martes, agosto 02, 2005

Irrealidad III

Reality isn't dramatic but the mind is; the Church accommodates itself accordingly to mental physiology rather than to the anatomy of the real.
(Edmund White, op. cit., p. 200).

Pero un poco después reflexiona y dice:

But the charming intricacy of a myth is not sufficient to compel belief. I found no good reason to assume that the ultimate nature of reality happens to resemble the backstage of an opera house.
(ídem, p. 204).

Tal vez este giro de su pensamiento se debe a la repulsión que de alguna manera le produce el religioso con el que está hablando, y que luego dirá que su homosexualidad es un pecado, no un conflicto a resolver por una terapia psicoanalítica. Pero la primera afirmación me hizo pensar en James Hillman y su obra básica Re-imaginar la psicología (Siruela, 1999). Ahí el analista estadounidense despliega tres intuiciones: la psique crea realidad cada día; la psique es imagen; la psique es una pluralidad de arquetipos. El alma es ante todo imaginación. La obra está escrita con la intención de un retorno al alma, para salvar su profundidad y riquezas ilimitadas. "El alma aparece como un factor independiente de los acontecimientos en que estamos inmersos" (p. 39).

Esta obra se estructura en torno a las distintas operaciones de esta psique: personificar o imaginar cosas; patologizar o desmembrarse... La personificación fue expulsada de las iglesias y conducida al manicomio. "Personificar es una forma de estar en el mundo y de experimentar el mundo como campo psicológico..." (p. 75). En cuanto a la segunda operación o trabajo del alma: "... introduzco el neologismo 'patologizar' a fin de designar la capacidad autónoma de la psique para crear enfermedades, morbosidad, desorden, anormalidad y sufrimiento en cualquier aspecto de su conducta, así como para experimentar e imaginar la vida a través de esta perspectiva deformada y afligida" (p. 148). La patologización como una manera de narrar. En mi síntoma está mi alma. El alma ve por medio de la aflicción.

"Patologizar nos devuelve al alma, y perder el síntoma significa perder esta senda hacia la muerte, este camino del alma" (p. 241).

Leí esta obra en el verano de 2000, cuando atravesaba un momento vital complicado, por no decir catastrófico: una relación se hacía pedazos mientras otra (un idilio) se acababa, y el dolor amenazaba, y los sueños eran vívidos, de gran intensidad. Leer todo esto me ayudó bastante, porque de alguna forma me hacía entender que mi sufrimiento era fértil, que la "locura" amorosa tenía un sentido, y que todas mis fantasías con Wen era una forma de ensanchar mi alma. Ahora siento que se produce otro pequeño desgarrón, y que esta vida puede dar un vuelco: ¿porque yo quiero o porque es destino?
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En el cuadro de Richter hay un deliberado desenfoque de la representación: es preciso un esfuerzo para ajustar nuestra imaginación a lo real. O se nos entrega como resto poético esa veladura. El cuadro aparece como velo en el que se instaura una captura imaginaria del deseo, como bien dice Fernando Castro Flórez en ABC Cultural el 24-1-2004.
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Retomo la novela de Alain de Botton The Romantic Movement (Picador, 1995), que comencé hace tiempo, y que dejé en los primeros capítulos. Trata de la relación amorosa entre Alice y Eric, y de alguna manera me hace pensar en Essays in Love del mismo autor: el mismo gusto por mezclar filosofía con cuestiones cotidianas, incluyendo todo tipo de ilustraciones, gráficos, listas, etc. No conozco una escritura más amena, irónica, divertida y "francesa", en el sentido de que esa preocupación por el sentimiento es francesa. Pero el sentimiento es un dios. ¡Qué maravilla es estar enamorado, qué dulces tormentos!

To go to bed with another is in some way to collide with the memories and habits of all those they have ever slept with. Our way of making love embodies the mnemonic of our sexual history, a kiss in an enriched model of past kisses, our behaviour in the bedroom filled with traces of past bedrooms in which we have slept.
(p. 47).

Cuando Alice y Eric hacen el amor, se produce un encuentro de dos historias sexuales en juego. Ése es el problema y el éxtasis: que no hay virginidad en esa historia, que hay detrás de cada partenaire una cadena de pequeñas enseñanzas amorosas, y adecuar ese background a nuestra pareja actual es el reto. ¿Le gustará a él esa lengua danzarina? (¡ay, esa lengua fresca y salvaje de la quinceañera!) M. me enseñó el placer de morder y chupar la oreja, ¿le gustará a ella? C. y sus arrebatos al aire libre, los besos más intensos, los giros de su lengua tan roja, y los labios siempre húmedos. Sucede también que aparte la química, hay otros factores: el amor está unido siempre a la admiración: no puedo amar a un hombre al que no admiro, dice Alice. Decía Lacan: en el amor, no hay falta, se da la ilusión de "todo relleno". Los enamorados en el bosque, qué delicia. Tristán e Isolda.