lunes, diciembre 20, 2004

Plegaria por una sombra

Un amigo que es músico me envió una serie de discos, que ando escuchando estos días. Uno de ellos trae algunas obras de Giacinto Scelsi, el secreto compositor italiano del pasado siglo, que es una pasión compartida. El disco se abre con Quattro pezzi per orchestra, del año 1959. Es justo en ese tiempo, de cambio de década, cuando se produce el giro radical en la vida y la "estética" de S., concentrándose sobre una sola nota (como sucede en esta obra) o un sonido determinado. Cada una de las cuatro breves piezas que la componen evoluciona alrededor de una nota central sobre la cual comienza y acaba. Scelsi mismo confesaba que su trabajo en la técnica dodecafónica le había dejado enfermo, y que sólo un gesto particular le había podido curar: hundir numerosas veces la misma tecla del piano, para escuchar el sonido producido desvanecerse progresivamente. La obra que sigue, Anahit, de 1965, para violín y 18 instrumentos, prosigue estas averiguaciones en el campo de un nuevo sonido, el que S. denominaba sonido esférico, su tercera dimensión. Ante todo, la vibración, su flujo incesante, antes que un cálculo estricto de las alturas o las duraciones. Las subidas y bajadas de esta energía como constante que se desplaza nos hace vibrar con el desarrollo impredecible de la música. Un año después compone Uaxuctum, para siete percusionistas, timbalero, coro y orquesta: dividida en cinco partes breves, las voces se suman aquí al enorme espacio sonoro, lleno de matices, moviéndose en zonas altas a menudo, y bajando, ocultándose momentáneamente.

Este interés por la voz le vino a S. a raíz del encuentro con la cantante japonesa Michiko Hirayama, a comienzos de los años sesenta; a partir de entonces, y estimulado por la colaboración que entablaron, comenzó a estudiar de manera profunda las posibilidades que ofrecía la voz humana. Una de estas obras deslumbrantes es Pranam I, una pieza para voz cantada, 12 instrumentos y cinta, que S. compuso en 1972 "en memoria de la pérdida trágica de Jani y Sia Christou". En el disco de CPO canta precisamente ella, junto a la Orq. de la Radio de Saarbrücken que dirigía por aquellos años (los setenta) Hans Zender. En ese disco vienen también las Quattro pezzi..., quince minutos de puro magnetismo.



Uno de los mejores conciertos que me fue dado escuchar este año que ya acaba tuvo como protagonistas precisamente a estos dos músicos, Scelsi y la Hirayama, en el gran ciclo Canti del Capricornio, que tal vez ella cantó por última vez, dada su avanzada edad. Fue en Madrid, dentro del ciclo Música de Hoy, el 27 de febrero, y en esa ocasión pude conocer a Vicent, que precisamente vino de Bordeaux para el concierto, él fue quien escribió las notas del programa de mano... Estábamos en familia, y fue un momento muy especial, viviendo en directo una de las músicas más hipnóticas que existen. Oriente en Occidente. Un espacio para la concentración, la residencia del sonido, y su evaporación, los filtros en el metal, ese contrabajo...

Scelsi no se consideraba un compositor, sino un medium, a través del cual pasaba la música-sonido-energía del universo. Un canal, como muy bien reflexiona Peter Sloterdijk sobre la música que importa en Extrañamiento del mundo. No se dejaba fotografiar, y de hecho, sólo conocemos una borrosa foto suya de la época de juventud. Firmaba con una figura constituida por un círculo subrayado, signo ambiguo: sol sobre el horizonte, cero destacado...

Refiere Martin Liut en un artículo:

De hecho, Scelsi era un fanático del silencio, era capaz de dormir en el placard de un lujoso hotel parisino para no ser molestado por los ruidos y alertaba sobre el peligro que acecha al mundo contemporáno: el exceso de música innecesaria.
Un sonido es capaz de derribar los muros de Jericó, decía Scelsi citando a la Biblia, para asegurar luego que la mala música le hace muy mal al mundo, según recuerda la coreógrafa Diana Teocharidis que el compositor le explicó cuando trabajó con él en Roma a mediados de los ’80.




Murió en 1988, hace ya dieciseis años. Desde entonces, el mundo se ha vuelto mucho más ruidoso.

Viaje al centro del sonido :: Conversación con Juan Pablo Izquierdo

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Que disfrutes de la música des Giacinto. Es una gozada.
Recuerdo tambien el concierto de Michico, en el que tomé parte con las transformaciones electroacústicas. Pero el Schelsi para orquesta es especial, tiene más dimensiones, más niveles, volúmenes y espacios.
También la 7ª de Sibelius es mi predilecta, de esa serie.

J. de LNC

2:58 a. m.  

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