miércoles, octubre 29, 2008

Cuba dentro de un piano

Con los escritores latinoamericanos hay que tener cuidado. De una u otra forma, siempre me han decepcionado, o por su escritura enrevesada o por sus palabras y modismos extraños, o por el estilo, o por cualquier otra cosa. Por eso siempre los he mirado de lado, y por eso, tal vez, dejé pasar el tiempo y nunca quise acercarme a la escritura de Guillermo Cabrera Infante, hasta que la lectura de la reseña de La ninfa inconstante, en el Babelia, que habla de una obra genial, me ha hecho repensar ese prejuicio, y he aquí que pruebo con La Habana para un infante difunto (Seix Barral, 2005, edición definitiva), y descubro que no sólo me gusta, sino que disfruto a placer. Esta evocación de unos años ya lejanos, cuando nuestro narrador pasaba de la niñez a la adolescencia, tienen todo el encanto que uno asocia con esa isla mágica, toda la gracia de los antillanos, todo el sabor de la maravillosa Cuba que nosotros, españoles, siempre añoramos. Cabrera Infante divide la obra en secciones, la primera de ellas de 122 páginas por lo menos, una larga secuencia en donde recuerda cómo le fue en aquel falansterio de Zulueta 408, la fauna que lo poblaba, y nos cuenta ante todo su educación sexual (decir sentimental es nada), nos describe con sumo detalle las distintas mujeres que allí habitan, nos deleita con episodios casi pornográficos, y todo con esa palabrería suya (en el mejor sentido), ese gusto por la aliteración, la paronomasia, el retruécano, la invención constante. ¡Y a pesar de todo, todo es claro como el agua, todo hace estallar la risa! (aunque él dijera de sí mismo que era un comediante paralizado por el miedo escénico). No importa que muchos de esos episodios sean decepcionantes (como cuando en las pelis comerciales se interrumpe una escena de carga sexual por un teléfono o una visita a destiempo), lo que importa es la situación, es el clima que se crea. Cinéfilo, melómano (sobre todo amigo de la música popular), lector de libros prohibidos, nuestro hombre es prisionero ya, con doce años, del vasto mundo de la imaginación, y llega a decir algo soberbio, que he subrayado mentalmente: peor aún que la muerte es convertirse en un hombre de bien.

Etiquetas:

martes, octubre 28, 2008

Poesía básica

Hubo un tiempo en que leía poesía, en que la poesía habitaba en mí, fue en esos "años líricos" que dicen, cuando un río un amor me perdía durante horas, en que deseaba compartir el placer de una compañía con la magia de unos versos. Creo que el comienzo de todo fue con los Nueve Novísimos de Castellet en aquella vieja edición de Cátedra, que sobé todo lo que pude y leí con delectación durante meses, más allá de tener que devolver el libro a la biblioteca (entonces las bibliotecas eran lugares perfectos y acogedores, ya no). Luego fui tirando del hilo, me quedé con los raros y también con los homosexuales (yo no sabía nada de esto, Cernuda y Kavafis y Luis Antonio de Villena). La muerte únicamente. Una antología de éste, en donde estaba todo el culturalismo, en su mejor acepción. Ahora lo escucho en las recomendaciones de El Ojo Crítico, dice de un poeta murciano que no tiene voz propia, que se ha quedado en la estética culturalista de los ochenta y noventa, pero ya eso no va, ahora gusta más una poesía más personal, sin tantas referencias cultas y citas y lugares comunes, aunque estén elegantemente expresados. Luis Muñoz, por ejemplo. Antonio Colinas o Gamoneda pueden cansar en su misticismo de nuevo cuño. La poesía está en la prosa, no hay distinción. Pero claro, Lezama Lima es incomprensible, yo lo intenté, pero... Se quiere ahora una poesía más básica, no Bukowski, claro, pero al menos en la línea de los beats, a los que tanto amé en aquellos años oscuros del instituto, cuando me gustaba vestir de negro y escuchar músicas muy extrañas (pero entonces la música popular tenía garra, no como las cositas de ahora). Recuerdo siempre un librito de Gregory Corso, Gasolina y otros poemas, sus poemas como haikus. Recuerdo aquel libro de Kerouac, En el camino, Círculo de Lectores.

Ahora, ¿qué ha quedado de todo aquello? Abro un cuaderno que trato de llenar con poemas, poesía en castellano, por eso de las traducciones imperfectas, y apenas llevo siete u ocho poemas, no encuentro nada que me guste. La joven poesía me parece llena de tonterías, porque se vive una vida banal, puede ser. ¿Cómo crear cuando se vive tan bien?

Estoy preparando el desayuno, un té negro, pero nada elaborado, de sobre, y estoy apoyado en la encimera debajo de la ventana y hay un papel de periódico desplegado, y es en la sección de contactos, relax and do it, y leo:

MADURA, he pillado a mi marido con otra y quiero vengarme. Te enseñaré a follar. 679209443

MÁLAGA. Rubia de bote, chochete negrote, 120 pecho, tragona. 618332238

¿Es esta la única poesía posible en tiempos de crisis?

Etiquetas:

lunes, octubre 27, 2008

Mosquita muerta

Cállate ya, eres mi ruina. No sabes nada, no entiendes nada. Miro a mi alrededor y no veo más que putas. Esta vida no es más que dolor y sufrimiento, y la poca alegría es como la lluvia del sur, ¡dura tan poco! Pero a lo que vamos, ¿qué haces todavía ahí? No quieres comprometerte conmigo, no quieres nada serio (como las putas), sólo un poco de diversión unas cuantas veces al año. Ya no aguanto más este ritmo tonto. La sonata nº 8, op. 84 de Prokófiev por Tatiana Nikolaieva. Así tú, insistente, a veces un poco graciosa, a veces seria, pero nunca una obra maestra. Más bien diría que eres mediocre. No fuiste a la Universidad, no sabes entonces lo que es la vida del intelecto ni tampoco conoces las orgías de allí, los años felices, las locas carreras, el jazz, el cineclub universitario, las chicas que se mojan bajo la lluvia, las profesoras cachondas luego en la fiesta, todo eso lo desconoces. Querías trabajar pronto, y ahora mírate, ¿de qué te sirve tu puto trabajo? Desde que estoy contigo soy una piltrafa. No hemos hecho grandes viajes, que es lo que hace rejuvenecer a una pareja. Nunca trabajes, decían los situacionistas, y es verdad: todo lo demás es escoria. Ahora vete, no te quiero ver más. No hay nada que nos convenga, no tenemos nada en común. Lees morralla, la que se anuncia en los diarios gratuitos. No te gusta la música de verdad, sólo la morralla que aprendiste de tu madre, como mucho una zarzuela, Verdi, toda esa mierda banal. Nunca hemos ido al teatro, ¡es demasiado caro! Así que aparta. Ni siquiera el sexo te interesa ya, ¿entras en la menopausia? Es mejor una puta de 50 €. Al menos, el rato en que estamos juntos es de verdad: vale, es todo fingido, pero al menos, ¡hay sensación de vivir! Sólo me queda una opción: borrachera diaria. No hay otra.

Etiquetas:

viernes, octubre 24, 2008

Voces

Hubo un tiempo en que iba al cine y eso era toda una experiencia, salir a la calle nuevamente, disfrutar del paseo hasta el cine en cuestión, a veces el cine estaba en ruinas, a veces la película era en V.O., y siempre siempre me gustaba la película, salvo cuando me dejaba guiar por otros. Ahora que el cine ha muerto, veo las películas por la radio, que es todo mi contento. Hay un programa que se llama Videodrome, que lo ponen de madrugada, pero para eso están los podcast. La película de ayer se llamaba In the mood for love, de Wong Kar-wai (¿te acuerdas de aquellos comentarios entusiastas en el mejor foro de la Red, Inicia, te acuerdas, abraham, de cómo todo el mundo entraba allí y gozaba de lo lindo?). Las voces que me encandilan son las de Sandra Urdín (la voz de oro de RNE ahora, tras la marcha de Lourdes Guerras, ¡qué Voz!), y la de Ana Sterling, a quien escucho por las noches en 24 Horas. Sandra es la voz sensual, casi erótica a veces (escúchese en El amante, del otro programa en que sale, Libro de notas). Ana es la voz de la mujer de otro tiempo, la voz de niña mimada, un poco insoportable a veces, de lo creída que puede llegar a ser, la voz de la hija única que sabe que heredará el mundo (escúchese en El espíritu de la colmena y El sur, de Víctor Erice).

La película de ayer es una historia de amor, tal vez la última película romántica, situada en Hong Kong, o eso creo, en los años sesenta del pasado siglo, cuando las apariencias contaban y había que guardar secretos, esos secretos que la señora Chang sabe por su profesión. El señor Cho, o creo que así se escribe, también está solo, su mujer está cuidando de su pobre madre enferma; el marido de la señora Chang está en viaje de negocios. ¿Qué comer cuando se está solo? ¿qué consuelo para las almas abandonadas? En esta ciudad siempre llueve. El paso del tiempo, ¿qué tiempo?, se expresa a través del cambio de vestido de ella, de corbata de él, se nota en esos pequeños detalles sin importancia. Siempre es la misma música, siempre la misma escalera, el mismo portal y la misma farola, suponemos que el mismo perfume, el mismo comedor, hay un tono rojomarrón que nos deslumbra; la habitación 2046 del South Pacific Hotel. Él está harto de la situación y dice que se marchará a Singapur, le pide a ella que le consiga un pasaje, ¿y ella no se vendría, si consiguiera otro pasaje? La vida sigue. Nat King Cole canta Quizás, o Aquellos ojos verdes y la lluvia ya no sabe igual.

Yo no sé cómo te lo voy a decir, Ana, no sé cómo llegar al estudio, esperar a que acabe el programa, ver cómo te despides de los colegas, ver cómo avanzas por el pasillo, coges el ascensor, ver cómo sales por una de las puertas laterales y te diriges al parking (tal vez el parking sea subterráneo), te metes en el coche (un coche potente, la verdad) y sales a toda velocidad, dejándome con las palabras en la boca. Una mujer del siglo XXI no espera bajo la lluvia.

No sé cómo decírtelo, Sandra, que ya no puedo más, que las voces no bastan, queda flotando el eco, la vibración, luego nada, como el humo del cigarro escapa y desaparece en el éter, si hubiera éter. Es como salir a la calle después de 2046, y sólo hay un pandemonium que no se puede soportar, la verdadera vida está en la Plaza de los Cubos, no en esas salas diminutas, está en Plaza España, no en esos Alphaville de mierda. Sandra se da la vuelta y ya no está, alguien le echa el brazo por la cintura, ella se ríe, algún chiste, alguna anécdota, la vida es más grande que un teatro, la vida tiene muchas caras, la lluvia moja de verdad, hay pájaros allá muy alto, la música de Michael Galasso es sólo una ensoñación, la verdadera música del mundo son los claxons de los coches, las sirenas de la policía o de una ambulancia, los gritos de los niños en una plaza perdida. Sandra entra en su apartamento, se quita los zapatos tan pequeños, entra en la ducha, todas las dudas, todos los amores desvanecidos. Sólo queda un vapor, y luego nada.

Etiquetas:

martes, octubre 21, 2008

Teoría

Igual que sucede con la riqueza económica y su contrapartida, la pobreza, igual ocurre en el terreno de la felicidad. Para que haya unos cuantos felices y satisfechos de la vida, tiene que haber unos muchos desgraciados, muertos de hambre, hartos de existir. La gente piensa que esto de la felicidad es cosa de ponerse y planteárselo, es cosa de voluntad (¡ay, qué daño hacen esos libros de autoayuda, como antaño los libros de caballerías!), que con sólo pensar en positivo, uno podrá ser feliz, disfrutar de los pequeños momentos, cosas así (tonterías así). Pero no, la cosa no es tan sencilla. La felicidad viene determinada por los otros; el infierno son los otros; luego yo no puedo ser feliz. Un axioma que no admite réplica. Yo podría ser perfectamente feliz, hace tiempo, pero por culpa de esos otros que se interponen en mi camino, en cada pequeña actividad que emprendo, me echan abajo todos los proyectos diarios, las pequeñas y necias cosas que decido emprender. Adondequiera que voy, ya hay alguien antes; cuando más necesito a alguien, menos está por mí; cuando deseo el conocimiento, ellos sólo quieren una supina ignorancia. Mis papeles salen volando, no tengo nada a lo que agarrarme, y mi desgracia va en aumento. Es así con las mujeres: para que ella, quien sea, sea feliz, tiene que hundirme a mí, mi hundimiento es condición sine qua non para su dichosa felicidad. Puede parecer lo contrario, que ella ha salido malparada, que está quejándose por los rincones, ay pena penita pena, pero no, miradlo bien: yo soy el malparado, yo soy el hundido, y ella se salva. Yo voy de bar en bar y de banco en banco y de botella en botella. Todas las noches llego al campamento en donde se reúnen los mendigos, la gente de la calle, los de mal vivir. Allí en aquella playa han montado su territorio, con las lonas y los infiernillos y toda su mugre. Veo al Indio y al Cabra (que no sé qué demonios hace ahí) y al rumano y a los polacos y a todos los demás. Después del documental sobre la bendita Europa (el final, con las banderitas suizas y los quesos de bola y demás, es para mearse), después, digo, tengo que emprender el largo viaje, desde este punto veo un avión de Easyjet que justo despega. Alguien ha mostrado unos aguacates con sello de autenticidad (¡mexicanos!) que me han puesto a salivar. En fin, que todas las noches es este plan de pornografía barata, con escenas de la mafia italiana follando con lindas mujeres liberales mientras nosotros tenemos que malvivir en este campamento, en los bajos fondos de esta miserable Europa.

Desde hace siete años no he conocido más que a mujeres indignas, miserables, sin moral, por no llamarlas de la única manera que es posible. Cuando el panorama se descompone, la mujer se viene abajo antes (no hay más que fijarse en las mendigas, son desechos tremendos, me acuerdo de Rocío, follando en los solares con otros mendigos, despatarrada y medio desnuda, muerta de sobredosis). Entre esas ruinas no hay felicidad posible. Si la poesía es celebración del mundo, si el poeta es un cantor, entonces mi mundo es la mayor negación de la poesía, este mundo es la mayor negación del canto, y el poeta es el mayor fingidor qe existe, el mayor mentiroso. Para ser feliz hay que aprovecharse de otros, buscar su ruina, llevarlo por pequeñas tretas hasta el borde del agujero, y una vez allí, bien engatusado con las flautas de rigor, arrojarlo al vacío. Así, el de arriba se asegura una vida cómoda, sin aquel obstáculo para su felicidad; una mujer puede conocer así, tras algunos años rumiando su destino, a su próxima presa. Se dice: ahora ya no quiero un amo, ahora seré yo la dueña y señora...

Porque vamos a ver una cosa: ¿cómo es posible que un hombre, digamos de mediana edad, acepte enamorarse (estoy ya con arcadas) de una mujer tan usada? ¿es que no se da cuenta enseguida, antes siquiera de oler algo, que ella apesta? ¿es que es tan cobarde y facilón que le da igual llevarse este trofeo menor, esta consolación de la tómbola? ¿es que no encuentra una buena puta en el prostíbulo? ¿es que se encuentra tan solo que necesita arrumacos y más mentiras? Y sin embargo, ahí lo tenéis, el que viene ya de un fracaso sentimental, con algún hijo a las espaldas, el que decía ser autosuficiente, el buen profesional, que una noche perdida conoce en una reunión informal a este adefesio, ¡y le encandila su conversación, y cómo hace sonar la flauta! Y se enamoran, porque lo más asqueroso de la naturaleza humana es que sabe disimular muy bien su parte animal con estas babas del afecto, y tiene que adornar de la manera más patética el deseo simple y hermoso. Por eso los homosexuales son tan encantadores y artísticos: ellos primero van al grano, que es lo que hace cualquier animal sano que se precie. Pero el hombre es un animal enfermo. Sólo el homosexual es capaz de las mayores sutilezas y llena de arte su vida y su sexo. La gente heterosexual es jodidamente falsa, hipócrita hasta reventar.

Para que ella sea feliz, antes yo he tenido que ser hundido, anulado, masacrado, vejado, reducido a la mínima expresión. De esta manera, el imperio femenino se alza sobre las ruinas del hombre ninguneado. Todo feminizado, todo convertido en nadería, en kitsch, en tecnología, en glamour. Las Putas de Manhattan, mujeres desesperadas, ¿por qué? Se dice que en Manhattan hay muchas mujeres así, mujeres que centraron sus esfuerzos en su éxito profesional y que ahora se ven llegar a los cincuenta solas y amargadas. El éxito de esas series sobre mujeres que viven del glamour y el parloteo sobre sexo, sexo banalizado, neutralizado, sexo inexistente, radica en que retrata una realidad muy de nuestro tiempo: han aspirado a una felicidad muy suya a costa de la miseria de hombres que son un cero a la izquierda, monigotes de una farsa. Pero no vayamos tan alto, las mujeres del montón también quieren ser como ellas, quieren su felicidad a costa de hundir a toda una generación de hombres dignos. No pueden estar sin ellos (aunque muchas de ellas pueden sobrevivir con vibradores a los que ponen incluso nombres), pero a la más mínima los denuncian y los echan de su lado. Es horroroso.

Etiquetas:

lunes, octubre 20, 2008

Otro

La resaca dura días y días, pasa el fin de semana y ahí sigue, el vértigo interminable, el estómago destruido, las entrañas aún echan fuego por el agua de vida, pero la vida no existe, es sólo una broma.

En la radio suena la versión más espeluznante de Atmósferas de Ligeti, por la Filarmónica de Viena dirigida por Barenboim, lo que demuestra que no hay músicas imposibles sino buenas y malas orquestas, y orquestas secundarias como las de las radios alemanas nunca sonaron como suenan los vieneses, que apabullan con el sonido maquinal, terrible, de esta partitura genial, tal vez la más escalofriante de todo el siglo. No hay ya la sensación de algo borroso, sino que aparece el artefacto en toda su demoledora materia.

Y suena la voz mística de Juan Ramón Jiménez, extasiado con la Naturaleza.

Y tengo que echarme de nuevo porque no puedo aguantar el dolor (el dolor es todo lo que existe).

Todos los fantasmas del pasado desfilan por mis sueños, sueños de los que despierto con un inmenso dolor de cabeza, cabeza que no es ya la mía.

Me encuentro con el rumano, que dice que se fue y ha vuelto y que en vez de Motril o Almería, dice que tirará para Fuengirola, que tal vez allí haya mejor clima, ¡mejor clima, es la misma mierda! Me voy, lo dejo atrás, pero cuando vives en el infierno es muy difícil, porque el mendigo siempre está a tu lado.

Leo, para consolarme, a Pierre Eli Mamou, en la revista Scherzo, me gustaría escribir así, extasiado por una música que se ama, música que dicta las palabras, que desencadena la ensoñación poética; me gustaría perderme en esa isla desierta con esos discos-cacharros de los locos americanos, la liga de los hombres extraordinarios. Pero tengo que regresar, como cada mañana, al sitio de mi penar, cuando en realidad me gustaría estar siempre en el sitio de mi recreo.

No sé quién soy, para qué he venido, quién me ha llamado, por qué esta mujer con pinta de profesora universitaria me dice que Noruega es mejor país que los otros nórdicos, por qué en nuestra casa los arbustos no crecen y en la de los vecinos sí; tal vez hay que irradiar un poco más. Alguien se tira desde el tercer piso, estaba desesperado, un pobre yonqui, la vida...

De buena gana arrojaría esta radio a la basura, la tiraría bien lejos, como aquel balón de la infancia, que todavía no ha tocado suelo, como los viejos profesores a los que poníamos una mierda de plástico en el asiento, tiraría todo esto, estoy agresivo, son las drogas que tomo para controlar la depresión, pero los efectos secundarios, la cabeza como una pelota deforme, las manos hinchadas, otra paja, la cama blanda, las palmas sudorosas, ¡un médico no, no!

Etiquetas:

jueves, octubre 16, 2008

Otra mañana

Nace un nuevo día, el sol apenas despunta por el este, antes los pájaros celebran el nacimiento de la luz, y sin embargo, yo aquí, resacoso y dolido, como si me hubieran dado una paliza, no tengo muchos motivos para levantarme y saludar este momento del tiempo, sólo hay chispazos del día anterior, la cabeza que quiere salir volando en todas direcciones, el malestar, las arcadas incontrolables, el vómito, el regusto amargo en la garganta.

Después de la fiesta, todo tiene un aire de mundo destruido.

Etiquetas:

miércoles, octubre 15, 2008

Desconocido (II)

Así que decido leer algo de Le Clézio, siempre me sucede por estas fechas que me acerco al nuevo Premio Nobel como si fuera una obligación, pero luego sigo con más libros, para de alguna forma comprobar que los suecos no se han equivocado (aunque sean tan pedantes en su argumentación del por qué se lo han dado). Nunca se han equivocado, si nos ponemos así. Las quinielas decían que si Carlos Fuentes (al que le han dado un premio nuevo, el Don Quijote, como de consolación, el pobre), que si Murakami, ¡por favor, Murakami, pero si todavía lleva dodotis! En fin, ayer mismo sacan una entrevista a Carlos Fuentes en El Ojo Crítico, la verdad es que es una entrevista patética, porque Laura Barrachina no sabe entrevistar, pero bueno, nos enteramos algo de su última novela: este hombre chochea, la verdad. ¿Cómo quieren que le den el Nobel, si su escritura es de lo más tonta y convencional?

Le Clézio, Viaje a Rodrigues, Versal, 1987 (Gallimard, 1986). He aquí un libro extraño, en la onda de Cees Nooteboom, un libro de viaje que no es tal, porque lo que el narrador pretende es ir en busca de las raíces, no sabemos bien si de su abuelo el aventurero, el hombre supuestamente serio que se tiró treinta años buscando un tesoro que nunca encontró (¡bendito fracaso, se encontró a sí mismo!); o bien es una historia sobre la búsqueda de la humanidad primigenia, en esa isla de piedras negras, desierto paradisíaco en donde el hombre parece una excrecencia, lugar remoto en donde domina el viento, la vegetación extraña, huellas que no has de encontrar jamás. Viajamos a ese lugar maravilloso de la mano de este escritor magnético como pocos.

¿Qué es lo que hay que hacer ahora? Seguir leyendo todo lo de este hombre. ¿Nómada?, tal vez...

Etiquetas:

martes, octubre 14, 2008

Desconocido

Nadie conocía a este Le Clézio, el nuevo Premio Nobel de literatura.

Yo sí.

Tengo su primera novela (Le procès-verbal) hace muchos años, es una edición de Gallimard, Le livre de poche, de 1963, el año en que salió.

¡Ni siquiera en la FNAC tenían algo, qué vergüenza!

Etiquetas:

miércoles, octubre 08, 2008

Vampiro

Yo sé algo sobre los vampiros. Conozco a uno (es un decir), se llama Enrique Vila-Matas, y el otro día le hacen una entrevista en El Ojo Crítico, una entrevista que le hace Jordi Barcia por teléfono, en donde habla de su libro, Dietario voluble. Aunque él nunca ha escrito en catalán (que yo sepa), le gusta eso de Dietari, como lo usaron antes Josep Pla y Pere Gimferrer, que sí han escrito magníficamente en catalán y por eso merecen usar esa palabra. VM es un tipo que se alimenta de todo lo que pilla, para convertirlo luego en literatura, su trabajo es devorar cualquier anécdota, por pedorra e indignificante que sea, para convertirla en literatura, es decir, algo sin vida, algo tampoco muerto, a medio camino, en un limbo idiota, zombi, como él mismo. Cuenta varias anécdotas que le sucedieron en su famoso piso de Barcelona (dice mucho que es de Barcelona, pero no soporta la marca Barcelona, famosa en el mundo entero). Una vez llegó un mensajero a traerle un paquete y se quedó pasmado con la música que salía de su casa, un tema de The Ronettes, Be my baby. Luego, alguien se quedó encerrado en el ascensor (¿en qué edificio vive!), y tuvo que sacarlo la portera, y él lo transmitió en directo a Buenos Aires, en donde le hacían una entrevista.

¡Qué tipo más patético!

Y luego, alguien que no anda muy lejos del patetismo contemporáneo: Paul Auster.

Lo peor de todo no es que sea un vampiro, el VM este, el problema es que todos le hacen caso, todos los años un jodido libro, todos los años las entrevistas, las ñoñeces, como si tuviera el secreto de algo. Todos sabemos que VM es un vampiro que no está en el mundo, sino en las páginas de espuma y en los pudrideros de Barcelona o Sudamérica o vete a saber, que la "realidad" para él son las historias de otros, que no tiene vida, que tiene cara de cuervo, que se cae por las escaleras de La Central y otros centros sospechosos, que la gabardina es para acechar a gente en los parques, que se bebe el agua de las macetas...

Pero no hay manera...

Etiquetas:

viernes, octubre 03, 2008

Rentrée

No hay cosa más hartante que septiembre, la vuelta de las supuestas vacaciones, volver a lo de siempre (que es volver a la nada, la rutina, la muerte en vida), y en el plano cultural, volver a los mismos autores, los mismos nombres en los suplementos, toda esa morralla de Alfaguara y Anagrama, Auster y Murakami y Amis y Javier Marías y los demás supuestos escritores serios frente a los que sólo quieren hacer pasar un buen rato, los autores de bestsellers. Y en Madrid o Barcelona, pero Madrid sobre todo, que si el Festival de Otoño, que si la nueva temporada lírica, que si las conferencias y el cine y los demás desfiles, qué hartante es todo eso, y la gente que lee en el metro pero cada vez menos porque cada vez son más los que van con sus auriculares, los aparatitos, llámalo música pero es sólo ruido, toda esa mierda bajo tierra. Me cansa todo ese bla bla bla cultureta, porque no hay nada más para leer, y hasta los clásicos y los malditos aburren, aburre lo mismo La Oreja de Van Gogh o Melendi que este estúpido de Bunbury que dice palabrotas y suelta eso de que un amigo o alguien le dijo "quítate de las entrevistas", y que no tiene reparos en decir que vive en una casa a todo lujo, hijoputa, ¿Javier Bardem es un ejemplo?, y este imbécil suelta metáforas, como si fuera un escritorzuelo en búsqueda espiritual, y YO NO SOY TONTO en el slogan del hipermercado, y el otro idiota de Fernández Mallo que pone la pose cultureta de chico raro, el chico que escribió La chica del pelo raro se cuelga en su casa y la gente se cree que representa al escritor del siglo XXI, pero nadie puede creerse esto, un tipo que sólo piensa en la televisión como medio que deja huella y cree que internet es sólo un caos ingobernable, anda y que te jodan en el infierno.

Rumanía, Cioran, hablo con Christian Iri, o como se llame, le hablo de la peli sobre esa chica que quiere abortar en la clandestinidad, no la ha visto, claro, él vive en la calle, en él veo la depresión de toda una nación, el pesimismo espantoso del que huyó Cioran, pero Francia no es mucho mejor, en Francia el lema es je suis fatigué.

Etiquetas:

jueves, octubre 02, 2008

Hace 35 años

Justo ahora, que empiezo a notar cómo un nuevo episodio de depresión se cierne sobre mí, y me entrego de nuevo a la bebida y a las malas calles (también conozco a gente interesante de todo el mundo, al menos de toda esta Europa podrida), justo ahora, digo, escucho un programa de Documentos RNE (el mejor programa de esta radio pública, sin duda), a través del podcast de su web. Y es que hace ahora treinta y cinco años, en septiembre de 1973, justo el día 23, moría en Chile Pablo Neruda, el mayor poeta del siglo XX, al menos el más exuberante en su lengua, el más épico y también el más romántico y el más comprometido, aunque su compromiso con el Partido Comunista no gustara a todo el mundo. Este programa ya lo pusieron en marzo de 2004, y ahora lo vuelven a emitir, y gracias a las nuevas tecnologías lo puedo escuchar algunos días después, porque ese día no podía, estaba yo en otras cosas...

¿Quién fue Pablo Neruda?, él no se llamaba así, su padre no quería que su hijo fuera poeta, sino un hombre de provecho, como todos los padres quieren con sus hijos, a no ser que tu padre sea Paul Auster, entonces puedes ser una zorrita que canta y pasa modelos y la va de bohemia guay del paraguay; pero si te llamas Ricardo Neftalí Reyes, entonces tienes que ser abogado o ingeniero o algo así. Pero nuestro hombre cambió el rumbo familiar y decidió dedicarse a la literatura, a la poesía, que es algo que no sirve para nada, para nada si eres poeta esteticista, pero para mucho si eres un poeta de la vida, del mundo entero, y cantas el Universo con versos encendidos, como él lo hizo, que tomó su pseudónimo de un poeta checo, Jan Neruda, que seguro que salía en aquel libro maravilloso de otro Premio Nobel, Toda la belleza del mundo.

Lo bueno de este programa de Elvira Marteles es que es como un collage de ruidos, música, poesía y testimonios de amigos y conocidos, de Hernán Loyola y de un periodista argentino que estaba por allí, y de la mujer del ministro de Justicia de entonces... Se reconstruye ese septiembre negro, desde el golpe de Pinochet hasta el funeral-manifestación improvisada. La gente se lanza a cantar la Internacional mientras siguen los saqueos y las calles se llenan de muertos, empieza la época más terrible, yo era un crío, nací en un tiempo interesante, que dicen los antiguos chinos. Pablo estaba ya muy enfermo de su cáncer de próstata, pero el saber lo que estaba pasando lo hundió más, una crisis de ansiedad que fue la que aceleró el proceso, la pobre Matilde Urrutia lo sabía, ella tan amada parasiempre. La casa de Santiago fue destrozada, saqueada, convertida en un pudridero. Y sin embargo, en las calles, volveré a pisar las calles nuevamente, Víctor Jara es asesinado, Salvador Allende hizo lo que tenía que hacer... Y los poemas encendidos se suceden en la voz triste, quejumbrosa, del maestro...

Y recuerdo a una actriz-cantante argentina que en aquellos días de Málaga, cuando la ciudad todavía no estaba tan emputecida, vino a vernos y nos cantó a José Martí, yo soy un hombre sincero, de donde crece la palma..., y también cantó a Rafael Alberti y a Rosa León... Fueron días de dicha, y no sabía nada.

Ahora, mientras camino por las calles, las plazas vacías, los pájaros muertos en la cuneta, escucho a esta gente, como Iri de Rumanía o Piotr de Polonia, gente que me cuenta su historia, su vida amarga, un trabajo una ilusión, yo perdí a mi novia, yo era guardia civil y ahora soy un segurata en un almacén en las afueras de Sevilla, bebemos sangría y cerveza de lata y comemos pollo frío con un pedazo de pan, unas aceitunas, las viejas historias, las cicatrices

Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,
con furia, con olvido,
paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
calzoncillos, toallas y camisas que lloran
lentas lágrimas sucias.

(Walking Around)

Etiquetas: