viernes, abril 15, 2005

El paraíso perdido

Si el ser humano es aquél que vive en esferas, es también el que se resguarda en un espacio íntimo, ahí donde la vida es realmente como tal. Después del golpe fatal de Copérnico, lo que sucede en el cielo se le aparece al hombre como indiferente, ya sabe que no puede contar con la antigua protección celeste, y así comienza a construirse cielos artificiales, cuya máxima expresión es el proceso hipertécnico de nuestros días, con redes electrónicas y de telecomunicaciones a modo de pantallas eficaces.

Peter Sloterdijk indaga hasta en el famoso pasaje del "Génesis" cuando se habla de la creación de Adán, y analiza el texto no desde el lado manido teológico, sino desde el propiamente técnico, del proceso mediante el cual un ser superior--¿aburrido?--decide construir hombres "a su imagen y semejanza", y esto en dos fases: la primera era la fácil, la más artesana y reproducible, mientras que la segunda era ya algo de dioses, y hasta no hace mucho la criatura humana no se ha percatado de su alcance; y es nada menos que el insuflar el hálito de vida en una estatua, en un non-vivente. Hasta nueva orden, sólo este Señor del VT ha sido capaz de realizar la proeza teo-técnica--cuando Sloterdijk habla en sus "Normas para el parque humano" de antropotécnicas, es a este pasaje que habría que venirse para mayor claridad--.

Se ha pensado que primero estaba ese Señor todopoderoso omnicreador, y luego su criatura..., pero resulta que en realidad se da una comunión o complicidad, y que apenas el nuevo ser empieza a respirar, se produce una onda resonante de ida y vuelta, y ambos seres que participan del mismo material se enlazan en felicísima unión. Es así también en los primeros tiempos del hijo-con-la-madre, se nos viene a decir. Pero sucede que en esa esfera perfecta se produce una ruptura, la criatura escucha una voz de fuera, un estímulo inesperado, y a partir de entonces tendrá que experimentar el Afuera que duele, que hace libre, con todas sus consecuencias. Ya sea serpiente-mujer o música relinchante, lejos de esa armonía intrauterina, lo que importa es que esa burbuja estalla, y el nuevo ser ha de apañárselas para vivir en un exterior frío, ruidoso, fuente de todos los malestares. Hacerse adulto, abandonar en la adolescencia esa tutela paterna-materna, es simplemente cambiar de espacio, de medio, pero con el bagaje de los años vividos in utero contruir una nueva esfera, o adaptarse a ese ambiente extraño haciéndolo nuestro, principalmente mediante nuevos lazos y esfuerzos hacia la creación de otras esferas, inestables, pero imprescindibles para seguir en el mundo.

Tenemos que acostumbrarnos a esta sucesión de mundos redondos latentes y simbióticos, al fin de unos para que nazcan otros, y así hasta el final. A pequeña escala, una pareja es una esfera de conocimiento y promesa de felicidad. Cuando se rompe, se cree que muere un mundo: la casa vacía, la foto rota..., quien más quien menos ha pasado por esta amarga situación. Pero en la pérdida de materia valiosa, no todo se acaba: mientras quedan recuerdos, fantasmas, mensajes..., queda una prueba de que se estuvo allí, y con esa carga seguimos nuestra marcha. Lo mismo sucede con la muerte de una cultura---ciudades arrasadas, lenguas que mueren...

Hay días, sobre todo en esos domingos exiliados del infinito, me acuerdo de otras calles, otros paseos, los jacarandás en flor en ciertas esquinas..., y una risa, una voz, que me acompañaba en esas tardes de las que ahora un viento de muerte me separa. Cuando todo se acabó, y yo sabía desde los primeros tiempos que ese aire sutil y perfumado de limones tenía que acabar, pero eso estaba más allá de cualquier Jordán, lo primero que sucedió fue que perdí la voz, estuve más de una semana sin poder expresarme apenas... Son las palabras, el lenguaje, lo que nos unió a la madre que se desvivió por nosotros, era ese calor el único consuelo bastante después de la expulsión del Paradiso. Yo sé que tú lo entiendes, mientras dormitas como una gata en mi regazo y escuchamos atentamente "En lo más íntimo" de Wolfgang Rihm. La noche llega, como un ladrón se cuela por la ventana abierta en mitad de este idilio, deja en cambio su bolsa raída, y nos mira.
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Peter Sloterdijk, mi compañía hace tiempo

Este escrito, y otros más sobre Esferas I: Burbujas
de Sloterdijk fue publicado en Foros Javier Marías.

P.S. Hace ya diez años que empezó todo, y hace justo cinco años, casi cinco años, que esa felicidad se derrumbó para dar paso a otra vida, con una fase dolorosa de transición. Una vida acaba, y no sabemos entonces que lo hará, como no podemos prever ninguna muerte, como no podemos saber que quien abriga nuestras noches y nos mira desde el umbral ya no estará más. Cuesta volver a todo eso que dejamos atrás, ya no se recuperan los cuadros rotos. Los mejores años ya pasaron. En tiempo de descuento, en la vida entre paréntesis, ¿cómo acabar, cómo pasar a otra fase? ¿y si este tiempo de purgatorio dura hasta el fin? Desde los treinta, uno no hace más que caer, caer...