lunes, mayo 23, 2005

La levedad

Leí el fin de semana La ignorancia de Milan Kundera, que no me gustó casi nada, y mientras la leía me acordé de aquel año en que descubrí sus novelas más brillantes, como La insportable levedad del ser o La vida está en otra parte, sobre todo ésta. Me lo recomendó mi profesora de filosofía, que era joven y atractiva, y así uno se fiaba de todo lo que decía... Esas novelas sí que se me quedaron en la memoria afectiva. Me gustaba ese mundo de personajes apasionados y turbados a la vez. Tomás, Teresa, Sabina, etc. Ahora, en esta que digo, no hay mucha historia, reducida al mínimo, utilizados los personajes para vehicular sus ideas sobre el retorno doloroso a la patria, sobre la muerte, el olvido, el ruido del mundo, ese agua sucia de la música (tal vez los fragmentos ensayísticos que más me han interesado, y me acordé de Iria, cuando escribió sobre Kundera en respuesta a uno mío). Irena y Josef no atrapan, y ni ellos mismos saben dónde están, y quiénes son. Incluso ese personaje secundario, Milada, es más enternecedor que la propia Irena, que es parecida a otros tantos que ya aparecieron antes en su seca literatura. No sabemos bien por dónde se mueven, qué colores hay en esa habitación, lo que visten y lo que comen. Kundera, me dijo una amiga francesa hace años, es como una habitación blanca, con sus paredes desnudas. Está lejos de su admirado Musil, por ejemplo. Yo creo que desde que escribe en francés, ha decaído bastante, sus libros se han aligerado y han llevado esos títulos abstractos (La lentitud, La identidad, La inmortalidad), toda esa tontería francesa, o tontería a secas, que no interesa más que a unos pocos. Quiero sumergirme en una historia, pero aquí el narrador es más asfixiante que las botas de los soldados soviéticos invasores de Praga. Praga. Esto ha sido casi lo único bueno de la lectura, que me ha hecho acordar a cuanto estuve allí, en el verano de 1996. Por esa parte de la ciudad alejada del turismo, con sus zonas verdes y casitas bajas, tejados rojos, callejuelas estrechas como de pueblo..., un parque y una torre Eifell rústica, jeje... Recuerdo que cuando subíamos en tranvía hacia el Castillo (la parte prostituida, sí, la de Kafka is born in Prag!), alguien leía El País y ahí me enteré que en la lejana España había habido una riada y se había llevado un cámping que estaba montado en el lecho del río, era en Huesca. Esta noticia me llegó como de un lejano planeta, y esa mañana radiante me sentí un bendito extranjero en una ciudad que, luego lo comprobaría, seguía admirando a Mozart en cada plaza, en cada sala de concierto. Ese puente lleno de estatuas, todo lleno de turistas..., y el sol poniéndose. Qué ligero parece todo, cuando se van los soldados. Hasta el sexo es una nimiedad, por eso Gustaf puede follar con la madre de Irena, y hasta le parece coherente, lo que siempre había estado esperando. No sé, hay en esta novela una tristeza de fin de camino, no el alborozo de los primeros años, cuando uno se enamora por vez primera. No quiero volver a Praga, temo la decepción, y quedan tantas ciudades por conocer... Y Ana, la profesora de filo, seguro que ya no enamora a nadie.

6 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Gracias por desanimarme a leer el libro... Lo digo sin ironía, nunca me gustó demasiado la autora pero no sé por qué ese título me seducía. Ahora ya no. Seguiré leyendo otras cosicas.

Un saludo de perro a perro

7:48 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

dije autora... quise decir autor

7:51 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Aunque no comparto totalmente tu opinión sobre lo último de Kundera (es ssimplemente una cuestión de perspectiva) sí que comparto ese recuerdo agradable de la vieja Praga. Gracias por recordármelo.

P.D: estoy seguro que tu antigua profe sigue enamorando, aunque no sea a jóvenes tiernos.

8:13 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

creo que kundera, sí, cayó en desgracia; yo le admiraba mucho, y lo recomendaba seguido... lástima que, a partir de La identidad, ya sólo escribe él mismo como un fan puberto de Kundera. Cayó él en lo que criticaba en El libro de la risa y el olvido: la grafomanía. en fin, que la obra de kundera es muy buena (la que vale la pena) y, además, abre puertas para llegar a (por ejemplo) Musil, que es de verdad enorme.

10:40 a. m.  
Blogger maRia said...

La insoportable levedad del ser me inició a Kundera. Soy compulsiva, cuando me gusta una obra quiero leer más del mismo autor. La vida está en otra parte me pareció sencillamente grande.(Elijo adrede las palabras).He leído otras pero ya no me transmitieron lo mismo.

6:30 p. m.  
Blogger lukas said...

Suele suceder, sí, que la obra que nos gustó nos lleve a otra del mismo autor, y que esta segunda a una tercera, y uno espera siempre algo casi igual de bueno o más, pero con Kundera pasó algo, que se vino abajo, y ya no emociona, y todas sus novelas en francés son vacías, ligeras en plan light. Pero como bien dices, Rodrigo, nos lleva a Musil y otros grandes de la novela, hay que leer "El arte de la novela", desprende entusiasmo.

10:50 a. m.  

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