jueves, julio 22, 2010

Música "contemporánea"

Hay un problema con la música, la llamada música contemporánea. El problema, si queremos resumirlo en pocas palabras, se llama "la sombra de Lachenmann es alargada". El siglo XIX en su segunda mitad (y antes, si somos estrictos) también tuvo ese problema, entonces el nombre propio era Beethoven. Hasta la llegada de Wagner, y luego de Satie y Debussy (espíritus bien opuestos, la verdad), no se resolvió el problema, problema que era igual que el de ahora, aunque con matices. El problema tiene otra palabra para designarse, se llama "manierismo". Cuando la escuela da lugar a alumnos en lugar de maestros, entonces las enseñanzas que el maestro reparte entran en saco roto, o bien los alumnos no pueden dar el salto y se quedan con cuatro tablas y media, lo más fácil de llevar a cuestas. Beethoven, pues, siguió siendo esa sombra demasiado alargada y grave que el siglo sentimental arrastró como alma en pena hasta que por fin vinieron los franceses que no amaban las sombras de los bosques sino el esplendor de un pasado, la luminosidad del Sur, la gracia y la levedad de una Provenza imaginaria..., aunque tras Wagner hubo franceses que siguieron de pintamonas, y que Satie y Debussy removieron el suelo para escapar de una sombra mucho más maléfica... Pero sin Wagner no hubiéramos tenido a este Mahler y luego a Schoenberg, y sin éste jamás hubiera habido un Webern ni un Boulez ni todos los demás cerebralistas que vinieron después. Y sin Debussy no habría un Takemitsu, aunque esto parece una frivolidad, pues Takemitsu está al margen, eso lo sabemos desde el primer capítulo de Música de nadie. Pero vayamos al grano: Elena Mendoza, por ejemplo, una compositora sevillana de treinta y siete años, se va a Alemania, se queda en Berlín y allí desarrolla su carrera. Pero en lugar de tener una voz propia, tiene una voz impostada, se queda en el regazo de Lachenmann que estás en los cielos antes de tiempo. Y no es la única que ha sucumbido a la tentación de la música concreta instrumental. Lo peor es que se dedique al teatro musical y que use a autores en lengua castellana, como Cortázar o Unamuno o Ángel González, y luego haya que escuchar esos textos, ¡en alemán!, es decir, lachenmannizados. No fui a Niebla cuando se hizo en Madrid, y la verdad es que no me arrepiento, pues no habría soportado escuchar eso, la verdad. ¿Por qué la muerte es un maestro de Alemania? ¡Yo quiero la vida!

Y si nos vamos a José María Sánchez Verdú, es más o menos más de lo mismo, salvo que el gaditano tiene más imaginación, aunque no se puede decir que tenga aún una voz propia (si Mauricio Sotelo siguió en la estela del último Nono-mi-maestro-eterno, con flamenco añadido, un flamenco muy sui generis, Sánchez Verdú se va por los montes de Arabia, un paisaje imaginario como el teatro de la sevillana). Héctor Parra es más original, aunque se le note la impronta del IRCAM parisino, pues allí está la otra gran secta de la contemporánea. Como los otros pueden decir que son socialistas o son populares...

No, la música contemporánea, por suerte, es más amplia que todo eso, es capaz de salir de los reductos boulezianos o germanos para respirar aire puro a pleno pulmón. Ya dijo Alex Ross en su famoso libro The Rest Is Noise, que la escena de la música contemporánea en Alemania se puede describir como un paisaje en donde se ha acordonado la zona por la policía, y no se puede pasar, hasta nueva orden. Los compositores de extraños apellidos no consiguen salir del ghetto, y no porque todos sean judíos. Sólo Georg Friedrich Haas, del que cita su obra maestra in vain, parece escapar de esa grisura uniforme.

La verdad es que gracias al jazz actual, de vanguardia, el que se encuentra en sellos como Winter & Winter o Hat Hut o Clean Feed o Tzadik o ECM, uno puede refrescarse de la mejor manera, con músicos y compositores (a veces las dos cosas, para alegría inmensa de los sentidos) que son, como Pierre Eli Mamou lleva tiempo definiéndolo en su programa, recompositores. Es decir, gente que mira al pasado para coger de ahí recuerdos imaginarios, gente que está al margen y que se sabe en precariedad, caminantes que toman una rosa que tal vez nunca creció más que en sueños. Así, Uri Caine hace que Mozart suena con toda su autenticidad, que Mahler nos muestre su verdadera cara judía, huele a todo eso que los falsos judíos no nos muestran nunca, pues están demasiado atentos a los glissandi de la partitura. Y también hay un acordeón, aparte el saxo alto, y una voz que no es en la sinagoga, nos recuerda que el canto contra la pared es el único permitido, y ella tiene los labios de fresa, su nombre en Slope Park... Esta música pura vive en la ciudad de llegada de todos los exiliados del mundo, y también en clubes de jazz de Chicago y Estocolmo y Hamburgo y Cracovia. Él se llama Ken Vandermark y él se llama Barry Guy y el otro que está a la derecha se llama Franz Koglmann. Lo-lee-ta. Music on Nabokov. Col Legno.


Salvatore Sciarrino :: la soledad del compositor contemporáneo.

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7 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Mira, te leo con frecuencia, y esta vez te quiero rebatir tu opinión sobre el compositor Sánchez Verdú. Si con relación a Mendoza y Sotelo te doy totalmente la razón con Verdú no. Si es más o menos "original" puede ser discutido y opinable, pues para mí es el más personal de todos los compositores españoles. Pero lo de que se va por Arabia o que hace música árabe es una entelequia y algo muy superficial por tu parte; es verdad que ha musicado poemas árabes, y qué? Entiendo que solo conoces algunas obras antiguas con esta temática, pero qué opinas -si las conoces- sobre Gramma, Arquitecturas de la ausencia, Paisajes para el plecer y la culpa, Aura, Mural, Imago, Hekann I, Ii,, IV, sus tríos, los estudios para piano, Ciaccona, Cuerpos deshabitaddos, Dahmar, Inscriptio, etc. etc. Etc. Etc. ????? La lista sigue inmensa, con grandes obras. A qué viene lo de Arabia? Discrepo totalmente.
Y junto a ello le felicito por su hermoso blog!

5:57 p. m.  
Blogger lukas said...

Sánchez Verdú sigue con su, digamos, temática árabe, y eso queda claro en el título (no sé si en el contenido también) de obras relativamente recientes como AHMAR-ASWAD, Alqibla, Qabriyat, Maqbara (estas dos últimas, del 2000), Taqsim, de 2002; Rosa de Alquimia (para muecín y grupo orquestal!), y varias más, supongo. Pero sigo suponiendo que es una Arabia imaginaria la que trata de evocar ahí, no la actualidad árabe, que nada tiene que ver con esos esplendores de antaño...
Escuché en directo, por el Octeto Ibérico de Arizcuren (aunque tendría que llamarse el Octeto Holandés, la verdad), Arquitecturas de la ausencia, también de inspiración árabe, para no variar, y la verdad es que es una pieza llena de silencios, como en Sciarrino o Lachenmann, a veces. Nada nuevo. Arquitectura de la memoria, su str. qut. nº 7, va por ahí también. Conozco Taqsim, ya mencionada, y Deploratio 2, de 2002... Conozco Trío II, Libro para un quinteto, En el rumor del instante, las citadas Rosa de Alquimia y el preludio para orquesta.... Pero es verdad que no conozco buena parte de su producción, tanto reciente como más antigua..., pero ya te digo, no me sorprende casi nunca, me deja casi lo mismo que antes de la escucha. Siempre con esa sensación de "ya escuchado".
Como dije en algún post antiguo, el compositor español que más respeto me merece (y no siendo tan vanguardista como estos tres citados), es Jesús Rueda, un tipo realmente original en sus propuestas, que a veces suena cinematográfico pese a su intención de ser totalmente abstracto, como un compositor serio que se precie. Lo de cinematográfico es por sus sinfonías, en especial la primera, Laberinto, una obra espléndida. La segunda también está muy bien. Y su obra de cámara, no siendo tan fresca, es también destacable, sus cuartetos de cuerda, Bitácora, Jardín mecánico, etc. Rueda no le hace ascos a la tradición, no escribe de manera impostada, y si a veces suena descaradamente "clásico", eso creo que repercute positivamente en el oyente, que no siempre tiene por qué estar atentísimo y como estreñido, igual que los pobres músicos... La emoción directa, eso es lo que también hay que buscar, sin ningún pudor.
Gracias por la lectura fiel. Seguiré con más reflexiones otro día.

11:49 a. m.  
Anonymous Anónimo said...

Gracias Lucas por tu respuesta. Entiendo que si te gusta Rueda no puedas ni siquiera oler a Verdú. Para mí ese clasicismo que tanto te gusta en Rueda es precisamente motivo de aburrimiento y somnolencia. Hace 100 años ya se escribió así y con mucha mayor calidad. Pero insisto que para gustos todos. Pero si no aguantas las potentes nuevas músicas de hoy y sus corrientes estás en tu derecho. A mí Verdú me emociona sobremanera y me ofrece experiencias nuevas, en cambio Lachenman no me atrae demasiado, y Rueda ni lo tomo en consideración por sus propuestas tan vistas y rancias: es sólo mi opinión.
Y te recomiendo que oigas sin prejuicios obras posteriores al 2000 de Verdú, que tenía entonces apenas 30 años. Y lo de Rabia en Arquitecturas de las ausencia no lo he visto ni leído en mi vida. Creo que hace 10 años te creaste prejuicios que te invito a revisar.
Sigo encantado pendiente de tus futuros pensamientos en tu blog.
Saludos de nuevo
Manuel (de Granada, por cierto)

4:56 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

La música contemporanea esta muerta , asi de claro y de cierto.
Se vive de cadaveres , algunos velandolos y llorando como plañideras por los malos tiempos, otros maquillandolos, pero ninguno se atreve a enterrarlos.
Los tiempos han cambiado es hora de cambiar o morir, ya no valen formulas de otros tiempos.

5:51 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Uf, cuando aparecen los agoreros y los mesías predicando el fin de los tiempos, el fin de la música contemporánea, etc. yo me río. A mi edad llevo oyéndolo ya veinte años... Y sin embargo nuevas cosas cambian y nuevas cosas se suman al pasado. Yo creo que el compositor Verdú sí está ofreciendo algunos planteamientos alucinantes y completramente nuevos, como por ejemplo la música que hizo para una catedral, con luces, grupos distintos, poesía, o la inmensa obra "Libro de estancias" que tuve la suerte de oir hace un año en Granada. Si eso está muerto le acompaño en el sentimiento: nunca estarán muertos el buen vino y el jamón pata negra, y en música contemporánea, si vieran con menos prejuicios, distinguirían esas joyas, como el mismo Verdú.
Pero claro, hace falta dejarse de prejuicios infundados y estar más abiertos. El vino es siempre vino, y la música siempre música. Usted bloguista me está ofreciendo Coca Cola a cambio. Y yo me niego.
P

1:34 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Que petulante con visos homosexuales ..por Dios tirate al Verdú.No te vayas con esa pena al otro mundo.

10:03 p. m.  
Anonymous Anastasio Paloseco said...

Me da a mi al olfato que este tal "Anonimo" es en realidad....Jose Maria Sanchez Verdu escondido!...que cosas!...tanta petulancia, egocentrismo, falta de respeto a otras musicas y sobre todo al pasado y la tradicion, esas tonterias de "con relación a Mendoza y Sotelo te doy totalmente la razón con Verdú no"...etc. En fin, patetico totalmente. Por cierto Lukas, has dicho verdades como templos, la musica contemporanea apesta a muerto rancio. Viva la tonalidad, la tan fiel tonalidad amiga de nuestros sentimientos y afectos. La vanguardia es un TIMO revestida de falsas promesas, pura politica aburguesada. Y por cierto, Jesus Rueda es maravilloso, de lo mejor escrito en España en los ultimos 100 años....Salu2!

10:09 p. m.  

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