sábado, octubre 09, 2004

Los mitos, el ritual, los relojes

He aquí las obsesiones de Birtwistle, el compositor que hace tiempo que sigo. Me gustaría conseguir la grabación de su ópera The Mask of Orpheus, pues sólo un fragmento, La muerte de Orfeo, en el programa de José Luis Pérez de Arteaga, me deleitó. También tengo un libro sobre él, escrito por Jonathan Cross, que es una excelente introducción a su música, aunque, claro, se ha quedado un poco viejo pues no abarca sus últimas obras. Es lo malo de estos libro de música cuando abordan compositores aún vivos..., y HB sólo tiene 70 años.



Harrison Birtwistle: Man, Mind, Music [Faber & Faber/Cornell University Press], 2000

Bueno, ya sé que Birtwistle no tiene el "carisma" que puedan tener otros compositores "continentales", pero esto no quita que sea un autor señero en el panorama actual... Una muestra de esto, de su valía, es la obra The Triumph of Time, en la versión de la Orq. Philharmonia dirigida por Elgar Howarth (Collins). Dividida en nueve secciones, tiene un comienzo lento y atmosférico, casi bucólico se diría, con el viento-madera protagonista; luego viene una sección con el saxo soprano solista, y a continuación otra con trompas en sordina. La cosa se va animando a medida que avanza la obra, hasta llegar a la primera sección "senza tempo", que es una entrada deliciosa en el caos que será ya característica del "cuadro" sonoro que se manifiesta. En la quinta sección, los instrumentos protagonistas son el corno inglés --con una melodía maravillosa-- y un dúo de flautas, que añaden ese tono elegíaco y sirve de contraste al marasmo anterior. En 6 se desarrolla e impulsa la construcción hacia un clímax central que si se escucha con un poco de volumen lo dejará a uno levitando...
Tras esta explosión, un coral en la parte de las cuerdas supone una calma tras la tempestad; 8 es otra sección vitalista, frenética, otro momento fuerte, también marcado "senza tempo", que precede al final, de nuevo con el corno inglés a solo desgranando su melodía mientras se evapora el material y la representación acaba.

Esta obra de 1971-2 es como una pieza satélite con vida propia que giraría en torno a la ópera The Mask of Orpheus. HB vuelve a su método compositivo de presentar los acontecimientos musicales ocurriendo en diferentes contextos o vistos desde nuevas perspectivas; la clásica distinción entre la exposición de una idea musical y su desarrollo es abandonada. En esta obra el material aparece en un constante estado de flujo, transformado una y otra vez y reapareciendo como si se viera desde cada perspectiva cambiante, yuxtapuesto en nuevas configuraciones; el efecto es un vasto monolito, siempre moviéndose hacia delante, siempre revelando nuevas superficies de sí mismo.

El cuadro que le da título es el de Brueghel el Viejo, que presenta el Tiempo como destructor sin misericordia..., retratado como una figura barbuda en una carreta a la cabeza de una procesión que también incluye la Muerte galopando en un caballo decrépito y la Fama a horcajadas de un elefante. Entre las ruedas de la procesión, lo efímero de la vida humana es constantemente aplastado hasta su extinción. Sólo queda como impenetrable a este horrible espectáculo los acontecimientos cíclicos de nuestro mundo, al fondo: las mareas, las estaciones cambiantes, los vientos.

De entre el material constantemente desgastado y transformado, dos elementos permanecen constantes: lo primero es una figura de tres notas tocada por el saxo soprano (en el corte 2 del disco): en el desarrollo de la obra esto aparece inmutable no menos de siete veces, en cada ocasión similar arrojando una triste objetividad en los procedimientos antes de florecer en un salvaje coral que conforma el clímax central de la obra.

El segundo objeto inmutable es la melodía del corno inglés, tan elegantemente adornada como la del saxo es sencilla, que se escucha tres veces y siempre conserva su prístina belleza: es el único elemento de la partitura que el tiempo no puede asolar. Alrededor de estos dos puntos fijos gira el abultado mecanismo.

Otro día escucharé la versión que sonó en el programa especial del pasado verano, la de la Orq. Sinf. de la BBC dirigida por Pierre Boulez, el músico que supo ver bien pronto la valía de nuestro hombre.