lunes, julio 11, 2005

Always let me go


Unos que nacen, otros morirán;
unos que ríen, otros llorarán.
Aguas sin cauce, ríos sin mar,
penas y glorias, guerras y paz.

Siempre hay por qué vivir,
por qué luchar.

Siempre hay por quién sufrir
y a quien amar.

Al final
las obras quedan, las gentes se van.
Otros que vienen las continuarán.
¡La vida sigue igual!

Pocos amigos que son de verdad;
cuántos te halagan si triunfando estás;
y si fracasas, bien comprenderás:
los buenos quedan, los demás se van.

Siempre hay por qué vivir,
por qué luchar.

Siempre hay por quién sufrir
y a quien amar.

Al final
las obras quedan, las gentes se van.
Otros que vienen las continuarán.
¡La vida sigue igual!
***

Mientras alguna gente sufre la pérdida de seres queridos, mientras tratan de ingeniárselas para sacar los cadáveres sepultados treinta metros bajo tierra, His Majesty The Queen junto con la camarilla real celebra desde el balcón, junto con los veteranos de la Segunda Guerra Mundial, los 60 años del Final y el Glorioso Porvenir para el Occidente Libre. Los jóvenes han de tomar ejemplo. La agenda de His Majesty se mantiene a todo rumbo. Los ingleses no son como esa gente allá en Madrid, son gente pragmática, que sigue haciendo su vida exactamente igual; aquí no ha pasado nada, cubrid los restos del autobús destrozado, abrid las estaciones, los comercios, el espectáculo ha de continuar... Perros ingleses los hay en todas partes, esta Costa del Sol está llena (por suerte, hay otros destinos turísticos más baratos).
***

Unos días antes del Desastre de Londres, comienzo a leer Metroland de Julian Barnes, el perro inglés afrancesado (sólo por eso es mi escritor favorito). Como siempre, la edición en paperback de Picador (1990). Es su primera novela, y es tan buena, está tan bien escrita, llena de rasgos de ingenio y con una nostálgica e irónica evocación de la primera juventud, que recibió el Somerset Maugham Prize. Se divide en tres partes, la primera transcurre en 1963 en Londres, en los suburbios denominados Metroland (donde termina la línea del Metropolitano), junto con su amigo del alma, Toni. Me recordó por momentos a ese niño repelente de Aquellos maravillosos años, por el tono con que habla de la familia, la escuela y demás preocupaciones de los 16 años. La lectura es mucho más compleja que la de Auster, porque Barnes, al contrario que el norteamericano, es un estilista fino, muy preocupado por los juegos de palabras, la jerga y las combinaciones interlingüísticas (especialmente con el francés como lengua afectiva). Lo mejor llega en la segunda parte, que pasa en París nada menos que en la Primavera de 1968, cuando les événements... Han pasado cinco años, ya tiene 21 años y está allí para completar sus estudios haciendo una especie de tesis un poco ambigua (en realidad, lo que quiere es reencontrarse con sus raíces). Le escribe a Toni, que ha ido a Marruecos y se encuentra de otra manera en el mundo. El momento cumbre de su vida llega cuando conoce a Annick, una francesa con la que irá al cine, hablará de películas y literatura y pronto caerá enamorado de sus..., ¿encantos? La escena de erótica complicidad es descrita con realista precisión, y me ha hecho pensar en otro momento, mío, de hace poco más de cinco años. Es que la vida es así, hecha de pequeños gestos ambiguos, y chispazos de efímera bondad. El flâneur ha creído encontrar a su Nadja en calles cargadas de arte e historia.
***

Música, música, más música por favor (el cine es una pasión de juventud, cuando uno sueña despierto; luego, esos sueños son sólo química impura, y el celuloide pasa a mejor vida). Una mezcla imposible: Cathédrale I de Haubenstock-Ramati, 24' para arpa sola, por Giovanna Reitano; John Williams al comienzo y al final de El mundo de la fonografía, con Three Songs, para orquesta, y la espectacular banda sonora para el último episodio de Star Wars; la suite de El pájaro de fuego de Stravinski, y la segunda sinfonía de Borodin, por la Minneapolis Symphony, por Antal Dorati (un disco del sello Mercury, conseguido en el socorrido Rastro). En Los raros, de Radio Clásica, Alexander Tansman, su Sinfonía nº 5, con toques de Stravinski; ya en la tarde, como no pueden poner La flauta mágica desde el Real, un programa alternativo y muy variado, que incluye Amor y Vida de Mujer de Schumann; el prescindible Concierto para violín de Glazunov, por Izak Perlman/Israel/Mehta; la música surrealista de Satie en el "ballet realista" Parade, en una grabación excelente de la Orq. Philharmonia/ I. Markevitch; y finalmente, el Conc. para piano nº 11, K. 413 de Mozart, en versión de Malcolm Bilson al fortepiano y los English Baroque Soloist dirigidos por Gardiner (otra interpretación de referencia, según la Guía Penguin).
***

Ahora, déjame que me marche, estoy exhausto. Que te vayas a mamarla, ¿Cómo?, lo que has escuchado, y si no..., te voy a mandar a un sitio..., monos de mierda. Me parece que te estás equivocando. Dos años de culturismo, chico muy trabajador, fuma sólo lo justo, bebe de vez en cuando... Mira, que me dejes. Ya no estoy para nadie.

3 Comments:

Blogger Magda Díaz Morales said...

Lukas, esta canción es verdad pura, una belleza...

A tu texto agregaría que también mientras todo esto sucede en Irak mueren día a día cientos de personas, saquen sus tesoros, son vejados y ultrajados y desde hace años.

Cierto, el espectáculo debe de continuar...

7:47 p. m.  
Blogger Rain (Virginia M.T.) said...

Tesoros incalculables, la historia ultrajada de Irak. El saqueo continúa...

Entrelazando estas capas de la realidad visceral, hablas d emúsica con tal fineza, que todo se detiene: revelación de lo que nos hace en nuestra mortalidad e incertidumbres...

Aquel psiquiátrico , aquella chapa... todo eso es ridículo ante
la música que elijas Lukas...

Salutes...

11:29 a. m.  
Blogger lukas said...

Gracias, Vir, siempre nos queda la música, pero como verás luego si lees lo último, ni siquiera eso puede salvarnos, al menos, no a mí.

Magda, no sé muy bien qué ha pasado, qué está pasando con los tesoros en Irak, sólo sé que cada día hay más muertos, que la degollina sigue, y aquí la indiferencia...

Lo del espectáculo lo dije en plan irónico, pensando en la idea de Guy Debord..., pero a lo mejor tú también has pensado en la canción de Freddy Mercury...

12:33 p. m.  

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