martes, diciembre 28, 2004

A modo de cierre

¿Cómo es posible que después de contar lo del maremoto en la zona del Índico, que ha dejado miles y miles de muertos, y que es algo realmente tremendo, nos pasen como sin solución de continuidad la rutina de todos los inviernos, que cae nieve en "la mitad norte de España"? ¿Que Burgos está bajo la nieve, que hay gente atrapada en los coches? ¿y ni siquieran usan las cadenas!!! La tontería de Occidente.

El día de Navidad. En la Fuente de Europa (en este pueblo, todo es alardear para nada, como si fuera el súmmum de Europa, aquí, en la aldea...). Están ya, a primera hora de un día fantasma, Spencer, en su silla de ruedas, con su gorra roja con la visera hacia atrás; un español que lleva poco tiempo en el sitio, y yo que llego como si tal cosa. Luego viene Tomás, el polaco. Pero justo antes ha llegado un tipo gordo, de nariz porruda, cara de bobo, que resulta ser el padre de Spencer, y que deja en el suelo, en un rincón, dos bolsas de supermercado, una contiene un pack de latas de cerveza Cruzcampo, dos botellas y algo más que debe de ser comida. Resulta ser todo para nosotros, es decir, para que Spencer lo comparta con nosotros, por ser el día que es. S. es un buen tipo, muy vicioso, pero es lo único que le queda en esta puta vida. Él está ya con su cartón de vino blanco, química pura, que engulle más que bebe. Detrás de la silla hay una bolsa con otro cartón para luego. Cojo una lata, empiezo a beber, el sol despunta de alguna forma, para hacernos creer que el frío es una ilusión, que volverá la calidez de una primavera fantasma. Hablo con Tomás, me dice que se va al fin, a ese pueblo perdido en el campo, cerca de Salamanca, a trabajar en la fábrica de cerdos, el matadero en donde ya estuvo antes de conocer a su mujer y venirse al sur. Este pueblo, me dice, es una mierda, la gente habla y habla, alguien le dijo que si maltrataba a su mujer, algo que es ya insoportable. Ahora vive en otra casa, con su mujer, sus dos hijos y una amiga colombiana que está embarazada de ocho meses, y cuyo marido o no sé qué está en la cárcel hace ya tres años. El Manga, sí, por tráfico de drogas: drogas es lo que hay en este pueblo, porque otra cosa... Otra lata cae. El tipejo de la esquina se echa en un vaso de tubo un chorro generoso de ron y lo mezcla con limonada. Vienen Michael, el danés terrible, y el inseparable Carl, con su chaqueta azul eléctrico. Un patito de goma amarillo nada en la fuente, en la parte de arriba. El ron va para Michael también, y no contento coge la botella de sidra (La Asturiana) y empezamos la ronda. Sabe asqueroso, dulzón, otra vez pura química. Queda una botella de cava, del más barato, claro, pero Tomás quiere llevarla para su mujer, así que hace el trato con S. de cambiársela por tres cartones de vino, que le dará el dinero luego. El español salta: que no, que la botella la trajo el padre para nosotros, y la coge y la esconde, así es. Tomás me mira, sonríe, como diciendo: "¿lo ves, no es lo que te digo?" Tomás se defiende, dice que él conoce a S. desde hace años, mientras que él es un recién llegado. Y es verdad: hasta para estar en la calle, los españoles dan el cante, marcan la diferencia. Mezquindad del castellano frente a la benevolencia y generosidad de los otros de fuera. Más tarde llegan otros dos, un alemán muy alto y Han, de origen indonesio, pero que ha vivido en Holanda y ha viajado por todo el mundo. Me dice que Asia es mística. Ahora entiendo la extrañeza de sus rasgos, esos ojos especiales... Hay un momento en que me siento realmente bien, y la mezcla de bebidas todavía no pega fuerte: porque el alemán, cuyo nombre no recuerdo, nos ofrece una botella de brandy de Jerez, eso sí que es bueno, dice Tomás. Claro, él que se metió anoche tres botellas de whisky con otros amigos, y que desayuna vodka cuando le place... Tomás, de Zakopane, de donde era Gombrowicz, pero esto lo pienso, cuando hablamos de los Tatra y de esa zona, él no tiene ni idea de literatura. El único con el que puedo hablar un poco de libros es Thomas, otro alemán que sí sabe bien español, y que gusta de S. Lem y otros de la SF, que me dice que le preste alguno. Pero eso de prestar libros es delicado.

Vamos, Han, el alemán y yo, hasta la playa Burriana, para conseguir un poco de paella, pero Ayo dice que hay que esperar hasta las cinco por lo menos, son las tres en ese momento. Han se va. Nos quedamos los dos, vamos hasta una tienda de souvenirs y él camela a la dueña del sitio para sacar una cerveza bien fría, San Miguel, que empezamos enseguida. Pero ya tengo el cuerpo revuelto, y me apetece comer algo. Le digo que me largo, él también se irá a su refugio. Lo veo de nuevo el domingo en el Rastro, con Tomás y otro también muy alto. Pero es un día desapacible, un frío horroroso, y sopla de vez en cuando el viento que tira los trastos de los puestos. No obstante, veo en uno un libro que necesito, y le doy a la vendedora lo que me queda, que es la mitad de lo que me pide: las Illuminations de Walter Benjamin, con una introducción de Hannah Arendt, nada menos. Ni me explico cómo lo habrá conseguido la gitana, que dice venir desde Granada. Los azares de estos mercadillos son insondables.



Empacho de música navideña, aunque sea en su versión culta: que si el Oratorio de Navidad de Schütz, que si el otro Oratorio de Navidad de J. S. Bach, villancicos catalanes, La Creación de Haydn cantada en inglés... Takemitsu supone siempre un océano de meditación, he oído soñar al agua, oscurecido por el crepúsculo... Instrumentos extraños: la biwa, la flauta shakuhachi, sonoridades de un tiempo sin tiempo, el espacio se dilata, se contrae, olas que fermentan y nos cubren, pero esta vez beatíficamente. Y al final de una noche, el hilo y la trama, ese conjunto de flautas, en un espacio otro.

Recupero un libro que se quedó en otra casa, en otra vida, capturado por las fuerzas de una magia negativa. Lo que leímos entonces, tendrá que ser revivido de otra manera. Lo que ella atrapó, ¿cómo sacarlo a la vida, de su tumba umbría? Voy a intentar como si nada hubiera sucedido, aunque ya todo ha sucedido, pero no, no ha pasado, está todo por llegar, y esta vez, vamos a ganar.

1 Comments:

Blogger Unknown said...

y los bancos cobrando comisión en las donaciones!
los triunfos del capitalismo!

buen año a los dos, magda y lukas...

5:26 p. m.  

Publicar un comentario

<< Home