lunes, febrero 14, 2005

Sentido de realidad

No hay "realidad", sólo sentido de realidad. Leer más a Slavoj Zizek, como ese artículo que menciona Dulce. La ficción del día a día, sentir que vamos hacia alguna parte, con las repeticiones rutinarias, los ligeros matices en el color de los atardeceres (realmente bonitos por aquí), las diferencias de rostros, de colores, el viento en la noche... Pienso al despertar, y luego en algún momento de la mañana, que el crecer no es más que un adiós a todas las ilusiones, al menos el deseo erótico ya no es aquel velo ardiente que se interponía entre el objeto y tu carne martillada. Ahora estas mujeres no me dicen apenas nada, y pensar que en otro tiempo la angustia era máxima, y corría en pos de C., y tenía encontronazos con el novio, maldita sea..., qué ingenuo era entonces, qué afán vano, qué lujuria tan débil, pero cómo te sacudía entero, y las noches de insomnio, y los minutos eternos ante el teléfono, cuando no había móvil, cuando salir a dar un paseo podía significar perderla hasta el día siguiente, o hasta...

En el mercadillo de ayer, una caravana de gente, como nunca, algunos discos, ningún libro que merezca la pena, la reunión con los hippies, hace un día estupendo y la ropa de abrigo sobra. Nos tomamos unas cuantas cervezas, hasta que Michael se pone tonto y dice que para nuestro lado ya no hay más birra, así que el alemán tan alto y yo nos abrimos, y doy otra vuelta pero sé que es casi la una y media porque algunos recogen ya, es hora de irse, de vuelta a casa, la subida más difícil. En la tarde, el fascismo deportivo en el pabellón, hasta las siete, putas reputas, pero bueno, no tengo ganas de salir y no salgo, me quedo terminando Los detectives salvajes de Bolaño, que es una novela intensa y complicada en su estructura, y que para gozo de los que, como yo, han llegado hasta casi la página 600, hay una continuación, en 2666, pero eso tendrá que esperar... Pero uno no debe hablar de la felicidad cuando está, aunque nunca sabremos bien qué es lo que hay, pues todo esto es una construcción, sueño dentro de un sueño más oscuro y amplio, el sueño de un titán, un monstruo capaz de contener a miles de sus súbditos...



Y escucho muchas músicas, obras de distintas épocas, sonidos de aquí y de allá, en la radio, el tocadiscos, el lector de CD... La Primera de Mahler por la Orquesta del Concertgebouw dirigida por Bruno Walter, en una grabación del 47, con ruido de fondo, claro; la maravilla, tan alegre, de West Side Story, en versión de Bernstein para el sello amarillo, con Carreras, Te Kanawa, Troyanos...; algo de aquel concierto monográfico dedicado a Jesús Rueda, en Alicante 2004, en grabación de la radio enviada por un amigo; tres piezas delicadas y coloristas de Anatol Liadov, a quien no conocía; Mozart por el Budapest String Quartet y otros dos músicos, en Eine Kleines Musik y el Quinteto para clarinete y cuerda, K. 581, en una grabación estupenda de Columbia, creo que de 1958 (leo en la contraportada de la carpeta anécdotas jugosas sobre estos músicos irrepetibles, que se concebían como voces independientes más que como grupo compacto, dándole la razón a Elliot Carter); y entre música y música, una espera que acaba en decepción: Sinestesia al parecer no toca hoy, porque el Parsifal de Wagner desde el Liceo de Barcelona lo impide. A veces pienso que escucho todo esto para aislarme del ruido de fuera, y a veces es cierto, así es; pero es tan duro, tan potente, el fascismo sonoro que viene de fuera, que logra tapar, coaccionar mi escucha, y es entonces cuando me dan ganas de pasar a la acción... ¡Y aquí no pasa nada, siempre es Madrid, Barcelona, cualquier otro sitio!

Andalucía sólo hay una, escucho de boca de Stefan, me lo encuentro una tarde que voy camino de la biblioteca, y me tiene parado por lo menos media hora, pero es porque yo quiero, claro, aunque sé que con él no es fácil dejar de oír su perorata, ¡es tan divertido a veces! Pues sí, la mujer ya no es la que era, y ahora están separados, aunque se le ha pegado el hermano yonqui, y que si el trabajo, que la ley de protección a las mujeres, esas chicas guapas que pasan al lado, el tráfico apestoso, como si estas calles estrechas fueran el Jarama (yo diría Mónaco, pero bueno), y ahí sigue, Andalucía sólo hay una, anoche pasaban un documental sobre la maravillosa Granada, con la Alhambra, los jardines del Generalife, el barrio tan típico del Albaicín, pero no dicen que es una de las ciudades más ruidosas de España, no dicen que su gente esto y lo otro, cambio de canal, los gitanos tan abundantes en España y sobre todo en Andalucía, imparable, sólo hay una, Andalucía sólo hay una, Chaves está en Cuba y Jorge Moragas, el lugarteniente de Rajoy, echa un discurso sobre la falta de democracia en la isla, Arenas dice que no visitará Cuba hasta que, pues sí, Andalucía sólo hay una, Stefan se pone furioso unos segundos para decir que si ve a alguien con la rusa, que..., sí, toda la familia está contra él, pero ya sabemos que Andalucía sólo hay una, Córdoba al menos está lejana y sola, yo fui sólo dos veces en circunstancias felices, qué lejos quedan esos tiempos, más de diez años han pasado, y ahora miro hacia atrás, escucho aquella música de cámara y ya no son los microorganismos de que habla Rueda, sino las graciosas melodías, los arrumacos de una mujer amada, la piel que brilla, la insolación de una jornada, el paseo junto a los acantilados bajo la ligera lluvia de abril, quién me ha robado la dicha, Andalucía, furcia, pija de mierda, no menees más el culo, de mí no vas a conseguir nada, ni en Fitur ni en Málaga capital cultural 2016, pero ella sigue contoneándose, enseña el ombligo, ahí la deuda histórica, los moros los gitanos y su justicia bandolera, ahí las zorras juveniles del pabellón, sólo hay una, Andalucía sólo hay una.