lunes, octubre 20, 2008

Otro

La resaca dura días y días, pasa el fin de semana y ahí sigue, el vértigo interminable, el estómago destruido, las entrañas aún echan fuego por el agua de vida, pero la vida no existe, es sólo una broma.

En la radio suena la versión más espeluznante de Atmósferas de Ligeti, por la Filarmónica de Viena dirigida por Barenboim, lo que demuestra que no hay músicas imposibles sino buenas y malas orquestas, y orquestas secundarias como las de las radios alemanas nunca sonaron como suenan los vieneses, que apabullan con el sonido maquinal, terrible, de esta partitura genial, tal vez la más escalofriante de todo el siglo. No hay ya la sensación de algo borroso, sino que aparece el artefacto en toda su demoledora materia.

Y suena la voz mística de Juan Ramón Jiménez, extasiado con la Naturaleza.

Y tengo que echarme de nuevo porque no puedo aguantar el dolor (el dolor es todo lo que existe).

Todos los fantasmas del pasado desfilan por mis sueños, sueños de los que despierto con un inmenso dolor de cabeza, cabeza que no es ya la mía.

Me encuentro con el rumano, que dice que se fue y ha vuelto y que en vez de Motril o Almería, dice que tirará para Fuengirola, que tal vez allí haya mejor clima, ¡mejor clima, es la misma mierda! Me voy, lo dejo atrás, pero cuando vives en el infierno es muy difícil, porque el mendigo siempre está a tu lado.

Leo, para consolarme, a Pierre Eli Mamou, en la revista Scherzo, me gustaría escribir así, extasiado por una música que se ama, música que dicta las palabras, que desencadena la ensoñación poética; me gustaría perderme en esa isla desierta con esos discos-cacharros de los locos americanos, la liga de los hombres extraordinarios. Pero tengo que regresar, como cada mañana, al sitio de mi penar, cuando en realidad me gustaría estar siempre en el sitio de mi recreo.

No sé quién soy, para qué he venido, quién me ha llamado, por qué esta mujer con pinta de profesora universitaria me dice que Noruega es mejor país que los otros nórdicos, por qué en nuestra casa los arbustos no crecen y en la de los vecinos sí; tal vez hay que irradiar un poco más. Alguien se tira desde el tercer piso, estaba desesperado, un pobre yonqui, la vida...

De buena gana arrojaría esta radio a la basura, la tiraría bien lejos, como aquel balón de la infancia, que todavía no ha tocado suelo, como los viejos profesores a los que poníamos una mierda de plástico en el asiento, tiraría todo esto, estoy agresivo, son las drogas que tomo para controlar la depresión, pero los efectos secundarios, la cabeza como una pelota deforme, las manos hinchadas, otra paja, la cama blanda, las palmas sudorosas, ¡un médico no, no!

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1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Hacia bastante que no venia a este blog

7:57 a. m.  

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