lunes, abril 28, 2008

Hace tiempo (V)

Escuchaba una música triste, estaba en otra parte, oleadas de avispas y otros bichos venían hasta el lugar, era un verano tórrido y cargado de presagios, la tarde no se acaba nunca, las vueltas, ir hasta el pozo, sacar agua, oler la hierbabuena, revolcarse en las sombras, tal vez un refresco, la noche corta y perfumada, los olores y los días, grillos, concierto de ranas, las adelfas venenosas, nunca te acuestes debajo. Estaba perdido, la música seguía sonando, era algo de otro siglo, un tiempo demasiado oscuro, frente a la luminosidad de ahora, la música sólo existe en el presente, te he dicho muchas veces que no vuelvas, el río, el amor. Escucho Enrico Rava y compañía, atacan un tema de Don Cherry que se llama Art Déco, es el profundo y largo y cálido verano, incendios en la lejanía, es una música extensa y liberadora, la trompeta estalla como haces de luz, está en la cabeza y en la piel que brilla, mi madre en la cama es un día de invierno qué te pasa mamaíta no no puede ser levántate y camina, camina siempre, eres la luz y el camino, en tí creo. Y la noche se llena de luces, de millones de puntitos que brillan en la distancia, luminitza. Una música de gitanos poco a poco se acerca, estaba tendido en el suelo al lado de mi padre que duerme la siesta, el calor te invade te destroza, tienes que dejarte caer, como caen los membrillos, el olor revienta en el suelo, tengo todos los mundos y me falta algo que no sé nombrar. Estoy tendido en la cama que huele a mierda de gato leyendo el senda de lectura, otra vez y otra vez las aventuras de un titiritero, de un malhechor que se viste como una cebra para disimular, ese cuadro en la pared no está recto puede ser un error de apreciación mi padre en el barco destrozado que lo lleva a Melilla a terminar la mili, es 1960, es el inicio del mundo. Mi madre ha venido y nadie sabe cómo ha sido, estoy lleno de pavesas, mi padre quema rastrojos cerca del barranco, cañas secas que se cortaron hace meses, aquí está el Año, cumplido, tengo cicatrices, tengo ganas de vomitar, hay gatos pelos paja plumas penas gansos y algo de beber, el botijo siempre tiene el agua fresca el botijo es el verano la hierba seca el olor a estiércol, el invierno únicamente. Y luego cruzo una senda que me lleva a Bizancio, no es país para hombres viejos, de allí viene un verano perfumado de azahar que dura lo que dura una cerilla, es el cansancio del verano, las mujeres en gasas y sandalias sutiles, suena algo, un instrumento, el baile de estrellas, Enrico Rava o es Paolo Fresu con sus huesos de sepia o es un nocturno de Chopin que se ha detenido al borde del camino para contemplar el conejo que siempre tiene prisa, es la hora de los polvos de talco mi madre nos sube a la mesa amarilla de las matanzas tengo el rostro adormecido, hay un camino que lleva al ciprés, hay un sonido amarillo detrás del algarrobo, mi abuelo sale por las noches, con las sombras. Y al final del sueño se me aparece el deseo enroscado, una música, canción reconocida, está en todos los libros que se abren solos para la oración, mamaíta no no levántate y vamos al pozo, vamos a coger agua, vamos a jugar a los espejismos. Quédate conmigo otra hora.

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martes, abril 22, 2008

Hace tiempo (IV)

El río de la infancia no se cruza dos veces
La poesía es un arma cargada con pólvora mojada, a veces me acuerdo de tí, de los baños de sol la hierba crecida más alta que nosotros, y tu mano sobre mi pierna y las caras mirando al cielo, un aire que se cruzaba delante de nosotros, estamos en esa habitación que era todo nuestro mundo, viendo la tele, los dibujos animados los juguetes esparcidos por el suelo, un concierto en Granada, adonde nunca he de volver. Y venimos a esta orilla, quemados por el sol, en un cine a mediatarde nos metemos para ver una película que habla de asesinatos reales en la pantalla, se llama Tesis, hay un paseo y palomas una feria del libro, estudio las flores las margaritas crecen por doquier, arreglan el río, el río que está perdido para siempre. Carlitos, voy a su casa, escuchamos Bauhaus y Front 242, esto ya no es lo que era, le cuento de mis desventuras con la argentina, él me dice que me olvide, que en Jamaica se vive mejor, ha estado en Notting Hill, allí los rastas del mundo se unen y hacen sonar sus marimbas y sus canutos arden hasta el amanecer, hay una fiesta, pero me quedo en casa, en el límite del mundo.
Y ella aparece por el camino de brezo camino del río, me arremango para cruzar hasta el otro lado, llovió todo el domingo, y todo el lunes, ahora vamos a cavar túneles, ahora veo el edificio de la Radio de Colonia, en Alemania, en donde trabaja Stockhausen, es un científico loco que prueba nuevos sonidos, vienen de Saturno, dibujo a mi madre sentada junto al pozo, donde la hierbabueba crece salvaje, mi madre no se levanta está enferma ha tenido un desmayo por el calor, vamos a un concierto de ruidos, es el demonio de la levadura, estoy tumbado en la cama leyendo en el senda de lectura en la casa no hay libros, he nacido en un lugar equivocado, pero eso se puede corregir, Carola me dice que eso no es posible, es destino, hay un hombre que hace healing y podrá curar mis males, pero no puede ser, es el momento de irse a dormir, vengo de Granada, de donde cantan las ranas, vengo de un lugar de niebla, una casa desolada, no me gusta Dickens.

Hay un río, un lugar sin tiempo, atrévete a cruzarlo, hay un desierto rosa que crece a cada paso, un hombre con turbante, fachadas pintadas en violento añil, es un lugar de la India, el campo se ensancha y beso los lirios que crecen a mis pies, morados, lugares eternos, una acequia un amor, vamos al pozo, las ranas cantan hay un no sé qué que se halla por ventura, una noche estrellada un espanto que baja de la cuadra, tengo todos los caminos, tengo todas las desgracias encima, pero son como nubes pasajeras, es música de Herman D. Koppel, es el oboe que se pierde al final del sendero.


Koppel, el danés tranquilo

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jueves, abril 17, 2008

Hace tiempo (III)

Me quedo traspuesto escuchando el Concierto para clarinete de Nielsen, a lo mejor bastaría el silencio, pero es tan ruidoso, una simple lluvia cayendo sobre el ramaje, un té, algunas rosquillas invadidas por las hormigas, pasear por la arena recoger los guijarros piedras blancas otras de colores llenar un bote de cristal transparente, más música en el invierno de la mente, acercarse a las cosas sin retratarlas, pisar sin sentir el suelo, ir por los montes y no sentir el viento en las sienes, dormir otro poco para apaciguar el cansancio por el insomnio de anoche, de todas las noches, mirar a las mujeres ceñidas que van buscando guerras, las que se tatúan al final de la espalda, la tinta sobre la piel, la piel que quema al simple contacto de unas yemas, gastadas por el tiempo por el roce de las piedras, las piedras de estar cansado de estar vivo, vivo de recuerdos cuando no queda otra esperanza. Acercarme a tí en sueños, aplastarme la cara y todo el cuerpo contra tus arrugas, la rabia de años se concentra en este abrazo feroz, anoche un gato negro sale de debajo del mueble del rincón, en donde guardo los libros de filosofía, la pobre sabiduría de unos años, vencidos por el tiempo, el tiempo de estar solo, asomado a la calle en donde nadie espera, nadie en ninguna esquina rosa comida por los bordes, bordes de una calle que tiene hambre, las putas vienen y se apostan cerca de la esquina, pasean con sus piernas esbeltas y sus tacones de quince centímetros, vienen y se van y sirven cervezas en las cuadras junto al río, putas que se ríen y se tiñen el pelo, pelo de puta que me busca la ruina, una mala puta se me acerca y ya no hay música, no hay más que un largo desierto, las putas estudian para ser funcionarias del cuerpo de policía, la policía es una mala puta que te produce insomnio, los coches mal aparcados, el sexo está sediento, la música abre su boca desdentada y sale de ella un triste sopor, de tener una puta en cada esquina y no follar nunca, masturbarse con los recuerdos de algunas chicas de mi triste juventud, la que se corría como una fuente, la que no esperaba a que le dijera nada, la puta que jugaba al tenis, la que cobra 130 libras a sus clientes mientras se deja follar y recita cien dígitos del número de pi, y te dice cuál es la raíz cuadrada de menos 1, y se deja penetrar por detrás, y la chupa mejor que las francesas, todo eso por algunas libras, y no se arrepiente de nada, tiene buen drive para el sexo, es cuestión de ponerse, de ponerla dura una y otra vez y dejarse escarbar el chumino, de estar en la elíptica, de contemplar las estrellas en primera fila, ahora déjame solo, con el Concierto para flauta de Carl Nielsen por Julius Drake, eres como el trombón que se burla de mis intentos, no voy a quererte nunca más.


Carl Nielsen, el humorista tranquilo

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martes, abril 08, 2008

Hace tiempo (II)

Voy por la carretera y llueve, abro el paraguas, huele profundamente a estiércol, por fin se respira algo que es naturaleza, y entonces me acuerdo de aquel concierto en el teatro Alameda, Marina Rossell, ha llovido peces pajas panes..., y allí estaba el primo de Carlitos el que tenía toda la familia en la Guardia Civil y estuvo a punto de matarse tirándose por un muro porque le dio por ahí, de repente lo veo junto a mí en aquel día cerca de su casa en Huelin, fumando un porro los tres, contando tonterías, mientras cerca el mar traía su olor a yodo y algas profundas.

Despierto de la noche insomne, descubro que estoy vacío, que toda esta vida es falsa y que afuera sólo hay una inmensa carretera y tengo todas las calles para echar a correr, y la estantería está en orden, y abajo me espera algo que no tengo ganas de ver, en la radio hablan de Stravinsky, hay un día negro con las ruedas panza arriba una oveja solitaria detrás de la malla verde, de repente estoy en el jardín de una pareja amiga de un pintor homosexual, y no sé qué estoy haciendo allí, se hace de noche, antes de los bosques, habrá que despejar.

Cuando menos te lo esperas aparece, se llama como la chica de ayer, tiene los ojos tan azules que se ve dentro el mar, la moneda al aire, calle de Santa Isabel, estamos en un cortijo viendo una película estoy escuchando en el estudio de al lado los quejidos sexuales, del hombre de Murcia y su querida, ensayan posturas, hay figuritas egipcias al lado de una sábana en el suelo, mientras nosotros estamos en Granada, abril de 1999, antes de los bosques, paseamos cerca del Auditorio Manuel de Falla, hay gente triste que pasea bajo los álamos, el primo de Carlitos cuenta un chiste, otra calada al porro, el olor, la noche abierta.

Entonces regreso de un camino polvoriento, sin memoria, me gustaría tenerte de la mano parasiempre con un libro de Ruth Rendell que habla de la permanencia de los que mueren, que regresan porque tienen cuentas pendientes, me gustaría estar sobre los árboles, el niño que soy que escarba en la negra y sucia tierra llena de mierda de gato, viene mi primo, corremos entre las margaritas y las amapolas, te cantaré algo, ha llovido penas pastas piñas mas tendrá que ser más.

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lunes, abril 07, 2008

Hace tiempo

De repente, no puedo seguir leyendo, me paro, hay recuerdos, imágenes vívidas del pasado, de una vida que tal vez fue la mía, pero de eso ya no me acuerdo bien, alguien protagonizó las escenas, yo estaba al otro lado del espejo, hay fantasmas como al comienzo de Adam and Eve and Pinch me de Ruth Rendell, yo iba a las películas y disfrutaba, yo me sentaba frente al televisor y no me perdía los dibujos animados, me acuerdo de Pulgoso, cuando veo al perro por la casa, me acuerdo, sueño que hay que meter a un gato en el saco y llevárselo a la otra casa, hay que despejar el escenario para cuando vengan los actores de verdad.

Trato de leer, escucho la radio y suena una música, incluso es Karajan que hoy habría cumplido cien años, pero estoy en otra casa que se parece ligeramente a ésta, pero en la casa irreal hay una vecina arriba que lo llena todo de agua cuando tiende la ropa y le digo a mi hermana que le grite y luego grito yo, me quedo sin voz mientras lo hago, salgo del sueño y entro de nuevo en un cuerpo prestado, hay tiempo de esbozar otro sueño, pero en esto que llega la primera luz y tengo que salir ahí fuera, donde las verdaderas pesadillas, las de carne y ruido.

Voy cerca de las cuadras y hay una venta que dice COCHES DE CABALLOS y hay dos mujeres sentadas sobre la verja y una de ellas me suena su cara y su cuerpo, al final de la espalda tiene un tatuaje mucha tinta azul y una extraña flor y pienso que la tiene que chupar estupendamente y me la imagino en posturas porno, como las putas, en las películas de Taquilla X. Y me gustaría ser su perrillo que olisquea el estiércol y me gustaría tocarle la espalda al final justo cuando la carne se vuelve azul y todo vibra, me gustaría follar con ella pero no sé cómo se lo voy a decir, no puedo acercarme porque hay un cristal y ella está en el otro lado, donde las cosas suceden, yo me quedo del lado de los relatos que siempre mienten, por caridad.

Estoy parado en el arcén, mi padre me llama, yo estoy vomitando, mi madre dice que un vaso de leche caliente, voy a seguir vomitando, todo lo que tengo y lo que no tengo, voy a comprarme ese disco con los conciertos de flauta y de clarinete de Nielsen por Bernstein, voy a irme por el montecillo lleno de lirios, estoy en el cuarto, se me aparece mi padre para decirme algo, siento un calambrazo en todo el cuerpo, el mensaje se ha transmitido, pero cuando regreso a mi cuerpo, no recuerdo nada.

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martes, abril 01, 2008

MozartCage

En la radio antes de salir de casa ponen la Fantasía en do menor, K. 475 de Mozart, una obra para piano de una extraña fascinación. La toca Karl Engel, que solía acompañar a Dietrich Fischer-Dieskau en las obras de Schubert, pero esta obra hay que escucharla ahora en las mejores manos, el mejor pianista del momento, el más imaginativo, David Greilsammer:



David prepara el piano, en Música de nadie puedo escuchar de nuevo la Sonata nº 5 de John Cage, en un programa excelente en donde se habla del viaje de Malaspina y de una india de nombre Utz (¿es el mismo personaje de la novela de Chatwin?), y de la geografía del silencio, y se escuchan unas músicas traspuestas.



En el libro de Ross, se habla de Shostakóvich, uno de mis favoritos, y cómo tuvo que luchar por mantener su dignidad y la independencia de su músicas en una época de terror, sobre todo desde la subida al poder de Stalin. Ayer mismo conseguí un nuevo libro (un libro cada día), de Antony Beevor, sobre Olga Chekhova, sobrina del famoso escritor.

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