martes, enero 11, 2005

Derrumbe de los sueños

Paseo tranquilamente, creo que ahí a la vuelta están instalando ya el mercadillo, pero es muy temprano, no, tal vez no, está todavía la calle despejada, no hay un alma. De repente, algo ocurre ante mis ojos, es lo que siempre he deseado: un edificio entero se derrumba, ¡se cae hacia atrás!, todo se desarrolla de forma limpia, neta, con esa pesadez de los mejores momentos. Es el cine Andalucía el que acaba de caer, de forma que parte de su fachada queda en alto, como un buque que se hunde de esa manera, y daña parte de las otras edificaciones, a un hombre que pasaba lo aplasta, no hay mucha más gente afectada, desde mi posición apenas puedo ver más allá entre el polvo que se levanta. Así que ya no está más, un cine menos, el último que quedaba solitario en el centro. Ahora sólo podré ir, si dan algo que valga, al Alameda (tres salas, cuando no está el teatro de la sala 1, la más grande) y al Albéniz, que mantiene en una de sus salas la Cinemateca, pero bueno, ya no dan las películas que me fascinaban cuando más joven, no sé qué pasó, que ahora si no es coreana o iraní, casi que no merece la pena, adónde fue la generación de Jarmush...

Tengo mucha hambre, tendré que ir a algún sitio a comer algo. Ella ha venido, pero se quedó en otra parte; es que quería ver una película, le dije que nos veíamos a la salida, pero he llegado a este Alameda, veo a una mujer por la calle con tres hijos casi parejos, todos muy pijitos, ella es de Burberry y Lacoste, todos de jesuitas y así, los paso, resbala el día hacia su cumbre. Y resulta que no encuentro la taquilla de la calle, y dentro resulta que sólo veo lo que es un kiosco un poco luminoso, demasiado. Me dicen que vaya fuera. Pero los indicadores me dicen que ya empezaron las tres, y encima para esto, vaya bodrios. Todas supercomerciales. Así que paso de verlas, iré a un chino mismo. Es tarde, seguro que ella se desespera en la otra parte de la ciudad, y no tengo cómo avisarla. Cuando llego al local, la que me recibe me pregunta, sí, para una persona. Ella me indica una mesa a la entrada, cerca del hueco que conduce a la cocina. Es una mesa como un pupitre, o como esa cómoda de la Teresa, la de los gatos, con sus patas medio rotas. Yo ahí no me siento, vaya mierda, ella entonces me indica otro sitio en la pared de enfrente, pero ahí está todo lleno de trastos, plantas secas, cacharros de cocina inservibles... Pasan por mi lado una gente con bolsas de supermercado, se sientan en el suelo al lado del bordillo, uno lleva una botella de plástico de litro y medio llena de vino del terreno, "vino hecho con el corazón, el hombre me dijo", pero luego ya no entiendo más su jerga. Entonces, ¿qué, no se come? Los solitarios, al parecer, están discriminados. M. está en el otro extremo de la ciudad. El local me parece repulsivo, y encima no está Carola para echar unas risas. "Está muy salado, ché", pero se van, las nubes pasajeras, grises, moribundas, ese rojo demasiado en la pared, dos cachorros posando, almanaque de juguete...

I hold her tightly with my right hand and carry the horn case containing her memoirs in the left and realize that I'm completely surrounded by the woman: I have her living, opaque presence on one side and her clarified past on the other.
(Forgetting Elena, p. 104).

Si los sueños pudieran interprenetrarse con lo "real" de la manera más simple y efectiva, si no hubiera momentos perdidos, como dice Gabby en un post, tócame la espalda, acaríciame como si tocaras un teclado, clavícula clavicordio, pero de otra luz, en otra playa, y quemar quemar a quién, vamos ya, dónde es la fiesta?, en la capital del mundo, y ya no hay cines, o caminar a las dos y media de la madrugada por Plaza de España, y que te salga un navajero, en otro tiempo, cuando éramos tan felices...

1 Comments:

Blogger Gabby De Cicco said...

uy mis diosas, cómo estamos por allí. Sí, reconozco ese estado.. uy uy uy... en qué libro o música refugiarse?? en qué lugar del alma!?

Un abrazo, Gabby

4:11 p. m.  

Publicar un comentario

<< Home