miércoles, junio 29, 2005

Largos días del verano II

El azar:

Causality was no longer the hidden demiurge that ruled the universe: down was up, the last was the first, the end was the beginning. Heraclitus had been resurrected from his ding heap, and what he has to show us was the simplest of the truths: reality was a yo-yo, change was the only constant.
(Paul Auster, op. cit., p. 96).

Ni que decir tiene que esta parte en que el protagonista, Marco Stanley Fogg, tiene que buscarse la vida en Central Park, después de perder su apartamento por quedarse sin dinero, me trae asociaciones de toda clase, y me encanta la manera casi naif que tiene el narrador de contarlo. Huir de las calles, en donde hay leyes no escritas que han de cumplirse, si no se quiere ser víctima de alguna agresión (estar en la multitud es caminar a su mismo paso, nunca más deprisa, ni más despacio). Por eso el inmenso parque neoyorquino (qué sería de las metrópolis sin esas zonas verdes que son el bosque para los urbanitas, todavía algo natural en la jungla de asfalto). Cuando nos dice que sentía una cierta vergüenza en mirar los contenedores de basura, pienso en la época de Alois, el Austríaco terrible, y en cómo íbamos los sábados por la noche a los contenedores de la zona baja del Supersol, para coger fruta y verdura (ser vegetariano es mejor cuando vives en la calle, pero estos mendigos, esta gente marginal, se empeña en la vida carnívora, no lo entiendo). Al principio es verdad que sientes cierto apuro en mirar, sientes que las miradas se posan sobre tí como cuervos, y los niños sobre todo, te señalan, se lo dicen a las madres, malditos críos chivatos. No hay seres más despreciables que esos niños a partir de los ocho años, cuando son atacados por el virus del Superyo, y ya no escapan, el policía se les ha instalado dentro. El día es largo, y hay que matar las horas haciendo algo, este Marco lee la prensa (moi aussi!), pero la mayoría de vagabundos que conozco no lee ni el Marca, se la pasan bebiendo cerveza o vino de cartón (los más tirados), fumando (eso sí que no puedo entenderlo, y es una de las cosas que me hacen no estar con ellos: no fumo, no me gusta el humo, no hay placer en ello, y los porros me producen dolor de cabeza). Pero buena parte del día, la preocupación es por las necesidades más básicas: encontrar comida (también para el perro que siempre llevan), buscar un sitio para dormir (Luis dice: a las seis y media vinieron a montar el chiringuito, maldita sea, y me acosté casi a las dos, no he dormido ni cuatro horas), o tratar de ver qué terraza es la mejor para tocar un poco de música y que no te echen. Pero los días del verano son eternos, y el calor aprieta, y es difícil una buena plaza, y cuando estás reposando la cabeza sobre la mochila, vienen los mierdas de tus "amigos" a canturrear, los gitanos con la guitarra y las palmas, y Stefan, cállate ya maldita sea, Stefan con su verborrea estúpida sobre "bimba, le di al pitufo, tenía la ventanilla abierta..., no es eso... no es eso...", y Luis tampoco puede descansar de día.

El ser humano como atractor:

As time went on, I began to notice that good things happened to me only when I stopped whishing for them. If that was true, them the reverse was true as well: whishing too much for things would prevent them from happening. That was the logical consequence of my teory, for it I had proven to myself that I could attract the world, then it also followed that I could repel it.
(ídem, pp. 90-91).

Cierto, muy cierto. Obtienes lo que buscas sólo si no lo buscas. Por eso el abandono a los encuentros (así se llamaba mi primer intento de novela), en la más pura tradición del surrealismo (lo que fallaba en este movimiento vital era su fe ciega en lo maravilloso, pues esto sólo aparece en contadas ocasiones, la vida de ahí fuera no es una novela, y por eso mismo tenemos la necesidad de seguir escribiéndolas). La vida de ahí fuera es la vulgaridad de actos sin sentido, y eso lo hace hermoso el libro escrito, la sucesión de palabras, de las que se harta uno, y se olvida, cuando está en la calle, bebiendo y bebiendo, con un trozo de pollo como único sólido, y el olor a sudor de Pascual, y los tatuajes ya casi borrados del Soriano, esa lengua de los Rolling en mitad de la espalda, y unas letras ininteligibles en el vientre de Luis, cicatrices viejas en vidas extenuadas. Y sin embargo, siempre hay para otro paquete de tabaco de liar.

¡Dejad ya de chuparos las pollas! (lo que me gustaba tanto en Tarantino, no era su violencia gratuita, sino los diálogos tipo Stefan, absurdos de realistas y detallistas, hiperrealistas, como esa discusión sobre Like a virgin de Madonna y demás; también uno piensa en otras discusiones similares en American Psycho de Ellis). Basta ya de palabras, ¿no sabéis que lo más preciado es el silencio?, qué lo van a saber, la naturaleza nunca se calla, por qué ellos tendrían que hacerlo.

La cultura como un accesorio, o como un producto: Borders en Londres, la megalibrería. Ven a pasártelo bien en nuestras galerías acondicionadas. Coge un libro y métete en el Auditorio (en donde no suena más que su respiración), unos niños grandes tirados en la moqueta videando unos cómics, pies feos como casi todos los pies, pies de gente de ciudad, ciudad de pobres corazones,

Hemorragia bonita de tierna chiquita,
bajo el cielo azul, perdida en el monte,
mariposas en los brazos, en los brazos.


La gente no cambia, ya está formada antes de salir del colegio, y luego las repeticiones, y el horror de saber que cada acto es una ampliación de los miedos infantiles, de las agresiones de entonces, y los sueños cada noche nos recuerdan que caminamos con los muertos. La noche pasada, en la casa de campo, del monte, como cuando de pequeño iba a ver a mis abuelos maternos, allí en la lejanía, sin horizonte azul, sólo las sierras amarillas y una cuesta terrible para un niño, las aceitunas machacadas, la ignorancia de la gente. Esta casa está en ruinas, y quiero saber si murió alguien (cuando alguien muere, se queda en su lecho, en las viejas paredes, y visita a los vivos, y esto no es muy agradable, y Sara, siempre refunfuñando). Un lugar en el mundo, ésa es la cuestión. Hay quien no lo encuentra nunca, y muere rabiando. La falta de mundo, y el mundo como carrusel en donde uno se queda colgado, y ningún viaje me agrada, porque el paraíso no existe, pero eso es justo lo que uno desea al viajar, no el encuentro con los otros, sino el paraíso. Y la bondad de los desconocidos. Pero es otra ilusión.

Y qué sucede, cuando estás entre dos tierras. La gente de la Telaraña: unos vienen, otros van, nadie se queda. No hay afecto verdadero. La música electrónica no tiene alma, dice un músico de bossa nova. Y la Red tampoco. Uno no escribe para comunicar información, sino para ser querido, para ser leído, para ser, al fin y al cabo. Y vienen chispazos, pero nadie se queda. Y no puedo soportarlo, el que sólo sean fantasmas que se presentan con la urgencia de lo real. Un día de estos... lo dejaré todo. Quédate, me dice ella, desde una tierra extraña quemada por el sol. ¿Quieres que este perro callejero se quede? Entonces, no le pases la mano por encima de vez en cuando, ni le arrimes la bandeja de aluminio con los huesos del pollo. No tienes valor para decir la verdad, para patearlo. Venga ya, ¿lo vas a hacer? Quiero ser un perro pijo que sale al Rastro con su nuevo look, no este miserable chucho. Si al menos me adoptara una actriz...

4 Comments:

Blogger Rain (Virginia M.T.) said...

Te adoptarán perro cansado...

Por eso me siento tan cómoda en tu
casa, Lukas: reniegas y bendices a tu manera. Cigarrillos feos, niños inquisidores... largos días de verano, Lukas.
Sólo hay algo que te confieso: estoy descubiendo a Paul Auster...

Salux.

12:54 p. m.  
Blogger Rain (Virginia M.T.) said...

Descubriendo.

Van a a ser las 6 a.m y enredo a las letras.

12:55 p. m.  
Blogger lukas said...

Vir, qué curioso, es algo que uno no se para a pensar del todo cuando lee, pero el desfase horario, la inclinación temporal (y no sé si estacional) entre nosotros hace que cuando yo soporto el calor de la tarde, tú estés durmiendo o medio resacosa del día antes, o sobreviviendo a una noche de insomnio...

Seguiré con Auster, pues.

5:47 p. m.  
Blogger Unknown said...

hablando de tarantino, ¿visteis alguna de las dos partes de Kill Bill?

se rompen y entremezclan los géneros en el cine.
películas multigénero estos Kill Bills ;-)

11:10 a. m.  

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