viernes, marzo 18, 2005

Tiempo de espera

De un libro a otro, de un mundo a otro. Tras dos novelas de J. M. Coetzee, un mexicano. Desgracia me gustó mucho, la considero una novela espléndida, en donde se vive el drama de un hombre, David Lurie, que cae en desgracia tras su aventura con una alumna, y que luego tendrá que soportar el clima de violencia en la granja de su hija, Lucy. Su relación con los animales es una de las cosas que más me ha emocionado, y ese final, con el perro que es capaz de escuchar, que es sensible a la música que él hace con un banjo, mientras practica para la ópera de cámara que está escribiendo. Al final decide sacrificarlo, tras unas reflexiones del narrador sobre esa sala, el quirófano, en donde se abre un abismo a otro mundo, a otra experiencia, que tal vez estos perros son capaces de percibir. La vida y la muerte, el alma que escapa, por no se sabe dónde, la sala de operaciones en donde la aguja, como un agujero por donde algo se va. Tras esto, no queda más que abrir la próxima novela, Elizabeth Costello, pero de momento voy a cambiar un poco, o un mucho. Porque lo que leo ahora es nada menos que el Premio Herralde de novela 2004, El testigo de Juan Villoro. Acabo de empezar, y ya me atrae este universo tan distinto de los anteriores por donde estuve transitando. Como buena parte de la mejor novelística sudamericana, está llena de ingenio verbal, que en Villoro es autoconsciente al máximo, y que tal vez bebe de la aforística de un Lichtenberg, que él mismo ha traducido. Hay un sinfín de personajes, como los había también en Los detectives salvajes de Bolaño. Hay una precisión en cada frase, en cada sentencia, que hace que tengas que estar muy atento a cada palabra, con la dificultad añadida de que pululan los términos y expresiones muy de allá.



Un hombre vuelve a su tierra natal, después de veinticuatro años en tierras europeas. Supongo que hay mucho de autobiográfico en esta novela de la madurez, tras algunos libros anteriores de búsqueda de un lenguaje, de un mundo propio. Villoro parece moverse como pez en el agua en este clima enrarecido de cambio, tanto político como social. De repente, gente del pasado, como fantasmas, le sale al paso, le propone cosas. Como se dice en el remate del primer capítulo, como dijo Marx, la historia ocurre dos veces, primero como tragedia, luego como telenovela. Y ahora, se supone, es el turno de la telebasura. Los viejos amores, pasados por el tamiz tan falso de la literatura. Una mujer enamorada no se sabe muy bien de quién o de qué. Recuerdos, nada más. Esta novela me llevará hasta el final de Semana Santa, supongo...

El perro de mi hermana, Fofó, es también un enamorado de la música, y cuando escucha ciertos sones, ladea una oreja, en actitud de escucha, y luego, si continúa el sonido, se pone a aullar. Es muy divertido. Me digo, que en otra vida, ha estado en casa de algún músico, un cantante, una pianista, o ha sido ambas cosas, quién sabe. Los animales son un misterio, pero tienen alma...

En Valencia están en fiestas, las famosas Fallas, y contra ello habla, con firmeza, Justo Serna, tanto en el post de hoy como en uno de hace cuatro años (su blog es uno de los más veteranos que conozco), en donde se refería ya a estas fiestas populares devenidas campo de actuación del vandalismo, ése que hoy domina el ambiente por doquier. Referencias a Steiner y Cioran, dos intelectuales que han pensado bastante sobre el fin de la cultura y el advenimiento de la nueva barbarie disfrazada de "buen rollito". Canal Fiesta Radio, súbete a las mesas a bailar. Monta los coches como instrumentos de tortura. Bocinas a todas horas. La joven pareja en la mascletá valenciana. El horror disfrazado de color y alegría. Vámonos a un cementerio. Vámonos a una aldea en el monte. Desenchufa. Muñoz Molina en una película, haciendo de neurótico que no soporta esa diversión colectiva, ese ruido de la alegre juventud y los que sonríen a diez mil decibelios. Y ahora, las fiestas de la semana santa. Cohetes, tamboradas, legionarios, el pestazo de las velas y el incienso. Toda la parafernalia católico-folklórica. Hay que huir, pero no sé dónde.

2 Comments:

Blogger Rebecca Milans said...

hace unos años mi gata se enamoro de mi novio, que hacia sus ejercicios de canto en mi living. ella se subia al respaldo del sofa y lo miraba con los ojos entrecerrados, ronroneando. despues que me separe de ese novio descubri que cuando canto ella inmediatamente viene a donde estoy y me atiende con una actitud alegre y admirativa. me pregunto si le traigo recuerdos del baritono o simplemente ama el canto

4:03 p. m.  
Blogger lukas said...

Yo creo que tu gata ama sencillamente ama la música, sobre todo la vocal, y que le es indiferente quién cante, aunque tal vez considera grados de bondad ;-) A veces he intentado modular la voz-aullido con Fofó, para que su aullido leve no sea sólo un ruido animal, jeje...

He visitado tu blog, ya me pasaré más veces. Cantas en algún grupo?

11:53 a. m.  

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