jueves, febrero 03, 2005

Ocho

El 11 Ciclo de Música Contemporánea de Málaga está llegando a su fin, mañana es el último concierto, en donde la Orquesta Filarmónica de Málaga, bajo la dirección de Arturo Tamayo, interpretará obras de García Román (el homenajeado este año), Cruz de Guevara (?!) y Messiaen. El de anoche me pareció el mejor de todos, así que decidí ir. El Octeto Ibérico traía un programa muy bueno, con tres compositores españoles y dos de fuera, pero todo a priori de gran calidad, no los refritos de otros programas, que me parecen localistas (eso es lo malo de Málaga, frente a Sevilla y Granada, que considera antes lo andaluz que lo internacional; versión provinciana de la música, que no comparto). En fin, en el Teatro Cánovas (un lugar al que solía ir hace tiempo, pero que han remodelado y es ahora un escenario realmente apetecible, con una programación vanguardista en la línea del Teatro Central de Sevilla), un público mayoritariamente joven, interesado se supone en la creación actual. Las "azafatas", muy guapas, la verdad (nada que ver con las más asépticas acomodadoras, y también hombres, de Madrid), en fin, un ambiente bastante sensual para este tiempo tan frío que corre. Bar en la entrada, y guardarropas. El escenario también me hace recordar al del teatro sevillano, amplio, con un fondo que parece extenderse hacia las sombras más allá... Ocho sillas vacías, ocho atriles, en semicírculo orientado hacia el centro, ahí se colocó su director, Elías Arizcuren.



Ocho violoncellos, no parece la formación más común, pero créanme, es una combinación de una riqueza tímbrica fascinante. Desde su creación, en 1989, los mejores y más importantes compositores del momento le han dedicado obras, y ahora se puede decir que tienen un repertorio envidiable, siendo así la primera formación de cámara española que da a conocer la música contemporánea. No hay más que vaya por el mundo haciendo escuchar nuestra música, y la de los mejores creadores de otros lugares. Si en países como Alemania o Francia, estos conjuntos son ya habituales, en España no sucede así, y ha sido gracias a la labor de este hombre, EA, que podemos presumir de un conjunto así. Un hombre con un aspecto de sabio, que desde la segunda obra comentó brevemente las piezas antes de tocarlas. La de Berio, Korot, era como un aperitivo de lo que vendría. Uno de los platos fuertes fue la de Sánchez Verdú, Arquitecturas de la ausencia, dividida en cuatro secciones, basadas al parecer en la obra de Pablo Palazuelo. SV es un enamorado del arte árabe, de sus cabriolas y prodigios geométricos, de ese entramado de luz y sombra, y así es su música: en donde el silencio palpita y tiene más importancia que lo que suena perceptiblemente. Los músicos han de aprender a refrenar el brillo de las cuerdas, que son raspadas, acariciadas suave o bruscamente, consiguiéndose unas sonoridades que hacen pensar en su maestro Lachenmann, aunque él va más allá, es más "poético", digamos. Música de gran tensión, que explota todas las ténicas del instrumento, y que hace difícil la escucha: el público se portó sólo regular, hubo más toses de las deseadas, pero bueno... El compositor saludó al director y al primer chelista, que tuvo una actuación refinadísima.

Luego tocaron una de Luis de Pablo, dedicada a su amigo y ya fallecido Carmelo Bernaola, ... Eleison: como muy bien explicó EA, es una obra típica de la escritura del maestro bilbaíno, con partes en donde la melodía se subraya, y otras en donde el ritmo se superpone a la melodía; y estos cambios son súbitos, inesperados, y te hace pensar en la complejidad de este compositor, que se me escapa, una y otra vez. Tras un descanso de quince minutos, la obra que menos me interesaba, la de Philip Glass, Symphony for eight, en una versión del año 2000. Que es la que interesaba a cierta parte del público, al menos los que tenía más cerca... Siempre pienso que las obras de Glass son la misma, una y otra vez, con mínimos matices. El comienzo, ¿cuántas veces no lo habré escuchado antes?, menos mal que luego dejaba a un lado esas repeticiones ramplonas y entraba en una fase de un romanticismo no-sé-qué, que tampoco me convence, pero al menos se aguanta mejor. Menos mal que fue breve. Ló único interesante fue observar cómo los músicos tenían que cambiar su tesitura por otra distinta (violoncellos solistas sonando como violines casi). Finalmente, la de Cristóbal Halffter, Attendite, "escucha", en un tiempo en que hay tanto ruido, y tan poca escucha. Desde la época de Luigi Nono, el ruido no ha hecho más que aumentar, por eso los compositores más comprometidos con su arte se han vuelto muy ensimismados con el sonido al borde de la extinción, o del no surgimiento: congelación. En la obra de CH, los acostumbrados fuertes contrastes, entre líneas ásperas y otras de una sutileza casi impalpable. Entre la desesperación y la calma transitoria. Una obra muy exigente con todos, que se extiende más de veinte minutos, casi veintincinco. Al final, según el director, se hacía escuchar el famoso Cant dels ocells que tocara Pau Casals, pero yo no lo reconocí, o es que estaba muy deformado. Sea como sea, una pieza realmente intensa, un broche de oro a un programa estupendo.

Volveré a ir por el teatro, lo más seguro este mismo mes, para ver teatro, Maestros antiguos de Bernhard.

4 Comments:

Blogger Paolo said...

Bueno, como sabes, en realidad el Octeto Ibérico tiene de ibérico poco más que el nombre y el lugar de nacimiento de su director (porque el Estado Libre Asociado no será España, pero Iberia sí ¿o tampoco?).

7:51 p. m.  
Blogger lukas said...

Paolo, no quiero entrar en cuestiones políticas ahora, porque daría para largo, pero creo que escuché algunos comentarios antes del concierto, sobre si eran españoles, si tocaban a españoles. El director es vasco, me parece, aunque lleve más tiempo fuera, y me extrañó que en un momento no supiera cómo se dice "moteten" en castellano, "motete". Los músicos, cuatro hombres y cuatro mujeres, son en su mayoría de fuera, los hay polacos (al menos tres), holandeses o flamencos y dos españoles, al menos (o vascos, ya no sé!). La verdad es que esto de los nacionalismos es tonto, en música no hay fronteras, y este conjunto es su mejor prueba (en el Ensemble InterContemporain también hay de todas partes; por no decir el Klangforum Wien y otros). Al contrario, un grupo estrictamente español me da un poco de repelús. Y que se toquen sólo españoles, o andaluces, horror de los horrores. El fundamentalismo, con los musulmanes ya tenemos bastante.

Sobre Euskadi, que veo que estás interesado en el debate, habría que escribir algo aparte. Sólo digo que tan malo es el nacionalismo vasco como el español o el catalán. Desvían en verdadero problema, que es el fascismo cotidiano. Tampoco estoy de acuerdo con tu optimismo sobre las elecciones en Irak, y la entrada allí de la democracia. Recuerda lo que hicieron en Faluya: ¿la democracia con sangre entra?

11:27 a. m.  
Blogger Paolo said...

No, no me has entendido. Ninguna intención en abrir ningún debate. Simplemente quería aclarar que el Octeto Ibérico es básicamente un conjunto holandés (allí se formó y allí tiene su sede), y me la trae floja dónde nazca la gente, si es por eso.

2:37 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

La verdad es que Glass ha decaido bastante... ya no es lo que era :(

1:29 a. m.  

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