lunes, abril 05, 2004

En la escucha: Angolo divino de Horatiu Radulescu, por la Orq. Sinf. de la SWR de Baden-Baden, dirigida por Zoltan Nagy, dentro de las Jornadas de Donaueschingen, el 14-10-1994. Este compositor juega con las masas sonoras dislocadas, con los vientos a presión y con las percusiones ya sea en plan delicado, o en gran volumen, creando texturas rarificadas que no tienden a ninguna parte, a ninguna conclusión; masas de aire, sonidos que circulan, hacia arriba, o en el entreluz de dos momentos igualmente importantes. No es la mejor música para escuchar después de comer, pero tampoco creo que en la medianoche te provoque buenos sueños. Es algo casi desquiciado, desquiciante. El público, por lo que se puede apreciar al final, con los tibios y dubitativos aplausos, no disfrutó con la dura prueba. Para mí, es música que demuestra una vez más la autonomía del sonido en estos tiempos de ruido y confusión. Pareciera que nunca termina, los deslizamientos son impredecibles, y una hosca llamarada, un viento a ráfagas, frío pero consolador al fin, nos llena.

Ángulo sagrado: porción de espacio santificado que en ciertos tipos de habitaciones euroasiáticas corresponde al pilar central y desempeña, por consiguiente, el papel de "Centro del Mundo". Se piensa que el alma del muerto sale por la chimenea (agujero del humo) o por el tejado, especialmente por la parte donde se encuentra tal ángulo.

El sol brilla fuerte, se cuela por entre la vegetación salvaje del descampado, hace que la hierba adquiera otra tonalidad, ese verde amarillento especial, que chorrea de las ramas, que hace que las mariposas se yergan sobre la vertical del cielo muy azul. Es la primavera, por fin.

Sé que tras todas las turbamultas del mundo exterior, permanece la esencia, la calma cuando te echas un poco en la cama, y te abandonas a la música, y ella entra en tí, como la luz tan tibia, como el rugido de las olas, lejos, lejos. Se está a la espera, de algo, de alguien, algo puede pasar. Hace cuatro años, todo se desmoronó en esta vida que llevo, y fue con la promesa de una nueva casa, de un habitar otro, lejos de la pequeña cosa que nos albergaba. La esfera, como dice Sloterdijk, se vino abajo, se rompió, y hubo la crisis, la depresión sobre la que escribí tanto después, y aún ahora. Vivir es construir esferas, de reposo, de lucha, la tensión y el anhelo, y casi la felicidad, como una pompa de jabón. Entonces, en aquel mes de mayo, pensaba que todo era también brillante. Duró poco la alegría. Quedaba la música, Trilok Gurtu, o Dissidenten, o tal vez algo en la playa, al final del verano. Temo a la estación de la luz radiante, de la luz que quiere cegarlo todo. La semana pasada ha diluviado cerca, y ahora ya nadie se acuerda. Por eso la música, lo más interior, lo más íntimo.