miércoles, octubre 13, 2004

Virtuosismo

Shostakóvich, por ejemplo. Y su concierto para violín nº 1, op. 99, obra que compuso a finales de los años cuarenta y que revisó algo más tarde. En ese tiempo, ya tenía serios problemas con el estado soviético, que lo acusaba de formalista. En este maravilloso concierto, estructurado a modo de suite, encontramos toda esa joie de vivre que seguro que no gozaba en su vida cotidiana. El arte es superior a toda vida, y he aquí la mejor prueba. El primer movimiento es una especie de nocturno, de bella factura, en donde el violín ya marca las pautas. Viene luego un movimiento rápido, en donde hallamos esos juegos que tanto gustaba, en sus sinfonías y cuartetos de cuerda, muchas veces autobiográficos. El movimiento que le sigue, reposado y molto cantabile, es de una gracia impecable, y el violín surge con una cadenza larga como cuello de cisne. No encuentro música más cercana a la felicidad, si exceptuamos la Quinta de Schubert y algunas piezas de Mozart. Luego viene el cuarto mov., de nuevo rápido y de un virtuosismo, acelerado en su tramo final, que deja con la boca abierta. Si el solista es alguien como Vadim Repin, estamos de suerte, y si le acompañan la Orquesta Hallé bajo la dirección de Ken Nagano, mejor que mejor.



Y leo después algo de lo que han escrito en Clasiforo, y veo que siguen con la versionitis, y que hay argentinos nuevos... No, mejor la radio, siempre.