martes, marzo 01, 2011

Ya no hay hombres

Leo en el Babelia que me pillo el artículo sobre el libro de la semana, no es una novela sino un libro de ensayo, de antropología filosófica además, una obra en dos volúmenes del alemán Günther Anders que se titula La obsolescencia del hombre (Ed. Pre-Textos). Un título así ya puede espantar a la mayoría, pero no a mí, que estoy deseando leerlo, porque me huelo que son dos obras en el estilo de Peter Sloterdijk, es decir, obras en las que se dicen muchas cosas de interés, cosas ciertas y poderosas, que los sociólogos al uso nunca dirán. Y es verdad que no hay hombres de repuesto. Y es verdad que el poderío de la técnica ha logrado exterminar el alma, si es que quedaba algo.

Hablo con un conocido que dice ser músico, en el rastro, el último domingo. Lo vi antes en el concierto de Roberta Gambarini, y quise charlar un poco con él, porque la verdad, ya no hay gente con la que yo pueda hablar de algo interesante, en este pueblo de mierda donde vivo. Ah, en el concierto sólo había, como mucho, diez españoles, y seguro que invitados o conocidos de los músicos. Bueno, resulta que la música es algo que cada uno lleva en su morral, es tan difícil coincidir..., aunque parezca que sí. Cuando me mienta a Wynton Marsalis sé que hay algo profundo que nos separa. Luego podemos estableccer algún vínculo a través de Messiaen (que tampoco me gusta mucho) o bien Morton Feldman, aunque dudo que él estuviera en un concierto de sus últimas obras, que duran horas. Me dio la impresión de ser un tipo light, ligero, como los hombres que me rodean, aunque un poco más cultivado, con más amplitud de miras. Por momentos, tanto en lo intelectual como en lo físico, me trae recuerdos de Juanma, el suicida, el poeta frustrado de Frigiliana, con el que hablaba en otro tiempo, antes de su triste final. Veo en ambos una cierta tendencia hacia lo inflexible, hacia ideas ya fosilizadas. Le dije que de Janacek sólo conocía La zorrita astuta (pues al final le compré Jenufa, en versión excelente de Mackerras), pero por mucho que le dije que era de Janacek, él dijo una y otra vez que era de Smetana. Pues vale. Comentarios típicos, cosas que uno ya sabe, que está bien escuchar, pero que no sirven para ir más allá en un verdadero diálogo o debate, si se quiere. Que si Mark Rothko, que si la armonía extendida en el jazz que nos gusta, que si Boulez o Lachenmann, que si aquel pájaro tiene las alas azules. Una chica toca un violín en una esquina, casi al borde del abismo, y eso me dice mucho más que toda la cháchara de este servidor de vinazo a los guiris, encima a dos y tres euros la copita aflautada. Yo no me vendo, señor. Si estoy solo, estoy solo, pero no me pongo a servir vinazo a unos guiris que se han adueñado del pueblo, y que como son mayoría, tiene la cantante que cambiar su lengua, y pasar del bello italiano a la ruda y divertida lengua del Bardo. Hay que resistir, ser un emboscado, un hippie auténtico. Alemania puede ser un buen destino, pero hay infiernos más temibles. Hay una música que no viene en ningún libro de texto y que tampoco se puede plasmar en una partitura. El pianista se desvía demasiado, y yo, yo sólo puedo amar una resonancia, un ritmo frenético y dislocado.

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