jueves, diciembre 17, 2009

De vuelta (II)


Y me quedé reposado en mis aposentos y me fui a la cocina para beber un vaso de agua y olvidarme del incidente, pero sintiéndome a la vez un poco mal por haber echado al amigo, porque de esa manera no iba a tener nunca amigos, si no sabía conservarlos. Pero a los pocos minutos ya se me había pasado y de nuevo me senté y puse otro disco, después de haber dejado que los pensamientos revoloteasen un poco. Y nunca mejor dicho, porque el título del disco hablaba de pájaros pequeños con un corazón rápido. Y esos pensamientos hablaban de ella, de Alejandra, susurraban su nombre todo el tiempo, y me la traían, las miles de imágenes congregadas que chocaban contra las paredes del cerebro y luchaban por salir al exterior. Y en una imagen ella estaba ahí, en el banco junto al río, y se sentaba de repente sobre mí, y con esa sonrisa pícara de pecas encendidas me echaba los brazos al cuello y me besaba con ardor, un calor que se comunicaba rápido por todo mi cuerpo, y aunque la postura era un poco difícil y ella se reía porque se iba resbalando, ahí seguíamos los dos, ella agarrada a mi cuello y yo a su cintura tan deliciosa, como un tallo que sin embargo se comba con el viento y baila en lo alto, verde y salvaje. Y le dije palabras que son difíciles de reproducir, porque tienen que ver con algo salvaje, y es privado; y ella me dijo cosas similares, de su tierra natal. ¿Cómo has venido, mágica? ella se ríe ahora, porque está atravesada por un sentimiento poderoso, que emana de su vientre y asciende hasta su boca, ahí donde tienen lugar los nacimientos. Y de su lengua punta húmeda chorrea algo que me invade, que es algo poco sentido, un espejo en donde entretenerse. Y al otro lado nos vemos, pero no en nuestra imagen actual sino como dos niños que corretean campo silvestre, como dos animalillos, y la hierba se los traga, y al otro lado está sólo un hombre que tiene una lata de cerveza casi acabada, la tira a la papelera de madera que hay a su derecha, coge su pequeña bolsa negra con flores moradas y empieza a caminar, solo y triste, paralelo al río, en busca de nada, del invierno que llega lentamente como un viejo por el arcén y sigue su camino, porque ya sabe adónde conducen todos los caminos y no osa preguntar. Y la imagen de felicidad se desvanece, pero una risa, como ese gato famoso, queda suspendida en el aire, unos labios, unos pies casi desnudos, que insinúan...

... mira, te olvidaste algo, nene...

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2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Lukas que no se si saltar o llorar de la felicidad.Crei que te habiamos perdido.Que delicia volver a ver algo tuyo.Yo que te sigo en silencio me alegro de veros "lapiz en papel" nuvamente.Un abrazo enorme.

9:55 p. m.  
Blogger Adriana y Victoria said...

Hola Lukas, soy Victoria. Te estoy leyendo... aun no conozco la historia, pero lo que leo me gusta. Te sigo. Un abrazo.

8:30 p. m.  

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