jueves, agosto 11, 2005

La infancia no existe

Lo mejor que leí ayer fue un breve artículo de Andrés Ibáñez que reproduzco a continuación, tomado a su vez del blog de Arcadi Espada, en la entrada del 30 de julio, comentario # 162 (en la web del suplemento ya no se encuentra):

LA CONJURA DE LOS NECIOS

Andrés Ibáñez
(publicado en ABC de las Letras y las Artes, 30/07/05)

¿Se acuerdan ustedes de Ignatius J. Reilly, el héroe de La conjura de los necios? Aquel onanista compulsivo y obeso teleadicto siempre nos pareció un ser patético y enfermizo, pero era en realidad un visionario. ¿Recuerdan lo que decía cuando veía esos shows televisivos donde una hilera de niñas pequeñas bailaban contoneándose? "Dios mío, ¡son ya prostitutas!" Y nos moríamos de risa ante el desvarío mental del héroe de Kennedy Toole, sin imaginar que unas décadas más tarde la realidad le daría clamorosamente la razón a través de programas televisivos en los que niñas de siete años danzan en poses provocativas y a través de publicaciones infantiles llenas de "consejos" para "ligar" y "trucos" para "gustar más a los chicos" y a través de héroes infantiles que ya no son un elefante con sombrero y bastón ni un pirata que navega por los mares ni un hombre con una capa roja que vuela por los aires sino unos jóvenes medio desnudos y muy musculosos que sacuden furiosamente la pelvis y dicen genialidades como que son muy "románticos" o lo que más valoran es la "sinceridad".

Toscos y analfabetos

Una de las manifestaciones más desagradables de la cultura de la basura que lo llena todo, es la forma en que se está apoderando del territorio de la infancia. ¿Estaremos, quizá, en el fin de la infancia? Echemos un vistazo al mundo de los niños de nueve, diez, once años. ¿Qué encontramos allí? Sobre todo chicos "guapos" y chicas "guapas", y en estos momentos, los rostros toscos y analfabetos de los nuevos concursantes de Operación Triunfo. (Operación Triunfo, la demostración irrefutable de que si a una persona con motivación se le proporciona un sólido entrenamiento, es capaz de hacer, en un período de tiempo asombrosamente breve, una basura horrorosa que revuelve el estómago). Hay también fondos y animaciones de móvil de ositos y dragones al lado de chicas desnudas, muñequitos copulando o strippers quitándose la camiseta. Hay "cantantes" de moda, chiquillos recién salidos de su barrio y con expresión rudimentaria en sus maquilladísimos rostros que declaran que se sienten "cerca de la gente".

¡Pero si son gente, si son masa! "Soy como cualquier chico que anda por la calle", declara otra de estas estrellas fulgurantes del cinema, ¡pero no te quepa la menor duda, muchachote! Hay revistillas que chorrean veneno en estado puro, con horóscopos que anuncian cuál es el mejor día para ligar, con consejos de belleza para tener unos labios más "sugerentes" y consultorios sobre qué hacer si el novio de tu amiga te tira los tejos (aunque "en el amor no hay amigas", anuncia otra de esas revistas), y donde los niños y niñas de diez años pueden aprender el valor de términos como "seducir", "amor playero" y "orgasmo". Y al mismo tiempo, no sé si se me está yendo la cabeza, pero ¿no ven ustedes en la portada del álbum Zapatillas de El Canto del Loco una cita de los zapatos de Van Gogh, a los que dedicó Heidegger un celebérrimo análisis? ¿Será una casualidad? El otro día vi que la revista ¡Hola! dedicaba una doble página a hablar de arte contemporáneo.

Batalla ganada

Todo indica que la Conjura de los Necios está ganando la batalla o la ha ganado ya. La infancia se llena de sexualidad banal y de estupidez, lo cual no quiere decir que ahora la madurez llegará antes, sino que no llegará nunca. La palabra "realidad" se ha convertido en algo sucio, falso y hueco. Los reality shows muestran la cara más soez y vulgar del ser humano y la obsesión del "tiempo real", que Paul Virilio y Richard Powers denuncian como una nueva forma de dictadura, nos convierte en cretinos sin memoria. La infancia muere por una invasión de esta "realidad" que nada tiene que ver con la Realidad con mayúscula, y que no significa ya lo que es verdad, sino lo que sale en los medios de comunicación.

Esencia posirónica

La basura es, en cierto sentido, la esencia de nuestra sociedad posirónica. Llena nuestra vida desde la infancia y dota de significados espurios y basureros a términos como "realidad", que ahora significa fama y noticias, "democracia", que ahora significa el triunfo del ígnaro recalcitrante y del diletante presuntuoso, "salud", que ahora significa estar delgado y depilarse los brazos, y, quizá lo peor de todo, "música", que ahora significa tener cara de imbécil y llevar ropa de moda y un peinado guay.
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No puedo estar más de acuerdo con AI. También me acordé cuando lo leía de una viñeta de El Roto en El País, en donde un tipo le suelta a un niño: ¡Desengáñate, chaval, la infancia no existe! Eso es lo que se me pasa por la cabeza cuando en el Rastro de los domingos veo a chavales de diez años liquidando sus "juguetes", es decir, los videojuegos, algún libro y tonterías similares. Tienen ganas de ser como los adultos a su alrededor, y de hecho ya he señalado cómo los padres les compran motos pequeñas pero reales, nada de las simulaciones de antaño. Pertenezco a la última generación (los nacidos en torno a 1972) que ha jugado en la calle a la pelota, al trompo, la comba, el escondite y juegos de toda la vida. No, no es sólo porque luego los coches inundaron esas calles y los baldíos fueron conquistados por las grúas, que también. La revolución digital y la motorización plena del mundo hizo que la infancia desapareciera, amén del abordaje de la televisión basura. Ahora niños y sobre todo niñas se pirran por participar en programas como Bienvenidos de Canal Sur, en donde una zorra como María Abradelo anima a los jóvenes (de entre seis y veintipocos) a mover el cuerpo al ritmo de canciones estúpidas, mientras en la parte baja de la pantalla aparecen las "letras", o sea, un karaoke-TV. Si cambias a Tele 5, te encuentras con Gran Hermano, que fue el formato que definitivamente nos metió de lleno en el descerebramiento colectivo y catódico. Pero ya antes los niños estaban perdidos. Los dibujos japoneses, qué horror. Toda esa bollería industrial. La moda apuntando a los críos como su penúltimo blanco. Sentado en un barco del parque, veo pasar a dos niñas, de entre 9 y 6 años; pues la mayor va vestida como una putita. Menos mal que Nabokov ya no está, porque la vulgaridad de su Lolita le parecería realmente el súmmum de la elegancia. Los niños también han entrado de lleno en el engranaje porno-capitalista, con el consentimiento de unos padres ineptos y sin educación. En otra plaza, antes, veo a una madre pija con dos niños, de 5 y 2 años, respectivamente. A pesar de su aspecto pijo asqueroso, es el resto de educación clásica que todavía queda. Si desaparecieran estos pijos y pijas, que no lo harán, entonces, sólo nos quedan macarras y putas pintarrajeadas.
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Ya por la noche me puse a ver un DVD, en este caso La costilla de Adán de George Cukor, dentro de la colección Cine de Oro que está sacando El País. La película es deliciosa, y data de 1949, tal vez la época dorada de estas comedias sobre "lucha de sexos". La pareja Tracy (Adam Bonner) y Hepburn (Amanda Bonner) es excelente, pero no se quedan atrás los secundarios, sobre todo Judy Holliday como Doris Attinger, la acusada de intentar matar a su marido al que pilló in fraganti con su amante Beryl. La película se desarrolla entre los juzgados y la casa matrimonial, división que es anunciada por carteles que indican "esa noche". La vida laboral de ambos, en el mismo ambiente, y la vida privada, en el elegante hogar, con sus fiestas y rutinas de confort, nos es mostrada con el encanto de que hacía gala Cukor en todas sus películas. Se pone así de manifiesto el contraste o la continuidad de un comportamiento, y se nos mete de lleno en la dinámica hombre /mujer, que termina siendo el eje sobre la que discurre el film. El juicio es utilizado por Amanda para esgrimir un alegato feminista sobre la igualdad de los sexos (todavía no se hablaba de "género"), pero todo ello está conducido con ironía, la sabia utilización de los diálogos presente en el guión perfecto de Garson Kanin y Ruth Gordon. Es ese contraste entre las ideas de los cónyuges lo que hace saltar chispas de ingenio, y llegar a un clímax cuando la discusión en el pasillo, que es también divertidísima. Hay un momento, cuando Adam dice que no quiere un competidor en casa, que es casi un presagio de lo que vendría luego: la mujer y el hombre ya no pueden hacer parejas "buenas" porque la vida laboral los machaca con su competitividad. Se han creado juzgados de violencia doméstica (a su lado, qué inocentes nos parecen esas escenas con Doris) y las jueces emiten sentencias horrorosas como en el caso Farruquito y ahora en lo de Roquetas. Por suerte, en esta comedia nada es "real", y la película acaba en el ambiente bucólico de la casa de campo, y con un diálogo hermoso, sobre "¡viva la diferencia!" de los franceses. Es esa insignificante diferencia lo que hace que hombres y mujeres se puedan seguir... amando.

5 Comments:

Blogger enigmas PRESS / Gandica said...

Vivo en una pequeña ciudad al otro lado del Atlántico, si es que todavía existe...el Atlántico. En fin.
Y cuando leía el artículo, que citaste muy bien de otro artículo, que a su vez fue citado de otro artículo (pero bueno esto es lo de menos, por supuesto) pensaba en la televisión local y por qué no, la televisión nacional donde abundan los concursos de infantes y esas cosas. Y la niñitas ya en bikini, contoneándose cual bailarinas profesionales etc etc.
Y todos y todas quieren ser modelos, cantantes y etc etc.
Pues sí. Y así vamos. Globalización de los mismos o casi mismos problemas sociales, supongo. Aunque siempre estoy suponiendo mal.
Cordial saludo.

5:33 p. m.  
Blogger Portarosa said...

El otro día hubo un casting en mi pueblo/ciudad, para una película. Era para niñas (o chicas, o lo que sean) de 15 años, y el periódico sacaba las declaraciones de algunas de las pretendientes. Aunque creo que lo de actor todavía no está al nivel del que tú hablas (modelos, cantantes OT, etc.), me hizo gracia la contestación de una a la pregunta de si quería ser actriz: "Claro, como todo el mundo". ¿No es genial?

6:11 p. m.  
Blogger Belle said...

Supongo que es el estigma de la " civilización occidental" vamos copiando lo peor de unos y otros , nos vamos convirtiendo en corderitos mansos que nos creemos lobos , he pensado a veces en ese Ignatius , o en el Mundo feliz de Huxley ... quizás en algún momento hemos mirado a esos anti-héroes como a seres inocentes , ahora parecen videntes . Esperemos que el péndulo continúe su movimiento .

8:37 p. m.  
Blogger Magda Díaz Morales said...

La única globalización que me agrada, es la cultural
:)

(Me alegra ver por aqui a Enigmas, es una bella y talentosa persona).

7:08 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

www.tropicalmelanie.com

1:56 p. m.  

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