lunes, diciembre 19, 2005

Poesía (o no)

En vez de ir al cine, en donde no ponían nada interesante, me fui de nuevo al CAC a ver lo que me había perdido la primera vez. En una sala oscura acababa el vídeo de Vanessa Beecroft VB53, pero volvía a empezar enseguida, así que me quedé y vi un rato, tal vez cuando me fui, ya un poco harto de alzar la cabeza y sin poder descansar la espalda (esto no es el cine, claro, es un museo), estaba terminando. Lo que se ve en el DVD es la performance en la que se basan las fotografías que se pueden ver, estáticas y frías, allí fuera. Una veintena de mujeres desnudas salvo por sandalias de tacón y largas cabelleras algunas (lo de las pestañas largas no me fijé, la verdad), que permanecen sobre un montículo de tierra en un jardín botánico de Florencia. Como señala Calvo Serraller en el Babelia del 17 de diciembre, el prototipo corporal de las mujeres es muy semejante entre sí (aunque hay tres negras al menos), son alargadas, apepinadas se diría, un modelo que no me gusta para nada (y parece que esta artista las usa siempre, así que paso de ver más exposiciones de ella). Estas mujeres no establecen ninguna relación entre ellas ni luego con el público que entra para mirarlas. El crítico mencionado se larga a enumerar una serie de referencias eruditas que son arbitrarias, aunque lo del arquetipo de la Magdalena evangélica puede colar, por qué no. Más bien, semejan madonnas renacentistas, por su frialdad y físico de anoréxicas, amén de alguna que se muestra en exceso púdica (tapándose el sexo con el extremo de la cabellera, o con sus manos). ¿VC explora el cuerpo de la mujer desnuda en busca de los distintos roles femeninos en lo social? ¿Ha logrado una obra de gran calado y rotundidad? Ninguna de las cosas me parece. Estos silentes desnudos me dejan totalmente indiferente. No es que desee que se lo monten en plan orgía (esto no es una película porno ni por asomo), pero esta distancia con la cámara y el espectador me parece una tomadura de pelo, un ejercicio banal de exhibicionismo light. Bernardo Palomo en El Cultural del 8-12-2005 dice: "Su acentuada distancia, su absoluto silencio, sus indolentes posiciones, sus frías apariencias, nos conducen por una envolvente situación que desafía cualquier mirada cómplice del espectador y deja en absoluto suspenso toda posible emoción, pasando a convertirse en un bello motivo plástico de clásicas reminiscencias que llega a confundir, emocionar y dejar un particular regusto de suprema inquietud". Nada de esto último es cierto, a mi entender.



Así que luego me fui al fondo del todo para ver en una sala también en penumbra la obra Wispern de Jaume Plensa: platillos colgando de hilos desde el techo sobre calderos de cobre (los rozan tangencialmente), desparramados por la amplia sala alargada, que resuenan cuando gotas de agua caen sobre ellos, dando un pequeño concierto de tintes orientales. Sobre los platillos hay inscripciones que están sacadas de una obra de William Blake: Enough or too much; The head sublime; The best wine is the oldest/ the best water the newest (resuenan los calderos llenos de agua a la mitad, éste en donde estoy y uno allá en el fondo); Damn braces bless relaxes; Everything possible to be believed is an image of truth; The tygers of wrath are wiser than the horses of instruction; Exuberance is beauty (agua, siempre el agua); The cut worm forgives the plow; One thought fills immensity (cámara de ecos); Joys impregnate sorrows bring forth.

Cuando llego de Málaga encuentro a Stefan, que está con el casco de la moto en la mano y con su discurso esquizo de siempre, que si se iba a follarse a una tía para quedarse descargado de leche, pero que ya pasa; que si mira cómo está este pueblo; se contradice con los inmigrantes, primero los aprueba y luego los rechaza; cuando habla de política o economía ya es el delirio puro, porque no domina el tema, y porque ahí no puede soltar sus andanadas de costumbre. El yonqui llega, se fuma un cigarro y luego se van los dos, se supone que a pillar. Esto es lo que hay, no va más. En Cuatro, rabo de toro desde Jerez, gana la casa, en Jerez son demasiado tradicionales como para aceptar la presentación de Darío Barrio, ese amargor del chocolate que le ha puesto a la salsa. En Santiago, es Darío el que consigue ganar. Pero al final, es más el tiempo de publicidad que el del programa mismo, o esa es la sensación que tengo. Si se detesta tanto la navidad es por esa avalancha estúpida de spots sobre artículos que quieren ser liquidados en veinte días. Occidente: un gran almacen de artículos de lujo. Si eres pobre, que te den.

Lo único que consigue hacerme pasar un buen rato es la novela de Banville, con esa voz narrativa desquiciada, ¡incluso más que la de Humbert Humbert!, con la descripción del asesinato de la criada de una manera tan hiperrealista, que no puedo sino cerrar el libro antes de irme a la cama, con un leve estremecimiento. Luis Goytisolo puede seguir llorando sobre la utilidad de la novela. Mientras existan novelistas como éste, seguiré leyendo. Mañana, por cierto, dan una de él, Copérnico, con El País.

2 Comments:

Blogger Coffee said...

Que interesante todo eso...saludos.

www.elbosquevetusto.blogspot.com

6:22 a. m.  
Blogger Rain (Virginia M.T.) said...

Esos sonidos, esa música, unido a lo visuall: me encantaría haber estado allí.


Sobre las mujeres desnudas: lo interesante es el contraste entre su desnudez y su actitud algo desganada...

7:29 a. m.  

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