martes, marzo 29, 2005

Pornografía, pero diferente




El hombre divide la creación con su poderoso ritmo, y también el tiempo pasa a su propio ritmo. Él destruye azulejos y cristales en este sombrío espacio, que se alegra con su ajetreo y con su clara luz. Sólo dentro de la mujer está oscuro. Él entra en su culo y golpea por delante su rostro contra el borde de la bañera. Ella grita otra vez. Él se yergue en su pequeña cabina de piloto, para quedarse. Quizá él mismo ya se ha tranquilizado, pero su miembro salta a voluntad de peña en peña. Alguien así se lanza a la mierda como otros lo hacen de la playa al mar, conecta su superaspiradora y no para hasta haber vaciado completamente su saco de polvo.
(Deseo, Elfriede Jelinek, Destino, 2004, 2ª ed., pp. 25-26).

De nuevo me he metido en la escritura virtuosística y corrosiva de la Jelinek, después de haber estado en el mundo mexicano de Villoro, del que he salido un poco aburrido, la verdad. Todo ese tramo final se me ha hecho pesado, y es que la religión, aunque sea en telenovela, me fastidia. La escritora austríaca es otra cosa, ella es todo menos convencional, y su novela es fragmentaria (aunque numera hasta 15 capítulos, digamos), con un salto constante en busca de los distintos personajes, por parte de una voz narrativa sarcástica y lírica a la vez (y esto es lo corrosivo, esa especie de indagación en los hechos puros y duros, con uso de metáforas crípticas, no en vano la cita inicial es de San Juan de la Cruz). Tenemos al director de la fábrica de papel, Hermann; a su mujer (¿tiene nombre?) y al hijo, que gusta de practicar deportes (esquiar, la religión de los países alpinos) y que es obligado a tocar el violín (la otra religión de Austria). Pero lo que más le gusta es destruir. Como todo niño rico, es un cabronazo desde que se alza sobre sus pies. El sexo está omnipresente, esta mujer es usada primero sobre una mesa y luego es sodomizada al borde de la bañera, y es sólo en el primer capítulo. Jelinek arremete, como en su otra novela Las amantes, contra el sexo tomado como comercio, y que es ejercido con suma violencia del macho hacia la hembra. Todo está contaminado por la economía. Como noto de entrada, el deporte es otra de sus bestias negras, el deporte y la música clásica. Al comienzo del filme Funny's Games de Haneke suena música clásica en el coche que lleva a la familia a la casa de campo donde se desarrolla la acción.
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Que este mundo es obra del Demonio, que el Mal existe, como señala la iglesia católica hace tiempo, y una exposición en Turín disecciona a través de obras pictóricas, cinematográficas, fotográficas y de cómic, me lo demuestra un suceso que escuché ayer en TV. Un hombre estaba sentado en una terraza, tomando algo junto a otra gente, entonces ven cómo un coche aparca en la misma acera, al lado de ellos. Este hombre le recrimina al conductor que haya aparcado ahí, hay niños cerca (¡pero aunque no los hubiera!, como si los niños fueran los únicos perjudicados). También se lo dice el camarero, y otros que ahí están. El tipo del coche se va, pero vuelve a los cinco minutos, y embiste contra el hombre que ha tenido la osadía de hablarle. Y no una vez, sino tres. El hombre habla desde una cama de hospital, sufre fractura de pelvis, muestra un artilugio de metal que le han colocado a la altura de la cintura. Es un hombre joven todavía, y dice que ha sido un intento de asesinato, y que sin embargo, el tipo del coche anda suelto por esas calles. Es como una súplica ante la cámara: ¿es que no van a hacer nada? Él tendrá que pasarse meses para recuperarse, si es que...

Iria dice que mi blog es pesimista. Este mundo es sumamente perverso y un demiurgo fatal fue su creador. "Una grieta en el templo de Dios", se refiere alguien de la iglesia para hablar del Mal. El Demonio, me dio por pensar el domingo pasado, es alguien como ese tipo del coche, que quiere matar a un hombre porque le ha dicho que no aparque en la acera. El Demonio está a tu lado. No busquéis muy lejos...