lunes, mayo 30, 2005

En el infierno

La noche del sábado, como no había quedado con la petarda, me puse a revisar, por enésima vez, La escalera de Jacob de Adrian Lyne, una película fascinante, polisémica, que vi en cine por casualidad, en el cine Regio, en un otoño de 1990, y me quedé flipando. Muy raras veces me ha ocurrido que entre a la sala oscura sin tener ni zorra idea de la película, y ésta me sorprenda, pero en esa ocasión fue así. El filme del sensacionalista Lyne, que aquí da una lección de cine de suspense y de calidad, trabaja en al menos tres niveles superpuestos, que dotan al conjunto de una intensidad insospechada en su cine anterior. Por un lado, está la historia del Jake superviviente de Vietnam, quien como otros muchos supervivientes, sufre un trauma por todo lo vivido en la selva (la última novela de Javier Cercas también nos presenta a un personaje de esta calaña), tiene sueños espeluznantes y trata de llevar lo mejor posible su nueva vida. Porque hubo una vida mejor, con una mujer cariñosa, Sarah, unos hijos maravillosos y un ambiente ideal. Como sucede en las separaciones, luego nos espera el infierno, que es ese tiempo de incertidumbre y de dolor por los recuerdos, y sabiendo que todo lo que viene después, mujeres incluidas, es inferior, muy inferior (la mujer con la que ahora vive Jacob es una desconocida en realidad, una zorra, una que se entrega a los demonios, porque sólo piensa en el sexo). El segundo nivel es la parte de intriga, de averiguación de lo que les ocurrió aquel día, aquella noche, qué hicieron con ellos..., es la parte más realista, y la que hace que el filme avance convenientemente. El espectador descubrirá poco a poco el terrible destino de todo el grupo. Un último nivel es el que tiene que ver con la frontera entre la vida y la muerte, lleno de referencias literarias, míticas, filosóficas, que tienen su punto cumbre con la cita de Meister Eckhart por parte del "ángel" quiropráctico (Louis, Danny Aiello), que se repite hacia el final, cuando el ascenso definitivo. Todo este simbolismo, este transitar entre los dos mundos, este cambio de dimensiones a través de la "escalera" bíblica y psicotrópica, es de un virtuosismo tal, que sólo por eso esta película es ya una pequeña joya de múltiples significados y para ver una y otra vez. Me ha sucedido pocas veces, otro ejemplo de filme para revisar es Alguien voló sobre el nido del cuco, que ya no tengo, por desgracia.

Así, el infierno como lugar en donde estamos mientras esperamos la paz que nos haga abandonar el mundo, se convierte desde el comienzo en el protagonista de las hipnóticas imágenes, que se acompañan de una impresionista música, por contraste, del gran Maurice Jarre. El infierno de las drogas, de las relaciones humanas, de los recuerdos sobre todo, que aparecen en forma de fotos que han de ser quemadas, o robadas por un Santa Claus macabro, muy de nuestros días demoníacos. El infierno es la residencia en la tierra cuando ya tocaba irse, porque no queremos pasar al lado de la Luz. Un pasillo lleno de vueltas y revueltas, por un hospital-hospicio, el lugar donde (asylum) se mete a los incurables, a los que no tienen remedio, de tintes medievales, en uno de los momentos más oníricos y conseguidos de la cinta. La película, de paso, critica de forma salvaje el estado de la sanidad pública frente a la limpieza y bondad de las clínicas privadas o la corrupción de abogados que sólo piensan en beneficios,frente al descubrimiento de la verdad, la terrible verdad. Pero al final, lo que cuenta es lo más íntimo, lo que sucede con el alma del torturado, que ve pasar ante sus ojos ramalazos de existencia a la vez que gira hacia adelante en un espantoso calvario, antes del fin, o después del réquiem. Láminas del Inferno de Dante pasan ante sus ojos atónitos, mientras no cesa de comprobar por todas partes signos de la parte oscura: pero este mundo es obra del demonio, y nos arrancan la vida sus sirvientes.

Después de la separación, yo también estuve en el infierno, hubo drogas de toda clase, y eso no parecía tener fin, y ante el embotamiento, ante mi propia parálisis consentida o involuntaria, veía manifestarse a los seres anómalos y perversos. Me dije si esta película tendría un final. A veces pienso que no se acabará nunca. En la tradición corsa, he leído en alguna parte, se cree que los muertos prolongan su vida aquí abajo,¿y cómo se los reconoce? Pues que su voz de falsete surge como en susurros, y que miden treinta centímetros menos que en vida. Entonces, despierto de la pesadilla: estaba en mi habitación, y veo cómo se desplaza sola la botella (de ron, por ejemplo), hasta que se vuelca y sale su contenido. Se lo muestro a ella, como testigo. Arrojo la botella contra una esquina, la botella no se quiebra, pero sale el líquido salvador, y pienso "ese cabrón no quiere que beba, quiere que no quede nada dentro". Luego, ante el espejo del baño, espero inquieto la transformación, que mi rostro se desfigure, que baje de estatura, porque los muertos son unos malditos enanos.

5 Comments:

Blogger Dulce M González said...

De acuerdo al Tarot (a la tradición judía de la Cábala), de acuerdo a la tradición cristiana, a la teoría de las esferas de Sloterdijk (ese venir-al-mundo desgarrador), siguiendo, también, el misterioso devenir de las cigarras, de acuerdo a Derrida, que finalmente se murió todo, los seres humanos tenemos que morir muchas veces antes de morir. La buena noticia es que mientras más profunda es la muerte, más luminoso el renacimiento. Excelente post, se vislumbra la puerta hacia el otro lado Lo digo por salvarme del escenario dantesco, y también por la pertenencia: reinventar la tradición, hacerla válida de una manera diferente, como lo haces. Y ahora: la luz, venga (eso último fue un exorcismo ingenuo). Saludos.

4:11 p. m.  
Blogger lukas said...

Ángel, no te preocupes, espero por tu mail, seguro que merece la pena la espera! También visito tu bitácora, me gustan mucho las fotos, y por supuesto todo lo que escribes.

Dulce María, son muchas las referencias que citas, y mucho el camino que me queda por recorrer, también en esta averiguación sobre el mal, que ocupó también a cierto poeta que me gusta mucho. ¿Conoces la obra de Sloterdijk "Venir al mundo--venir al lenguaje"?, aquí no hay todavía traducción, espero que pronto... Supongo que te refieres antes a la reencarnación... Y lo más aterrador de todo es saberse muerto en vida, un zombi, y me temo que es la condición de muchos en esta vida...

5:17 p. m.  
Blogger Gabby De Cicco said...

Hola Perro, sólo te puedo decir que te debo una! Gracias por referir esta pelicula.

5:22 p. m.  
Blogger Roberto Iza Valdés said...

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3:11 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

MI peli favorita, favorita entre muchísimas que he visto.

9:14 a. m.  

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