lunes, abril 25, 2005

Una vez Argentina

Ya lo pusieron antes, pero era en horarios nocturnos, y tengo por costumbre no ir al cine por la noche, si puedo evitarlo. De noche la gente suele ir al cine, sobre todo los fines de semana, como preámbulo a otras fiestas, y eso no me agrada; recuerdo que una vez fui a una sesión golfa a medianoche, era Carrington y lo pasé mal, palomitas por todas partes, apretujado en la sala, que no... Así que aproveché que daban de nuevo Memoria del saqueo dentro del Festival de Cine Español, a una hora decente. Pero siempre hay algo que molesta: una cola que iba lentísima, porque había algunos que querían comprarse todos los tickets para mil películas de la semana. Encima, una tía gorda quiso pasar por delante de mí, y le dije que no, así que se mosqueó y pasó por detrás, empujando, la muy cerda. Lo que faltaba ya es que la taquillera me dijera que eran cinco €, hay que joderse. En la Cinemateca son 3.50 € la primera sesión, que es a la que voy..., lástima que la Cinemateca tenga otros planes, aparte que esta semana la sala está pillada para el dichoso Festival: un festival es un espacio de lucimiento, que se llena de gente que el resto del año parece hibernar y que de golpe quiere verse ochocientas mil cintas, el consumismo cultural me repatea. Yo nunca consumo, yo veo tal película, voy a tal concierto, pero no en plan mogollón. Así que pagué ese precio abusivo (en la Filmoteca Nacional el precio es de 1.35 €, lo más razonable que conozco), no sin dejar de burlarme de las chicas que habían llegado, vestidas con una especie de levita asalmonada, con un cartelito que decía ORG, y que tenían pinta de fulanas innortadas. Eso es típico de estos eventos, que crean "trabajitos" extraños, para dar la impresión de Algo Grande.

Bueno, menos mal que el documental mereció la pena, y que duró dos horas (pagar casi mil pelas de las antiguas por apenas hora y media es un robo). El documental de Pino Solanas es de lo mejorcito que puede verse ahora en cartelera, y no creo que sólo interese a los nativos de aquel país. En otro tiempo, ya algo lejano, Argentina fue mi segunda patria, estuve con una argentina como ocho años, y muchas de las cosas que se cuentan las supe por boca de ella, y otras pocas las comprobé cuando estuve allá por el 97. El trabajo de Solanas da cuenta de forma a veces demasiado gruesa de un expolio realizado por la clase política, principalmente, de forma continuada a lo largo de casi dos décadas de malos gobiernos (una amiga de mi ex me dijo eso una vez, que lo malo del país del que había escapado eran sus malos gobernantes). Solanas se centra en los años de la mafiocracia de Menem, porque ahí tuvo lugar no sólo la traición mayor, sino que se estableció el neoliberalismo más salvaje y pachanguero que se recuerda (ahora habría que irse a Italia y Berlusconi para encontrar algo parecido). La narración sin embargo no es exactamente lineal, sino que da bandazos, va de aquí para allá, rotula insistentemente a modo de titulares los hechos puros y duros, y subraya de vez en cuando a ciertos personajes que parecen protagonizar una película de terror (el momento dedicado a los tribunales es ya sencillamente una horror movie de serie B). Este toque irónico me gusta, así como ese pasaje de entrevista al senador Cafiero, en donde el muy cínico dice que la clase política no es la única responsable del estado del país, que otros grupos dirigentes también hicieron lo suyo para cagar la nación. A veces he pensado que esto es cierto, y que hay algo en aquella gente, que hace que vote a los hijoputas que luego llevan el país a la quiebra: y el caso de De la Rúa es clarísimo. Como bien se dice, ni en los peores años de la dictadura militar hubo la represión que durante los años de desgobierno de ese tipo, que dejó 34 muertos en las protestas que acabaron con su mandato. Solanas se fue a rodar cámara en mano, y eso aparece tanto en el arranque como en el remate de la cinta, los hechos de diciembre de 2001 que dieron la vuelta al mundo. La salvaje secuencia de rap da paso a una tamborada de alegría, y luego regresa la música de Gerardo Gandini (el mejor compositor argentino, tal vez), como al inicio, ¿el principio del fin? ¿de qué fin, de la Argentina? ¿de los gobiernos payasos?

Entre medias, un recorrido exhaustivo por esas causas, las que hicieron que un país próspero se fuera hundiendo, que los logros sociales se vinieran abajo (la clase media derribada, la precariedad laboral, el asalto también a los jubilados), que las empresas más importantes fueran privatizadas, como es el caso de la potente YPF. La cámara filma obsesivamente los rascacielos del área financiera, muestra el interior del Citibank (uno de los bancos responsables del siniestro), y frente a estos pasillos aburguesados, frente al circo del Congreso, muestra también, y sobre todo en la parte final, la otra cara del país sureño: la pobreza extrema de San Miguel de Tucumán dice mucho de un país que ha virado a los extremos en la típica dinámica del Tercer Mundo: los que tienen muchísimo, una escasa minoría, frente a los que nada tienen, y viven en la basura, y de la misma, los infrahumanos, como quiere negar uno de los médicos de la zona. Pero no hay que irse a 1.300 km., a pocos de Buenos Aires también hay mucha miseria.

Uno sale de la sala hecho polvo, porque lo que se dice es la pura realidad. El falso glamour del festival sobra. Leyendo el programa en el autobús, me entero que hay un ciclo de cine Z, y ahí, tres películas porno, con la advertencia de que están clasificadas X. Dos de ellas están protagonizadas por Celia Blanco, y una de ellas se llama nada menos que La orina y el relámpago (¿cine porno de arte y ensayo!). Pero pasa que cuesta la entrada 6 €. ¡Y el cine por 1 € es todo a medianoche! (el porno, se sobreentiende). Pues nada, va a ser que no.

1 Comments:

Blogger Gabby De Cicco said...

Ay Lukas, hiciste una descripción precisa... y se me da vuelta el estómago.
De todas formas todo ese kilombo comenzó con la dictadura y aún mucho más atrás.
Aún duelen los/as muertos y muertas de la dictadura y los de De La Rua.
Y ahora estamos en una epoca de gran Maya, dirían los hindúes.
Yo no me la trago, y menos económicamente. Pero bueno, esto daría para un ensayo... y el realmente el este tipo de cotidiano ya lo vivo...
Un abrazo, Gabby

4:05 p. m.  

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