jueves, noviembre 04, 2004

Un nuevo poeta

Gracias al blog Lector Ileso, me entero de la aparición de un libro de poemas de un tal Spencer Reece, titulado The Clerk's Tale. En su mensaje nos ofrece el poema que da título al poemario, largo, lleno de una magia sutil. También se puede escuchar a Reece leyéndolo, a través de la revista que lo ha dado a conocer, The New Yorker.

En otro lugar, leo una breve reseña sobre R. No es un poeta al uso, ha trabajado en distintos oficios y ahora es dependiente en unos grandes almacenes. El crítico habla de otros poetas excelsos, como Gerard Manley Hopkins o Elisabeth Bishop. Se puede hablar también de una "poesía de la experiencia", aunque en los versos de R. hay un aliento de tristeza y sabiduría que no suelo encontrar en poetas de esta corriente, si es que se puede considerar así.

De su época en que vivió en una granja, queda un testimonio así. Me parece delicioso:

Then
Spencer Reece


I was a full-time house sitter. I had no title.
I lived in a farmhouse, on a small hill,
surrounded by 100 acres. All was still.
The fields were in a government program
that paid farmers to abandon them. Perfect.

I overlooked Union Lake, a small lake,
with a small ugly island in the middle--
a sort of mistake, a cluster of dead elms
encircled by marsh, resembling a smear
of oil paint left to congeal on a palette.

Pesticides farmers sprayed on their crops
over the years had drained into the lake
and made the water black, the fish shake.
About the family that built the house
I knew nothing. Built in 1865,

perhaps they came after the Civil War?
It was a simple house. Two stories.
Six rooms. Every wall crooked.
Before the house, Indians camped there.
If you listened you could hear them.

On Sunday afternoons in early June,
the sun would burnish the interiors.
Shafts of light fell across the rooms.
An old gray cat sparred his mote-swirls.
Up a tiny staircase, ladder steep,

I was often found, adrift, half asleep.
I forgot words, where I lived, my dreams.
Mirrors around the house, those streams,
ran out of gossip. The walls absorbed me.
There was every indication I was safe there.

Outside, children sang, sweetening the air:
Row, row, row your boat, gently down the stream.
Merrily, merrily, merrily, merrily, life is but a dream . . .
their fingers marrying each other with ease
as the dark built its scaffolding above the trees.

Peonies spoiled, dye ran from their centers.
Often, the lawn was covered by a fine soft rain.
Days disappeared as quickly as they came.
The children receded. The moon rose.
Cows paused on the wild green plain

of all that land still left uncommercialized.
Three years I had there. Alone. At peace.
Often I awoke as the light began to cease.
The house breathed and shook like a lover
as I took for myself time needed to recover.



N. B. Poem from The Clerk's Tale, reprinted with permission of Houghton Mifflin Company


3 Comments:

Blogger maRia said...

Qué lujo poder tener three years of peace en una casa que shook like a lover.
Peace and emoción...en eso estoy...peace and emotion.
(Hola,Lukas!)

10:46 p. m.  
Blogger lukas said...

Sí, maRia, un verdadero lujo, poder vivir en una casa apartada del mundanal ruido, y sentir que los días desaparecen tan rápido como llegan. Pienso en Wittgenstein, el filósofo, en los años en que fue profesor rural y vivió en una casa de campo, en Dinamarca...; en esa isla de Irlanda, como un páramo, en donde se ha instalado Michel Houellebecq, y sobre todo, en esa otra isla llena de viento que sirve de refugio al pintor protagonista de "La hora del lobo" de Bergman. Es mi sueño, poder vivir en paz y aislamiento..., al menos por una larga temporada.

10:53 a. m.  
Blogger David Santa Cruz said...

Bueno creo que es el sueño de muchos, ya sea una casa en las montañas como la de Benedetti o bien en la playa, como tantos que hicieron base en Ibiza.
En lo personal me encanta el clima frio y el campo, el poder caminar por una zona arbolada, con una chaqueta de franela y una bufanda grueza.
Despertarme por la mañana abrir la ventana del cuarto y ver la montaña cubierta de nieve, lavarme la cara con agua fria y salir al corredor para tomar el desayuno.
Aunque una parte de eso es solo el recuerdo de lo que dificilmente podré volver a hacer: dividieron la casa, cortáron los árboles y al secar los rios ya no hay mas frio, solo polvo de las minas de arena que vuelven gris el paisaje que hacía mis delicias cuando iba a la que fuese la casa de mi abuela.

7:15 p. m.  

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