lunes, octubre 11, 2004

En el Rastro

Ayer domingo por la mañana, como hago desde hace tiempo, fui al mercadillo de antigüedades y cosas usadas, aunque no había mucha animación que digamos, porque el pueblo está en feria y la gente se iba para otras calles a ver la procesión. Pero para mí fue una mañana bastante buena. Cuando miraba unas cajas con vinilos me saludó a su manera Pedro, un chaval que vivió de pequeño en Alemania, y que siempre suele llevar una camiseta de la selección española con la leyenda Spanien estampada. Hablamos unos minutos, sobre lo que él había comprado (todo en alemán), la dificultad de encontrar agujas para el tocadiscos si se rompe, etc. Luego seguí mirando, y apenas unos metros más allá hablé un poco con el vendedor de otro puesto que vivió veinte años en Alemania --todos los vinilos venían de allí, por cierto --, y que también tiene ese problema, de la aguja, por eso ahora los vendía, tres por un euro. La verdad es que no eran gran cosa, no había buenas grabaciones o conocidas por mí, pero cogí unos cuantos. La verdad es que si me gusta tanto este rastro es por ese ambiente europeo, esa variedad de gente, lenguas (aunque dominan el alemán y el inglés, claro) y ropajes... es el único sitio y momento en que ves a tantos hippies, de los que aún quedan... Un rato después vi en otro puesto a una chica muy guapa y joven, que también vendía vinilos, y ahí justo vi uno de Debussy, que al final compré (también me gustaba uno de Dissidenten, Arabian Nights creo que se llamaba). Creo que si fui de segundas fue para ver de nuevo a la chica, que ya he visto en otra ocasión, aunque no puedo recordar dónde. Me llamó la atención la cicatriz que tenía bajo el cuello, como un ciempiés que se dirigía hacia la izquierda..., operada del corazón, pensé... La pena es que me dijo que ya no vendrían más (estaba con un hombre que no sé si era su padre), que era sólo para vender eso. Bueno, a lo mejor el azar me la devuelve un día... una noche...

Luego, en la tarde de domingo, que amenaza siempre con su cola venenosa de tedio, me puse a escuchar la radio, y sonaban obras de Debussy en versión de la Orq. Sinf. de Detroit por Paul Paray, grabaciones de 1955: Iberia, Preludio a la siesta de un fauno y la archifamosa El Mar. No me terminaron de convencer, la verdad. Por eso después puse el disco, la cara en la que está ese Preludio, y luego una rareza, Printemps, en la que se nota su procedencia de una obra para coro y orquesta. Debussy es la ligereza, es el impresionismo y su refutación. La orquesta de la radiotelevisión francesa, dirigida por Martinon, en una grabación de 1974, me gusta mucho más, aunque tampoco será mi favorita...

Hoy seguí con otro francés, Olivier Messiaen y su Cuarteto para el fin de los tiempos, en una grabación de Philips (Beths, Pieterson, Bijlsma y de Leeuw) también en vinilo de los que me pillé ayer. Aunque hay que dar la vuelta al disco, ¡qué sonido, qué fuerza! La verdad es que estaba detrás de este disco hace tiempo, recuerdo que en una tienda pequeña de Madrid lo vi... pero estaba la portada sóla, grapada a la pared... Esa tercera sección, Abîme des oiseaux, para clarinete solo, es de una intensidad estremecedora. Recuerdo cuando lo escuché en vivo por primera vez, a José Luis Estellés, del Grupo Manon... Nunca me cansaré de escuchar esta obra, ya sea en su estado puramente musical, o bien con los textos que M. colocó para ser leídos durante su interpretación (la segunda y la tercera vez que lo escuché en directo fue con narrador).

Mañana es otro día de fiesta, sigue la feria en Nerja y es la fiesta nacional, horror de los horrores. Menos mal que nos queda la música como refugio contra este acoso de la ramplonería (anoche, los fuegos artificiales con fragmentos como el Carmina Burana, buuffff).