viernes, diciembre 30, 2005

Mundo virtual

Como apostilla al comentario del Sr S, decir que primero hubo una realidad virtual creada por el lenguaje, las palabras, lo simbólico según Lacan..., y que en los últimos decenios han surgido otras capas más de esta realidad: a través de la primacía de lo audiovisual, a través de la televisión y los videojuegos ahora, de forma más activa. Y la imagen, frente al texto escrito, es fascinosa: hipnotiza, puede paralizar y destruir...

El joven Rabadán, ya no tan joven, que hace años mató a sus padres y a su hermana deficiente con una katana (que le había regalado su padre), ha salido del internamiento y estará en un centro evangélico en Cantabria. Era un loco de los videojuegos y hasta se cortó el pelo como su ídolo virtual... Sí, los videojuegos son muy peligrosos en manos de monstruos psicóticos como éste.

jueves, diciembre 29, 2005

La carne es débil




Así que ahora leo una novelita de Pascal Quignard titulada La frontera, que ha publicado la editorial Funambulista este mismo año. De Quignard sólo conozco sus tratados sobre la música (el odio a la música), pero no ninguna obra de ficción. Pero algo había leído sobre su peculiar estilo, que es decididamente retro, pero que en contenido y en intenciones, es totalmente moderno, siendo esta mezcla lo que hace de él un autor único, intempestivo, como la misma colección de la editorial indica. Lo que se nos cuenta aquí ocurre a mediados del siglo XVII en Portugal, cuando se decide su destino (su separación de España, nada menos), y tiene por protagonistas a una serie de nobles, como Luisa de Alcobaça, el señor de Jaume y el señor de Oeiras, con quien finalmente se casa esta hermosa de quien está locamente enamorado el francés, desde que en su infancia jugaba con ella. Es una historia que se presiente tremendamente dramática, y que una vez más, tiene que ver con los ardores de la carne, que no cesa. También la música jugará su papel, como veremos, esa música que lo mismo sirve para encantar que para destruir el alma. Se lee muy fácil porque los capítulos son muy breves, la tipografía buena..., es un libro de bolsillo, aunque bellamente editado, como tiene que ser, en un tiempo en que las malas ediciones abundan.

Rafael Conte nos dice desde la misma portada que estamos ante el mayor escritor de las letras francesas de hoy en día. Y es cierto: no hay otro con esa voluntad de estilo y con esa mezcla ideal de géneros.
***

Lidia sigue en su habitación, está tirada sobre sus apuntes, pero no duerme, escucha el CD de Miguel Bosé, que dice:

Hoy ha vuelto a darme por pensar
Que el diablo vino a hablar
Hoy mi alma no es tan cara.
En las calles de esta ciudad
No te pares a buscar
Los secretos de las despedidas.

No pensarías que iba a marcharme
Con las manos vacías por ti.
No pensarias que iba a marcharme
Con las manos vacias por ti.
No me acostumbro a perder
Pero juego por placer
Y es el juego el que me da la vida.

Puede que me canse del alcohol
Y que esta noche salga el sol
Pero quién lo necesita.

Nunca sopla el viento a favor
Cuando se trata del amor
Y pretendes ir de prisa.

No pensarías que iba a marcharme
Con las manos vacías por ti.
No pensarías que iba a marcharme
Con las manos vacías por ti.
No me acostumbro a perder
Pero juego por placer
Y es el juego el que me da la vida
No me acostumbro a perder
Pero juego por placer
Y es el juego, sí... me da la vida.

Con las manos vacías por ti.....

Y en los coros, ¿no es ése Rafa el de La Unión?, pero prefiere la voz aterciopelada de su ídolo, no la otra un tanto chillona, hombre lobo en París, puajj. Sabe que llegará la noche, que no le gustan los porros, que en el cine no hay ninguna película buena, que le han dejado un libro (algo de Isak Dinesen) pero no tiene ganas de leer, sólo de abandonarse a la escucha, el susurro de la noche, y las promesas, las promesas de que algo ocurra, que pueda irse lejos, en donde el viento nocturno sopla y hay sombras, sombras azules de hombres.
***

Restaurante Coure en El Viajero

martes, diciembre 27, 2005

Bambú

En la foto del pasaporte, expedido en 1994, no tiene más de catorce años (ha nacido en abril de 1980): rostro ovalado, simétrico, melena oscura que le cae a ambos lados de la cara, labio inferior grueso, color fresa intenso, que dan ganas de besar enseguida... Se llama Lidia, y ahora tendrá veinticinco años, y quién sabe por dónde andará. Junto al viejo pasaporte (caducado en 1999, cuando en mi anterior vida) aparecen otros rastros de su existencia adolescente, puede que nínfula (sí, es posible, mientras miro a la estudiante que cubre su cara con su melena rubia y que usa siempre una camiseta de color, de manga corta, sobre una especie de malla negra, que le da un aspecto bohemio). Los rostros se confunden, los gestos marcan la diferencia, el color, la forma de unas manos. Aparece un CD, medio destripada la caja, de Miguel Bosé, Los chicos no lloran, que empieza con ese tema que me hace soñar con otros otoños, con otras vidas más intensas, con libros abiertos, apuntes desperdigados por la mesa, y una ventana abierta, un espejo en donde se reflejan sus catorce años, su anhelo de hombres que no sean como su padre:

Como una intrépida libélula
ante el espejo toda incrédula
pone un reparo a su extrafécula
yo me lo como o no?

Va y se maquilla su melancolía
haciéndose la que no ve me espía
y guiña un ojo y sé que es toda mía
me la como o no?

El va y se enreda con su pátina
con su elegancia neodiplomática
no atina a ver cuál es mi táctica
si me la como o no...

Y mientras ella plancha el corazón
yo le doy Bambú ... turap tuhe oh yeah!
y mientras que ella con pasión
da la llave yo le doy Bambú... Turap tuhe oh yeah!

I wanna get through the night

Ali Babá qué estoy haciendo oh!
trágame tierra ábrete sésamo
que en esta historia acabo
siendo el malo yo
ya me la coma o no ...

Y venga dai amore dai dimmi chi sei?
Tu que de repente prendi tutti i sogni miei...

Y mientras que ella plancha el corazón...

Y Eva le cuenta a toda su amistad
que Adán va haciendo obras de caridad
y al gato mata la curiosidad
yo me la como o no?

Y venga dai amore dai dimmi chi sei?...

Y mientras que ella plancha el corazón...

Vuelvo a sacar el pasaporte debajo de mi escritorio, para mirar su foto una vez más, para imaginar cómo será su rostro hoy día: ese pelo tal vez recortado, para aliviar un tanto el vuelo; los labios seguro que igual de rojos, cansados ya de bocas pasajeras; las cejas apenas; los pómulos altos, lívidos por el frío; los ojos que se pliegan a unos informes que hay que completar, como la estudiante se vuelca sobre los apuntes y el libro de lengua, el color indio, añil dijo la profesora al borde, mientras otro río se tiñe de crepúsculo, por mí no lo hagas. Y ahora a mi lado se sienta alguien con la misma edad que yo, de la que no sé su nombre, y a dos mil quinientos
kilómetros, es posible, ahí, que alguien diga mi nombre, eso que cada noche borra el sueño.

Incultura musical

Con una polémica como la que ha tenido lugar hace poco entre Félix de Azúa y el compositor Sánchez Verdú, uno se reafirma de nuevo en lo que digo en el título del post. España sigue siendo un país en donde los titiriteros intelectuales como el Sr. Azúa se jactan de su incultura musical, con la arrogancia con que hablan de lo que no saben, y encima no se cortan lo más mínimo. El segundo artículo, Triste atraso de los avanzados, es buena muestra de ese matonismo a alto nivel. Y ya, cuando dice eso de "democracia de masas", es la repera. Como dice "juan lopez de haro" en la primera página del debate en El Bosque, el compositor pone el dedo en la llaga del eterno problema de España, por eso SV ha tenido que irse hace tiempo a Alemania para hacer una carrera decente.

Gracias, Myriam, por ponerme sobre aviso sobre esta polémica. Algún día nos encontraremos y desplumaremos a ese gallo...

lunes, diciembre 26, 2005

Otro fin de año

Patético: la noche del 24, en la tele no había nada más que morralla (claro, para qué otra cosa, si la gente estaba con la nochebuena de rigor), y lo único que pude ver fueron unos episodios de Los Simpsons, que encima me di cuenta que eran los mismos repetidos del año pasado, seguro que en el mismo día y a la misma hora. Eterno retorno. Repeticiones. Para eso ha quedado la Navidad: para el consumo y las tonterías revestidas de papel cuché.

Anoche, algo mejor: un programa sobre la cocina del Quijote (que por algo ha sido el año, joder), con referencias a los platos mencionados por Cervantes, imágenes de alguna película y con los cocineros castellanomanchegos más importantes deconstruyendo el salpicón, los duelos y quebrantos o las lentejas, por no mencionar una ensalada que Adolfo hace en honor de nuestro triste caballero. Y luego, aunque con publicidad (pero ya la veré entera, una amiga la grabó), Los chicos del coro, una peli que me perdí en su día, y que resulta que es una maravilla, por lo que pude observar en la primera media hora. La música puede aplacar hasta a los más canallas: la música clásica, of course.

Dije hace algunos días que el mejor escritor de ficción actual es Thomas Pynchon: pues no, no es Pynchon, sino Coetzee. El Premio Nobel surafricano escribe con tanta transparencia, con una escritura corta, seca, pero llena de sabiduría y refinamiento, que uno se estremece en determinados pasajes de Elizabeth Costello, que es una novela-ensayo en donde, mediante el personaje-alter ego del autor, EC, se nos habla de temas, de cuestiones tales como el amor a los animales (capítulo rotundo donde los haya, en dos cabales partes), la interacción mente-cuerpo (de la belleza y la compasión), la literatura y su destino, o el eros implacable. En su peregrinar por el mundo, esos dos viajes a Estados Unidos para dar sus charlas, o el viaje a Zululand para acompañar a su hermana Blanche y tratar de hacer las paces con ella, EC es la voz ética de nuestro tiempo, a la vez que se convierte en una presencia humana, demasiado humana, hasta el punto que en cualquier momento podríamos tenerla ahí al lado. Todos los comentarios y críticas que leo sobre ella son loas merecidas. Leo también sobre Hombre lento, su última novela, y un pasaje de la novela misma, y sé que estoy deseando leerla apenas acabe ésta, porque ahí también aparece esta mujer radical donde las haya: radical porque no trata de complacer a nadie, porque de alguna manera hace arrepentirse a su hijo John de haberla traído para esas lecturas en el Appleton College, porque no puede rendirse ante su mujer Norma, quien es la representante de la ciencia instrumental que ella pone como causante del desorden mundial y fracaso del humanismo. El humanismo en África, qué capítulo. Qué ha pasado con el humanismo, por qué ha llegado al lecho de muerte en que se encuentra, si es que todavía está ahí, y no criando malvas: ¿puede considerarse algo vivo el humanismo como hermenéutica, como quieren algunos scholars? ¿y por qué los griegos también fueron condenados? Lo mejor de esta obra excepcional es que no responde a todas las preguntas, es más, siempre hace fracasar tus expectativas, y te deja pensar: todo lo contrario que la última novela de la Jelinek, según leo en la reseña de Cecilia Dreymüller, ya que la autora también Nobel da una obra ya leída, ya machacada, como si los lectores también fuésemos marionetas.

Gracias, Coetzee, por acompañarme en estos últimos y deprimentes días de 2005, un año que no recordaré.

jueves, diciembre 22, 2005

Nuevas lecturas



Éste es el famoso libro de Michel Tournier, que está basado en una leyenda popular, y que también fue llevado al cine.



El que ahora leo es éste de Coetzee, hacía tiempo que tenía ganas de leerlo, y justo esta mañana lo encontré, justo después de acabar el de Banville, era justo el que necesitaba.



Por último, éste de Timothy Findley, un escritor canadiense, que nos entrega una obra apasionante, sobre un hombre que se cree inmortal, y que llega a la clínica suiza donde trabaja Jung, nada menos...

Me encanta lo que dice Carmen Balcells, su elogio de la lectura como una actividad solitaria y mediante la cual somos más ricos ya que nos conocemos a nosotros mismos. La lectura es la base de cualquier vida valiosa. Sin un libro, estoy perdido.

Discusión sobre Elizabeth Costello

miércoles, diciembre 21, 2005

Desastre final

Anoche Noticias Cuatro abría, muy acertadamente, con la noticia de la indigente quemada en Barcelona el pasado fin de semana, eso fue el viernes y la mujer murió el domingo, creo, tenía quemaduras en el 65 % de su cuerpo. Como bien dijo Iñaki (el periodista más cabal de un país en donde no abundan los buenos periodistas, sólo los cantamañanas y los bustos parlantes, y los sensacionalistas), como bien dijo, los autores de esta atrocidad son niñatos pijos de Sant Gervasi, un barrio bien del norte de Barcelona (bueno, uno de los asesinos es natural de Zaragoza). La policía local no sabía qué pensar, al final dijeron que lo habían hecho para divertirse. Y que luego lloraron al darse cuenta de lo que habían provocado. Mierda y más mierda: ¿es que no sabían si estaban dentro de un videojuego o en la vida real? Es lo que pasa ahora con esta podrida juventud: que se pasan el día en una realidad virtual, y ese tanto por ciento de psicóticos sale luego a la calle y la lía. Menos mal que es un porcentaje escaso, decía un sociólogo. Pero la cosa fue intencionada, porque los tíos estuvieron una vez a eso de la una y media de la madrugada, la golpearon y se burlaron de ella, una mujer anónima ya para siempre, y a las dos horas volvieron, con el menor de edad como cebo, para que la mendiga le abriera la puerta del cajero automático en donde dormía, y la mujer no sabía que ese chaval era amigo de sus verdugos. Y luego, con un bote de disolvente que pillaron de una obra cercana, la rociaron y tiraron un cigarrillo para que ardiera bien. Y ardió, vaya si ardió. La carne es débil, y el espíritu muerto de frío también. Malditos pijos cabrones asesinos. Dicen que uno ya está en un internado, el menor; los otros saldrán sueltos, seguro. También hace algunos años por estas fechas quemaron a otro mendigo, y el único "culpable" salió libre, dicen que por falta de pruebas.

Ante sucesos así, que son los que de verdad importan, ¿qué más se puede comentar? Hablar de que disfruto mucho con la tensión de la novela de Banville, que describe de forma escalofriante el estado anímico del asesino, de los días post crimen, es como soltar una frivolidad.

Y voy por la calle, y quiero cruzar la maldita carretera, y nadie para, todos pasan rozando: no parar, esquivar, y si atropellas, nadie te hará nada..., si Farruquito el puto gitano salió libre, se libra cualquiera... El carnet por puntos del próximo verano no evitará las muertes en la carretera, y ojalá aumenten.

La Ley Antitabaco, de momento, lo único que ha hecho es que las putas tabaqueras saquen casi una veintena de marcas de cigarrillos casi regalados, a menos de 1,50 € algunas, y si esto no es una incitación al consumo, yo soy Napoleón. Y nadie hace nada. España tabaquera de Europa, los ingleses vienen a la Costa del Sol a por tabaco barato. Y lo único que podré hacer es salirme de un puto bar o restaurante pijo como Arce, si dejan fumar. Siempre algunos malvados pisando al resto. Este mundo pertenece a Satanás.

Tal vez por eso mismo, hasta me parece loable que en Irán prohíban la música y las películas occidentales, decadentes, que sólo incitan a la violencia y a la corrupción. Ojalá hubiera un país que impidiera la música rock y todos sus derivados, todas esas bazofias que el siglo XX ha producido en cadena.

Ahora llega también, se nos anuncia, la Ley de ayuda a los cuidadores y familiares de dependientes, enfermos que no pueden valerse por sí mismos. Demasiado tarde. Mi madre cuidando a mi padre en la cama más de diez años, y no ha recibido ni un puto euro. Siempre es demasiado tarde. Todas estas leyes son como una niebla en un ojo, algo lejano, algo que te pasa de largo.

lunes, diciembre 19, 2005

Poesía (o no)

En vez de ir al cine, en donde no ponían nada interesante, me fui de nuevo al CAC a ver lo que me había perdido la primera vez. En una sala oscura acababa el vídeo de Vanessa Beecroft VB53, pero volvía a empezar enseguida, así que me quedé y vi un rato, tal vez cuando me fui, ya un poco harto de alzar la cabeza y sin poder descansar la espalda (esto no es el cine, claro, es un museo), estaba terminando. Lo que se ve en el DVD es la performance en la que se basan las fotografías que se pueden ver, estáticas y frías, allí fuera. Una veintena de mujeres desnudas salvo por sandalias de tacón y largas cabelleras algunas (lo de las pestañas largas no me fijé, la verdad), que permanecen sobre un montículo de tierra en un jardín botánico de Florencia. Como señala Calvo Serraller en el Babelia del 17 de diciembre, el prototipo corporal de las mujeres es muy semejante entre sí (aunque hay tres negras al menos), son alargadas, apepinadas se diría, un modelo que no me gusta para nada (y parece que esta artista las usa siempre, así que paso de ver más exposiciones de ella). Estas mujeres no establecen ninguna relación entre ellas ni luego con el público que entra para mirarlas. El crítico mencionado se larga a enumerar una serie de referencias eruditas que son arbitrarias, aunque lo del arquetipo de la Magdalena evangélica puede colar, por qué no. Más bien, semejan madonnas renacentistas, por su frialdad y físico de anoréxicas, amén de alguna que se muestra en exceso púdica (tapándose el sexo con el extremo de la cabellera, o con sus manos). ¿VC explora el cuerpo de la mujer desnuda en busca de los distintos roles femeninos en lo social? ¿Ha logrado una obra de gran calado y rotundidad? Ninguna de las cosas me parece. Estos silentes desnudos me dejan totalmente indiferente. No es que desee que se lo monten en plan orgía (esto no es una película porno ni por asomo), pero esta distancia con la cámara y el espectador me parece una tomadura de pelo, un ejercicio banal de exhibicionismo light. Bernardo Palomo en El Cultural del 8-12-2005 dice: "Su acentuada distancia, su absoluto silencio, sus indolentes posiciones, sus frías apariencias, nos conducen por una envolvente situación que desafía cualquier mirada cómplice del espectador y deja en absoluto suspenso toda posible emoción, pasando a convertirse en un bello motivo plástico de clásicas reminiscencias que llega a confundir, emocionar y dejar un particular regusto de suprema inquietud". Nada de esto último es cierto, a mi entender.



Así que luego me fui al fondo del todo para ver en una sala también en penumbra la obra Wispern de Jaume Plensa: platillos colgando de hilos desde el techo sobre calderos de cobre (los rozan tangencialmente), desparramados por la amplia sala alargada, que resuenan cuando gotas de agua caen sobre ellos, dando un pequeño concierto de tintes orientales. Sobre los platillos hay inscripciones que están sacadas de una obra de William Blake: Enough or too much; The head sublime; The best wine is the oldest/ the best water the newest (resuenan los calderos llenos de agua a la mitad, éste en donde estoy y uno allá en el fondo); Damn braces bless relaxes; Everything possible to be believed is an image of truth; The tygers of wrath are wiser than the horses of instruction; Exuberance is beauty (agua, siempre el agua); The cut worm forgives the plow; One thought fills immensity (cámara de ecos); Joys impregnate sorrows bring forth.

Cuando llego de Málaga encuentro a Stefan, que está con el casco de la moto en la mano y con su discurso esquizo de siempre, que si se iba a follarse a una tía para quedarse descargado de leche, pero que ya pasa; que si mira cómo está este pueblo; se contradice con los inmigrantes, primero los aprueba y luego los rechaza; cuando habla de política o economía ya es el delirio puro, porque no domina el tema, y porque ahí no puede soltar sus andanadas de costumbre. El yonqui llega, se fuma un cigarro y luego se van los dos, se supone que a pillar. Esto es lo que hay, no va más. En Cuatro, rabo de toro desde Jerez, gana la casa, en Jerez son demasiado tradicionales como para aceptar la presentación de Darío Barrio, ese amargor del chocolate que le ha puesto a la salsa. En Santiago, es Darío el que consigue ganar. Pero al final, es más el tiempo de publicidad que el del programa mismo, o esa es la sensación que tengo. Si se detesta tanto la navidad es por esa avalancha estúpida de spots sobre artículos que quieren ser liquidados en veinte días. Occidente: un gran almacen de artículos de lujo. Si eres pobre, que te den.

Lo único que consigue hacerme pasar un buen rato es la novela de Banville, con esa voz narrativa desquiciada, ¡incluso más que la de Humbert Humbert!, con la descripción del asesinato de la criada de una manera tan hiperrealista, que no puedo sino cerrar el libro antes de irme a la cama, con un leve estremecimiento. Luis Goytisolo puede seguir llorando sobre la utilidad de la novela. Mientras existan novelistas como éste, seguiré leyendo. Mañana, por cierto, dan una de él, Copérnico, con El País.

viernes, diciembre 16, 2005

Como una novela

Puesto que una novela --es decir, estas palabras-- es una experiencia compartida, una conversación torpe pero a veces también divertida entre dos personas, una de las cuales lleva siempre la voz cantante, la narración del novelista será siempre más luminosa y rigurosa que ese objeto al que llamamos vida. Hay algo tan insípido en la vida, que experimentarla requiere heroísmo o estupidez, probablemente ambas cosas. La vida consiste en cada uno de los días y años que pasan, en las prisas, en todo aquello que la memoria edita; la página es sólo la versión final, la música que agregamos. Sin embargo, por un instante, imagínate, lector, que el proceso se invierte, que remontas conmigo los años transcurridos en un viaje en el tiempo y entonces te acomodas dentro de mi "yo" de aquel entonces: yo --tú, lector-- en el instante en que me someto a la carga, a la presión atmosférica de la juventud, dado que cuando yo era joven estaba exhausto de tanto tropezarme con ese gran memo a quien no conocía, yo mismo. Era como si me hubieran obligado a estar confinado con un extraño que tenía gustos, aversiones y regularidades inexplicables.
(La hermosa habitación está vacía, Edmund White, Destino, 1995, p. 225).

Y justo después el lector sabrá una de aquellas aventuras en los servicios del metro neoyorquino, algo pornográfico tal y como está escrito.

La vida, oh esa vida que celebran las almas cansadas y vulgares, la vida es apenas nada.



Sólo soy aquello que leo, aquello que escucho (hoy, los dos primeros movimientos del Cello Concerto de Dvorak por Heinrich Schiff y la Orq. del Concergebouw dirigida por Colin Davis). Todo lo demás no tiene sabor. Y si algo no tiene sabor, ¿cómo va a quedar en el recuerdo? Y si como en un restaurante barato, ¿cómo lo recordaré dentro de dos meses, de tres años?

Sólo queda lo intenso, lo novelesco, lo que está tamizado por la luz inefable del sueño.

Poesía

Paco Meralgo
Saüc
Essence
Tenorio
Citrus
Goliard
Hisop
Wok & Bol
Hoffmann
Cheese Me
El Convent
Fres Co
Irati
Drolma
Udon
COURE
Restaurant TNC
El Gran Café
Manairó
Alkimia
Café de la Academia
Els Quatre Gats
El Glob
COURE
(el paraíso está abajo, blanco, azul pequeño en los servicios)
***

Al fondo, en el silencio, un cuadro con una foto de Luis Cernuda.
***

Todas estas historias, mis historias, son fotografías en un álbum.

¿Quieres que vuelva con la lista mágica?

Inti de Oro
Le Dragon (negro, rojo y un poco de azul es todo lo que se necesita para colorear el zen)
María Bonita
Caleuche
(hay un no sé qué que se halla por ventura)
Arabia
Al-Jaima (la cocina del desierto)
Casa Lucas (Cava Baja, 30), si quieres tapear a placer
***

La música para piano de Poulenc en versión de Pascal Rogé (aunque de por medio se meta la Cuarta de Sibelius por la BPO /Karajan),
La pequeña música de tres peniques de Kurt Weill por la London Sinfonietta (David Atherton).
***

O cómo pasar del lamento a lo grotesco en un minuto y medio.
Helmut Lachenmann en Madrid, con el Cuarteto Arditti, el 17 de febrero; y el día antes, Zayín de Francisco Guerrero, por los mismos intérpretes.
***

Esto, amigos, es el anuncio de la felicidad, y nada más.

Todo lo demás es ruido.

miércoles, diciembre 14, 2005

Mi lugar en el mundo

Estuve en Barcelona desde el jueves hasta el domingo de la semana pasada, y la verdad es que el lunes por la mañana, al llegar a la deprimente estación de tren de Málaga, no tenía ganas de nada, y la verdad es que sí estaba cansado de verdad, tras una larguísima noche en viaje (pero sigo prefiriendo los trenes, así que no vale quejarse). Le dije a una amiga en Barcelona que no sé si seguiría con el blog, porque hay cosas en la vida más importantes que llevar un diario en red, y que nuestros gustos literarios, nuestros comentarios cinéfilos o melómanos son casi nada al lado del vacío existencial que uno acarrea desde hace ya mucho tiempo. Necesito sentirme querido, saber que hay gente al otro lado, y eso antes lo conseguía mejor en los foros, así que de alguna forma me tomaré parte del tiempo "bloguero" para volver a la comunicación más caliente y comunicativa de esas comunidades virtuales; de hecho, estuve con dos amigos que he conocido gracias a los foros, y de momento, eso no ha pasado con nadie que tenga un blog (y a este paso, me parece que eso no sucederá; cruzar el Atlántico no está de momento en mis planes).

"Para mí, viajar consiste en buscar un poco de conversación en el fin del mundo" (Manuel Leguineche). En el artículo de Sergi Pàmies del 18-8-2005, "Nuestro lugar en el mundo", en donde comenta la película de Aristarain. "Cuando uno encuentra su lugar ya no puede irse" (F. Luppi), y el viaje interior ha terminado. Mientras tanto, la espiral sigue, hasta que...

Pero he vuelto, y el doloroso viaje interior prosigue, pues. No, mi lugar en el mundo no está allí. Deseo, desde el lunes, desde la noche del domingo, volver a Madrid, Madrid, claro que sí; para Reyes, para ese largo fin de semana, las ilusiones de los niños, el fantasma de otro tiempo...

"Soy como un perro con su amor por el infinito", se dice en Los Cantos de Maldoror, del conde de Lautréamont, una cita a su vez tomada de La hermosa habitación está vacía, de Edmund White (Destino, 1995, p. 15). El libro que ahora leo, que compré en una librería de Gracia (Taifa), ese domingo ya anocheciendo, que regenta un poeta, un enamorado de la poesía, que me miró un poco raro cuando me vio entrar, tal vez no me tenía entre su catálogo inmenso de rostros, como el de esa chica que había en la caja también para pagar, vi algo de Baudelaire, y soñé, mirando su bello rostro, su look bohemio, en lo que le diría delante de un vaso de absenta, en una calle de París, en otro siglo, en otro espacio...

Como la chica que venía a mi derecha (al otro laldo del pasillo), y en la que me fijé cada vez que tenía ocasión: de una bolsa roja sacó una pequeña almohada para acomodar su cuello..., se iba estirando como una gata, cambiaba de postura, su cuerpo largo y esbelto, sus poses tan femeninas, las curvas de su cuerpò, y yo tan cansado, pero sin abandonarme al sueño del todo. La vi bajarse en la estación de Andújar, Jaén, un sitio que imagino el más perdido de los que existen, pero que ahora ya me dice algo: tal vez ahí vive la que leía La Biblia de Barro de Julia Navarro (¿es el libro de moda?), la que dormía con serpientes de seda...

Sí, recupero una imagen de la felicidad en Barcelona: una librería de viejo en la calle Canuda, un silencio casi imposible al fondo, mientras camino junto a otra gente entre libros de otro tiempo; y el silencio respira, ¡increíble! También encuentro ese silencio de los libros en Taifa, adentro, donde los libros de segunda mano y las ofertas.

El pequeño paraíso: el restaurante Coure. Blanco sobre blanco, y el baño en un azul oscuro, el azul de la felicidad. No hay música ambiental, otra cosa rara. Los camareros visten impecablemente, se mueven casi como siguiendo una coreografía secreta, y todo es bueno, todo es perfecto. Sólo pienso en una cosa: ser feliz. Mientras tanto, no puedo dejar de moverme.

miércoles, diciembre 07, 2005

Miserias II

ESTOY CANSADO

Estar cansado tiene plumas,
tiene plumas graciosas como un loro,
plumas que desde luego nunca vuelan,
mas balbucean igual que loro.

Estoy cansado de las casas,
prontamente en ruinas sin un gesto;
estoy cansado de las cosas,
con un latir de seda vueltas luego de espaldas.

Estoy cansado de estar vivo,
aunque más cansado sería el estar muerto;
estoy cansado del estar cansado
entre plumas ligeras sagazmente,
plumas del loro aquel tan familiar o triste,
el loro aquel del siempre estar cansado.


Luis Cernuda

Estoy cansado de tantas cosas... De los pijitos caprichosos que abundan en los blogs; de que en España exista un veinte por ciento de la población viviendo bajo el umbral de la pobreza, y los políticos sigan con sus cosas de la política, como si todo fuese bien (menos mal que hay periodistas como Iñaki Gabilondo o Pedro Piqueras que en estos días nos lo han recordado). Estoy cansado de los lugares pueblerinos que tienen todos los vicios de las ciudades (ruido y morralla), sin ninguna de las ventajas. Estoy cansado de los contactos, de las miradas pasajeras, de los ingleses cocainómanos, taxistas jubilados y queers en la puerta de los pubs pueblerinos, haciendo como que toman el sol en una silla plegable. Cansado de tí, de todos tus recuerdos, de todas tus promesas, y tus quejas sin fin. Cansado de la literatura que es un mundo paralelo que nunca toca tierra en las cosas que realmente importan.



Así que leo otra novela, otro vano intento de escapar del tedio y la miseria del cada día, The Book of Evidence de John Banville (Picador, 1998; publicado originalmente en 1989), que en su día se publicó en español (aunque muy poca gente la habrá leído), y que cuenta con un narrador muy parecido (también por su situación, desde la que escribe) al Humbert Humbert de Lolita de Nabokov. Sólo por esta voz tan irónica merece la pena adentrarse en sus páginas. Cuando este narrador habla de España, dice que es un país cruel y aburrido. Odio España, mañana estaré fuera.

lunes, diciembre 05, 2005

Miseria y pornografía cotidiana

Hoy no tengo ganas de hablar de literatura (además, dije que pasaba de literatura por un tiempo).

La novela de Zafón, que no he terminado aún (es un folletón tremendo, por favor, pero llega a ser divertido si no te lo tomas en serio), queda en un segundo plano, y la maravillosa música de Beethoven (su cuarteto de cuerda nº 14, op. 131, por el Fine Arts Quartet, sello SAGA), cuando uno lee en El País del sábado 3 de diciembre este reportaje sobre la pobreza en que viven las mujeres españolas mayores de 65 años, sólo superada por las italianas (otro país que para qué). Pensar que un buen porcentaje de españolas vive en esa situación da que pensar, y también me hace pensar en otras cosas en las que España no sale bien parada: que sea el país junto al Reino Unido en donde más cocaína se consume; que sea el país más ruidoso después de Japón; que la educación vaya fatal, sobre todo entre los adolescentes; que haya tantos casos de SIDA... Para qué seguir. Y mientras tanto los políticos se montan sus estupideces, discuten sobre la fractura de España, se movilizan por la Constitución (justo los que antes no movieron un dedo por la democracia) y patatín patatán, y casi me mato, yeehhhh yeeehhh.

Da mucha cosa escuchar y ver todo este espectáculo.

Luego, bajando de escalón, leo en un suplemento para la juventú lo que una chica cuenta sobre su aventurilla de una noche: pues nada, que iban ella y su chico muy borrachos, se subieron a un bus nocturno que estaba lleno de peña, y casi todos también bien puestos, y los dos se excitaron cantidubi, y su chico le hizo una proposición indecente, que era que le hiciera una mamada, y ella como ya estaba con la calentura, y como toda la peña jaleaba, pues nada, que se puso al asunto, pero sólo un momentito, aclara, y no veas la peña cómo estaba jaleando.

Sin comentarios, ¿no? La juventud española también tiene todos los puntos para ser la más descerebrada de Europa. Dios mío, ¿qué hago yo aquí?

viernes, diciembre 02, 2005

Caminos II

Pues no, de momento no pienso volver a la literatura...

La literatura, eso sí que es aburrido. ¿La literatura es acaso lo que representa alguien como Sergio Pitol, reciente Premio Cervantes?, entonces, no me interesa. Porque vamos a ver: ¿hay algún lector apasionado que recuerde una novela, un libro al menos, de este señor? ¿ha creado personajes entrañables, inolvidables? Yo he crecido con historias fabulosas, terroríficamente buenas, de ésas que te atrapan, escritas por autores que no son tenidos por literatos, sino por simples mercaderes de las palabras, ¡pero bienvenidos sean, si son capaces de dar tanto placer y buenos ratos! Stephen King, Clive Barker, Poe, Lovecraft, y tantos otros. El perfume fue una novela que me dejó para el arrastre. Y qué decir de Caballo de Troya de J. J. Benítez. En cambio, nunca he podido con Henry James, ni con Faulkner, ni con el petardo de Joyce, ni con Dostoievski. Me aburren tremendamente los autores serios, tenidos por los más grandes, y sobre todo, me aburren los traductores que se lanzan a escribir, los diplomáticos, los hombres de mundo. Así que, si me aprietan, dejaría de leer literatura seria para dedicarme sólo a lo que me engancha enseguida, y Zafón lo consigue apenas te adentras en su hermosa novela ambientada en Barcelona. ¡Barcelona, qué ciudad! Eso es justo lo que quería leer, algo ambientado allí, y ésta enseguida te lleva a pasear por las Ramblas, por los siniestros callejones del Raval, aparece el ambiente bohemio de Els Quatre Gats, luego dice un personaje que irán a comer a Can Soler (otra institución), y a cada revuelta, a cada giro de los acontecimientos, ahí está la ciudad de los milagros, para contemplar las miserias y aventuras de estos personajes de fábula. Daniel, Fermín, la Bernarda, Bea que está como un bombón, Nuria Monfort, Julián Carax el autor misterioso, autor de novelas folletinescas, sí, como la que leemos, que lleva el mismo título que una de las suyas... y no sabemos si este Daniel metido a detective amateur no será una reencarnación suya...

Y Penélope Aldaya, esa enamorada que se quedó esperando...

Y el inspector de policía Fumero, ese monstruo franquista, y esa central de detenciones en Vía Layetana...

Pasado mañana la termino...



Beethoven, la subasta de su última partitura, la Gran Fuga. Sus cuartetos de cuerda, continuación: pero paso de los del opus 18 y me voy directamente a los Rasumovsky, al nº 8, op. 59 nº 2, en mi menor. Comienza con un allegro, le sigue un molto adagio de más de doce minutos, de una intensidad expresiva poco común, que te deja al borde de la ensoñación; prosigue con un allegretto, con forma de tema con variaciones, en donde se insinúa la melodía que aparece refulgente en el Himno a la alegría de la Novena. En la cara B del disco encontramos el Finale. Presto, de un tono danzarín arrebatador. Luego sigo con el nº 11, op. 95, dividido en cuatro secciones (allegro con brio; allegretto ma non troppo; allegro assai vivace, ma serioso; y larghetto--allegretto agitato--Allegro espressivo), y la impresión que me da, al menos en esta grabación, es la de ser una obra más ligera, a pesar de ir ya hacia los últimos cuartetos. La versión es del Cuarteto Vegh (Valois). Adentrándonos ya en esa etapa final, está el grandioso, por su duración y por su intensidad expresiva, nº 13, op 130, en si bemol mayor, que escucho en la versión un poco anticuada del Busch String Quartet (CBS, 1970), aunque pienso que esta impresión se debe a la grabación. En la cara A encontramos los tres primeros movimientos, y en la B los otros tres restantes (ellos no incluyen antes del final la Gran Fuga, que sí hace la grab. del Alban Berg Qut., en el sello EMI). Comienza con un adagio ma non troppo--Allegro, de más de ocho minutos de duración, que oscila un poco de forma esquizoide, entre el arrebato de alegría y la depresión; le sigue un brevísimo Presto, de menos de dos minutos, y luego va un andante con moto, ma non troppo.

jueves, diciembre 01, 2005

Vuelta a los sentimientos




Pues eso: que decido dedicar unos días a este best-seller (perdón, a este superventas), que se lee de un tirón casi, a pesar de que cuenta con 576 páginas (Planeta, 2001). Necesito un descanso de tantos dioses, de tanta "teoría" sobre lo divino y lo humano, y sobre todo, necesito volver al castellano. Supongo que este libro lo ha leído casi todo el mundo, así que algo tendréis que decir, ¿no?