequilla, que una chica sin sexo (anoréxica, que odia su carne) en el aeropuerto del Prat, Barcelona, engulle sin parar, una tableta entera. La miramos, y nos reímos, porque nosotros sí tenemos sexo cuando nos da la gana. Y pienso, yo, un príncipe que va a conciertos por todo el mundo, que no tiene que trabajar, en esa pobre gente que se levanta temprano, no conoce a Shostakovich y sólo sueña con ir a la disco el sábado por la noche.

Entrevista con Ivo Malec

miércoles, julio 27, 2005

El problema de ser adulto




"Edmund White is one of America's finest writers. From his early forays into a then edgey genre of stories that happen to include in depth studies of gay men and their questionable place in the public fabric to his current biographies of famous writers (Proust, et al) to his assessment in literary form of the AIDS crisis and it effect on life in all of America, White has become ever more erudite, polished in technique, and fascinating to explore. Because of this current prominence among gifted writers it is rewarding to return to the early works and see if they contained all the seeds of his success. Having just re-read "A Boy's Own Story" I am even more deeply moved and impressed with White than I remembered. This treasureable book is not just a Pink Triangle groupie read. This is wondrously beautiful writing by all standards. White knows how to make the English linguage sing with acute observations that begin with a keen delineation of line but then blossom fully into metaphors than can only be called poems. These descriptions apply not only to walks in nature or observed qualities of light at varying times of day, but they are used to define his characters in such a vivid manner that they literally step off the page, indelibly.
And the story.....this tale of the grappling of a youth over questions not only of sexuality but of coming of age in social, religious, educational, dream vs reality strikes chords in all of us. His unnamed narrator is in a way the Everyman of Youth. White does not go for the happy Hollywood ending: he writes about the truths of decisions gone awry, dreams dismemebered, realites coming into being. I would hope that "A Boy's Own Story" would be part of the required reading list for the liberal arts schools who care about not only quality of literature but also of complexity of becoming an adult."

(reseña de Grady Harp en Amazon).

Unos ejemplos de esta prosa encantada:

(...) but I think the only love is the first. Later we hear its fleeting recapitulations throughout our lives, brief echoes of the original theme in a work that increasingly becomes all development, the mechanical elaboration of a crab canon with too many parts.
(A Boy's Own Story, Edmund White, Picador, 1983, p. 19).

"Oh my boy", she promised me in her brogue, "you want to hear fine singing, I'll play you my John McCormack records, make you weep your damn eyes out of their bloody sockets. That 'Lucevan le stelle', it'll freeze your balls".
(ídem, p. 13).

Quien habla así en esta última cita es Mrs. Cork, la madre de Kevin, el amigo y primer amante del narrador sin nombre. Ella es irlandesa y una cantante de ópera aficionada a las palabrotas y al whiskey, y suele gritar de lo lindo: todo un carácter. Por parte del narrador, su padre es un melómano de pro que tiene los horarios cambiados, de modo que trabaja de noche en su despacho, mientras suena la música de Brahms que asciende por toda la casa. ¿Cómo no aficionarse luego a la mejor música? Y mientras escribo esto suena una Tarantella en Iridian Radio. Y no dejo de pensar en el último sueño, ese retazo en donde veo que unas chicas sostienen unos folletos sobre Italia, es ahí donde se van de vacaciones, el típico circuito de seis días en donde no ves realmente nada. Entonces, sin venir a cuento, escucho que hablan de mí, y que se burlan de mi gusto por la expresión "asco" para terminar ciertas frases. Me encaro con ellas sin solución de continuidad. La noche no es silenciosa ni estrellada. El aire es dulce. Agresividad en mis palabras, pero que no consigo desarrollar del todo (las palabras no sirven en estos casos). No soporto que hablen de mí, como si fuera un fantasma, cuando estoy al lado. La paranoia de la gente. Olvidadme, seguid vuestro camino. ¿Sabes lo que te digo?, que me olvides.

Una cantante, por favor. O una actriz que sepa cantar.

martes, julio 26, 2005

Largos días del verano IV

Al principio me gustaban mucho las historias de otro mundo, pero ahora sólo soporto las que son humanas, demasiado humanas, al menos en lo que respecta al séptimo arte: fui a ver El viento de Eduardo Mignogna, una película maravillosa que nadie sensible debería perderse. En una tarde tórrida, qué alivio entrar en la sala oscura, acondicionada y casi solitaria, y dejarse atrapar una vez más por la magia de las imágenes, sobre todo en el tramo inicial y final de este filme bendecido por un cierto lirismo y una falta absoluta de sentimentalismo, con el que no puedo. El crítico de El País titula su crónica El crepúsculo del vaquero: y es justo así. Frank (Federico Luppi, qué grande) llega a la gran ciudad por primera vez, desde un lugar en el campo azotado por ese viento del título, para resolver unos asuntos tras la muerte de su hija Ema Osorio. Se queda en casa de su nieta Alina (Antonella Costa, qué deliciosa actriz: labios, voz, cuerpo en los que perderse), la cual lo culpa en cierta manera de ser el responsable de la desgracia de su madre. No sabe el secreto que esconde el viejo, y que habrá de ser revelado al final: eso que no le permite sosiego ha de ser escrito, dicho, para poder al menos sacarse un poco del peso con el que ha vivido a lo largo de veintiocho años. Como dice Javier Ocaña, "es un vaquero sin pistolas en el cinto, pero con una bala en la recámara de los recuerdos, allí donde la memoria no deja en paz el tranquilo devenir de cada día". Las escenas cotidianas muestran el contraste entre esa vida apresurada de Buenos Aires y el porte campechano, las historias rurales y los modos de ser de un hombre que parece de otro tiempo, que cree en unas cuantas verdades y actitudes que en la ciudad quedan desdibujadas, son malos tiempos y cada cual va a lo suyo. Poco a poco vamos conociendo los movimientos de Alina, su trabajo en el hospital, sus devaneos sentimentales con dos hombres, su sinuoso destino que la conducirá a repetir una historia familiar de la que no sabe apenas. Todo esto está mostrado de forma contenida, con los planos justos, y en las partes ya señaladas (comienzo, final) se alcanza una maestría, una poesía del nuevo realismo que hace sentir hasta esa naturaleza salvaje, lejos de las leyes de los hombres (de sus malas artes), cerca de esas cosas cotidianas que hacen una pequeña felicidad. Parece cerrarse un círculo y se abre otro, y en la espera, se logra una paz momentánea tras tantos años de inquietud. Esas secuencias sin palabras son lo más hermoso de una película de alta sensibilidad y que nos habla de cosas eternas (la soledad, la vejez, la maternidad difícil, el crepúsculo vital) con una voz queda, con palabras sencillas, con una fotografía de tonos ocres y grano duro. Cada vez parece más difícil ver una película así, pero parece también que el cine argentino nos salva. Cuando escuchaba a esta Alina pensaba en mi otra vida, Argentina, esa música cadenciosa, esa generosidad de una mirada, pensaba en lo que es estar enamorado, y en lugares solitarios donde el viento pasa raudo. Yo no sé, qué puede ser de mí, en la triste España, sin ingenio, sin esa hondura del lejano Sur...
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Visito de nuevo las exposiciones del CAC de Málaga, y aparte de ver de nuevo las de Neo Rauch y Teresita Fernández, puedo deleitarme con la de Chema Lumbreras y sus "lecciones" morales (o no) a través de esos extraños muñecos-animales, que suben hacia el cielo, que ejercen la fuerza unos contra otros, que son jugadores o drogadictos empedernidos. Y en la pequeña sala en que se exhibe, una luz difusa, que ayuda mucho a su visionado y experiencia, un pequeño paseo, unas sombras en la pared, un asombrarse por lo pequeño malvado...
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Sentimiento del tiempo: hay algo que se perdió irremediablemente. Por primera vez siento que el tiempo es limitado, que el ser humano es una criatura patética que mediante pequeñas crueldades busca caminos para sobrevivir e imponerse sobre sus semejantes: con mentiras, con tramas oscuras, con estrategias de incomunicación. Lo mejor sale en contadas ocasiones. Nos gustan las historias, lo que le pasa a los demás, vernos en espejos deformados. Nos gustaría vivir las historias felices de los demás, pero acabamos disfrutando y padeciendo los mismos placeres banales. Un año entero esperando esos días de vacaciones que serán vulgares repeticiones de tantos otros sueños vistos en fotografías y viejos álbumes. (Sólo el que se aleja, y se arriesga, tendrá un verdadero recuerdo, no una copia de lo que dicen que hay que experimentar.) Un nombre en mi vida: M. Pero en diferentes cuerpos, sonrisas, palabras que suenan y dicen cosas distintas. Una voz al otro lado, que no puedo descifrar. Un banco en el parque. Una música para saludar este nuevo día, de Santa Ana: Short Ride in a Fast Machine de John Adams: fanfarria para orquesta, cuatro minutos de ligereza. Y luego, la aspereza, la turbiedad de Fausto Romitelli, Professor Bad Trip # 3, casi 11' de música como ruido, de interconexiones: yo era un pájaro sobre ramas rojas que emprendió el vuelo, al atardecer. Tú eres la "amada inmortal" (incluso esta película sobre Beethoven nos hace sentir algo: que ciertas melodías, ciertos sonidos extraños, vienen del interior); eres una promesa que nada sobre las aguas calientes de final de julio. No creo que te quedes; ni que mientras tanto sea hermosa (la sombra, y su baile). El tiempo avanza, me roban algo sin enterarme, porque sencillamente, mis anhelos no coinciden con tu sucia sonosfera, y tus cuentos.

viernes, julio 22, 2005

Pornocracia II

Al final de La edad de hierro aparece ese acercamiento entre la señora Curren y el ángel fallido, el guía que en realidad es un niño que necesita ayuda... Es un momento realmente emotivo, también un poco ambiguo, porque no sabemos si ese final es hacia la muerte o hacia una vida más amplia y sin dolor. Lo que ella no soporta es el dolor, de ahí las pastillas. Sabe que está sola, que no puede contar con su hija, pues hizo un viaje sin retorno. Entonces, tiene que confiar en el personaje que ella cree que llegó para salvarla, para hacerle la prueba. Lo que me molesta es que tanto los dos chicos, que acaban muriendo, como este Vercueil, apenas tienen palabra, sus respuestas y frases son tan parcas, que son como excusas para que ella se explaye delante de otros, para que el monólogo no sea tan descarado...

En Desgracia el equilibrio entre personajes es mayor, también su definición. Tanto David Lurie como Lucy, su hija, como Petrus y demás, tienen una personalidad, un parecer, un lugar en el mundo, digamos (salvo David, que no se siente a gusto en ninguna parte). De nuevo en esta novela, los paisajes lúgubres, secos, desolados. La violencia que estalla, como la rabia, sin sentido. La escena de asalto a la granja es terrible, pero la falsa calma que viene después es si cabe peor. David, como en la otra novela Curren, desea imponer un "orden", que no es posible. Ambos son de "otra época", y no entienden el nuevo clima, en ese país que ya no reconocen. La violencia se da la mano con los que tendrían que sofocarla. David se siente menos que nada, y trata de apaciguar su rabia ayudando a morir a unos perros..., un trabajo deprimente pero que para él, en esos momentos, supone una especie de catarsis.
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Desgracia ha demostrado ser la mejor novela que he leído en mucho tiempo, y mucho mejor que La edad de hierro, que había leído justo antes. Ya dije que me gustaba mucho esa primera parte, en que David Lurie tiene esa historia con la alumna, ella lo delata, y él cae en desgracia, tras el "juicio" académico a que es sometido. Luego se encontrará con la cínica de Rosalind, su ex (la segunda), y ella le dirá que se defendió muy mal, en fin...

La segunda parte incluye toda esa estancia en la granja de su hija Lucy, y ahí la narración cambia, es otro ambiente, otro mundo, y David se encuentra un poco perdido, no porque sea urbanita y eso le resulte aburrido, sino porque nota que las costumbres, la sumisión a esa violencia que no entiende, le sobrepasan. Tras la tragedia de una tarde, en que son agredidos él y Lucy, y la reacción de ésta, como si no fuera para tanto, él ya no puede seguir allí. Tras el tira y afloja con la hija que ya no reconoce, siente que ya no puede seguir ahí.

La tercera parte, digamos, es cuando decide volver a la ciudad, tras un paso previo por la casa de los padres de Melanie (este capítulo 19 es soberbio, qué diálogos!), la desolación de su casa de Ciudad del Cabo, la entrada fantasmal en la universidad donde daba clases, y hasta la visita al teatro en donde Melanie ahora, como una vulgar ex lolita, actúa. Toda esta parte es genial, y Coetzee demuestra que es un excelente narrador, y los diálogos están muy conseguidos, muy naturales (en toda la novela, en general). La vuelta al campo, cerca de su hija, es ya el momento más lúgubre, con un punto de resignación, sobre todo al enterarse de las siniestras novedades. Vuelta a los animales. Aquí encuentra por fin algo que da sentido al sinsentido que lo rodea (porque ni siquiera la creación del libreto de la ópera de cámara puede darle paz y sentido vital). Ese final con los perros, y sobre todo con el perro favorito, es de una fuerza, de una delicadeza, que te hace estremecerte. Realmente, la obra de un humanista, de verdad.

Humanista = alguien que no deja de lado a los animales. Los hombres, nuestros semejantes (enemigos?) ya no pueden ser los únicos que cuentan.

(comentarios publicados originalmente en El Bosque los días 17-18/3/2005).
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Al principio estamos sólo Spencer, en su silla de ruedas con la parte trasera pintada por Carl, antes era una bola de fuego, ahora es un dibujo más elaborado; el estonio punki que le ayuda; Harald, un alemán con un pastor alemán, y yo mismo. Bebemos cerveza tibia del Supersol, lo cual es un poco asco. Luego al rato aparece el amigo de H., Frank, otro alemán pero con aspecto menos viking que el otro, con un aro en el lóbulo izquierdo, como los que llevan algunas tribus africanas, y con otro perro hermano del anterior. Luego le llaman al móvil a Harald y resulta ser Analore, un amiga íntima. Dice que llega en diez minutos en la moto. Tarda algo más, pero aparece, los perros van a su encuentro y ella camina muy despacio, es una mujer de 55 años, más bien gorda, con el pelo por los hombros (oscuro), un vestido gris pero no demasiado, por debajo de las rodillas. Insiste en que no le gusta más corto, su piel es muy blanca y está inusualmente fría, parece un lagarto. Analore, sólo la he visto una vez antes, fue el día en que fuimos Ángel y yo al Rosi's Bar en donde ella se tomaba un vodka solo, mientras nosotros bebíamos el resto de la cerveza de litro y ansíabamos un poco del chuletón que le puso el camarero amigo para que no se desmayara. Analore es alcohólica y me cuenta que vivió 25 años con un español, un tratante de ganado con el que viajaba a menudo y dormían al raso, como dos animales más. Su habla tiene un marcado acento andaluz, of course. Mientras los otros pasan del alemán al inglés (para que el perro inglés y Schlum --no sé si se escribe así-- entiendan algo), nosotros charlamos de nuestras cosas, ella me cuenta: sobre su afición al porno, guarda muchas películas del género. Sobre las camas redondas con estos dos alemanes salvajes y los perros incluidos. De vez en cuando no puedo evitar echar un ojo al tatuaje sobre su pecho izquierdo, la tinta azul oscuro, una especie de ave fénix que se pierde allí abajo (pero lleva sujetador, no os creáis). Analore no soporta a esta Anette que aparece y se va como un fantasma, con un muslo vendado, apenas vestida, ella insiste en que en su casa tiene espejo y se mira todas las mañanas cuando se viste). Anette también es alcohólica, pero más tirada, es de cartón de vino blanco. Nos cambiamos de banco cuando pega mucho el sol, ahora ya hemos pasado a la fría, San Miguel para ellos, Cruzcampo para nosotros. Analore no para de beber, y eso que no quería (lo que ella no bebe es agua), de vez en cuando toca a sus chicos, y me la trato de imaginar en una de sus juergas con estos mendas. Ya pronto es el cumpleaños de la hija de Harald, que está en Alemania (siete años). Cuando les anuncio al comienzo que está de vuelta Rudy, se alegran, se les abren los ojos, luego dicen que lo han visto en un todoterreno. Conforme pasan las horas, ya en el refugio de la Fuente, siento una pesadez, ya no quiero más cruces, pero en fin..., en determinado momento el tipo que lee en un banco a la izquierda se une al grupo, se sienta en el suelo tras dar un trago a la birra y resulta que también sabe alemán. A lo mejor también es alcohólico, pero parece buen tipo, sólo sea por su condición de lector, aunque sea de novelas policíacas. Me tengo que ir, me despido de todos, dos besos con Analore, luego le llevarán la comida a casa, luego seguirá bebiendo..., life's too good.
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Qué difícil resulta confiar en la gente, creer sus historias, qué difícil es sentir siquiera una emoción, que no esté disfrazada de alcohol y cannabis y demás sustancias adictivas. Qué dolor tan profundo con el paso de los años y saber que la edad adulta es sólo una capa quitinosa de cinismo, que todas hieren, y bien. Qué difícil ir por la calle, por cualquier parte, y tener que soportar esa "música" pornográfica que sale despedida de un coche sí y otro también. Pones la televisión en abierto y sólo porno, del blando, claro, pero porno al fin y al cabo, más repelente que el porno duro que le gusta a la alemana. Si ahora el porno es difuso, si ya hasta se cuelan en la cartelera películas así y asá, si hasta se hacen documentales para mostrar los entresijos de la "industria" desconocida, esto en realidad no interesa a nadie, por el simple motivo que el porno ya no es excitante, ya que cuando el erotismo explícito invade la moda y todas las actitudes, cuando no hay sublimación alguna, el porno como guetto para mirones ya no funciona. La sociedad emputecida ya no necesita esos aperitivos. La adolescencia también tiene derecho al sexo libre, y próximamente accederá la infancia, el último blanco del consumismo. Cuando todo está erotizado, no hay más erotismo, sólo una carne agotada por las prácticas intensivas de asepcia. Cuando ya no hay más territorios vírgenes..., qué aburrimiento: como dice Analore, si no te tapas un poco, luego, ¿qué misterios para enseñar? Los vendajes de la sucia, el tanga, los pechos caídos, el feísmo corporal. Los nuevos salvajes, el cuerpo sólo el cuerpo, el alma de vacaciones en un lugar que no existe, pero al que todos acuden un día u otro.

Quisiera encontrar, no ya a una actriz (esa manipuladora corporal, esa intrigadora), sino a alguien en quien confiar, sin intereses marcados, con misterios profundos, alguien que teja una red para encantar, alguien para quien la música es el alimento, y el aliento.

jueves, julio 21, 2005

Bárbaros


He acabado la cuarta parte de la obra de Coetzee, Esperando a los bárbaros. Impresionante su fuerza narrativa, la tensión, la calma con que está escrito, sin arrebatos, con una fluidez y una austeridad inigualables. Nada de esa objetividad que condena al autor en aras de una comercialidad que asquea; pero tampoco la ausencia de escenas, de acción, de descripciones que nos hacen contemplar, casi cinematográficamente, ese patio del cuartel, ese desierto terrible y desolado, esa suciedad por todas partes, las masas en el patio, jaleando a los prisioneros torturados...

El magistrado ya no es tal, después de su aventura personal con la chica extraña de la que se enamora, que es su perdición, y él lo sabe. Tras esa "misión" cumplida, a la vuelta se encuentra con una situación que, mira por donde, Javier Marías comenta en su última novela: caer en desgracia. Eso, con todas sus consecuencias. Estar privado de libertad, reducido en cambio a ser un cuerpo, nada más que un cuerpo atado a las necesidades más elementales. Estar acusado de colaborar con el enemigo, pero con cargos que parecen inventados, como sucede siempre en estos casos en que una panda de policías y soldados rasos se hacen con la "justicia". Un hombre roto, ya viejo, que no puede evitar recurrir por momentos a una ironía salvadora, como cuando se refiere a las "lecciones de humanidad" que le dan en la celda; o al "tratamiento de su alma" por parte de unos rudos, que saben tanto de ella como el cirujano que abre los corazones.

Hay aquí una defensa de la justicia más allá de las circunstancias históricas, pues ese hombre torturado podría vivir en cualquier tiempo, ya se ha dicho antes que el ambiente es tal que uno nunca sabe en qué momento pasan los hechos, quiénes son los bárbaros que amenzan los diques, que los rompen para anegar los campos... Se recurre a la tortura, cuando no hay razones suficientes, cuando se teme perder la inestable primacía del terror impuesto. Cuando no hay más bárbaro que el que ordena a la muchedumbre que azote a los rendidos.

Esta mañana leía un artículo de JM de La Zona Fantasma, ése en que habla de la criminización de la sospecha, con el ejemplo de esas leyes en Reino Unido sobre la pederastia..., enviando a la cárcel al que simplemente se relacione con un menor, sin que se hayan constatado hechos ningunos... Y habla del fascismo cotidiano--aunque no use la expresión--como la situación en que el detenido y acusado ha de demostrar que NO ha hecho eso, que es inocente..., cuando la justicia siempre ha sido que los que acusan han de mostrar con pruebas irrefutables la culpabilidad.

El dolor, un pozo ciego, una oruga en la mejilla, una raja en el ojo, como un ciempiés..., un olor que se expande, unos ruidos extraños, borrosos..., el tiempo que pasa, más lejano, cuanto más se sufre... El Imperio se las arregla siempre para aniquilar cualquier elemento extraño, pero justo porque nunca es capaz de mirar--sus esbirros--en el agujero que lo funda, lleno de esas marcas, esos cadáveres bajo los pies, esas tablillas en lengua extraña que están por cualquier ruina... Como Austria para Bernhard o Elfriede Jelinek.

(escrito originalmente en el Foro Javier Marías, 25-6-2003).

Que un hombre que en otro tiempo, no hace tanto, fuera de alguna forma cómplice del terror de un Imperio de límites imprecisos, y que ahora, tras su aventura crepuscular con una chica que seguro pensaba en otro hombre, él cree que en el de los ojos negros..., ahora se haya convertido en un mendigo que asiste al final de un tiempo, de un ciclo tal vez..., es algo que hay que leer... Me quedan 30 páginas escasas, ya pasé ese párrafo en donde se habla del tiempo circular--el de los niños--denegado por los que quieren hacer historia..., ahora nos encontramos en el refugio de los pescadores, otros "apartados", más parias...

(ídem, 26-6-2003).

Francisco Fernández Buey :: Tres notas sobre civilización y barbarie (II)

José Andrés Fernández Leost :: Literatura e Imperio (comentario a esta novela de Coetzee)

miércoles, julio 20, 2005

Movimiento perpetuo

Nómadas, por Bruce Chatwin: tal vez él mismo fue el último nómada que escribió luego (una actividad de pueblos sedentarios) las experiencias de ser acariciado por el viento, los placeres del camino sin guías previas. Historia del emperador Wu-ti (145-87 a. C.), el mayor ladrón de caballos de la historia. Anheló la posesión de unas pocas yeguas y sementales que pertenecían a un oscuro gobernante en el fin del mundo conocido, y al hacerlo casi llevó a cabo el colapso de China. Los Caballos Celestiales del Rey de Ferghana. Los caballos de los Wu-sun. En un segundo intento consiguió los caballos que quería, tras asediar la capital de Ferghana.

Un océano de hierba se extiende hacia el Oeste desde Manchuria hasta la Llanura Húngara. Sobre sus horizontes ondulados, nómadas a caballo mueven a sus manadas en una incansable búsqueda de comida. "El movimiento perpetuo era su credo, no sólo para prevenir las malas consecuencias de permanecer quieto, sino como un fin en sí mismo" (p. 197, trad. propia).

¿Por qué ese robo de Wu-ti? Chatwin cree que fue más bien un asunto del espíritu, que en la mitología china el caballo fue el "vehículo" mágico que escoltaba a emperadores legendarios a un sitio feliz en el Lejano Oeste. Cuando los Caballos Celestiales llegaron a China él pudo haber advertido su inminente fin. Pensó que los caballos lo llevarían a la Montaña Sagrada, y éste es el motivo por el que mantuvo los caballos cerca del palacio.

Una visita a los Nakhi, descendientes de los nómadas tibetanos, asentados en el Valle de Lijiang. Su narración se adereza con versos de los Cantos de Ezra Pound, que se inspiró en el libro del botánico (entre otras ocupaciones) Rock para dar rienda suelta a su pasión por el Extremo Oriente.

Uno de los escritos se titula precisamente Invasiones Nómadas. Ahí se nos dicen algunas cosas muy interesantes sobre esta forma de estar en el mundo, desde la perspectiva histórica concreta de la caída del Imperio Romano: un episodio en el conflicto entre dos sistemas incompatibles aunque complementarios: nomadismo y agricultura establecida. La llegada de los hunos en sus robustos ponies no fue una novedad. La antigua Mesopotamia y Egipto tuvieron que hacer frente al mismo problema en sus respectivas fronteras. Andreas Adolfi, un historiador húngaro, escribió que existe una "frontera moral" entre los bárbaros y los mundos civilizados. En una nueva forma continúa la confrontación como barrera de incomprensión entre los insurgentes revolucionarios y la autoridad establecida.

En todas partes, los invasores nómadas, que emigraron dentro de tierras cultivadas, fueron comparados a plagas de langosta y pulular de serpientes. Para los historiadores romanos la aniquilación de los pueblos germanos se comparó a una cura médica. El cinismo cruel y estatal ya hacía de las suyas. Siglos pasaron, y el nomadismo beduino siguió haciendo política de tierra quemada y pillaje contra los moradores de Tierras Seguras.

Para el nómada, el movimiento es moralidad. Sin movimientos sus animales pueden morir. Pero el cultivador está encadenado a su campo; si lo deja, sus plantas se marchitan. Chatwin hace aquí, de forma casi erudita, el elogio más hermoso de ese ir de aquí para allá, sin casa fija, "el viento nos llevará".
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Y entonces pienso en un libro que es también una de las joyas de mi biblioteca, aunque maldita sea si ahora me ponga nostálgico y además elogie biblioteca alguna, viva el libro de bolsillo, sí, pero libros así no aparecerán nunca en bolsillo. Se trata de Sueño en el Pabellón Rojo (Memorias de una roca), escrito por Cao Xueqin (los primeros 80 capítulos) y Gao E (los restantes 40), que fue editada por la Universidad de Granada en colaboración con un organismo de Pekín en 1988. Por desgracia, sólo pude hacerme con el primer tomo, y son tres en total. Escrita en la primera mitad del siglo XVIII, durante el reinado de Qialong (1736-95) de la dinastía Qing. Esta monumental novela preciosista y llena de simbolismo oriental tiende hacia lo patético, y en su contenido expresa la vacuidad y lo ilusorio de la vida. En esos primeros cuarenta capítulos asistimos a la decadencia de unas cuantas familias aristocráticas, que vienen a simbolizar la decadencia del propio imperio, tras siglos de brillantez. Tal vez ese aroma de flores oscuras, podridas, esos ambientes cortesanos y esos amores imposibles, ese erotismo soterrado, es lo que más me embriagó cuando la leí, hace muchos años, cuando era joven, cinéfilo y enamorado de todas las pasiones sin futuro...
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Nómadas que buscan los ángulos de la tranquilidad,
en las nieblas del norte, en los tumultos civilizados,
entre los claros oscuros y la monotonía de los días que pasan.
Caminante que vas buscando la paz en el crepúsculo
la encontrarás, la encontrarás al final de tu camino.
Largo el tránsito de la aparente dualidad,
la lluvia de Septiembre despierta el vacío de mi cuarto
y los lamentos de la soledad aún se prolongan.
Como un extranjero no siento ataduras del sentimiento,
y me iré de la ciudad, esperando un nuevo despertar.
Los viajantes van en busca de hospitalidad,
en pueblos soleados, en los bajos fondos de la inmensidad,
y después duermen sobre las almohadas de la tierra.
Forastero que buscas la dimensión insondable,
la encontrarás fuera de la ciudad, al final de tu camino.

Franco Battiato, Nómadas.

martes, julio 19, 2005

Irrealidad

Hay veces en que me parece estar moviéndome como durante el sueño, en un escenario blando o de pesadilla. Escenas grotescas, situaciones inesperadas (como si no hubiera algo inesperado en todo lo que nos ocurre). Cuando voy llegando a la plaza de abajo veo a Luis (¿Luis?) en pantalón corto, sus piernas canijas como cañas, nunca lo he visto de esa guisa, la verdad, y me extraña, y más al verlo que está atareado montando un puesto para poner sus pulseras y demás manuales, está con otro tío que se dedica a eso..., paso tan cerca que pienso que tendría que verme y saludarme, pero no, sigue a lo suyo: fantasmas. Cuando llego al otro extremo, y detenido un poco por no saber si bajar o no, contemplo otra escena cotidiana, pero que no deja de tener ese aire surrealista, de dejà vu, porque es justo lo que decían el otro día, y ahora tiene lugar, varios días después y al ralentí: la Pareja Feliz, o sea, el Sevillano, con una tajada que para qué (¿alguna vez está fresco?), moviéndose nervioso y zalamero en torno a su enamorada, la ex del Papagayo (que es un chiringuito ahora llevado por otra gente), mucho mayor que él, hecha una pelandusca, una tía que pasó de una vida cómoda a vivir en la calle con este menda, y es que el amor es ciego, ¡y que lo digan! Van como discutiendo, pero en realidad debe de ser el calor, el amor a sus anchas, el esfuerzo del día a día, los efluvios del alcohol forever. Luego, por la entrada de atrás del Mas, veo saliendo del portal a Stefan con una bolsa de basura, sin camiseta, el tatuaje en uno de los brazos, las gafas de sol..., cuando ya me despido me salta con que tiene una entrada para el concierto del grupo ése, Arrebato, que no tiene ganas de ir, son 12 €, ¿que si yo voy a ir?, pues no, mira, no, y lo mejor que puedes hacer, le digo, es venderla..., sí, eso es lo que haré, contesta no muy seguro, porque eso es mucho arrebato..., sus juegos de palabras, su errática cháchara, Stefan: surrealismo andante.

Y en el parque grande de atrás, un escenario en la explanada, focos, gente mirando desde arriba, más gente abajo, Niñas Cantoras y gritos de "¡torero, torero!". Desde luego, es mejor pensarlo así: que estoy en un sueño, y que pronto despertaré. En el sueño uno se encuentra con una tía que lleva casi todo el carro cargado sólo de cartones de huevos y yogures, y algún melón para disimular..., en ese sueño, quiero llevarme dos carros unidos con monedas en la ranura, pero justo cuando lo estoy tratando de sacar viene el "dueño", la discusión consabida, que si yo no sabía, que estaba solo en un rincón, medio abandonado... En la vida onírica de todos los días, una persecución fascista-mafiosa-baturra, dos coches que no pueden estar en la misma carretera, el agresor la emprende con el otro que le llamó la atención, y que desea matarlo..., y a punto estuvo. No, desde luego, no es el mejor de los mundos posibles.

Para que el nuevo día no pierda su barniz de irrealidad, en otra plaza, en un banco, como sin querer, se me aparecen de nuevo la Pareja Feliz, esta vez el pantalón recortado del Sevillano parece no tan sucio, su comportamiento más recatado, y ella sigue tan fiera, pero al menos no chilla. Los personajes se desplazan del sueño 1 al sueño 2, combinan rasgos, reorganizan las fases vitales, recomponen las situaciones, y un día sucede algo que te reta a un cambio, que te guiña, como una mujer frívola subiendo la escalera camino de la habitación, tras cuya puerta, nadie sabe.

lunes, julio 18, 2005

Largos días del verano III


"Malevich was touched by mystical yearnings. In his hands the non-objetive canvas became an icon of anarchy and inner freedom: this is what made it dangerous to Marxist materialism. On his painting Black Square he said he had felt *black nights within* and a *timidity bordering on fear*, but as he decided to break with reality and abandon the image: *a blissful sensation of being drawn into a "desert" where nothing is real bur feeling, and feeling became the substance of my life*. Now this is not the language of a good Marxist, but of Meister Eckhart -- or, for that matter, of Mohammed" (Bruce Chatwin, op. cit. p. 163).

Estupenda la penorámica que traza del arte vanguardista ruso antes de que fuera prohibido por las autoridades soviéticas. Lo que cuestiona Ch. es que eso se realizara por simple ignorancia. No: los mandamases del Partido no podían permitir una nueva iconoclastia, y los bolcheviques, como toda sociedad autoritaria, amaban las imágenes porque reforzaban la cadena de mando en todos los niveles de la jerarquía. Se enfrentaban, con estos artistas de vanguardia, al anarquismo renacido de los pueblos nómadas, que odian y destruyen las imágenes. El Volga es la frontera nómada de la moderna Europa, como dice en el artículo que sigue. Malevich, como otros artistas de aquellos años, sintió una pasión repentina por las máquinas, e hizo una llamada al hombre para construir un nuevo mundo que sólo le perteneciera a él. El más terrible y equivocado de todos fue Mayakovsky, el poeta estrambótico, "la nube en pantalones", que tras visitar Estados Unidos y decir que era buena para las máquinas pero no para los hombres, pidió amnistía para Rembrandt antes de meterse una bala en el cerebro. Con su muerte en 1930 era obvio que el Movimiento Izquierdista había fallado. El Partido lo aplastó. Pero también murió de fatiga, concluye el lúcido Chatwin.

La vida urbana enriquecida por la velocidad, que tanto los fascinó al comienzo, pronto les desencantó; las máquinas eran el enemigo. Incluso un genio como Varèse se equivocó al elogiar el "sound" que editaban las motocicletas de la juventud. Hoy día, con coches-discoteca por doquier y ruidos como sonosfera infernal, y el feísmo (la grasa de las capitales) de la vida urbana, desde luego, está más claro todavía.

Los buscadores de la Séptima Dimensión..., los Molokany o Bebedores de Leche, que influyeron a Tolstoy...
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Con el calor tan intenso de estos días es difícil hacer otra cosa que no sea... El Rastro en sus horas más bajas, el sudor es el protagonista. Libros en inglés a 1 €, pero ninguno vale... Una obra estupenda de Bernstein, los Chichester Psalms, el sábado por la tarde, luego un aburrido concierto para violín de Alan Rawsthorne, del que se cumple ahora un siglo de su nacimiento (estos ingleses...). El domingo está mucho mejor el programa El mundo de la fonografía, dedicado a Louis Kentner, acompañado por Menuhin al violín y Cassadó al cello, en obras de Schubert (Trío nº 1), Brahms (Trío nº 1, op 8) y Ravel (su Trío en Sol), luego viene Mozart pero ya es demasiado... Después de cenar, un nuevo programa de sugerente título, La catedral vegetal, que pillo ya comenzado, y que tiene como centro Nobody knows (the trouble I've seen), que es un espiritual que de alguna manera usó el también suicida Bern Alois Zimmermann en su Concierto para trompeta, de aires jazzísticos. Un fragmento del War Requiem de Britten dio paso al final de la Canción de la tierra de Mahler, el famoso Adiós en la voz de Christa Ludwig. Lo mejor vino luego, con el juego desarrollado por Uri Caine a partir de ese mismo fragmento, colocando una voz judía allí donde estaban los estertores del romanticismo, ¡realmente sorprendente, y que capta las entrañas de una música en su sentido profundo!
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Uno nunca sabe lo que late en los sueños, en el ombligo el sueño, en las burlas macabras de sus imágenes. Tampoco sabemos lo que las voces traen, y qué sorpresas nos depara la corriente de la vida.

viernes, julio 15, 2005

El canto del mundo

La búsqueda de lo maravilloso fue el lema que movió a Chatwin a lo largo de su vida. En sus stories, en sus retratos de personajes que conoció, late siempre ese afán de conocimiento, de ir más allá de lo común. En una estancia con unos amigos en la Unión Soviética, durante una fiesta pillan una curda impresionante, y nuestro hombre se pone a canturrear algo, que resulta ser Shakespeare, If music be the food of love, play on. Give me excess of it... (p. 61). Luego nos habla de un compositor del que no había escuchado nada, Kevin Volans. Después de la publicación de The Songlines (1987), el autor surafricano le escribe invitándole a viajar con él para hacer grabaciones en Lesotho. Se vieron. Amigos para siempre..., lástima que Chatwin estaba ya enfermo. Volans, ni africano ni europeo, llegó a la conclusión que el lenguaje del serialismo estaba muerto, tras estudiar con Stockhausen y llegar a ser ayudante suyo. Se metió en la búsqueda, a su vuelta a África, de investigar la relación de la música con su fuente geográfica. Hizo numerosos viajes de grabaciones a África del Sur. Se interesó por la guitarra zulú. El resultado en su obra es imbricar esas nuevas técnicas del Sur en los intrumentos y formas ya existentes: el clave, la flauta, el cuarteto de cuerda. Evitó lo exótico. Concluye su escrito con estas palabras:

There is a Sufi saying, "Freedom is absence of choice". I believe this to be devotional music of the hightest order. For me, Kevin is one of the more inventive composers since Stravinsky. "The Songlines", his fourth string quartet, will be given its première by Kronos at the Lincoln Center in November
(p. 69).

Se me olvidaba: cuando habla de su obra, la que da pie a este encuentro, refiere la manera de estar en el mundo de los aborígenes. No hablaré ahora de esto, pues ya lo haré cuando comente la obra en cuestión, sino que anoto aquí la conclusión que extrae:

Man is a talking creature, a singing creature. He sings and his song echoes up and down the world. The first language was in song. Music is the hightest of the arts.
(p. 65).

Una vez, hace ya años, escuché una pieza de Volans para percusión, que Chatwin cita: She Who Sleeps With A Small Blanket. Ya hay otra versión para cuarteto de cuerda. Aquí el compositor da muestras de su influencia rítmica-surafricana, en esa motórica ascensión de la primera parte (que luego aparece cerca del final), para luego emprender un tramo más calmo aunque no menos difícil para el percusionista, basado en decisiones tomadas más o menos al azar. Para seguir sorprendiéndonos, en la coda deja de lado los tambores y cajas y la emprende con la marimba, rematando la obra con carácter de sueño. La escuché en Jóvenes Intérpretes a Ll. M. Marzal.
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El jueves por la noche comenzaba en Madrid (Teatro Monumental) la gira de la Orq. Mundial de Juventudes Musicales (Jeunesse Musicale World Orchestra), que dirige Josep Vicent, antiguo solista de marimba, y que gusta de presentar programas de música contemporánea. El del otro día no era muy vanguardista que digamos, sino más bien popular, respondiendo al lema "Danzas para la paz" que llevarán por el mundo, por ejemplo a China... Comenzaron con la obra que más me apetecía escuchar, The Chairman Dances de John Adams, un Foxtrot para orquesta sacado de su ópera Nixon en China, que suena en ese momento en que Madame Mao se pone a bailar (junto a su marido, que sale de un inmenso retrato de la pared) al ritmo de la música que surge... de un gramófono. Se supone que en China gustará bastante... Luego tocaron La oración del torero de Joaquín Turina (versión para orquesta de cuerda); el Bolero de Ravel (le doy la razón al compositor cuando decía que era una pieza sin música; ese tambor insistente me recuerda peligrosamente la música de procesiones); y ya en la segunda parte, la suite nº 2 y un número de la nº 1 de Romeo y Julieta de Prokofiev. En la orquesta hay al menos 17 músicos españoles (de los 100 que la integran), tocan muy bien, y les deseamos mucha suerte allá donde vayan.
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El gran festival del verano son los PROMS londinenses, que comenzaron ayer. Casi dos meses de música, en el Royal Albert Hall, ese edificio singular en donde se reúnen miles de melómanos para escuchar la mejor música, ya sea sentados o de pie, o tumbados en la arena. Aunque el festival de Lucerna es el más potente por las orquestas, solistas y atención a la música de nuestros días, el de Londres es el más veterano y popular, y hace una labor impagable de difusión de la música seria. Nunca tuve la suerte de estar allí, pero algún día caerá (este año parece que la sombra del terrorismo seguirá cayendo, aunque no se quiera). En la segunda parte del concierto de ayer se pudo escuchar A Child Of Our Time de Sir Michael Tippett, uno de los compositores homenajeados este año. Recuerdo que cuando estuve en Londres en 1998 me compré una grabación de este importante oratorio, en versión de Previn (aunque ahora se ha reeditado en Naxos una que dirigió el propio autor). La obra se basa en un hecho real, la historia de un muchacho que fue encarcelado en la época de los nazis por matar a una autoridad alemana, tras enterarse de la muerte de su madre en Polonia. Luego Tippett se enteró que había salido de prisión y estaba "desaparecido". Cinco espirituales vertebran la composición, que son pieza clave de su contenido. Sobre todo, me gusta Steal away (to Jesus), que no llegué a escuchar anoche. En el reparto vocal estaba Ian Bostridge, ese estupendo tenor.

P.D. El miércoles pasado La noche cromática cumplió 200 programas y con ese feliz motivo hizo un especial con dos oyentes asiduos en el estudio. El hilo conductor fue la voz: piezas de Monsalvatge, Schönberg, Moreno Torroba, del Cancionero de Palacio, Brahms... Tenía que ser así, la voz celebrando la diversidad del mundo y la continuidad de una pasión.

jueves, julio 14, 2005

Viajes




Fotografía de portada del libro: Dos puertas pintadas en un barrio de chabolas, Nouchott, tomada por el autor

He comenzado a leer What Am I Doing Here? de Bruce Chatwin (Picador, 1990), el gran viajero-escritor del siglo XX, en donde recopila un montón de materiales diversos, desde retazos en donde habla de amigos hasta pasajes de viajes extraños (en busca del Yeti, de un niño-lobo en la India, junto a Gandhi, etc.) Como aclara en la introducción, The word "story" is intended to alert the reader to the fact that, however closely the narrative may fit the facts, the fictional process has been at work. Esta mezcla de hechos y ficción es lo que ha encandilado a tantos lectores desde su primer libro, In Patagonia, y lo que hizo embarcarse a Werner Herzog en el rodaje de Cobra Verde, otro espíritu atormentado por los viajes anímicos.
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El final de Metroland es perfecto: con ese recorrido casi sonámbulo del narrador por su casa en la oscuridad, sólo iluminada por la luz anaranjada de una farola que a las dos de la mañana se apaga. Después de los Sueños y Teorías de su juventud, junto a su inseparable amigo Toni, y del viaje a París en busca de experiencias para encontrarse con esos sueños ya despierto, vuelve a Metroland, con su futura mujer, Marion (aunque ya digo, el amor con Annick es lo que más me gustó), para encontrarse a los 30 años (1977) hecho un tipo burgués, con buena casa, un buen trabajo, una hija, y todos esos tics de un family man. Justo lo que habían criticado a los 16 años, cuando leían a Baudelaire y demás rebeldes. Pero claro, cuando un sábado por la tarde se está con la cortadora de césped, no se piensa en Mallarmé. Toni vuelve, merodea por su vida confortable y en una conversación le sugiere la posibilidad de serle infiel a su mujer, es decir, de aprovechar y acostarse con otras mujeres, antes de que la muerte venga a estabilizarlo todo. En una fiesta que da un amigo conoce a una chica lanzada que le propone la aventura, pero él acaba resistiéndose. Más tarde, cuando su mujer le confiese un acto de debilidad, él ya no sabe qué pensar. Para quien haya leído esas dos novelas posteriores que son Hablando del asunto y Amor, etcétera, este planteamiento no resultará extraño: una pareja y un amigo ¿común? que acabará complicando las cosas. La amistad y el amor, combinaciones perversas en la rutina de una vida. Nunca se sabe qué puede suceder; porque ahí en la felicidad de un hombre en la plenitud de su existencia, se ocultan fantasmas de otra vida posible, de otras sensaciones que esperan al acecho. La manera de afrontar estos problemas sentimentales, en Barnes, me parece realmente buena. ¿Qué es ser adulto?, es justo dar la espalda a todos aquellos sueños, a la creencia en una armonía entre vida y arte --incluso la posibilidad real de la "voluntad de poder como arte" que dijo Nietzsche en sus escritos póstumos--. La novela acaba de forma "perfecta" pero engañosamente, porque está todo por volar por los aires. Entropía.
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Encuentro a Luis y a Joaquín cerca del cementerio (bueno, Luis llega al rato con bolsas del Supersol), están planeando irse a otra parte (Luis no quiere parar en un sitio más de quince días). Nómadas auténticos, no los que tristemente viajamos por el ciberespacio o por lugares ya transitados y previsibles. Ser adulto es también eso: marchar por las rutas que te dijeron que eran las más cómodas. Detrás del banco de piedra, al fondo en la grama, se acumulan las latas de cerveza, como quince o más. Hablamos de la perra de Luis, y luego viene otro alemán con su pastor alemán. ¿Tienen los animales conciencia? ¿existe algo así como el alma? La discusión podría durar días y días, pero resulta difícil mantenerla dado el materialismo arraigado de Luis, que sólo cree en las experiencias, "lo que se puede contar". La vida como un viaje finito que termina el día que la palmas, y entonces, lo mejor es que te metan fuego, dice Luis, que no soporta los cuentos de los curas. Luis vivió casi todo el franquismo (nació en 1948), así que ahora tiene 57 años, podría ser mi padre. Conoció las torturas y demás espantos de la dictadura (hay que pensar que entonces existía una orden sobre Vagos y Maleantes, y que afectaba a gente como ellos y también un tiempo a homosexuales: peligrosidad social). Joaquín es más joven, unos 45, pero también ha vivido lo suyo (hace poco fue operado de una cadera, y sigue con las muletas). Hacen buena pareja, compañeros de fatigas..., y ese no saber dónde pasarán la noche, o como contaba Luis el otro día: un tipo que se acostaba sin nada encima (dinero, etc.), por si le sucedía lo Terrible, irse sin nada, como decía el poeta. Me quedo pensando, de camino a casa, en todo eso, la muerte y más. Si es cuestión de creencias, dice Luis, entonces, ¿cómo afirmar algo, cómo experimentar lo más íntimo, y lo que está más allá de los sentidos?

21 Gramos.

¿Es el Sexo un Viaje? ¿Me querrán cuando ya no esté? El sentimiento que me atenaza, la soledad, el abandono y el olvido, se me aparece anoche en un sueño, "Belle" estaba por allí, pero ella me dejaba de lado, cómo pensar en los extraños, los desconocidos, y quién mantiene los Trazos de la Canción.

miércoles, julio 13, 2005

Efecto de la soledad

Lo reconozco: ayer sufrí un ataque de melancolía, no lo pude evitar, volví a casa, mareado por el calor y otros elementos intracorporales, me eché en la cama, sin ganas de comer, sin ganas de nada, sólo de vomitar algo que no podía salir, porque es peor que una espina que dicen los cursis que llevan clavada en el corazón; y me levanté, y me puse a buscar por las torres de cassettes para encontrar aquella cinta en donde, ya se sabe, en donde ella me grabó su voz aquel verano terrible de ausencia, en donde cada rayo de sol era una puñalada trapera; y no la encontré, cómo habría de hallarla, si ella se la quedó, porque era suya, y ella me la mostró y me pidió que la escuchara, y entonces me enamoré más hondo. En esa cinta, que conservo en algún hueco maldito para no encontrarla fácilmente, cuando me dé, ella cantaba, creo que una era de Mercedes Sosa y otras más, y también Fuga y Misterio de Piazzolla con su flauta, y el necesito alguien que me emparche un poco y que limpie mi cabeza...

La canción resulta ser de Ignacio Copani (Para qué me preguntás), y dice así:


Para qué me preguntas si aun te quiero,
precisas que lo confirme ante escribano,
que lo firme, que le ponga cuatro sellos,
una flor
y un anillo en cada dedo de la mano.
Para qué me preguntas si aun te quiero,
la respuesta la sabemos de hace rato,
si te celo con tu viejo, con tu amiga
y el señor
que pasó y que te miraba de costado.
A lo mejor querés que escuche todo el barrio,
que yo le cuente de mi amor al mundo entero
y te regale en cada nuevo aniversario
un pasacalle donde diga "yo te quiero".
A lo mejor querés avisos en el diario,
que salte desde la heladera hasta el ropero,
que de tres vueltas y aterrice desarmado
y antes de desmayarme grite "yo te quiero".
Para qué me preguntas si aun te quiero,
precisás que te lo jure veinte veces
por mi madre, por mi padre, por mi tía,
por el gol
que le hizo Maradona a los ingleses.
Para qué me preguntas si aun te quiero,
para qué me rompés tanto la paciencia,
para qué si te demuestro que me quedo
junto a vos
exclusivamente por la conveniencia.
Y me convienen las acciones de tus manos
y el interés mensual que rinde tu deseo
y el plazo fijo que en el corazón me guardo
para cobrarlo cada noche de tus besos.
Y me conviene hacerme multimillonario
de tu palabra, de tu alma ,de tu cuerpo,
con todo eso te parece necesario
que te repita una vez más cuánto te quiero.
***

No puedo seguir, porque estoy derrumbado. Cómo echo de menos aquellos días, aquellas canciones, aquellos susurros. Las demás mujeres que conozco, que conocí, no saben cantar. Si no saben cantar, pierden el tiempo conmigo.

lunes, julio 11, 2005

Always let me go


Unos que nacen, otros morirán;
unos que ríen, otros llorarán.
Aguas sin cauce, ríos sin mar,
penas y glorias, guerras y paz.

Siempre hay por qué vivir,
por qué luchar.

Siempre hay por quién sufrir
y a quien amar.

Al final
las obras quedan, las gentes se van.
Otros que vienen las continuarán.
¡La vida sigue igual!

Pocos amigos que son de verdad;
cuántos te halagan si triunfando estás;
y si fracasas, bien comprenderás:
los buenos quedan, los demás se van.

Siempre hay por qué vivir,
por qué luchar.

Siempre hay por quién sufrir
y a quien amar.

Al final
las obras quedan, las gentes se van.
Otros que vienen las continuarán.
¡La vida sigue igual!
***

Mientras alguna gente sufre la pérdida de seres queridos, mientras tratan de ingeniárselas para sacar los cadáveres sepultados treinta metros bajo tierra, His Majesty The Queen junto con la camarilla real celebra desde el balcón, junto con los veteranos de la Segunda Guerra Mundial, los 60 años del Final y el Glorioso Porvenir para el Occidente Libre. Los jóvenes han de tomar ejemplo. La agenda de His Majesty se mantiene a todo rumbo. Los ingleses no son como esa gente allá en Madrid, son gente pragmática, que sigue haciendo su vida exactamente igual; aquí no ha pasado nada, cubrid los restos del autobús destrozado, abrid las estaciones, los comercios, el espectáculo ha de continuar... Perros ingleses los hay en todas partes, esta Costa del Sol está llena (por suerte, hay otros destinos turísticos más baratos).
***

Unos días antes del Desastre de Londres, comienzo a leer Metroland de Julian Barnes, el perro inglés afrancesado (sólo por eso es mi escritor favorito). Como siempre, la edición en paperback de Picador (1990). Es su primera novela, y es tan buena, está tan bien escrita, llena de rasgos de ingenio y con una nostálgica e irónica evocación de la primera juventud, que recibió el Somerset Maugham Prize. Se divide en tres partes, la primera transcurre en 1963 en Londres, en los suburbios denominados Metroland (donde termina la línea del Metropolitano), junto con su amigo del alma, Toni. Me recordó por momentos a ese niño repelente de Aquellos maravillosos años, por el tono con que habla de la familia, la escuela y demás preocupaciones de los 16 años. La lectura es mucho más compleja que la de Auster, porque Barnes, al contrario que el norteamericano, es un estilista fino, muy preocupado por los juegos de palabras, la jerga y las combinaciones interlingüísticas (especialmente con el francés como lengua afectiva). Lo mejor llega en la segunda parte, que pasa en París nada menos que en la Primavera de 1968, cuando les événements... Han pasado cinco años, ya tiene 21 años y está allí para completar sus estudios haciendo una especie de tesis un poco ambigua (en realidad, lo que quiere es reencontrarse con sus raíces). Le escribe a Toni, que ha ido a Marruecos y se encuentra de otra manera en el mundo. El momento cumbre de su vida llega cuando conoce a Annick, una francesa con la que irá al cine, hablará de películas y literatura y pronto caerá enamorado de sus..., ¿encantos? La escena de erótica complicidad es descrita con realista precisión, y me ha hecho pensar en otro momento, mío, de hace poco más de cinco años. Es que la vida es así, hecha de pequeños gestos ambiguos, y chispazos de efímera bondad. El flâneur ha creído encontrar a su Nadja en calles cargadas de arte e historia.
***

Música, música, más música por favor (el cine es una pasión de juventud, cuando uno sueña despierto; luego, esos sueños son sólo química impura, y el celuloide pasa a mejor vida). Una mezcla imposible: Cathédrale I de Haubenstock-Ramati, 24' para arpa sola, por Giovanna Reitano; John Williams al comienzo y al final de El mundo de la fonografía, con Three Songs, para orquesta, y la espectacular banda sonora para el último episodio de Star Wars; la suite de El pájaro de fuego de Stravinski, y la segunda sinfonía de Borodin, por la Minneapolis Symphony, por Antal Dorati (un disco del sello Mercury, conseguido en el socorrido Rastro). En Los raros, de Radio Clásica, Alexander Tansman, su Sinfonía nº 5, con toques de Stravinski; ya en la tarde, como no pueden poner La flauta mágica desde el Real, un programa alternativo y muy variado, que incluye Amor y Vida de Mujer de Schumann; el prescindible Concierto para violín de Glazunov, por Izak Perlman/Israel/Mehta; la música surrealista de Satie en el "ballet realista" Parade, en una grabación excelente de la Orq. Philharmonia/ I. Markevitch; y finalmente, el Conc. para piano nº 11, K. 413 de Mozart, en versión de Malcolm Bilson al fortepiano y los English Baroque Soloist dirigidos por Gardiner (otra interpretación de referencia, según la Guía Penguin).
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Ahora, déjame que me marche, estoy exhausto. Que te vayas a mamarla, ¿Cómo?, lo que has escuchado, y si no..., te voy a mandar a un sitio..., monos de mierda. Me parece que te estás equivocando. Dos años de culturismo, chico muy trabajador, fuma sólo lo justo, bebe de vez en cuando... Mira, que me dejes. Ya no estoy para nadie.

jueves, julio 07, 2005

... y no son felices

Navegando por algunos sitios musicales, encontré una emisora, Iridian Radio, que ofrece música estadounidense de la que más me gusta, en donde se mezcla el minimalismo de los orígenes con la vanguardia y el experimentalismo más posmoderno: Steve Reich que suena ahora mismo, su Triple Cuarteto por el Kronos Quartet; o antes Iva Bittova con una deliciosa pieza vocal, Kukkukikuk; el Tin Hat Trio con una miniatura que suena en la onda de Harry Partch; Michael Dougherty con su Metropolis Symphony; un trozo de cuarteto de Glass o cosas de Meredith Monk y de David Lang con Bang On A Can (peculiar grupo de ritmos salvajes). Todavía es posible la aventura musical. No es que me apasione escuchar por internet, pero en las radios convencionales no ofrecen semejante programa.
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X-Treme Death, Black Metal... Ven a nuestra fiesta a conocer los últimos...
Pub Tantra. El satánico sigue con sus movidas.
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Auster y su afición por meter una narración dentro de otra, y otra, y... Aventuras en el desierto, con indios que en realidad son Humanos venidos de la luna en un lejano tiempo. La búsqueda del padre. Se acerca el final, que será en realidad un camino para seguir... hacia otro sendero, en busca de la resbaladiza música del azar.
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Ay, ¿a que no sabéis en dónde estuve? No os lo vais a creer, es un sitio paradisíaco, calitas rocosas que en realidad son de origen volcánico, el color de la lava, pero por desgracia... no muy lejos asoman las grúas, si es que... (destrucción a toda costa), sí, es Cabo de Gata, uno de los últimos lugares vírgenes... recargando las pilas... (ya sé otro sitio adonde no ir).
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La maravillosa fantasía de Stefan, su encadenamiento de nombres, situaciones, su invención de tramas de carácter paranoico-burlesco. Remata su sucesión de historias femeninas con una de tintes casi líricos, con la imagen de los jóvenes amantes en una bañera abandonada a un lado de la cuadra, la chica rendida pero feliz, él a un lado, sin moverse, mirando los dos fluidos, el blanco, el rojo, que se deslizan por el blanco del recipiente.
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Los hombres mueren, y no son felices.

martes, julio 05, 2005

Surrealismo

¿No fue André Breton quien dijo que el acto surrealista sublime era salir a la calle armado con un revólver y empezar a disparar a la multitud? También el loco de Pío Baroja dice en una de sus novelas, por boca de no sé quién, que lo mejor sería instalar ametralladoras o algo así a la salida de las plazas de toros... En la novela de Auster, el acto no está cargado de violencia gratuita, sino de justo lo contrario, de generosidad: Thomas Effing, el hombre anciano en silla de ruedas, y su cuidador, nuestro narrador (Fogg), se lanzan a la aventura azarosa de repartir billetes de cincuenta dólares a los extraños desconocidos, los que pululan por Nueva York en cualquier rincón. Los veinte mil dólares que ya no necesita, Thomas decide lanzarlos a los necesitados, y repartidos en cuatrocientos montoncitos, a cuarenta por noche, les lleva diez días el trabajo de implicación del azar. Los últimos días serán también el desencadenante de la enfermedad que acabará con el viejo, y eso hará que se cumpla su profecía acerca de su propia muerte (otro loco como Ferrater). Y entonces pensé en la otra novela, Leviatán, que también leí en el original, y en el personaje inspirado en la artista Sophie Calle. Y me acordé de aquella exposición magnífica que tuvo lugar en el Palacio de los Condes de Gabia de Granada, hace ya años, cuando mi otra vida. Ahí estaban los trabajos de ella, los más conocidos, como Mi boda; o como esa película detectivesca desarrollada principalmente en Venecia; o la sesión de fotos con los desconocidos que aceptaron dormir en su casa, y que se dejaron "retratar" mientras dormían y demás. El placer de los extraños. La impostura como una de las bellas artes. Jugar con fuego. Vidas suplantadas. Y no olvidarse de las cajitas de cumpleaños. Maravillosa recreación de identidades. Posmodernidad venturosa.
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En el CAC de Málaga, dos nuevas exposiciones, una de Teresita Fernández, que me dejó más bien frío (pese a esas llamas fabricadas con hilo de seda, lo más llamativo de la muestra); y otra, mucho más impactante, del pintor alemán Neo Rauch (Leipzig, 1960), del cual es su primera exposición individual en España. Rauch ha creado con estas pinturas, sobre óleo o papel, un nuevo surrealismo, filtrado por el realismo socialista, que formó parte de su formación, obvio. Pero a ese background le añade referencias irónicas del mundo del pop y la ciencia ficción, vía cómic. Estas citas de la cultura popular (bocadillos vacíos en algunos de los lienzos, libros ilustrados, música rock, como en su autorretrato Rauch de 2005) hace que su pintura sea una amalgama de los estilos y motivos más dispares. Los escenarios son modernos y desoladores (fábricas, estaciones de trenes, hoteles de montaña, hileras de chalés sixties, silos, aeropuertos...) en donde aparecen figuras ataviadas con atuendos como del siglo XVIII, como la figura central de Konspiration (2004). Estos anacronismos funcionan como uno de los desencadenantes del misterio que rodea cada cuadro. Otro elemento que contribuye a ello es el paisaje, con unos cielos inmensos y sombríos, y una naturaleza (bosques, caminos como embarrados, etc.) cargada de presagios, lo cual lo enlazaría con los románticos, sus antepasados.


Neo Rauch :: Waldmann, 2003

En esos escenarios cotidianos (carreteras, autopistas, fábricas, hoteles, barracones militares), pero extraños, porque parecen pertenecer más a la memoria, al pasado, deambulan los raros y a menudo gigantescos personajes de Neo Rauch (obreros de la construcción o de la industria, dependientes, oficinistas, soldados, niños, seres híbridos...), algunos de ellos parecen salidos directamente de la imaginería propagandística proletaria o de otras épocas. Estos personajes inquietantes nos resultan bastante difíciles de etiquetar e incluso determinar qué es lo que están haciendo y prácticamente imposible fechar las extrañas escenas en las que participan. Otra de las características que saltan a la vista es la yuxtaposición de imágenes, lo que le da ese toque tan surrealista sui generis. En Bauer (2002), aparecen en el extremo derecho unos monjes en extrañas posturas, sobre un terreno arenoso, a un lado una edificación moderna, y más allá un paisaje de tono otoñal, pero justo encima y ocupando buena parte del cuadro se cierne un cielo color chocolate, realmente amenazador. En el extremo izquierdo vemos la casa de varias plantas, seccionada de tal forma en su parte inferior para mostrarnos a unos extraños obreros (¿un horno, una fragua?), uno de los cuales parece cuidar un jardín.

Neo Rauch dice pintar sin programa previo, a partir de un sueño, o sobre las contradicciones inherentes a los múltiples significados que ofrece una misma palabra. Pero en sus obras aparecen sin embargo de forma persistente figuras y temas típicos del realismo socialista. Yo creo que lo que más gusta de hacer es sabotear esas convenciones estilísticas, mediante la inclusión de elementos de la ciencia-ficción, lo cual hace muchos de los lienzos tan divertidos como explosivos en su nuevo imaginario: la lucha contra un extraño monstruo rojo que surge de las entrañas de la tierra; ectoplasmas en escudillas; una seta gigante tras la cual un guerrero parece disparar... Otro elemento que desconcierta es su búsqueda de las dimensiones extremas: los cuadros o son muy pequeños o son enormes. Todo parece confabularse en esta muestra para soprender al espectador, dentro del renacido figurativismo cargado de siniestras intenciones...

P.D. No pude evitar pensar, ante cuadros como el citado Konspiration, en la obra de Thomas Pynchon, con su gusto por los anacronismos, su amalgama de géneros y la inclusión de tramas estrambóticas, personajes del pasado en paisajes casi del futuro... Sí, esto es posmodernidad de la mejor.

lunes, julio 04, 2005

Pornocracia



Thomas Ruff, de su serie Nudes

Tarde de domingo, después del Rastro (ahora rastrillo, porque en su nueva ubicación, en una explanada rodeada de desierto, y muy pequeña, sólo cabe una cuarta parte de los puestos de antaño). En Verano Azul, junto al río, continuando la lectura de Moon Palace de Auster. El pequeño libro rojo, las aventuras en el desierto norteamericano, todo me parece algo kitsch, y el que escribe se da cuenta en cierto momento, después de que ha pasado todo el rifirafe. Pero mi tranquilidad dura poco, es decir, la soledad en la que me he instalado. Se acerca Stefan, horror, conduciendo el carrito en donde lleva a su hijo pequeño, de unos dos años. Un niño de mirada triste, que lloriquea por todo, que se coloca su gorra como para no ver a los extraños como yo, que apuro la Victoria que tengo a mis pies (Stefan no quiere... de momento). Empieza a hablar sobre un viaje que hizo a Bélgica y Alemania, cuando se dedicaba al negocio de la venta de coches con un amigo. Claro que todo esto es uno más de sus cuentos, sus aventuras de nunca acabar. He hablado otras veces de Stefan, es un caso. Hasta lo he tomado como personaje de algún relato, y también podría ser que participara en alguna novela. Pero existe, no me lo invento. Alguien me ha podido decir que cuánto de lo que aquí escribo es real, y cuánto es inventado. Buena pregunta: cuánto de sinceridad puede haber en un blog, una herramienta para escribir de forma compulsiva (más aún que los viejos diarios en papel), y que en cierto momento pasa a formar parte de un entramado de blogs por los que uno hace rizoma. Llegado ese momento, cualquier cosa puede pasar. No me gusta la gente que de entrada se mete a escribir sobre UN TEMA, ya sea cine, música, relatos eróticos más o menos inventados. Todo para llamar la atención... Pero hay que reconocer que, por mucho que uno se meta de lleno en la vida auténtica de cada día, siempre hay restos de ficción, porque no hay vida auténtica, sólo en los sueños de algún podrido filósofo o poeta de los lagos, puede ser...

O sea, que Stefan se va, pero dice que vuelve cuando deje al chiquillo, que me parece que detesta ya la vida pordiosera de su padre y sus amiguetes. Al verlo, pienso en la responsabilidad de ser padre, es decir, en la extraña razón por la que un tipo de treinta años (junto con alguna mujer de la misma edad) decide dar el paso y tener un crío (muchas veces, eso no es más que un impulso irracional, un juguete pasajero, pero no: siempre hay consecuencias, incluso para los actos más banales). Cuando ya me voy, lo veo que viene con una bolsa llena con algo, me doy la vuelta, una meada junto a la furgoneta en vez del servicio del MAS, y nos sentamos en un banco, pero en la parte de arriba. Saca dos latas de Amstel (qué asco, pero bueno) y empieza su bla bla bla. Me hubiera gustado tener una grabadora, porque el habla de Stefan es tan peculiar, tan graciosa a veces, que es casi imposible para mí reproducir aunque sea un trozo de la cháchara. Fascinación que siento por el puro fluir de las palabras, los gestos también, pero sobre todo las inflexiones, las expresiones, y todo en un fluir surrealista casi. Basta que le hable apenas de tal tía, para que él se lance y hable de ella sin parar. Porque Stefan tiene dos obsesiones: las mujeres, y la violencia contra todo tipo de autoridad o gentuza, ya sean policías o terroristas. Las aventuras con los pitufos, ese juego del gato y el ratón, esas historias sobre la secreta ahora que estamos en temporada alta, me aburren un poco, porque siempre es lo mismo, aunque por la manera en que lo cuenta, es muy divertido. Que un agente secreto, no sólo vaya de paisano como se suele decir, sino con las pintas de la gente macarra, con tatuajes y un rottweiler, que se acerque a los que fuman preguntando por hierba, ya sea en el paseo o en el Tantra, me parece muy divertido, lo cual no deja de ser real. Pero ya digo, Stefan llega a su cumbre cuando se pone a cascar sobre las mujeres que se ha tirado, desde que era un jovencito hasta la época actual, desplegando en unas cuantas horas (tendría que haber estado más borracho para soportarlo) todo su ars amatoria, todo el álbum pornográfico de su miserable existencia.

Algunos ejemplos: esa chica de veintiocho años, rubia buenísima (se detiene para describir con precisión el matiz de su pelo, no es un rubio de bote, es oscuro, es delicioso), que trabaja en el aeropuerto de Málaga pero que vive en Fuengirola. Va a verla algunas veces, y es ya la envidia de taxistas y demás currantes del lugar. Va a esperarla, poco antes de que termine de limpiar, y se van por ahí a divertirse. Maravillosa historia natural de dos amantes... Stefan se casó con una georgiana, de la que está separado desde hace algún tiempo, o eso me dice. Un día entré en una tienda de fotos y me topé de golpe con un cuadro en donde estaban retratados una pareja de novios: Stefan y la "rusa". No me lo quito de encima, su voz resuena en mí mucho tiempo después de despedirnos. Bueno, también hay otras muchas historias, pero esta me parece la más tierna. Stefan es el mejor amigo de las mujeres, es que no puede resistirse a ninguna, no perdona ni a las viejas (¿cómo se llama la ninfomanía masculina, satiriasis?). Las mujeres están para amarlas, para quererlas y respetarlas, y eso lo dicen mucho los actores porno también... Conoce a todas, no se le escapa ni una. Conforme avanza la tarde, y nos vamos a la zona de sombra de la Fuente de Europa, el discurso degenera en una suerte de catálogo erótico-sentimental, y como en los sueños, desciende en su propia vida hacia la juventud más ingenua y no menos díscola. De las historias casi grotescas con la italiana y sus amigas lesbianas (le hablo de la pareja de belgas del Palenque, y es verdad que la rubia está buenísima, qué desperdicio), pasa a contarme de Rocío, la que está coja y es adicta a la sangría en tetra-brick. También tiene una hermana que está en un centro para alcohólicos y otra que es hippie. Hablamos de la madre, a la que conozco, de lo que ha sufrido cuando vivía con el "abogado", y lo bien que está ahora, con el "canadiense". Durante la terapia de grupo, el psicólogo se metía con ella y le decía que estaba con el "abuelo", y por eso ella decidió dejarlo (total, estaba allí sólo por su hija, lo cual no era aceptable para el resto: cada uno está por sus problemas, no por los de los demás). Bueno, pues la madre de Rocío estaba buenísima cuando más joven, y la misma Rocío era un bombón. Stefan cuenta las juergas que se corría con su hermana la alcohólica, allí en las cuadras del río. Dios mío, no parece terminar nunca. Esto sí que es hacer rizomas..., las metáforas del deseo, salto sobre salto, y cada cicatriz permanece, pero todo fluye, no hay que detenerse en ningún corazón, porque duele. También habla de la de Santo Domingo (eso es República Dominicana, pero él sabe poco de geografía que no sea la amorosa), a la que vi con un viejo inglés que le compra un reloj caro, unos zapatos de más de cien euros. Con ella estuvo en la playa, se la calzó bien, luego eran la envidia de los pescadores cuando volvían (siempre es el mismo esquema, jodienda a lo lindo y luego los otros se quedan babeando y con ganas, pero resulta tan divertido cómo lo cuenta...). Ya el no va más ha sido antes lo de la psicóloga de su propia terapia de grupo (aunque disimula con que iba de acompañante de un tal Manuel), que le dijo un día tomando café durante un descanso de la sesión que él tenía un problema sexual y que debería..., que le faltaba algo... "¡A mí qué me va a faltar!", y luego la llevó a su terreno, y le hizo confesar que ella estaba separada pero que tenía sexo con su ex cada vez que le apetecía. Ya me estaba imaginando la escena, y ya sólo faltaba que me dijera que se liaron ellos también... Pero no: a Stefan no le gustan estos psicoterapeutas, eso parece...

Hay aventuras de toda clase, por eso no hace falta leer a Manara, con echar una tarde con él uno va bien servido. Que estaba en una playa, los dos en pelotas, y cuando estaban en lo más bien, viene un tío y se pone en bolas también, a mirar. Él le dijo que no era plan, el otro que si la playa es pública, en fin..., divertidísimo. Por no hablar de la negrita, que se desnudó en el baño, y él la saludó con "¡Ole, viva África!", se liaron allí, la gente golpeando la puerta... También se encerró con una en los servicios de El Palenque, Quita toda histérica aporreando la puerta, luego la hermana bollera dijo que esa cara roja de haberse corrido dos veces, la de ella, no dejaba lugar a dudas, pero él seguía diciendo que estuvieron fumando y charlando. En una fantasía compartida por aquella argentina y yo, cuando los Tiempos del Messenger, nos metíamos en el servicio del aeropuerto de Málaga, cuando ella llegara para verme, y allí mismo lo hacíamos (Stefan dice "hacer el amor", es educado). Corridas enfrente de una pantalla, palabras que corren de abajo arriba, zumbido digital, solitarios de madrugada, promesas de una orgía imaginaria, coches y zapatos de tacón, historias, historias sobre la potencia, esa chica que tuvo que abortar, "a saber cuántos chavalillos así tendré por ahí", trabajaba en el estanco, su madre se acuerda de él todavía, sí, la pelirroja de Frigiliana, las chicas pijas que se suben al buga de turno, todo lo que necesitas es amor, algunos porros, mariscadas, "me bebí... por lo menos veinte cervezas... todo nos salió 15 €", La Marea, es domingo, ya no puedo tomar otra lata, y me queda la Larga Subida a Casa.

sábado, julio 02, 2005

Antes de la desaparición

Me fui a ver El cielo gira, el precioso documental de Mercedes Álvarez, porque no sabía cuánto tiempo más estaría en cartelera, aquí las películas buenas desaparecen pronto. Y fue una iluminación. El mejor cine que hoy puede verse en una pantalla grande. No sé qué ha sucedido con el antaño brillante cine de ficción, el cine a secas, pero de un tiempo a esta parte ha entrado en franca decadencia. No es que diga esto con desconocimiento de causa, como me puede acusar alguien, ya que uno no necesita ver todas las malas películas del año (como no hace falta leer todos los libros prescindibles) para darse cuenta que el espíritu del tiempo no acompaña al séptimo arte, y que ha tenido que surgir, o resucitar de sus mazmorras, el viejo documental, para llenarnos de esperanza a los pocos cinéfilos que todavía quedamos.

Lo que se nos cuenta aquí, a modo de bellísimo poema visual, es la lenta muerte de un lugar, el pequeño poblado de Aldealseñor, en las Tierras Altas de Soria: apenas catorce personas quedan allí, y la directora, que nació en la aldea pero que se fue con sus padres a los tres años, decidió volver para retratar a los que sobreviven y sacarles cuatro palabras, como ella misma dice con su pequeña voz en off en momentos concretos. Frente a la verborrea del otro documental que vi, Más allá de la alambrada, aquí la gente habla tranquilamente, sin drama alguno, sin esa angustia de los urbanitas. Y hablan de sus pequeñas cosas, como entre ellos durante generaciones enteras, a veces ni sabemos bien de qué hablan, pero no importa. Asistimos a un momento en el tiempo, antes de que el lugar pase a otra fase, que ya vemos venir en el tiempo del documental mismo. La cinta se organiza en torno a las estaciones de un año, desde el otoño de 2002 hasta el verano de 2003. Nos dice la directora:

Ese tiempo profundo que rige las estaciones, las generaciones y los milenios, estaba milagrosamente ahí, intacto, y podía experimentarse con los sentidos. Y tuve el presentimiento de que el último capítulo en la historia de La Aldea, los días que estábamos viviendo durante el rodaje, no era más que uno de sus intervalos, antes de que llegara la nueva época, la del hotel y los molinos. Me dije que si esa experiencia conjunta de tiempo biográfico (el mío y el de los habitantes del pueblo) y de memoria colectiva pudieran proyectarse sobre un tiempo profundo, merecía le pena intentarlo. La forma que intentamos durante el montaje fue marcar con esos tres tiempos un compás, que se repite varias veces a lo largo de la película. Así, el tiempo de rodaje acabó convirtiéndose en tiempo documental y, finalmente, en tiempo argumental.


La película trata de ese intervalo en el que todavía hay vida. Y como ya digo, se estructura en torno a las fases estacionales: Otoño. Las cosas aparecen; El invierno en los ojos; Primavera leve y grave. Cuando llega el verano, el cielo gira (otra vez). Como interludio, aparece el momento de investigación sobre "las ciudades sumergidas". Nada menos que Numancia, que resistió durante veinte años al menos la presión romana, y cuyos habitantes prefirieron incendiar las casas y darse muerte antes que entregarse al enemigo como esclavos. Pero curiosamente, el filme empieza con una escultura de un dinosaurio y tres huellas de patas, que una aldeana nos señala a la vez que elabora su teoría sobre aquel tiempo. ¡Maravilloso!, los que están a punto de caer definitivamente en las ruinas del tiempo, evocan algo mucho más ruinoso, la extinción primera. También aparecen huellas de castros celtíberos, y se nos muestra el castillo con su torre árabe, en donde luego aparecen las obras para el futuro hotel para ricos. La Historia hace su entrada como movimiento fantasmal del tiempo en un paraje anclado en la vida tranquila, que por eso se nos aparece tan hermoso en su quietud, con la convivencia perfecta de todos los reinos de la vida.

Pero sin duda el protagonista durante las casi dos horas de duración es esa extraña cualidad del paisaje de la aldea, que permite visualizar casi de un solo golpe de mirada sobre la comarca, esos tiempos históricos distintos: es una mirada sobre el horizonte, insistente, al paisaje que la niña recuerda que vio como primer atisbo del mundo. Es ese cuadro con que se acaba el relato, en la metamorfosis del pintor que se está quedando ciego, Pello Azketa. Su presencia en el pueblo, y luego en el estudio, sirve de contrapunto a una vida ancestral que sigue tranquilamente su curso hacia la tumba, como se reprsenta de forma genial con esa charla entre los dos viejos colina arriba hacia el árbol solitario en el horizonte. Esto me hizo pensar en algún pasaje de Kiarostami, El viento nos llevará. Por supuesto, hay otros momentos de pura magia, como ése en que vemos la siesta de animales y el hombre en su butaca, sosiego que es roto abruptamente por el fascismo de la propaganda electoral. Y así, nos embelesamos con esa tierra, con esta palpitación de la luz, que ha sido celebrada por Víctor Erice, José Luis Guerín y Miguel Marías, tres hombres sabios enamorados del mejor cine. Qué felices que somos, esperaremos hasta la próxima iluminación.