miércoles, octubre 20, 2004

¿Una felicidad posible?



Sigo con la novela de Houellebecq y ahora he llegado a la segunda parte. El viaje a Thailandia ha terminado, Valérie le ha dado el número de móvil a Michel. Él la llama ese mismo día en la tarde (¿no le hizo efecto el jet-lag?), y en la noche se pasa por su casa. La cena se convierte en un polvo estupendo. Luego se queda a dormir allí, y siguen las raciones de sexo. En todo el viaje no tuvieron más que encuentros esporádicos, y ahora todo el deseo explota de forma incontenida. Valérie le dice que en los circuitos turísticos, la gente no tiene relaciones sexuales. Ella sabe de qué habla: trabaja en Nouvelles Frontières, el mismo tour-operador que ha organizado el viaje que ellos han hecho. Poco a poco se van conociendo, no sólo físicamente, y ella habla de su trabajo. Pero también quiere que él responda a una pregunta que ya le hizo en el trópico, cuando supo de la visita de él a un salón de masaje. Se trata de saber qué tienen las chicas tailandesas de mejor, si realmente hacen mejor el amor que las europeas. Michel responde:

A lo mejor no lo entiendes, pero tú eres una excepción. Es muy raro ahora encontrar una mujer que siente placer y que quiere darlo. Por lo general, seducir a una mujer que no conoces, follar con ella, ha llegado a ser una fuente de irritaciones y problemas. Cuando piensas en todas las tediosas conversaciones que tienes que tener para llevar a una chica a la cama, sólo para descubrir que ella es una pésima amante que te aburre para joderte con sus problemas, llevarte a sus tesis --de alguna forma dándote la impresión de que no eres capaz de arañarlos-- y con la cual has de pasar el resto de la noche al menos, es fácil ver por qué los hombres suelen preferir evitar el incordio pagando una pequeña tarifa. Tan pronto como son un poco viejos o un poco expertos, los hombres prefieren evitar a las claras el amor; encuentran más fácil ir y buscar una puta. Pero ahora, no una puta occidental, no merece la pena, son realmente desechos humanos, y en cualquier caso, la mayor parte del año los hombres no tienen tiempo, tienen mucho trabajo. Así, la mayoría de ellos no hacen nada; y algunos, de vez en cuando, tratan de hacer un poco de turismo sexual. Y es el mejor escenario posible: al menos hay todavía un poco de contacto humano cuando se visita a una puta. También estás esos tíos que encuentran más cómodo pajearse en internet o viendo películas porno. Tan pronto como tu polla ha disparado su pequeña carga, eres perfectamente feliz.
(la traducción es mía).

La discusión prosigue, ella le sugiere que hombres y mujeres pueden cambiar, pero él responde, de forma igualmente sentenciosa, que algo pasa con las mujeres occidentales, algo ha cambiado y sigue cambiando en ellas, y terminarán casi todas adaptándose al modelo masculino. Así, serán ellas también turistas sexuales, y pagarán para los placeres del mercado... Si el tipo barrigudo occidental, o el joven de look californiano, prefieren esas chicas tailandesas, es por su manera de ser dócil y dulce, y por sus habilidades sexuales, que el narrador ha comprobado en dos ocasiones. Se nos habla antes de una agencia que provee de estas chicas, que buscan un marido (y también padre) trabajador, sin más exigencias. Las occidentales, por el contrario (y veremos el caso de la mujer de Jean-Yves, ese ejecutivo típico), no sólo quieren ser amadas (pero el amor es ya una palabra vacía para ellas), sino estar rabiosamente sexys. La moda manda, aquí también. Estas mujeres ya no creen en la familia ni en el matrimonio, ni soportan la menor contrariedad e imperfección en sus compañeros. Hay una tendencia hacia la igualación total, que destruye por el camino los viejos afectos. Es esto lo que Michel sabe, con su cinismo rampante, con su vida anodina y putrefacta (Hot Video que no falte). Es posible que esta prisa por entrar en Valérie sea todo un síntoma de su debilidad, de su autoengaño. ¿Por qué no quiso follar con ella, por ejemplo, en Nochevieja? En los trópicos, en esa especie de paraíso para ricos y gente sexualmente necesitada, Valérie se convierte en una especie de doble, esto es lo que intuimos. Es ella la que se sale también un poco del grupo, no soporta al fascista de Robert, la que ha tenido experiencias de aprendizaje... Hay, por otra parte, una fijación en Michel, hacia la vagina, que arrastra desde los once años, cuando la primera chica le mostró su "pussy". Después del primer polvo, tiene un sueño con sentimiento oceánico. Antes, en Thailandia, cuando se adentra en el mar y se saca su polla, piensa en cómo sería entrar en la vagina de V. Ella se convierte para él en su "felicidad posible". Su "órgano" abierto a la influencia, que atisba en el descenso a esa playa paradisíaca, se convierte en una esfera-refugio contra un mundo desolado.