miércoles, febrero 09, 2005

Diálogos imaginarios

La verdad es que cada vez tengo menos ganas de escuchar conciertos en la radio, cosa que antes era lo habitual. La magia del directo no puede ser sustituida por un concierto en diferido. Pero cuando no queda más remedio, ahí está Radio Clásica, para traernos algún que otro recital, y el de ayer fue necesario. Actuaba el Cuarteto Borodin dentro del decimotercer Liceo de Cámara, el 30 de enero pasado en el Auditorio Nacional de Madrid. Lo hacía dentro de un ciclo propio, éste era el cuarto y último concierto, con el lema de este post, que ponía frente a frente a Beethoven y a Shostakóvich. En la primera parte hicieron el cuarteto nº 15 en la menor, op. 132 del primero, una obra de su último período, extensa y compleja, como todos esos cuartetos que rematan su carrera, cuando se alimentaba de música interna nada más. Tras los dos allegros iniciales viene un molto adagio que es la parte crucial de la pieza, una "canción de agradecimiento" de un convaleciente, escrita en modo lidio, que dura al menos quince minutos, de una densidad, de una intensidad, que no tienen parangón en el panorama del momento. Es otro nivel. Y lo que escuchamos luego, el alla marcia y el allegro final, pierde parte de ese pathos, aligera la melancolía, digamos. Como era un concierto en diferido, no hubo tiempo de descanso, y José Iges presentó enseguida el siguiente cuarteto, coincidente en número, el nº 15 del autor ruso, escrito al final de su vida, estando muy enfermo pudo acudir al estreno por el Cuarteto Taneyev. Esta obra es una larga elegía en seis secciones encadenadas, todas llevan el indicativo de tempo adagio, hay una marcha fúnebre en el penúltimo movimiento, molto adagio, y la extensa obra termina de forma extraña, detenida en mitad de una duda, ahí en la sombra que rodea por completo al hombre, que se despide (aunque el testamento propiamente dicho lo escribió en la Sonata op. 147 para viola y piano, que es mi favorita de su música de cámara). Por indicación expresa de los músicos, el encargado de este ciclo anunció al público que no debían aplaudir hasta que los músicos no salieran del todo del escenario, y así se hizo, aunque escuché las toses nerviosas que no podían aguantar más, y al final creo que se adelantaron algunos, porque escuché también cómo algunos chistaban, pero bueno, ya es algo que la gente se demore en lanzar su "homenaje". Los miembros del Borodin deseaban en realidad tocar con la iluminación de unas velas, pero en el Auditorio no lo permiten. ¡Velas!, como lo deseaba también ese monstruo que fue Sviatoslav Richter, al menos he visto une foro de él así... La verdad es que fue un concierto excepcional por varios motivos, y el más importante es que el conjunto acababa de cumplir 60 años de vida, es el más veterano de los que todavía andan por el mundo (si no me equivoco); Valentin Berlinski, el primer violín y fundador del grupo, había cumplido el 19 de enero 80 años. Una vida dedicada a la música, es algo... Nada mejor que este ciclo, y un bis en el que tocaron el allegro del primer cuarteto de Shosta, se cierra el círculo, como dijo Iges, "mi fin es mi comienzo".



***

Leí en la tarde, en El País Andalucía, una columna de Ian Gibson, en donde se queja de esa "música de fondo" que a sus oídos es ruido molesto, que le impide desayunar en paz, con su café y la lectura del periódico, esa oración cotidiana del hombre occidental, pero desde luego mucho más decente que la tortura del hilo musical (ruido apestoso, sí, y encima los sirvientes del parador de Jaén se extrañan de la queja, porque ellos viven ya en ese pandemónium feliz). Si voy en el autobús, de Málaga a Nerja o viceversa, también he de tragarme las mierdas sonoras del chófer, con horteradas de Cadena Dial o cosas peores (hay cosas peores que ese neofolklore de estos años fascistas). Si estoy en el supermercado, o en cualquier oficina, también esa cosa ubicua. A veces me imagino que estoy muerto, que he traspuesto el umbral, y que hay una música angélica en el "aire",un zumbido cálido, y que he dejado atrás toda la morralla humana, demasiado humana. Ya antes de nacer hay sonidos, y lo hay hasta en la agonía. Qué condena.

3 Comments:

Blogger Paolo said...

Los he visto. En directo. Hacer el cuarteto 15 de Shostakovich a la luz de las velas. Fue una de las experiencias musicales más impresionantes de mi vida. Y una simple corrección: Valentin Berlinsky es el violonchelista del grupo, el único que queda del núcleo fundacional. Un portento.

6:29 p. m.  
Blogger lukas said...

Gracias por la corrección, Paolo, como no los he visto, se me cruzó el comentario... Pero sí, creí escuchar luego que había un nuevo primer violín ;-) Qué envidia me das, haberlos visto en directo, y con Berlinski todavía. ¿Dónde fue lo de las velas? Recuerdo que en un concierto en Granada hicieron la Sinfonía de cámara, basda en un cuarteto, creo que el nº 8, de Shostakovich, por miembros de la Orquesta granadina dirigida por Toumas Oulilla, y que el público se quedó en silencio muchos segundos, que sonaron hondos, respuesta adecuada a la música que se escuchó. Me emocionó mucho, y seguro que también el director y los músicos.

6:40 p. m.  
Blogger Paolo said...

Pues fue en Sevilla, en el Ciclo de Música de Cámara de la Fundación El Monte, hace tres o cuatro años (no recuerdo bien). Hicieron la integral de Shostakovich en un par de visitas, con varias sesiones cada una, y sí estaba Berlinsky.

6:56 p. m.  

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