miércoles, octubre 29, 2008

Cuba dentro de un piano

Con los escritores latinoamericanos hay que tener cuidado. De una u otra forma, siempre me han decepcionado, o por su escritura enrevesada o por sus palabras y modismos extraños, o por el estilo, o por cualquier otra cosa. Por eso siempre los he mirado de lado, y por eso, tal vez, dejé pasar el tiempo y nunca quise acercarme a la escritura de Guillermo Cabrera Infante, hasta que la lectura de la reseña de La ninfa inconstante, en el Babelia, que habla de una obra genial, me ha hecho repensar ese prejuicio, y he aquí que pruebo con La Habana para un infante difunto (Seix Barral, 2005, edición definitiva), y descubro que no sólo me gusta, sino que disfruto a placer. Esta evocación de unos años ya lejanos, cuando nuestro narrador pasaba de la niñez a la adolescencia, tienen todo el encanto que uno asocia con esa isla mágica, toda la gracia de los antillanos, todo el sabor de la maravillosa Cuba que nosotros, españoles, siempre añoramos. Cabrera Infante divide la obra en secciones, la primera de ellas de 122 páginas por lo menos, una larga secuencia en donde recuerda cómo le fue en aquel falansterio de Zulueta 408, la fauna que lo poblaba, y nos cuenta ante todo su educación sexual (decir sentimental es nada), nos describe con sumo detalle las distintas mujeres que allí habitan, nos deleita con episodios casi pornográficos, y todo con esa palabrería suya (en el mejor sentido), ese gusto por la aliteración, la paronomasia, el retruécano, la invención constante. ¡Y a pesar de todo, todo es claro como el agua, todo hace estallar la risa! (aunque él dijera de sí mismo que era un comediante paralizado por el miedo escénico). No importa que muchos de esos episodios sean decepcionantes (como cuando en las pelis comerciales se interrumpe una escena de carga sexual por un teléfono o una visita a destiempo), lo que importa es la situación, es el clima que se crea. Cinéfilo, melómano (sobre todo amigo de la música popular), lector de libros prohibidos, nuestro hombre es prisionero ya, con doce años, del vasto mundo de la imaginación, y llega a decir algo soberbio, que he subrayado mentalmente: peor aún que la muerte es convertirse en un hombre de bien.

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2 Comments:

Blogger jr said...

¡Hola, Lukas!

Me encantó y embebí de ese libro hace muchos años ya, y me alegra que ahora compartas esa impresión.
Sigo leyéndote aunque ya no foree, y recuerdo que te debo unos disquillos...

Un abrazo!!!

1:18 p. m.  
Blogger lukas said...

Querido Jr, cuando quieras, ehhh, gracias por estar ahí!

11:08 a. m.  

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