miércoles, enero 12, 2005

Primero la música...

M. me dice que no puede seguir con la lectura de un libro que compró en el verano sobre el "efecto Mozart". Ella en realidad quería un libro que la introdujera a la música clásica, y al final se dejó llevar por ése que tenían en el escaparate de una librería maravillosa de Pontevedra. Le he dicho que la obra de Tomatis es muy importante, pero aun así, no se decide. En su aprendizaje, ya de un año más o menos, se da cuenta de que alguna música le gusta y otra no, y por mucho que le recomiendes John Cage o cualquier autor de la época de Dvorak, sigue pensando que éste es el que más va con su alma. Es más, la música del estadounidense la pone enferma. Bueno, si la escuchas a las dos de la mañana, puede ser...

Ya escuchar a Romitelli es el colmo de la tortura. A mí, en cambio, que tengo un carácter distinto, una pieza como Domeniche alla periferia dell'impero me revitaliza, increíble su fuerza, la respiración, la distorsión de las sonoridades, las grietas por doquier, más allá del ruidismo de Lachenmann, aquí hay fluidez: el rock más transgresor alimenta sus fuentes, pero el italiano fallecido no hace mucho consigue transmutar la polución sonora en un nuevo nivel de percepción de la realidad. Los de Alter Ego se colocan en onda. Muéstrame tus cicatrices. Desarrolla el descontrol. Primero la música. Antes puse a Monteverdi, era el 1 de enero, el día de los resacosos. Después, pero mucho mucho después, la palabra.