jueves, mayo 26, 2005

Bandera roja



Anoche mi amiga Carola y yo hablamos sobre todo de política, y también salió a relucir el espinoso tema del terrorismo. Le conté de esa mujer presa todavía después de 17 años, creo, antiguo miembro de la Baader-Meinhof, que montó una exposición de fotografía con trabajos que ha hecho a compañeras de prisión, esto salió en el periódico un día, le cuento. También hemos hablado varias veces de ETA, pero también hablamos de los presos en Guantánamo, con su limbo legal, y de las FARC, y de muchos otros grupos terroristas. En esta sociedad tan tibia, casi todo el mundo tiene miedo de los terroristas, encarnación posmoderna del antiguo Lobo Feroz, jeje... En fin, acabó hablándome de un hermano de su marido (venezolano de origen), que vive en Miami, casado con una nativa, y que es un racista de cuidado, y eso que en donde vive hay muchos negros... Pero lo dejaré por hoy, porque de lo que quiero hablar es de la sinfonía nº 11, op. 103, subtitulada 1905, de Dimitri Shostakovich, en una grabación de 1973 para el sello Melodiya (manufacturado luego por EMI en 1974), con la Orq. Fca. de Moscú dirigida por Kiril Kondrashin. Dividida en cuatro movimientos sin pausa alguna (sólo tengo que hacer la pausa para cambiar el vinilo, claro), forma pareja con la que sigue, la nº 12, dedicada a otro acontecimiento político. Esta obra es un monumento a la lucha por la libertad, al alzamiento frustrado de 1905 contra el Zar y sus sirvientes. El primer movimiento, The Palace Square, tempo adagio, es todo él presagio de algo terrible que está por estallar: cuerdas y arpas escenifican esa tensión que casi se puede cortar con cuchillo. Ahí aparece ya el motivo que será recurrente en toda la obra. El segundo movimiento, 9 de Enero, con sus pasos de allegro a adagio, es la puesta en música de la revuelta. Luego viene In Memoriam, otro adagio conducido por las violas, un momento realmente dolido. Por último, mi favorito, The Tocsin: alegro non troppo, allegro, moderato, adagio (con un solo del corno inglés, lamentoso, casi sublime) y el allegro final, que empieza el clarinete bajo, le siguen las trompas que imitan el motivo anterior del corno inglés, entran las campanas por vez primera en la sinfonía, y luego el resto de la orquesta, en una nueva vuelta al material mínimo sobre el que está construida la obra. Todo el movimiento respira optimismo. Porque unos años después se iba a conseguir. ¿El qué? Alzar la bandera roja del triunfo del proletariado.
***

La nube en pantalones (Prólogo)

Con mi corazón sangrante desgarrado en harapos
excitaré
vuestra mente
que sueña en cerebros reblandecidos
cual cebado lacayo en mugriento sofá;
hasta hartarme me burlaré, atrevido y mordaz.

Ni una sola cana mi alma tiene,
ni en mis años hay ternura senil.
La fuerza de mi voz atruena el mundo
y con veintidós años
camino enhiesto, hermoso.

¡Vosotros los delicados!
que sobre tiernos violines recostáis el amor
o, si rudos sois, sobre timbales.
Nunca podréis hacer como yo,
volverse del revés y ser todo labios.
Venid y aprended.

Damas pulidas envueltas en sedas y batistas
que humedeciendo los labios hojean los libros
como cocineras un libro culinario:
¡dejad esa decencia de ligas angelicales!
Si quieren
amaré la carne hasta la locura
y, tornasolado como el cielo,
si quieren
seré intachablemente delicado:
no seré un hombre,
sino una nube en pantalones.

En el mundo no existe una Niza florida.
Hoy glorifico de nuevo
a hombres cansados como un hospital,
y a mujeres sobadas como un refrán.

Maiakovski

La Tercera Generación