miércoles, enero 26, 2005

Realismo visceral

Sus pechos están hechos papilla y parecen azules y desinflados, y los pezones son una mancha parda desconcertante. Rodeados de negra sangre seca, están puestos, y de modo más bien delicado, en una fuente de porcelana que compré en la Pottery Barn, encima de la máquina de discos Wurtlitzer en el rincón, aunque no recuerdo haberlos puesto ahí. También le quité toda la piel y la mayoría de los músculos de la cara, de modo que ésta parece una calavera con una larga y ondulada melena rubia que le cae de una cabeza que esté conectada a un cadáver entero y frío; tiene los ojos abiertos, pero los glóbulos oculares le cuelgan fuera de las órbitas, sujetos por unos pedúnculos. La mayor parte de su pecho resulta indistinguible del cuello, que parece carne picada, mientras que el estómago parace una lasaña de berenjena y queso de cabra Il Marlibro, o una especie de comida para perros, siendo los colores dominantes el rojo y el blanco y el marrón. Algunos de sus intestinos están aplastados contra una pared y otros forman bolas que están esparcidas por la mesita baja de cristal como serpientes azuladas, gusanos mutantes. Los parches de piel que le quedan en el cuerpo son de color gris azulado del color del papel de estaño. Su vagina ha despedido una especie de sirope pardusco que huele a animal enfermo, como si hubiera digerido la rata a la que he obligado a entrar en ella.
American Psycho, Bret Easton Ellis, Ediciones B, 9ª ed. (1992), pp. 404-405.

Recuerdo que leí esta impactante novela en pocos días, me la dejó un amigo que dijo que le había gustado, y no me lo pensé dos veces. Escrita por su autor con poco más de veinticinco años, es una de las muestras más contundentes de esa podrida década de los 80, que yo recuerdo con otros pálidos brillos, pero que en el fondo fue más bien nauseabunda (la Thatcher: "No hay alternativa al capitalismo", y demás). Procesión vertiginosa de marcas, de nombres de restaurantes, locales disco, gimnasios, etc. Sexo explícito, con grandes dosis de violencia. A su lado, Michel Houellebecq es sumamente recatado. Pues bien, todo esto ha salido porque ayer estuve leyendo el comienzo de una novela de Dennis Cooper, Contacto, que en un estilo diferente viene a contar casi lo mismo (aunque en su caso, las relaciones sean homosexuales y entre hombres): la violencia imparable de la sociedad occidental, la falta total de ideales o de actitudes mínimamente esperanzadoras. Un punkie de dieciocho años, uno que se cree una estrella del pop, otro que ve las cosas pasar..., anomia absoluta en el corazón del Imperio. Ya el remate es leer a Douglas Coupland, sobre todo ese minimalismo de La vida después de Dios, con sus ingenuos dibujitos en cada apartado. Esto es nihilismo del peor, y parece que, como reza el final de la novela de Ellis, no hay salida de este laberinto turbio. Así que nos quedamos encerrados con esta pornografía, un aire caliente como de boca de metro, y poses, todo es tan asqueroso y vacío como la vida de Bateman.

Así que por fin voy a leer a Bolaño, después de tantas recomendaciones en foros, en revistas y demás. Empezaré con Los detectives salvajes, porque hacerlo con 2666 me parece demasiado, antes quiero saber un poco los antecedentes. Y así a lo mejor entero de una vez de qué es eso del realismo visceral. Aunque me parece que ya lo sé...

***

No soporto la gente que lleva un anillo en el pulgar. La gente que lleva esas gafas fashion, que les da aspecto de alienígenas. Creo que cuando se las quitan se deshacen. Tantos y tantas soportados por la insoportable levedad de la moda. Me gusta la gente que va a su aire, que viste incluso de forma extravagante. Una jovencita de rostro angelical, botas blancas de pelo con unos curiosos cordones que las atan doblemente, y el programa de un concierto de música contemporánea en la mano. Me encanta ese aire de despiste y bohemia que se respira en la Filmoteca. Los restaurantes vacíos, pero que prometen una orgía gastronómica. Me gusta este frío que hace que todo esté precioso, a la temperatura ideal para el abandonarse al flujo.

5 Comments:

Blogger it said...

Cuando leí 'American Psycho' me horrorizó... no tanto por la descripción de los horrores (digno émulo de Stephen King) ni por la brutal crítica social, sino por la técnica literaria que te hacía llegar desde un aburrio listado de obviedades y listas de marcas de ropa hasta el mismo centro de lo que el protagonista estaba acometiendo... la sensación era la de estar dentro de su cabeza: escalofriante.

Más tarde leí un libro mil veces más impactante "La niña que amaba las cerillas" de Gaetan de Soucy... son libros que hablan de la maldad, de lo peor del ser humano, lo más bajo y mezquino.

Saf ;-))

1:47 a. m.  
Blogger lukas said...

Saf, lo has dicho muy bien: como estar dentro de la cabeza del protagonista. En realidad, lo que trata de revelarnos es el proceso diabólico por el cual, no se sabe muy bien cuándo, nos hemos quedado solos con los objetos, ya no tenemos nada más. Y de la indistinción entre lo humano y lo animal, todo carne, ese revoltijo monstruoso. Lo que distingue a esos dos libros es el uso del lenguaje: verborrea de ejecutivo, con esas marcas por doquier y esa preocupación por la banalidad (¡esos análisis de discos!); y en el caso de Soucy, un uso críptico, con sintaxis rota (en realidad, el narrador toma las expresiones y palabras de los "diccionarios" que son su única ventana al mundo y al ser).

12:06 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

Creo como Iria que no será el real visceralismo lo que más te atraiga de Los detectives salvajes. Pero sí intuyo que la enorme cantidad de referencias, sobre todo de poesía, sí que te llamará la atención. Ya dije en otro lugar lo mucho que me gustó; me da curiosidad saber si a ti también.

En todo caso creo que has hecho bien en comenzar por Los detectives. Yo también dejaré 2666 para más tarde, ya a sabiendas de la importancia del Desierto en la literatura de Bolaño.

Que lo disfrutes y ánimo con tu blog.

Loriana

6:09 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

(Viene de un comentario en el post sobre Akerman)

Lukas, sé que el real visceralismo es un trasunto del infrarealismo, un movimiento vanguardista que fundó el propio Bolaño durante sus años en México. Tendría que releer algunas partes de Los detectives para refrescar sus influencias, pero recuerdo que admiraban la poesía en lengua francesa en todo el espectro, de Villon a Podolski, y que García Madero devoraba a Burroughs. Hay un real visceralista curioso, Ernesto San Epifanio, que habla de su clasificación personal de la poesía en tanto género homosexual. En todo caso, como descubrirás, el realvisceralismo, o el infrarealismo como quieras, fue una llamarada que al paso de los años se apagó y enterró en el olvido. Me dio curiosidad de buscar algo de ellos en un par de textos que tengo de Monsiváis y nada, ni sus luces menciona. También recuerdo que soñaban con revolucionar la forma de hacer poesía en el continente, que tenían como enemigo a Paz, al maestro admirado que nunca supieron criticar con coherencia, como también a sus esbirros. También estaban en contra de la poesía campesina y oficialista.

Juan García Madero sufre una transformación interesante en la tercera parte, no desesperes. De todas maneras, la segunda con algunos personajes en particular, sigue siendo mi parte favorita, :-).

Loriana.

2:18 p. m.  
Blogger ellb said...

Disfuté mucho de la crítica literaria, de los comentarios de tus visitantes, del fragmento del texto (que me impactó mucho pues no he leído la novela y no sabía lo que estaba leyendo en esos momentos, llegué a pensar que eras un verdadero enfermo, jeje). Pero lo que más me gustó fue lo último que escribiste: también soy partidaria de la filmoteca, de los restaurantes que prometen en su soledad, y de abandonarse, partir...

7:58 a. m.  

Publicar un comentario

<< Home