lunes, mayo 30, 2005

En el infierno

La noche del sábado, como no había quedado con la petarda, me puse a revisar, por enésima vez, La escalera de Jacob de Adrian Lyne, una película fascinante, polisémica, que vi en cine por casualidad, en el cine Regio, en un otoño de 1990, y me quedé flipando. Muy raras veces me ha ocurrido que entre a la sala oscura sin tener ni zorra idea de la película, y ésta me sorprenda, pero en esa ocasión fue así. El filme del sensacionalista Lyne, que aquí da una lección de cine de suspense y de calidad, trabaja en al menos tres niveles superpuestos, que dotan al conjunto de una intensidad insospechada en su cine anterior. Por un lado, está la historia del Jake superviviente de Vietnam, quien como otros muchos supervivientes, sufre un trauma por todo lo vivido en la selva (la última novela de Javier Cercas también nos presenta a un personaje de esta calaña), tiene sueños espeluznantes y trata de llevar lo mejor posible su nueva vida. Porque hubo una vida mejor, con una mujer cariñosa, Sarah, unos hijos maravillosos y un ambiente ideal. Como sucede en las separaciones, luego nos espera el infierno, que es ese tiempo de incertidumbre y de dolor por los recuerdos, y sabiendo que todo lo que viene después, mujeres incluidas, es inferior, muy inferior (la mujer con la que ahora vive Jacob es una desconocida en realidad, una zorra, una que se entrega a los demonios, porque sólo piensa en el sexo). El segundo nivel es la parte de intriga, de averiguación de lo que les ocurrió aquel día, aquella noche, qué hicieron con ellos..., es la parte más realista, y la que hace que el filme avance convenientemente. El espectador descubrirá poco a poco el terrible destino de todo el grupo. Un último nivel es el que tiene que ver con la frontera entre la vida y la muerte, lleno de referencias literarias, míticas, filosóficas, que tienen su punto cumbre con la cita de Meister Eckhart por parte del "ángel" quiropráctico (Louis, Danny Aiello), que se repite hacia el final, cuando el ascenso definitivo. Todo este simbolismo, este transitar entre los dos mundos, este cambio de dimensiones a través de la "escalera" bíblica y psicotrópica, es de un virtuosismo tal, que sólo por eso esta película es ya una pequeña joya de múltiples significados y para ver una y otra vez. Me ha sucedido pocas veces, otro ejemplo de filme para revisar es Alguien voló sobre el nido del cuco, que ya no tengo, por desgracia.

Así, el infierno como lugar en donde estamos mientras esperamos la paz que nos haga abandonar el mundo, se convierte desde el comienzo en el protagonista de las hipnóticas imágenes, que se acompañan de una impresionista música, por contraste, del gran Maurice Jarre. El infierno de las drogas, de las relaciones humanas, de los recuerdos sobre todo, que aparecen en forma de fotos que han de ser quemadas, o robadas por un Santa Claus macabro, muy de nuestros días demoníacos. El infierno es la residencia en la tierra cuando ya tocaba irse, porque no queremos pasar al lado de la Luz. Un pasillo lleno de vueltas y revueltas, por un hospital-hospicio, el lugar donde (asylum) se mete a los incurables, a los que no tienen remedio, de tintes medievales, en uno de los momentos más oníricos y conseguidos de la cinta. La película, de paso, critica de forma salvaje el estado de la sanidad pública frente a la limpieza y bondad de las clínicas privadas o la corrupción de abogados que sólo piensan en beneficios,frente al descubrimiento de la verdad, la terrible verdad. Pero al final, lo que cuenta es lo más íntimo, lo que sucede con el alma del torturado, que ve pasar ante sus ojos ramalazos de existencia a la vez que gira hacia adelante en un espantoso calvario, antes del fin, o después del réquiem. Láminas del Inferno de Dante pasan ante sus ojos atónitos, mientras no cesa de comprobar por todas partes signos de la parte oscura: pero este mundo es obra del demonio, y nos arrancan la vida sus sirvientes.

Después de la separación, yo también estuve en el infierno, hubo drogas de toda clase, y eso no parecía tener fin, y ante el embotamiento, ante mi propia parálisis consentida o involuntaria, veía manifestarse a los seres anómalos y perversos. Me dije si esta película tendría un final. A veces pienso que no se acabará nunca. En la tradición corsa, he leído en alguna parte, se cree que los muertos prolongan su vida aquí abajo,¿y cómo se los reconoce? Pues que su voz de falsete surge como en susurros, y que miden treinta centímetros menos que en vida. Entonces, despierto de la pesadilla: estaba en mi habitación, y veo cómo se desplaza sola la botella (de ron, por ejemplo), hasta que se vuelca y sale su contenido. Se lo muestro a ella, como testigo. Arrojo la botella contra una esquina, la botella no se quiebra, pero sale el líquido salvador, y pienso "ese cabrón no quiere que beba, quiere que no quede nada dentro". Luego, ante el espejo del baño, espero inquieto la transformación, que mi rostro se desfigure, que baje de estatura, porque los muertos son unos malditos enanos.

viernes, mayo 27, 2005

Bandera roja II

De las quince sinfonías que compuso Shostakovich, la Séptima es mi preferida, la subtitulada Leningrado (op. 60), que escucho esta vez en la versión de la Filarmónica Checa con Vaclav Neumann al frente, en una grabación del sello checo Supraphon del año 1975 (¡ah, esos años dorados!!). Se abre con un allegretto, pero en realidad lo que encontramos al comienzo es un adagio, un lento discurrir de la orquesta por la zona en penumbras, hasta que poco a poco se va animando el conjunto, que deviene una marcha en crescendo hasta llegar a un clímax de metales inflamados. Le sigue un moderato (poco allegretto), que funciona a modo de intermezzo, y en donde hay un juego irisado de todas las familias instrumentales. Llega por fin el impresionante adagio central, en donde las cuerdas cobran protagonismo, a modo de plancha sonora que supone una meditación sobre la guerra y sus consecuencias. Hay una parte animada un poco más allá del centro, para volver luego al clima pausado del comienzo. Termina el disco primero del álbum de dos, y tengo que poner el segundo, cuya cara A está ocupada por entero por el cuarto movimiento y final, Allegro non troppo, en donde la serenidad inicial dará paso luego a una recapitulación, realmente brillante, llena de energía, y en donde Shostakovich da muestras de virtuosismo orquestal de primer grado, con toda la maquinaria funcionando a la perfección. Lo bueno de Neumann y su orquesta es que en los pasajes calmos hay una verdadera calma, a veces casi abismal, y luego en los pasajes rápidos el contraste es verdadero. Pese a una cierta sequedad de la grabación, que tal vez se deba a la sala en que se grabó, ese rango dinámico amplio hace de este LP una pequeña joya.



P.S. Declaraciones del director de orquesta Semyon Bychkov sobre esta sinfonía, con motivo de su interpretación al frente de la ONE:

Hay una historia curiosa con esa sinfonía. Se estrenó en 1942. Para mí representa la ruptura de unos sueños, como los de mis padres, que en esas fechas se enfrentaban a lo mejor de su vida y, al salir del instituto, todo se les truncó con las bombas que empezaban a caer sobre mi país. ¡Menuda bienvenida a la vida!


Cuando se estrenó, los soviéticos intentaron acallar los bombardeos para que se escuchara por la radio y sonó en toda la zona como una tregua. Años después, un soldado alemán regresó a la ciudad y confesó: "También la escuchamos en mi batallón y fue muy importante para nosotros, porque padecíamos el mismo hambre, el mismo frío y el mismo miedo que vosotros".
(El País, 18 de diciembre de 2004).

jueves, mayo 26, 2005

Bandera roja



Anoche mi amiga Carola y yo hablamos sobre todo de política, y también salió a relucir el espinoso tema del terrorismo. Le conté de esa mujer presa todavía después de 17 años, creo, antiguo miembro de la Baader-Meinhof, que montó una exposición de fotografía con trabajos que ha hecho a compañeras de prisión, esto salió en el periódico un día, le cuento. También hemos hablado varias veces de ETA, pero también hablamos de los presos en Guantánamo, con su limbo legal, y de las FARC, y de muchos otros grupos terroristas. En esta sociedad tan tibia, casi todo el mundo tiene miedo de los terroristas, encarnación posmoderna del antiguo Lobo Feroz, jeje... En fin, acabó hablándome de un hermano de su marido (venezolano de origen), que vive en Miami, casado con una nativa, y que es un racista de cuidado, y eso que en donde vive hay muchos negros... Pero lo dejaré por hoy, porque de lo que quiero hablar es de la sinfonía nº 11, op. 103, subtitulada 1905, de Dimitri Shostakovich, en una grabación de 1973 para el sello Melodiya (manufacturado luego por EMI en 1974), con la Orq. Fca. de Moscú dirigida por Kiril Kondrashin. Dividida en cuatro movimientos sin pausa alguna (sólo tengo que hacer la pausa para cambiar el vinilo, claro), forma pareja con la que sigue, la nº 12, dedicada a otro acontecimiento político. Esta obra es un monumento a la lucha por la libertad, al alzamiento frustrado de 1905 contra el Zar y sus sirvientes. El primer movimiento, The Palace Square, tempo adagio, es todo él presagio de algo terrible que está por estallar: cuerdas y arpas escenifican esa tensión que casi se puede cortar con cuchillo. Ahí aparece ya el motivo que será recurrente en toda la obra. El segundo movimiento, 9 de Enero, con sus pasos de allegro a adagio, es la puesta en música de la revuelta. Luego viene In Memoriam, otro adagio conducido por las violas, un momento realmente dolido. Por último, mi favorito, The Tocsin: alegro non troppo, allegro, moderato, adagio (con un solo del corno inglés, lamentoso, casi sublime) y el allegro final, que empieza el clarinete bajo, le siguen las trompas que imitan el motivo anterior del corno inglés, entran las campanas por vez primera en la sinfonía, y luego el resto de la orquesta, en una nueva vuelta al material mínimo sobre el que está construida la obra. Todo el movimiento respira optimismo. Porque unos años después se iba a conseguir. ¿El qué? Alzar la bandera roja del triunfo del proletariado.
***

La nube en pantalones (Prólogo)

Con mi corazón sangrante desgarrado en harapos
excitaré
vuestra mente
que sueña en cerebros reblandecidos
cual cebado lacayo en mugriento sofá;
hasta hartarme me burlaré, atrevido y mordaz.

Ni una sola cana mi alma tiene,
ni en mis años hay ternura senil.
La fuerza de mi voz atruena el mundo
y con veintidós años
camino enhiesto, hermoso.

¡Vosotros los delicados!
que sobre tiernos violines recostáis el amor
o, si rudos sois, sobre timbales.
Nunca podréis hacer como yo,
volverse del revés y ser todo labios.
Venid y aprended.

Damas pulidas envueltas en sedas y batistas
que humedeciendo los labios hojean los libros
como cocineras un libro culinario:
¡dejad esa decencia de ligas angelicales!
Si quieren
amaré la carne hasta la locura
y, tornasolado como el cielo,
si quieren
seré intachablemente delicado:
no seré un hombre,
sino una nube en pantalones.

En el mundo no existe una Niza florida.
Hoy glorifico de nuevo
a hombres cansados como un hospital,
y a mujeres sobadas como un refrán.

Maiakovski

La Tercera Generación

lunes, mayo 23, 2005

La levedad

Leí el fin de semana La ignorancia de Milan Kundera, que no me gustó casi nada, y mientras la leía me acordé de aquel año en que descubrí sus novelas más brillantes, como La insportable levedad del ser o La vida está en otra parte, sobre todo ésta. Me lo recomendó mi profesora de filosofía, que era joven y atractiva, y así uno se fiaba de todo lo que decía... Esas novelas sí que se me quedaron en la memoria afectiva. Me gustaba ese mundo de personajes apasionados y turbados a la vez. Tomás, Teresa, Sabina, etc. Ahora, en esta que digo, no hay mucha historia, reducida al mínimo, utilizados los personajes para vehicular sus ideas sobre el retorno doloroso a la patria, sobre la muerte, el olvido, el ruido del mundo, ese agua sucia de la música (tal vez los fragmentos ensayísticos que más me han interesado, y me acordé de Iria, cuando escribió sobre Kundera en respuesta a uno mío). Irena y Josef no atrapan, y ni ellos mismos saben dónde están, y quiénes son. Incluso ese personaje secundario, Milada, es más enternecedor que la propia Irena, que es parecida a otros tantos que ya aparecieron antes en su seca literatura. No sabemos bien por dónde se mueven, qué colores hay en esa habitación, lo que visten y lo que comen. Kundera, me dijo una amiga francesa hace años, es como una habitación blanca, con sus paredes desnudas. Está lejos de su admirado Musil, por ejemplo. Yo creo que desde que escribe en francés, ha decaído bastante, sus libros se han aligerado y han llevado esos títulos abstractos (La lentitud, La identidad, La inmortalidad), toda esa tontería francesa, o tontería a secas, que no interesa más que a unos pocos. Quiero sumergirme en una historia, pero aquí el narrador es más asfixiante que las botas de los soldados soviéticos invasores de Praga. Praga. Esto ha sido casi lo único bueno de la lectura, que me ha hecho acordar a cuanto estuve allí, en el verano de 1996. Por esa parte de la ciudad alejada del turismo, con sus zonas verdes y casitas bajas, tejados rojos, callejuelas estrechas como de pueblo..., un parque y una torre Eifell rústica, jeje... Recuerdo que cuando subíamos en tranvía hacia el Castillo (la parte prostituida, sí, la de Kafka is born in Prag!), alguien leía El País y ahí me enteré que en la lejana España había habido una riada y se había llevado un cámping que estaba montado en el lecho del río, era en Huesca. Esta noticia me llegó como de un lejano planeta, y esa mañana radiante me sentí un bendito extranjero en una ciudad que, luego lo comprobaría, seguía admirando a Mozart en cada plaza, en cada sala de concierto. Ese puente lleno de estatuas, todo lleno de turistas..., y el sol poniéndose. Qué ligero parece todo, cuando se van los soldados. Hasta el sexo es una nimiedad, por eso Gustaf puede follar con la madre de Irena, y hasta le parece coherente, lo que siempre había estado esperando. No sé, hay en esta novela una tristeza de fin de camino, no el alborozo de los primeros años, cuando uno se enamora por vez primera. No quiero volver a Praga, temo la decepción, y quedan tantas ciudades por conocer... Y Ana, la profesora de filo, seguro que ya no enamora a nadie.

viernes, mayo 20, 2005

Conversación

Estaba una noche sentado en un banco en la Puerta del Sol, contemplando a un perrillo negro que jugaba con una botella de plástico despanzurrada que unos chavales le iban arrojando para que fuera a buscarla, y la verdad es que la escena me hacía gracia, y empecé a reírme sin quererlo, porque era realmente divertido, y además, mientras esperaba que llegaran las diez, ¿qué mejor podía hacer? En esto que veo que un señor de unos sesenta años está sentado a mi izquierda, escucha mi risa y me dice algo sobre el perro, que ya lo ha visto otras veces por ahí, que se supone que tiene dueño, y que se va con unos y otros. Que un perro, en la multitud venturosa de la Puerta del Sol (y ahora también caótica por las obras interminables), juegue de esa manera, como si estuviera en una plaza de pueblo, es sin duda algo gracioso. En fin, le dije al hombre que estuve en Madrid Rock, la tienda de discos de la Gran Vía, y que estaba desmantelada, con lo que me gustaba ir al sótano a la parte de música clásica. Me dice que esa parte fue lo primero que liquidaron. ¡Pero con esos precios!, porque acababa de venir de allí, y no había muchos que bajaran de los 17 € y 15 €, los cuatro o cinco en cada góndola. Me habla de que queda la FNAC, pero ese sitio no me gusta mucho (sólo se salva por los libros, que ahí sí que no tienen mucha competencia), aparte que he comprobado que los discos no están más baratos que en la competencia. Le hablo de una tienda parecida, Sevilla Rock, que a pesar de abrir en la calle Sierpes, la más comercial de la ciudad, se hundió pronto y cerró, de esto hace ya muchos años. En fin, de la parte comercial pasamos a la estrictamente musical, de conciertos, le digo que siempre que vengo voy al Auditorio Nacional, ¿que si él va?, él es músico, declara, va a muchos, y no sólo ahí, sino a los de la Orq. de RTVE... Umm, qué curioso, estoy hablando con un músico, con alguien que ha dirigido, o tocado también... Le digo que soy de Málaga, ahí no gustan de la música contemporánea, ¿verdad?, la rumbosa Fca. de Málaga no acepta cosas más allá de Stravinski, jaja. Pues así es. Y le hablo de algunos conciertos del ciclo Música de Hoy, tanto de esta temporada como de la pasada. Antes, me ha preguntado por los compositores favoritos, y al decirle tres o cuatro, comenta que vaya, que conozco bastante..., y de lo más variado. Mis gustos antes eran más por el lado de la música de vanguardia y ortodoxa, ahora en cambio me he vuelto más flexible, ecléctico. Él, en cambio, parece disfrutar mucho con los pesos pesados de la vanguardia, y con directores afines a esta música. José Luis Temes, baf. En cambio, se le abren los ojos cuando escucha el nombre de Tamayo, que dirigió las dos óperas de Bussotti el otoño pasado en el Teatro de la Zarzuela, y al que no pude ir. Él sí que estuvo, le gustó sobre todo La pasión según Sade, la otra no le entusiasmó mucho. Le hablo del ayudante de Tamayo, y joven director ya, Nacho de Paz, y le suena, estaba tocando el piano, sí, sí... Le cuento que estuve en cambio en un concierto en La Casa Encendida (no conoce el sitio), un poco después, en donde tocaron una obra del italiano para guitarra y actor, que fue muy divertida, y le cuento un poco, sobre la dramaturgia que se despliega en el escenario. Él me cuenta del nuevo amante del compositor florentino, más o menos un macarra, en comparación con el anterior, el de aquellos años, cuya pérdida provocaron obras como la ya citada para guitarra. La cosa es que no estoy seguro del año, pero me parece que es de entonces, no de ahora. Él no se explica que pueda estar con un tipo así, alguien tan refinado, y me habla de sus partituras, de su cultura renacentista (es lo típico al hablar de él), y de algunos mensajes explícitos que anotaba en los papeles. Cómo me gustaría seguir hablando con él, pero ya son más de las diez, y M. me avisa que ya está, y se me hace tarde, de hecho cuando voy por Arenal en dirección Ópera me da otro toque. Cuando nos hemos despedido, me dice que se llama Pedro, "Juan", le digo, nos damos la mano, espero verlo en otra ocasión. Y si no es así, y se pierde en la multitud, siempre me acordaré del perrillo juguetón.

miércoles, mayo 18, 2005

Godard



En la columna de la última página de El País del 2 de mayo escribía Eduardo Mendoza sobre el cineasta Jean-Luc Godard, a propósito del libro que ha salido sobre él escrito por Colin McCabe, que he visto en algunas librerías y hojeado por encima (30 €). Habla del visionado de una película suya en un cine de la periferia de Ginebra, con la "compañía" de una mujer, supone que una entusiasta como él, con la que al final no intercambió ninguna palabra. Eso es lo que me ha pasado más de una vez, en una de esas sesiones extrañas, entre semana, en una hora de la tarde en que todo el mundo parece estar en lo que está. Habla de cómo Godard, por radical, se quedó solo, mientras que sus antiguos compañeros de la Nouvelle Vague cedían en parte a la industria y se dedicaban a narrar historias, que es lo que la gente quiere. Yo creo que Godard, este suizo melómano, ambicioso, marxista en sus buenos tiempos y ahora un superviviente de muchos naufragios, me gusta tanto precisamente por eso, por esa resistencia en tiempos pálidos y que no gustan más que de espectáculo glamouroso. Recuerdo que la última película suya estrenada en Madrid me la perdí, la daban sólo unos días en los Verdi. El verano pasado vi de nuevo, en la Filmoteca, Éloge de l' amour, que es una cinta extraña, enigmática, preciosa, de un romanticismo de nuevo cuño sólo apto para gente extraña también, y que a M. no gustó nada, es más, le irritó, y lo entiendo. No sé qué es lo que más me atrae de su mundo, si ese juego metacinematográfico, si esa profusión de signos en la pantalla, si esas imágenes desoladas (en la primera parte en B/N sobre todo), o todo a la vez. Las Tres Edades del Amor. La decadencia como verdad. Recuerdo también aquel verano en el patio de San Agustín, cuando todavía era Universidad para Extranjeros, con el visionado de Nouvelle Vague, esa película sencillamente hipnótica, con esa banda sonora implacable, y esa filmación del viento entre los árboles, algo que nadie ha hecho como él, o sencillamente algo que nadie había hecho antes. La historia es lo de menos, lo que importa es el pensamiento, el cine como vehículo de la filosofía. Ya está: si me gusta tanto Godard es porque es un filósofo que se expresa mediante el cine, que es el medio, el arte, más completo que existe. Yo no sé qué va a pasar con nuestro mundo. Me da igual que te hundas o que te salves. No me lleves, no me arrastres, ya tengo bastante con los zumbidos del mundo, con su tronar incesante. Vivre sa vive era la historia de los famosos cortes en seco, la planificación más histérica que había visto nunca. Todo empezó con Au bout du souffle, era su expresión de amor por el cine yanqui. En el centro, el agujero negro del maoísmo, y luego, sus grandes "historias" amorosas. Es muy larga esta historia, déjame ya, y lárgate con tus cosas. El viento nos llevará, el alcohol me destruirá del todo. Cerrar los ojos es muy difícil a veces, y lucho con serpientes. No puedo dormir bien. ¿Estás ahí? No te conozco, no sé quién eres, vete ya donde no pueda reconocerte. Odio todo este ambiente, no me sirven tus consejos. Ni la música me sirve. Fundido en negro.

martes, mayo 17, 2005

Timoratos vs. espíritus libres

Saber si una opinión, un estado, una pasión, un deseo, un don natural contienen muchos o pocos elementos peligrosos para la colectividad, peligrosos para la igualdad, tal es en lo sucesivo el criterio en moral. También aquí el temor es el origen de la moral. Los instintos más elevados y más fuertes, en sus estallidos apasionados, arrastran al individuo mucho más allá y por encima de la mediocridad y de la bajeza del instinto gregario; dan un golpe fatal al amor propio de la colectividad, le arrebatan su fe en sí misma, se la quebrantan en cierto modo; por eso se dedican sobre todo a infamar y a calumniar esos instintos a más y mejor. La intelectualidad libre y superior, la decisión de estar solo, la gran razón aparecen ya como peligros; todo lo que eleva al individuo por encima del rebaño, todo lo que mete miedo al prójimo se llamará en adelante el mal; el espíritu tolerante, modesto, sumiso, respetuoso con la igualdad, con la mediocridad de los deseos reciben epítetos y honores morales.
(F. Nietzsche, Más allá del bien y del mal, # 201, trad. de Carlos Vergara).

Ese estado duradero de paz, esa falta de arrogancia altanera y de severidad aristocrática, ese gusto por los "corderos" y los "carneros", se llama progreso. N. lo dictaminó hace más de un siglo.



Dedicado especialmente a la gentuza de El Bosque.

martes, mayo 10, 2005

Una potencia mundial


Ruido

No recuerdo quién lo dijo y por lo tanto desconozco la autoridad que lo respalda: "La inteligencia es inversamenteproporcional a la capacidad de soportar el ruido". En cualquier caso, acertó a definir esta razón cuya exactitud está avalada por hechos fácilmente verificables, como la incapacidad del cerebro para, en condiciones de ruido excesivo, desempeñar casi cualquier función aparte de contenerlo.

Compruébenlo en algún local de copas. Introdúzcanse en la espesa masa sonora que lo llena y que inunda hasta los pulmones haciéndolos vibrar, e intente ejecutar alguna acción que requiera más coordinación que la de llevarse el cubata a la boca, o elaborar algún pensamiento más complejo que la mera reproducción de tópicos.

Para conseguirlo, su cerebro necesita primero expulsar el ruido que lo oprime desde dentro del cráneo y, como la tarea no resulta nada fácil dada su potente persistencia, se volverá molesto e insufrible. Puede que lo consiga si goza usted de facultades intelectuales por encima de la media, pero entonces, a la hora de comunicarse, se encontrará con la dificultad física de imponer su voz sobre el alarmante exceso de decibelios harto superior al nivel por encima del cual es considerado nocivo por las autoridades sanitarias. Y sin embargo, estos establecimientos son abarrotados cada fin de semana por grupos de gente que no deben tener nada interesante de que hablar ni decirse, y buscan llenar su vacío mental con ruido, mientras más sólido mejor.

Esta avidez por el elevado volumen sonoro ha dado lugar a una desaforada escalada de potencia en los equipos de reproducción. Por otra parte, ya cualquier celebración, sea cual sea su naturaleza, no parece adquirir tono festivo hasta que no se engloba en una atmósfera atronadora, desde el fastidioso botellón hasta las tradicionales ferias, que se organizan como una descomunal semiesfera de estruendo infernal en cuyo seno se disponen las casetas y las atracciones. Incluso el carácter campestre de las romerías se intenta velar concienzudamente tras un escándalo impropio y artificial.

Nuestro país, que no destaca en demasiados ámbitos, sí está en los puestos de cabeza en cuanto a niveles sonoros lo que, si damos por cierta la proposición inicial, nos lleva a la conclusión de que, en consecuencia, no debemos ser muy espabilados, y nos permite explicarnos, al menos parcialmente, algunas cosas".

Juan Francisco Buenestado Castro. Córdoba. (Carta en El País Andalucía del 9-5-2005.)
***
Ni que decir tiene que si coloco aquí esta inteligente carta es porque comparto su contenido casi al cien por cien, e incluso me regocija intuir que el autor de la carta, este señor de Córdoba, ha leído algo de Sloterdijk, ya que habla de "descomunal semiesfera de estruendo infernal", de resonancias burbujeantes. Sólo correjiría cuando dice lo de "espabilados", ya que este adjetivo se refiere más bien a "listos", que es diferente de ser inteligente y superior mentalmente, que es lo que creo que el autor quiere decir realmente. A lo que añado que este país que presume de estar ya económicamente entre los primeros del mundo, y que ha desarrollado ampliamente su democracia, si está también el segundo en cuanto a niveles de ruido, sólo superado por Japón, está muy lejos entonces de ser civilizado. Los países con ciudades con mayor calidad de vida, entre otras cosas porque el ruido ambiente es mínimo y la integración de la naturaleza y vida urbana está bastante conseguida, son Suiza, Canadá y Alemania. Y algunos países nórdicos europeos. El día que los niveles de ruido bajen, al menos al 50 % de los actuales, entonces España será un país a tener en cuenta, pero hasta nueva orden, y hasta que se mantengan las pútridas corridas de toros, este país me parece envilecido, vulgar, folklórico y camino de ser un desierto.

P.D. He visto últimamente muchos cartelitos que anuncian una campaña de cura, supongo, con el lema STOP AL TABACO. ¿Para cuándo STOP AL RUIDO?

De música

Carrusel vomitivo

En los últimos días se habla de los homenajes que se hacen aquí y allá por los 60 años del fin de la Segunda Guerra Mundial. La caída de Berlín, la "liberación" de los campos de exterminio, etc. Los mandatarios mundiales se reúnen en Moscú y en otros lugares, como cementerios o plazas públicas, para echarse flores sobre esa victoria, que fue obra de Estados Unidos, los liberadores de la desangrada Europa, y sobre todo de Rusia, que dejó en los campos y ciudades millones de muertos. Bush dice en un cementerio holandés de soldados norteamericanos que la lucha de entonces continúa ahora contra el terrorismo. También Putin dice que esa lucha sigue, contra los mismos enemigos, ya sea en Afganistán, Irak o Chechenia, pero nadie critica muy alto lo que vino después de la bendita liberación y la rendición nazi. Que la Guerra Fría estableció una barrera infranqueable entre los comunistas subyugados por la Unión Soviética y los países de Occidente adictos al capitalismo. Y sobre todo, con estas alharacas, se esconde la terrible verdad que subyace en esa "libertad" cacareada por George W. Bush: que la libertad, de esa manera entendida, es la cárcel más grande que existe, como decía una canción de Corcobado. Con esa libertad no quiero tener nada que ver, es más. Lo que gente como ZP y otros dirigentes perfectamente democráticos y liberales no quiere airear es el estado de cosas sesenta años después. España conoció casi cuarenta años de dictadura franquista, y con apenas treinta años de democracia quiere hacer creer al resto del mundo "civilizado" que se ha puesto al día, y que vaya, vaya!, qué avances se han hecho, y ahora quiere codearse con los más grandes del universo. España es una potencia mundial, sí, PERO EN RUIDOS, como decía una viñeta de El Roto el otro día, y ya pondré una carta al lector que apareció ayer en ese diario, parte de Andalucía. Como soy un pesimista lúcido, no me dejo engañar por estos discursitos de libertad, con sangre entra, y con bombas sobre ciudades alemanas, y de paso nos montamos una de pirotecnia a lo grande en Japón. Para qué hacer el recuento de esas intervenciones liberadoras de USA en distintas partes del mundo, antes que deviniera el Imperio que hoy es.

sábado, mayo 07, 2005

Burros podridos

El Bosque es un lugar fascista lleno de burros podridos y comandado por una bruja que la va de progre.

viernes, mayo 06, 2005

Trío

Hace tiempo leí una novela realmente divertida a la vez que ingeniosa, del más francés de los escritores ingleses contemporáneos, Julian Barnes: Amor, etcétera. En ella, aparecían tres personajes un tiempo después de sus primeras andanzas, que hablaban de sus cosas con una naturalidad no exenta de dudas y conflictos. Todo empezó en la que ahora leo, Talking it over, y que en castellano se tradujo como Hablando del asunto. Los que hablan ante la cámara, ante el invisible interlocutor o periodista, son Stuart, Gillian y Oliver, amigos para siempre, como dice la canción pachanguera. Los dos primeros son ahora pareja, se han casado hace poco, y parecen ciertamente felices..., si no fuera porque Oliver, el pedante y vividor Oliver, se entromete demasiado en sus vidas, con la excusa perfecta que es el amigo más viejo de Stuart, pues se conocieron ya estando en el colegio. La novela, ahora leída en su idioma original, es de una ingeniosidad verbal inigualable, sobre todo cuando topamos con los parlamentos de Oliver, que usa palabras como "steatopygous"o "crepuscularity", amén de aderezar su discurso con términos y expresiones francesas, que es un guiño claro a ese afrancesamiento del autor. Los otros se expresan de forma más natural, Stuart es el típico yuppie pero sin ínfulas, y Gillian es un poco desconfiada al principio, luego se va soltando. Lo que nos cuentan son pequeñas escenas de la vida cotidiana, y lo bueno de todo es que, al hablar por turnos cada uno de las mismas cosas, se nos van ofreciendo distintas versiones de los hechos, y aquí está lo gracioso, porque hay diferencias y a veces abismos entre los relatos de unos y otros. Esto en la segunda parte me hizo reír mucho, y aquí otro tanto, aunque ahora es más difícil la lectura, claro.

Me hacen pensar en Alain de Botton, el más inglés de los nacidos en zona francesa...

Qué bueno cuando se refieren a la película ya mítica de Truffaut Jules et Jim...

Después de una novela que no es precisamente humorística, tenía ganas de leer algo más distendido, aunque también de alta calidad literaria. Ya aunque sólo sea para reconocer todas las referencias que suelta Oliver, está uno bien servido. Luego, por las reflexiones que hacen sobre el siempre variado tema amoroso, vale la pena perderse en estas páginas (Picador, 1992), que recomiendo encarecidamente.



P.D. "He doesn't understand about money or business or politics or machines; he thinks black vinyl are better sound than CDs. What can you do with someone like that?" (op. cit., pp. 109-110).
Me parece que Oliver y yo tenemos algunas cosillas en común, jeje...

jueves, mayo 05, 2005

Un drama

Las primeras imágenes de la película son de un tono onírico y se pronuncian unas palabras que son un guiño a la película anterior de Susane Bier, Te querré para siempre. No es la única vez que aparecerán. También hay imágenes del desierto, y no sólo el real sino el imaginario, o el que surge de forma fantasmática en The King Is Alive. Estamos ante un drama con toda su fuerza, de una intensidad como sólo aparece en el cine Dogma, aunque la directora danesa ya no está en esa corriente, sino en sus brillantes consecuencias. Quien se ha criado con las mejores hierbas, luce. Una muerte, aunque sea en tiempo de guerra, crea un trauma difícil de superar. Todo lo contrario que sucede en el cine-hamburguesa de Hollywood, que es imaginería de videojuego, y sigo disparando porque me divierte. No, en la vida real, las crueldades se pagan muy caro; también las escenas amorosas son rodadas con delectación epidérmica. Pero ya digo, por encima del artificio técnico, está el dramatismo de una familia que se viene abajo, y con ella la "burguesita remilgada" enfrentada al dilema de una soledad extraña y la compañía no menos irreal de su cuñado. Michael es el típico hombre favorito de su rígido padre (el típico protestante nórdico también), porque siempre hizo las cosas con empeño, y porque las armas es una profesión de hombres; Jannik siempre está con un cigarro en la boca, una copa en la mano, con su chupa de cuero y en busca de un trabajo imposible. Sarah está interpretada por la actriz Connie Nielsen, muy hermosa, pero desde luego no está preparada para los embates que se avecinan. Y en mitad de todo eso, los padres de ellos, "buena gente", y las niñas del matrimonio, que vivirán en carne propia el torbellino final. Dogma dijo: dejaros de escenas superficiales, hay que ir a lo esencial, y lo que importa es esto: que hay conexión espiritual aparte del contacto físico (plano / contraplano cuando Sarah y Michael están separados), que la música también es un estado del alma, y que lo que hacemos a los demás repercute sobre nosotros. Lo que sucede en Afganistán vendrá luego a estallar en la bucólica Dinamarca, la tierra del Nuevo Cine. La secuencia del clímax de violencia es de un realismo tal, que nos quedamos conmovidos.

Yo estaba solo en el cine esa tarde, joder, solo, eso sí que es una buena sesión... Ahora que se acabó el dichoso festival, la gente parece que tira de DVD.

Hermanos es cine cien por cien en estado puro, que ha recibido algunos premios importantes, y que sigue en la órbita del movimiento danés que ha sido la última revolución en el anquilosado panorama cinematográfico. Es verdad que ahora se prefiere el cine oriental, de hecho, en la sala de al lado daban Samaritan Girl del director coreano de moda, pero leí en cierta parte que no era tan buena como Hierro 3. He de confesar que lo que más me gusta es el cine europeo, porque soy europeo, y Europa es la mejor de las tierras posibles en este planeta, y porque es el territorio que entiendo. Puedo ver cine de otras latitudes, pero no es lo mismo, y ver cine sólo por placer estético, y pienso en el cine de Wong Kar-Wai, no es muy interesante a fin de cuentas. Así que hay que esperar al buen cine del viejo continente, y la próxima será Las hermanas enfadadas con la impagable Isabelle Huppert.

martes, mayo 03, 2005

Un oficio muy jodido

La novela es la narración de cómo llegar a escribir esa novela. Vida real y ficción, o vida auténtica y vida falsa o apócrifa (pero más verdadera que si fuera verdadera) se confunden, como en cierto momento empieza a ocurrir con el narrador y Rodney Falk, el fascinante personaje que toma como centro de su historia. Podríamos estar ante un típico experimento metaliterario, pero lo que queda al fin es la fascinación por contar historias, eso que parece haberse perdido en Europa y que sin embargo en Estados Unidos sigue conservando toda su vitalidad. El narrador sin nombre se dice: quiero contar la historia de una amistad, pero es algo más..., vamos a ir al comienzo, y empieza a contar aquellos años ya lejanos, cuando sólo tenía 25 años, y quería tener alguna experiencia gratificante para poder escribir bien. Pero no es uno quien se tiene que abalanzar sobre el mundo, sino que son las circunstancias las que lo cambian a uno, son las historias las que vienen a nosotros. En esos dos primeros capítulos extensos tenemos acceso a una valiosa información, pero curiosamente nos vamos dando cuenta poco a poco que es cierto lo que Rodney, el extraño gurú, le advierte en una de esas magnéticas conversaciones: que lo que importa no es tanto la historia sino quien la cuenta. Rodney ha vivido algo terrible en Vietnam, lo que explicaría de alguna forma su comportamiento posterior, sus años oscuros, pero ésa no es toda la verdad, o no lo es en absoluto. Será sólo catorce años después cuando todo eso adquiera relieve suficiente como para que el narrador se dé cuenta que es importante que sea puesto por escrito. La propia tragedia-experiencia de éste hace que lo anterior cobre una extraña luz, una presencia revitalizadora. La verdad es que este segundo ramal de la novela me interesa menos --lo que tiene que ver con el peligro del éxito, y con la dificultad para sobrevivir a él con dignidad-- , pero ello no quita que las consecuencias de ese éxito marquen al narrador hasta el punto de hacer un nuevo viaje a Estados Unidos con una secreta intención, que ya todos los lectores intuimos. Ese tercer encuentro con Rodney no llegará a producirse, pero el que sí tiene lugar le dará la información que le falta para poder llevar a término su historia, para completar los puntos ciegos, como él mismo dice. Como en la novela anterior que le dio el éxito, estamos ante una investigación mientras asistimos a la narración de la misma. La preparación del reportaje es el libro mismo. El cierre, sin embargo, no puede ser más desconcertante, lúdico y te deja pensando horas y horas...

Esta novela fascinante, que ayer me dejó sin poder agarrar otro libro, aunque estaba mirando los estantes sin parar, contiene unas observaciones sobre la propia escritura, que merecen destacarse:

Por eso digo que el escritor es un chiflado que tiene la obligación o el privilegio dudoso de ver la realidad, y por eso, cuando un escritor deja de escribir, acaba matándose, porque no ha sabido quitarse el vicio de ver la realidad pero ya no tiene un escudo con que protegerse de ella. Por eso se mató Hemingway. Y por eso cuando uno es escritor ya no puede dejar de serlo, o a no ser que decida jugársela. Lo dicho: un oficio muy jodido.
(La velocidad de la luz, Javier Cercas, Tusquets, 2005, p. 69).

Si en la psicosis el sujeto se protege de la irrupción de lo real mediante el delirio, en la neurosis uno de esos escudos es el lenguaje elaborado artísticamente, el plano simbólico elevado a una extraña potencia. A veces suce también que el escritor psicótico trata el lenguaje como si fuera una cosa... o lo desnuda de forma que se convierta en una habitación "limpia y bien iluminada", como en el relato de Hemingway que es citado dos veces en esta extraordinaria novela. ¿Por qué este calificativo? Porque pocas veces he deseado tanto leer un libro como me ha pasado con éste, y pocas veces, en los últimos años, lo he leído con un regocijo tal. Apenas lees la primera frase, ese comienzo enigmático, ya sabes que no podrás parar, a no ser que seas muy tarado y no te guste que te cuenten una buena historia, porque te has maleado con las malas historias de otros. Porque Cercas domina ya como pocos el arte de contar una historia, una historia real, con él mismo en el centro de la narración, sin refugiarse en personajes secundarios o artimañas timoratas, como hacen otros. En otra parte escribí sobre alguien que sí tiene miedo a hablar de sí mismo. Urbana y Rantoul, pese a ser lugares perdidos del Medio Oeste, nos parecen sitios estupendos, mientras que el Oxford de Marías es la cosa más aburrida del mundo. Como bien dice Rodney en otro momento, muchos escritores siguen los dictados de la crítica y escriben de forma tibia y correcta, alejando toda expresión de sentimientos; pero no se puede escribir nada en condiciones sin sentimientos...

En un artículo publicado en El País Semanal, Las manos de Hitler, Cercas llega a la conclusión de que las manos del dictador son manos vulgares, como las de cualquiera, contra el dictamen de Heidegger. "Y entonces comprendí". ¿Qué?, pues algo que afecta también a su novela: que cualquiera puede hacerlo, que cualquiera puede cometer maldades sin dejar de ser humano, como le sucede a Rodney poco después de moverse en ambientes pacifistas. Llegado el caso, ¿quién está apartado de esas tropelías, a quién no le excita la violencia? Esto también lo dice en una entrevista en el diario madrileño el pasado 10 de marzo.

Hasta ahora yo también he pensado que Hemingway es ese tipo amante de los toros, de las armas y de escritura un tanto simplona. Después de la defensa que hace de él Rodney-Cercas, me acercaré a él de otra manera. Pensaré sobre todo en esas palabras sobre la tragedia del escritor. Tal vez hay oficios más peligrosos, en que uno se deja la vida más fácilmente, pero cuando alguien se dedica a juntar palabras, construir tramas y darle a todo un sentido, no está jugando a las casitas. Uno arriesga su propia vida, y sobre todo, uno escribe siempre de sí mismo, ¿cómo podría ser de otra manera?

P.D. Como señala alguien en un encuentro digital con el autor, se ha hecho un pequeño lío con las fechas, algo que tendría que revisar en una segunda edición: por ejemplo, cuando se refiere en cierto momento al tiempo en que desapareció Rodney, habla de navidades de 1988, meses antes que hablase largo y tendido con su padre en Rantoul, pero está claro que es 1987..., ya que tras esa primavera de 1988 de la charla, hay otro curso académico del narrador, 1988-1989. También hay dudas sobre la datación después de la muerte de la mujer y el hijo del narrador, es en 2002, según parece pasa una temporada..., ¡y ya estamos en 2004!

P.D. 2. Mañana día 5, jueves, Cercas estará firmando ejemplares de su novela en la librería Luces, de seis a ocho de la tarde.