lunes, enero 10, 2005

Jelinek (II)

En el Babelia del pasado 4-12-2004, Elfriede Jelinek en portada (una fotografía preciosa), y dentro una entrevista con ella realizada por Julieta Rudich a través del correo electrónico (qué misántropa es esta mujer). Me llama la atención lo que dice de su proceso creativo, que ya intuía:

La composición musical no siempre está "construida", muchas veces está sometida a la inspiración, que hace que "todo esté allí de repente". Por ejemplo, así trabaja Olga Neuwirth [compositora contemporánea austriaca, con la que Jelinek ha creado óperas]. Ella tiene toda la obra en la cabeza. Pero para realizarla necesita un proceso de transmisión mucho más difícil y más trabajoso porque sobrepasa la notación musical. Yo opté por el lenguaje porque con él puedo componer de forma directa. Por así decirlo, puedo vomitar más directamente el sonido del lenguaje, sin ese mecanismo de transmisión complicado que me obstaculizaría y me plantearía problemas terribles. O sea que no tengo que traducirlo a un sistema abstracto de signos como en la música. Escribir es para mí un proceso completamente natural y de hecho lo puedo hacer muy rápido. Además puedo teclear a gran velocidad porque estudié música. Entonces el lenguaje me arrastra, el texto se escribe a sí mismo, por así decirlo. No soy una autora planetaria, sólo son fijos los trazos básicos de un texto, mientras que todo lo demás lo hace el lenguaje en mi lugar. Un proceso casi de trance. También en mi vida cotidiana tengo esta obsesión por asociar, siempre estoy jugando con palabras.


¿El escritor, el creador, como un médium? Esto es algo que cada vez se me impone con mayor certeza, y esto es lo que está en el fondo de la novela de White que ya terminaré pronto: que el que juega con palabras no es dueño del todo de su "objeto", sino que se encuentra en medio de los fenómenos, que se le imponen casi con una fuerza increíble: el narrador, escenificando en el clímax de la pieza un baile ritual, y el comentario de dos snobs al final: "es de lo más original". Pero no es eso: es que la energía fluye, viene de algún sitio, nos atraviesa, y sigue su camino. Si en la ficción literaria este proceso de "escenificación" (Jelinek juega sus mejores cartas en el teatro, aunque no ha triunfado tanto por su poco manejo de los diálogos) resulta de gran complejidad para el receptor-lector, imaginemos qué difícil es ya para el oyente, pues la energía-juego es vehiculada primero a través del filtro de la partitura (y muchos compositores han tenido que crear nuevas notaciones para ello), y luego requiere del concurso de unos músicos esforzados o virtuosos para que la "obra" llegue a los otros. La música contemporánea es, por estas razones y otras de más difícil explicación, una terra ignota pero decididamente la más fértil de todas las existentes.