martes, enero 04, 2005

Melancolía fatal



Vuelvo a Edmund White, esta vez a su primera novela, Forgetting Elena, de 1973 (Picador, 1984), y luego seguiré con la segunda que viene acoplada en este volumen, Nocturnes for the king of Naples. Es una delicia leer a este autor, del que ya no podré despegarme en mucho tiempo, pues cuando uno descubre esta sensualidad del lenguaje, una ironía tan fina, una comedia de costumbres se convierte en un pequeño espectáculo de la mente. El narrador se descubre atrapado entre férreos códigos, junto a unos compañeros de habitación que no conocerá apenas..., menos mal que está la música, por doquier. Dos chicos cantan, no tienen más de diez años: ¿son medios, acaso? (medium, quiero decir, para que nos entendamos). ¿Cómo escribir unos versos sobre este asunto tan complejo, y que sean musicales, una réplica adecuada a la canción que ha sonado? Creo que si amo tanto esta escritura, es porque es tan musical, refinada como la poesía isabelina, pero con un punto de gamberra, muy de nuestro tiempo. John Donne casi siglo XXI. Por cierto, en el Rastro del domingo vi otra edición de los poemas de Donne, que me tendría que haber pillado, para contrastar con la que ya tengo de Penguin.

Si pudiéramos quedarnos sólo con esos momentos plenos, que serán tres o cinco al mes, y eliminar de un plumazo todos los otros espacios temporales amplios y aburridos... ¿Por qué tener que soportar todo ese tedio en mitad de los días? Por eso uno lee, tal vez, para vivir aventuras, porque la vida, eso que tantos y tantas casi sacralizan, no es nada, a quien vive no le sucede nada. Me doy cuenta de la verdad implacable de esto, en estos días en que por fin algo dramático y fuera de norma ha sucedido, algo que escapa de los estrechos límites humanos. La catástrofe del Índico, todos los muertos que ha dejado el tsunami en tantos países, toda la destrucción, tiene una contraparte en los que han sobrevivido: que ahora pueden contar una historia, y es por fin una historia de "grandeza", y eso interesa a los "medios", cualesquiera que sean. Un complejo turístico en Tailandia sólo interesaba antes a los turistas in situ: cuando vemos por TV lo que ha quedado de los bungalows, de las tiendas de alrededor, sólo el W.C., las fotos mojadas de unos turistas, sus demás pertenencias, etc., sabemos que por fin algo ha sucedido, porque podemos contar algo más allá de la rutina, el tedio de ser un turista en un país pobre y explotado. Como los restos del Titanic, que nos parece hermoso en su naufragio, y que atesora historias más valiosas que todas las joyas y riquezas materiales que arrastraba en su camino. Sí, es verdad que no se puede hacer literatura del desastre, que en el sitio, aquello debe de ser como un sinnúmero de infiernos, con una pestilencia que sólo produce la acumulación de existencia muerta. Pero cada día nos muestran a supervivientes, aunque sean asquerosamente europeos, y por lo tanto, algo anecdótico frente a los miles y miles de lugareños que no han tenido esa suerte. Una modelo se refugió en las montañas. Una enfermera se quedará allí, por fin ha descubierto su "misión" en la vida. Preciosas historias, aunque estén en el borde del círculo infernal. Duelo, profunda tristeza en los países nórdicos. Los suecos al parecer gustan mucho de las tailandesas... Lo frío busca lo cálido, la mezcla de las razas, Houellebecq tiene razón... Una mujer se lamenta a orillas del océano, ahora tranquilo...

Asia bajo el tsunami ::: Especial de ElMundo.es

2 Comments:

Blogger edilberto aldan said...

Mi estimado lukas, en verdad que es una delicia leerlo.

Vuelvo a este sitio, una y otra vez a uno que otro post y siempre encuentro algo para llevarme.

Ahora, hay aquí un planteamiento que me llama la atención, ¿no se puede hacer literatura del desastre?

Entonces, llevando al extremo la aseveración, se podría encontrar ahí un motivo al suicidio de Paul Celan.

Creo que no se puede hacer literatura durante el desastre, pero que escribir poesía, sobre todo la poesía, es el primer paso que el hombre da hacia la recuperación.

O quizá me estoy orinando fuera de la bacinica y sólo se refería a quienes intentan el relato del horror desde el sitio mismo, no con un afán "artístico" sino con un propósito mercantil.

COmo sea, en verdad que es un placer leerlo... Y ahora, a buscar algo de White, que tanto nos ha recomendado

6:59 p. m.  
Blogger lukas said...

Sí, Aldán, a eso me refería, a que este desastre no permite que literaturicemos, que hagamos relatos y cada día con nuevas historietas, como hacen estos aburridos periodistas en busca de carnaza. Eso, por no hablar del cinismo que escuché un día, un economista hablando de que esos países no han caído económicamente, que el turismo es algo anecdótico casi, y que de lo que viven es de las telecomunicaciones y las exportaciones... O sea, que en seis meses, se recuperan: ¡qué bonito, y los ciento cincuenta mil muertos y más, como si nada!

Celan es otra cosa: es verdad que ni él ni Primo Levi pudieron superar el Holocausto, y que la literatura, la poesía, no los salvó. Pero lo que escribieron supongo que les ayudó bastante, en momentos concretos de sus vidas. Pero la literatura no es algo de lo que podamos disfrutar en tiempos de penuria: parece el lujo de los que no tienen grandes traumas. Por eso la literatura ha florecido en Europa y USA..., la ficción más enrevesada, digo. Somos afortunados. Pero ya digo, la literatura, para el común de los habitantes de nuestro planeta, es casi un capricho... No la poesía: ésta es necesaria en cualquier parte.

11:30 a. m.  

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