lunes, enero 24, 2005

Máscaras

La chica se llama Margaret y nació en Connecticut. Pero ahora tiene una edad indefinida, un aspecto andrógino y vive casi enganchada a la violenta y posesiva Adrian, que viste de negro y "canta" a su caja de ritmos (¿os acordáis de la cinta magnetofónica de Andy Warhol?). Constantemente vemos el skyline de Nueva York, esa ciudad de cemento y cristal, que nunca duerme. Desde la azotea en donde vive M. se contemplan unas vistas estupendas de los rascacielos, ¡todavía estaban las Torres Gemelas! Allí, entre fiesta y fiesta, un platillo volante llega para quedarse y observar. Todo es apariencia, pinturas en el cuerpo y ropas estrafalarias, música encajonada, ¡y la Sonnerie de Marin Marais se transforma electrónicamente! Como Margaret es tan atractiva (¡cómo me recordó a Gwen cuando se muestran las fotos de su vida antes de!), todos quieren follar con ella, pero ella no tiene muchas ganas, se deja estar como una tabla, lo mismo que me dijo Frédérique aquella noche de impaciencia y frío. Y la cosa es que le gusta, pero como un pasatiempo, y además, está su relación con la lesbiana, que quiere llevársela a Berlín. El que no deje de coquetear con su profesor de arte dramático (Owen), es algo que tendrá sus consecuencias (me encanta esa escena de seducción allí en lo más alto, aunque se vista con esas pintas, ella es deliciosa). Las mujeres de Nueva York son las más hermosas del mundo, decía en un corto el pagado de sí mismo Hal Hartley; y puede que sea verdad. No hay vida fuera de las ciudades. Madrid, claro que sí. Bueno, resulta que también aterriza un "científico" alemán (¡todavía estaba dividida Alemania!) que está investigando el fenómeno de las presencias extraterrestres: y resulta que hay una conexión entre su estancia en la Tierra y los opiáceos, que segregan los humanos en su propio cerebro y en el momento del orgasmo. Era el tiempo en que todavía había yonquis con la jeringuilla a cuestas. Era el tiempo de lo naïve, de las canciones que hablaban de drogas hermosas como atardeceres y de amores sucios. Oh Margaret, que no ha dejado de creer en un príncipe que vendría a rescatarla. Al final, se viste de blanco, con un vestido amplio, para volar por fin en el recibimiento de su prometido. "Y mato con el conejo"... El orgasmo estaba desplazándose a la derecha. Una mujer judía ama las gambas, se quiere entregar al Maestro de Alemania, pero éste se escurre siempre. Pálida, estremecedora juventud.



La película se llama Liquid Sky y la dirigió Slava Tsukerman en 1982. Entonces era tan joven..., y había tantos cielos por descubrir, tantos infiernos esperando...

2 Comments:

Blogger lukas said...

Así que eres de Málaga también..., oye, por cierto, el cine Atlántida no era un cine porno? ¿qué te parece que estén cerrando los pocos cines antiguos del centro?, cuando nos quedemos nada más que con los de los centros comerciales, habrá que hacer las maletas definitivamente... Pues sí, la película es mala, pero tiene "puntos" que no se te van de la cabeza. Ahora ya no se hace un cine tan desvergonzado.

10:39 a. m.  
Blogger lukas said...

Pues qué interesante esto que me dices, que el mismo cine compartiera salas tan dispares..., aunque vete a saber, a lo mejor el cine "culto" y el porno comparten elementos, más de lo que un espectador esperaría... Esos años yo no vivía en Málaga, por lo que todo esto me parece perfecto para una novela, jeje.

11:04 a. m.  

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