jueves, noviembre 04, 2004

Flujos

Deleuze habla de los nómadas, de la máquina de guerra opuesta al Estado, en una de sus "mesetas". Hoy día, estos nómadas son los mendigos de nuestras ciudades decadentes y esplendorosas bajo las luces de neón. Incluso en los pueblos, los mendigos son expulsados de las calles, la policía llega y los echa, por el menor motivo. En estos pueblos ricos de la costa, sólo quieren viejos capitalistas, sentados al sol en una terraza, cubiertos de tecnología y arrugas bien llevadas (o no). En otro tiempo, me relacioné con ellos, los mendigos, la gente de la calle, los "hippies" que venían de Órgiva (Granada), o de Alemania, o de algún lugar remoto del Este. Los alemanes son los que más beben y más tardan en caer; los ingleses no aprenden español ni a tiros, pienso en el pobre de Spencer, en su silla de ruedas, poniéndose bien con su cartón de vino blanco. Pero mejor no pensar, no ahora. La policía, la polis, expulsa a la gente que "amenaza" con romper el orden, el espacio estriado, el claro del bosque. La gente que se mueve sin rumbo fijo, que juega al despiste, frente a los acorralados ciudadanos que sólo escapan, con rumbo estricto, en fines de semana o vacaciones.



En la noche, obras de compositores orientales (no sé por qué esa asociación entre Oriente y nomadismo, entre las tierras de los grandes espacios despejados y la vida más libre, pienso en esa película maravillosa, Urga de Nikita Mihjalkov). Primero, Pandit Pran Nath, un raga, un fragmento de una obra que puede durar una hora. ¡Qué concierto aquél, en que escuché música india en vivo! Luego, una fascinante pieza de Toshio Hosokawa, compositor japonés bastante occidentalizado, que se recrea en las campanas (¡por lo menos cien!) de los templos de su país, en Ferne-Landschaft II. Finalmente, un movimiento del Quinteto para clarinete y cuerda nº 2 de Isang Yun, coreano ya fallecido, y cuya vida fue bastante tormentosa. Hosokawa me resulta especialmente hipnótico, ya escuché antes otras obras suyas, como Voices from the ocean, que es toda ella puro flujo, corriente subterránea por donde el sonido se desliza imperceptible, movimiento constante pero impredecible, la velocidad de lo inmóvil, "sólo el nómada tiene un movimiento absoluto, es decir, una velocidad; el movimiento en torbellino o giratorio pertenece esencialmente a su máquina de guerra". Uno podría quedarse aquí durante horas, y nada pasaría. Se comprende bien por qué el Estado no desea nada de esto, y por qué su misión es capturar todo tipo de flujos, establecer barreras y filtros. Pero el pensamiento, como decía Artaud, sólo es posible a partir de un desmoronamiento central. Y el desierto crece...