viernes, abril 22, 2005

Venecia, mar de los teatros

En el sueño de la otra noche, el punto elegido para la llegada era precisamente Venecia. Desde allí pensábamos viajar a otros puntos cercanos, de la Media Europa, como Trieste, Viena, Zagrej, Liujbliana, Budapest, Florencia tal vez... Como si la ciudad de agua fuera el centro de un paisaje eterno, como la luz robada a Roma la Prostituta, por fin ella ya no la decadente, sino adonde conducen todos los caminos (de agua, no esas calzadas sudorosas y que huelen a mierda de caballo y cera e incienso de pupurados). Sólo estuve una vez, y de pasada, en Venecia, pero he soñado muchas veces, antes y después, con su indefinible perfume, con su magnetismo arrebatador. Con el cementerio marino de San Michele, Stravinski Circus Polka; y con esos canales que se adentran en otras dimensiones; y con iglesias al fondo de un callejón. El puente de Rialto o la Piazza de San Marco son para los turistas, es mejor perderse por otras callejuelas por donde no pasa nadie, sólo algún solitario, alguien del lugar. Los maravillosos poemas de aquel grupo de cultistas, de la antología ahora un tesoro, de Castellet, que leía con pasión en mi juventud. Ahora, al ver esas fotos de Abell, he vuelto a sumergirme en esa magia que creía perdida. Al final, una foto de la periodista que escribe el reportaje, Erla Zwingle, con una máscara floral, es el Carnaval. Y sueño que conozco a esa mujer, tan exquisita, tan elegante, que ambos leemos a Auden y Larkin, y después vamos a una escalinata, a La Fenice reconstruidda, renacida de las llamas, para una representación de Otra vuelta de tuerca de Britten. Los dos de negro absoluto, unas manchas de carmín, unos besos furtivos...

P.D. Il Giardino Religioso de Bruno Maderna, sí, sí, sí.

National Geographic :: "Venice: More Than a Dream," February 1995

Sam Abell :: The Photographic Life

1 Comments:

Blogger Dulce M González said...

Qué bello texto, Lukas, qué sueño. Venecia es mi amor, uno de los más grandes. De acuerdo con Magda en que evoca antiguos grabados de Tenochtitlán, tal como la encontraron los conquistadores. A mí me gusta pasar muchas horas entre las callejuelas de Venecia y de pronto salir a la Piazza San Marco como entrar a un sueño amplio, inmenso. Y las palomas, y el helado de vainilla, y las baratijas, y los pequeños bares. En fin, ya basta.

9:31 a. m.  

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