martes, julio 27, 2010

Música "contemporánea" (II)

La historia es la siguiente: hasta no hace mucho, digamos algunas décadas solamente, los llamados compositores de música culta o seria, se dedicaban a componer, y luego, o durante, los músicos se encargaban de interpretar o en el mejor de los casos, “crear” esas obras delante del mismo compositor o bien el público de turno. Y el creador, ya fuera el compositor o el músico en cabeza de la formación, exigía una cierta seriedad al proyecto, una fidelidad a la partitura. No se podía tocar algo de mala manera, aunque delante de un público no experto (la mayoría de las veces), los ligeros deslices eran permisibles. La típica broma o el comentario sobre la marcha post-concierto era sobre esto mismo, la calidad de la interpretación o “lectura” de la pieza en cuestión, y siempre había el periquito de turno que ponía en tela de juicio buena parte de lo escuchado.

Ahora ha llegado el tiempo de poner fin a todo esto; es más, todo esto parece un poco ridículo, y la verdad es que llegará un tiempo en que a todos nuestros descendientes les parecerá harto cómica esta situación del pasado, siglos y siglos de autoría inflexible y músicas con fuegos de artificio, cuando no con la escupidera al lado. La música contemporánea, que tenía como seña de identidad un apartamiento del público (desenlace fatal que llevó a cabo Webern antes de ser rematado por un soldado alemán en una acción azarosa)…, de repente se ve abocada al fracaso incluso por parte de su público más fiel, que no soporta más los manierismos de siempre. La ruptura y una cierta violencia que impusieron Boulez, Stockhausen y sus acólicos tras la Segunda Guerra Mundial; la huida hacia el interior de Lachenmann, Sciarrino y sus seguidores-perritos fieles…, y la desbandada general en un tiempo posmoderno en donde todo vale y ya no hay escuelas ni seguidores siquiera…, todo ello ha hecho mella de tal manera en la música seria, que la idea de autoría ha saltado por fin por los aires, y mantener esa impostura tras todo lo que han dicho los filósofos más conspicuos, es realmente escandaloso e insostenible.
Y los que han llevado a cabo tal proeza, tal acto de sabotaje espléndido, han sido nada más y nada menos que esos maravillosos músicos que siempre han permanecido en la sombra, primero, y que luego han sido colaboradores de los señores de la vanguardia, pero sin tener realmente protagonismo en las arenas del espectáculo. Ya era hora de que sonaran las campanas para ellos, es decir, que hicieran estallar todo el castillo y su torre, y que viniesen a liarla en la misma plataforma de riesgos de la escena actual.

Los nombres son los que siguen, en primera fila: Klangforum Wien (un foro de sonidos, un nombre que seguía teniendo connotaciones de escuela, realmente trasnochado ahora); Ensemble Modern (sí, desde Frankfurt con ardor, pero quién quiere seguir llamándose moderno después de los arrebatos posmodernos); Ictus Ensemble (la palabra primera ya tiene un sabor más actual, digamos, algo que corta, que se desliza y se rompe, pero el segundo término mantiene las cosas en su sitio, por lo que la revuelta es, digamos, interceptaba por la Policía del Ministerio de la Vanguardia); Wandelweiser, grupo del que se dice en la Wikipedia: “According to Radu Malfatti, Wandelweiser music is about "the evaluation and integration of silence(s) rather than an ongoing carpet of never-ending sounds." John Cage is a figure of central importance to the Wandelweiser composers; their music is often referred to as "silent music," taking as its starting point Cage’s work 4'33", the first composition to consist largely of silence, after the "Marche Funebre" by the Frenchman Alfons Allais.”

Un año después de la fundación de Wandelweiser, y también gracias a las artes de Malfatti, vino a la vida Polwechsel, un grupo que también amaba la quietud, pero igualmente se revolcaba en las aguas de la electrónica, y más aún, en la mezcolanza entre música instrumental, libre improvisación y electrónica, y ahí estaba Fennesz para demostrarlo. Moser, Stangl y John Butcher son un trío genial para un conjunto abierto que estaba dispuesto, y sigue en ello, a subvertir los cánones de la música contemporánea, abriendo por fin el campo con cotos muy marcados, que nadie hasta entonces había osado traspasar abiertamente.

Pero la bomba llegó por fin en 1997 con la aparición de Zeitkratzer, fundado por Reinhold Friedl, y que integra también a diversos músicos que entran y salen, como es norma en estos conjuntos a que nos venimos refiriendo. Ellos no sólo se dedican a esas transgresión entre géneros y a deambular de aquí para allá sin un rumbo fijo y sin compositores que escriban para ellos, sino que se dedican a hacer versiones muy particulares, versiones de obras que por su propia naturaleza son imposibles de realizar, como es el caso de Metal Machine Music, de Lou Reed, un disco que cuando salió a mediados de los 70, se consideró una tomadura de pelo. Pero no acabó ahí la cosa, sino que decidieron atacar una de las obras endiosadas de la música vanguardista, como es el Pierrot Lunaire de papá Schoenberg, que ellos realizan como una cheap imitation… La verdad es que ahí no termina la burla, que es constante e infinita: ahora están con el proyecto de una serie de discos que lleva por nombre Old School, y que está dedicada nada menos que a nombres señeros de la vanguardia americana, como Cage, Tenney, Feldman o Lucier. Si ellos son “vieja escuela”, entonces… No hace falta ser un lumbreras para darse cuenta del alcance de esta gente, que literalmente rasca el tiempo y se dedica a escribir, a golpe de martillo violento, una nueva historia de la música, tal vez el capítulo final… Porque la música contemporánea, esa de Wergo primero y de Kairos después, está rematada. Zeitkratzer han grabado discos con los popes de la música y el arte electrónicos, como Carsten Nicolai, se han metido en lo más extremo de la escena nipona, como el guitarrista Keiji Haino, y para no desperdiciar terreno, han dado sus opiniones contundentes sobre la música popular, en conciertos siempre en vivo, con la gente aplaudiendo y chillando y pataleando a rabiar, para que se note que esto no son arreglos de estudio. Precisamente lo que caracteriza a este grupo es su directo; estuvieron en Madrid hace un tiempo, y fue una pena perdérselo… Desde luego, lo de ellos es algo también político, no se queda en lo meramente musical, y podemos asegurar tranquilamente que después de ellos, nada será igual en la música de hoy.

Etiquetas:

sábado, julio 24, 2010

Pesadez, falta de aire

Una evangelista americana ha venido a Málaga para cuidar de las “working girls” del polígono Guadalhorce. Quiero contarles que Dios tiene un sueño, un plan, para ellas. Quiero que mejoren. Esta mujer también trabaja con las prostitutas de los burdeles de Los Boliches y Fuengirola. Espero hasta que terminan su trabajo a primera hora de la mañana y entonces camino con ellas cuando dejan el edificio y les digo “¿podemos tomar un café? ¿podemos hablar un rato? ¿puedo rezar con vosotras?” y eso es lo que quiero, compartir con ellas la idea de fe, esperanza y amor. Cuando ellas escuchan la Biblia, están equipadas por el poder de Dios para alejarse de las mentiras y decepciones del mundo. Para el futuro Joyce no sabe mucho, ahora su lugar está en la Costa del Sol, aunque tiene la sensación de que puede llegar a trabajar en Barcelona. ¿Quién sabe dónde me necesitará el Señor la próxima vez? Actualmente ella dice que su mayor proyecto es conseguir una furgoneta y así poder acercarse a las putas en el polígono industrial de noche. “Podemos montar una iglesia aquí mismo en la furgoneta. Podemos compartir la oración, estudiar la Biblia, escuchar música Cristiana, incluso tomar un café y hablar. Muchas de las chicas tienen miedo y no quieren dejar su puesto e ir a una iglesia tradicional en un edificio, así pues tenemos que ir hasta ellas. Aunque espero que algún día sea posible para mí tener mi propio edificio aquí en la Costa. Me gustaría hacerlo accesible para todo el mundo y me gustaría que estuviera abierto en esos momentos en que tantas almas perdidas me necesitan para que puedan ser iluminadas”. Desde que está en su misión, Joyce ha visto a muchas prostitutas cambiar de vida. “La primera chica a la que hablé cuando fui a Guadalhorce está ahora fuera de las calles y va regularmente a una iglesia de Nigeria en Málaga.” Preguntada si encuentra su trabajo gratificante, contesta: “Es mi trabajo. Dios es mi jefe”.

Camino de noche por esas calles dejadas de la mano de Dios, veo a gente sin nombre que pasea alegremente en busca de una diversión que no está asegurada. Dios es mi pastor estando con él estaré bien cuidado. No hay nadie para hablar, estuve encerrado un mes entero, sin pisar la calle, sin hablar apenas con nadie. Ahora el fresco de la noche me parece algo irreal, como venido de otro planeta. No hay mucha gente en realidad. En una esquina veo a Samuel, que está metiéndose una raya, me mira y se ríe, pero en realidad no es a mí. En la terraza del Tantra no hay nadie, aunque las mesas están bien colocadas. Una hora más tarde estoy por el Paseo Marítimo, totalmente despoblado a esas horas, corre un aire tibio, algunos gatos dan buena cuenta de los restos de arroz de un chiringuito. Me encuentro de repente con dos mujeres que tienen pinta de querer divertirse, parecen inglesas y van bastante escotadas. Pasan de largo sin ni siquiera mirarme. Me gustaría hacer algo detrás de esa roca. Ahí un verano me quemé tanto. Los recuerdos vuelan y se marchan lejos, y esta música imaginaria en mi cabeza, aunque dice algo así como “en el maravilloso mes de mayo”, lo cual es todo mentira, porque mayo es un mes malo, no maravilloso. ¿Por qué la música siempre miente? La música sirve para pensar en otra cosa, nos aleja de las cosas que de verdad importan. ¿Y qué es eso que importa de verdad? La salud del alma, un paisaje, el rostro amado, el dolor, un buen polvo, el paseo que ahora estás dando moviéndote en el vacío de la noche, las bocinas y cláxones de los coches, el zumbido del aire acondicionado, todos los sonidos macabros del asqueroso mundo. El que lo tiene todo en su finca en San Petersburgo dice que la vida es maravillosa, es como una colección de mariposas, ahí estáticas con su alfiler clavadas en la cruz de amaneceres inciertos. Dos putas más se me cruzan en otra esquina, debajo del Palenque, esta vez las oigo susurrarse algo en español. Son de Madrid. Llevan en una bolsa el material para un típico botellón, es decir, algo por lo que perderse en la bruma. Van muy maquilladas. Me uno a ellas, aunque no he sido invitado. Enseguida me doy cuenta que no hablan del todo mi idioma, sino una jerga de macarras de Malasaña o Lavapiés. Da igual. Mientras ellas (una pequeña y de pelo muy corto, un poco rubia; la otra, más alta aunque no tanto como yo, y con tetas grandes y el pelo un poco por los hombros) canturrean sobre sus recuerdos de instituto, yo me sirvo un buen vaso de ron Cacique (no tienen Legendario, vaya) y un buen lingotazo de Coca-Cola, aunque en realidad es para engañarme…, ellas brindan conmigo por el aire malsano de la noche y me preguntan algunas cosas que no entiendo. Una se llama Elisa, la de las tetas (la otra es casi plana), y tengo ganas de besarla, aunque esto es poco probable que ocurra, eso sólo pasa en el cine, y esto es la puta realidad de un lugar llamado Nerja, Costa del Sol, Axarquía. Las horas pasan febriles, cargadas de un aroma a otro lugar, con sus propios vestidos, sus sandalias negras a la moda, un pellizco es todo lo que consigues del tiempo que huye. No hay nada que pueda parar esta desidia, este malhumor sin motivo, este estado de botellón en la cabeza. Descubro que la botella en realidad es garrafón, y según voy echándolo al vaso de tubo, de plástico, va cayendo junto al alcohol una serie de semillas, algo muy pequeño y muy marrón, y la garrafa pesa tanto, tanto… Elisa se ríe como una descosida, pasa el camión de la basura por arriba a muchos metros, o puede que la arena esté tan fría, y sobra todo el calzado y hasta los labios buscan su música adecuada, y de repente descubro que estoy en otra playa, en Rincón, y que ella, la sabina de otros mares y otro siglo, está ahí al lado, con su bici mirando al cielo o a las espumas, y mi camiseta morada está húmeda pero no de sus dedos, y ella quiere bañarse pero no es la hora verde adecuada, tiene que ser otra música la que encierre el misterio, y entonces mira el reloj y dice que hay que irse, que en su casa la están esperando, aunque en su casa en realidad no hay nadie sino un montón de casettes mal colocadas sobre una mesa camilla y pone algo para agradarme como Javier Ruibal a quien he visto hace poco en directo, rosa de Alejandría pero no las variaciones goldberg de bach, que la aburren soberanamente; Elisa pasa una mano por mi pelo, siento sus pechos contra mi costado, siento algo que cae pero no es la botella ni el suelo bajo mis pies, sus uñas rojas muy rojosangre, algo que me dice que la roca no será impedimento, luego vendrá otra playa, en Cabo de Gata, y otro verano, que no será el nuestro.

Me doy la vuelta y reemprendo la marcha. Ahora no me encuentro más que con el holandés muy alto (ah, maldita redundancia) que va haciendo eses por el asfalto, va tan borracho que no puede tenerse en pie, y es tan alto, tan desgarbado… una araña, dos arañas, tres manzanas, cuatro fresones, cinco sandías, la luna brilla se dice algo a mis espaldas, una negra en una esquina haciendo su trabajo, el hombre se queja dulcemente pero ella sigue como si nada, la rusa no mueve ni pestañea, mi amigo se cabrea y dice que se baje y se hinque en el pilón, pero no hay nada más allá del malecón, no brilla la luna ni hay altas montañas, no hay cabras ni ganaderos, sólo un pobre inglés Peter con su tablero de ajedrez que duerme en un coche junto al río en un descampado al lado de coches quemados porque lo ha dejado su mujer.

Etiquetas:

jueves, julio 22, 2010

Música "contemporánea"

Hay un problema con la música, la llamada música contemporánea. El problema, si queremos resumirlo en pocas palabras, se llama "la sombra de Lachenmann es alargada". El siglo XIX en su segunda mitad (y antes, si somos estrictos) también tuvo ese problema, entonces el nombre propio era Beethoven. Hasta la llegada de Wagner, y luego de Satie y Debussy (espíritus bien opuestos, la verdad), no se resolvió el problema, problema que era igual que el de ahora, aunque con matices. El problema tiene otra palabra para designarse, se llama "manierismo". Cuando la escuela da lugar a alumnos en lugar de maestros, entonces las enseñanzas que el maestro reparte entran en saco roto, o bien los alumnos no pueden dar el salto y se quedan con cuatro tablas y media, lo más fácil de llevar a cuestas. Beethoven, pues, siguió siendo esa sombra demasiado alargada y grave que el siglo sentimental arrastró como alma en pena hasta que por fin vinieron los franceses que no amaban las sombras de los bosques sino el esplendor de un pasado, la luminosidad del Sur, la gracia y la levedad de una Provenza imaginaria..., aunque tras Wagner hubo franceses que siguieron de pintamonas, y que Satie y Debussy removieron el suelo para escapar de una sombra mucho más maléfica... Pero sin Wagner no hubiéramos tenido a este Mahler y luego a Schoenberg, y sin éste jamás hubiera habido un Webern ni un Boulez ni todos los demás cerebralistas que vinieron después. Y sin Debussy no habría un Takemitsu, aunque esto parece una frivolidad, pues Takemitsu está al margen, eso lo sabemos desde el primer capítulo de Música de nadie. Pero vayamos al grano: Elena Mendoza, por ejemplo, una compositora sevillana de treinta y siete años, se va a Alemania, se queda en Berlín y allí desarrolla su carrera. Pero en lugar de tener una voz propia, tiene una voz impostada, se queda en el regazo de Lachenmann que estás en los cielos antes de tiempo. Y no es la única que ha sucumbido a la tentación de la música concreta instrumental. Lo peor es que se dedique al teatro musical y que use a autores en lengua castellana, como Cortázar o Unamuno o Ángel González, y luego haya que escuchar esos textos, ¡en alemán!, es decir, lachenmannizados. No fui a Niebla cuando se hizo en Madrid, y la verdad es que no me arrepiento, pues no habría soportado escuchar eso, la verdad. ¿Por qué la muerte es un maestro de Alemania? ¡Yo quiero la vida!

Y si nos vamos a José María Sánchez Verdú, es más o menos más de lo mismo, salvo que el gaditano tiene más imaginación, aunque no se puede decir que tenga aún una voz propia (si Mauricio Sotelo siguió en la estela del último Nono-mi-maestro-eterno, con flamenco añadido, un flamenco muy sui generis, Sánchez Verdú se va por los montes de Arabia, un paisaje imaginario como el teatro de la sevillana). Héctor Parra es más original, aunque se le note la impronta del IRCAM parisino, pues allí está la otra gran secta de la contemporánea. Como los otros pueden decir que son socialistas o son populares...

No, la música contemporánea, por suerte, es más amplia que todo eso, es capaz de salir de los reductos boulezianos o germanos para respirar aire puro a pleno pulmón. Ya dijo Alex Ross en su famoso libro The Rest Is Noise, que la escena de la música contemporánea en Alemania se puede describir como un paisaje en donde se ha acordonado la zona por la policía, y no se puede pasar, hasta nueva orden. Los compositores de extraños apellidos no consiguen salir del ghetto, y no porque todos sean judíos. Sólo Georg Friedrich Haas, del que cita su obra maestra in vain, parece escapar de esa grisura uniforme.

La verdad es que gracias al jazz actual, de vanguardia, el que se encuentra en sellos como Winter & Winter o Hat Hut o Clean Feed o Tzadik o ECM, uno puede refrescarse de la mejor manera, con músicos y compositores (a veces las dos cosas, para alegría inmensa de los sentidos) que son, como Pierre Eli Mamou lleva tiempo definiéndolo en su programa, recompositores. Es decir, gente que mira al pasado para coger de ahí recuerdos imaginarios, gente que está al margen y que se sabe en precariedad, caminantes que toman una rosa que tal vez nunca creció más que en sueños. Así, Uri Caine hace que Mozart suena con toda su autenticidad, que Mahler nos muestre su verdadera cara judía, huele a todo eso que los falsos judíos no nos muestran nunca, pues están demasiado atentos a los glissandi de la partitura. Y también hay un acordeón, aparte el saxo alto, y una voz que no es en la sinagoga, nos recuerda que el canto contra la pared es el único permitido, y ella tiene los labios de fresa, su nombre en Slope Park... Esta música pura vive en la ciudad de llegada de todos los exiliados del mundo, y también en clubes de jazz de Chicago y Estocolmo y Hamburgo y Cracovia. Él se llama Ken Vandermark y él se llama Barry Guy y el otro que está a la derecha se llama Franz Koglmann. Lo-lee-ta. Music on Nabokov. Col Legno.


Salvatore Sciarrino :: la soledad del compositor contemporáneo.

Etiquetas: