miércoles, agosto 10, 2005

Largos días del verano V



Sigo escuchando a Shostakovich. El Trío n º 2 op. 67, obra compuesta pensando en un amigo muerto por esas fechas. La obra comienza con un ilustrativo canto fúnebre del chelo con sordina, al que luego se le van uniendo los otros instrumentos. Así empieza el desfile de ritmos populares, muy vivos, hasta el comienzo del segundo movimiento. La cadencia la lleva principalmente el piano, tanto el violín como el chelo le dan la réplica exacta. Viene a continuación un lento expresivo, en ese tono que caracterizaría la etapa final de S., pero también siguiendo la tradición de su país. El chelo expone una melodía hermosa y melancólica, acompasada por los otros dos. De aquí se descuelga un pasaje que se le opone, un jugueteo saltimbanqui como para tranquilizar el ánimo. Cada vez va en aumento hasta llegar a un clímax tragicómico, sin que se pierda el origen. El violín marca entonces la melodía judía con la que se trabaja. Insistente, el autor deja claro que la libertad de expresión no se la podía quitar ningún sistema: el público hizo repetir el pasaje en su estreno. [Esto lo escribí en 1996, hace ya nueve años; los intérpretes eran I. Youkov, piano; y los hermanos Feighin (G. y V.) en vl. y vc.] Ahora escucho a miembros del Cuarteto Borodin con Elisabeth Leonskaja al piano (Teldec, 1996). Ni que decir tiene que lo hacen muy bien. Todos juntos los del Borodin con la misma pianista, en el Quinteto op. 57, una de las obras de cámara más importantes del siglo XX.

Y sigo con la integral de los cuartetos de cuerda por el Brodsky. Los nº 3 y 4. Curiosamente, me fijo en los finales, en el moderato con que se despide el nº 3, con esos últimos compases tocados casi en un murmullo rasante. Y el allegretto del final del nº 4, el más característico de los movimientos ahí presentes (aunque el andantino es una maravilla). Datan de 1946 y 1949 respectivamente, la guerra infernal había pasado, pero quedan las profundas heridas, los dolores parasiempre. La contención en S. Y de nuevo esas melodías de origen judío. No he leído ningún trabajo sobre él, me refiero a biografías y ensayos especializados sobre su música, pero creo que lo judío está muy presente en su música, no sólo en las explícitas canciones hebreas, que son una joya.
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Estoy rodeado de franceses. No sé por qué extraños motivos, este verano han llegado muchos al sur, a Nerja concretamente. Cuando lo normal es que vengan sólo perros ingleses, alemanes y unos cuantos nórdicos. ¿Alguien sabe si en Francia han hecho algún sorteo especial para que vean la Barca de Chanquete?
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¿Qué es lo que más detesto? Los motores. Y los canales para la amplificación del sonido. Son la peste de Occidente, y yo creo que de todo el planeta, pues están por doquier. Responden, me parece, a una necesidad demoníaca. Quien quiera estar conmigo, tiene que renegar de ambos como condición sine qua non. Si estás en el pandemónium, es mejor que te alejes de mí. La mera mención de un concierto en la playa, mañana, de unos tipos llamados Los Delinqüentes, por enrrollados que puedan ser, me espanta: aguantar esos decibelios monstruosos... Si no sabes escuchar música en un recinto cerrado, piérdete.

6 Comments:

Blogger Sofía Frost said...

Me gusta leer fragmentos de Lukas, hacercarme de a poco, sin orden, sin centro. Sigue así. Yo empezaré a odiar los motores.
Puse en link en mi blog para que quienes me lean también te puedan leer. Es como una ramita entre dos textos. O un vaso conductor.

2:41 a. m.  
Blogger Magda Díaz Morales said...

Totalmente de acuerdo, Lukas, los canales para la amplificación del sonido son ESPANTOSOS. Aqui, a veces, hay almacenes que anuncian sus productos a un volumen que no puedes imaginarte, y después de la voz del locutor, ponen canciones horrendas que te dejan sin escuchar nada más. Igual los detesto. Y después de escuchar a Shostakovich, debe de ser la hecatombe.

[Ojalá que no salga otro mensaje que no escribo yo, como en el blog de Jacobo :( ]

Saludos

5:21 a. m.  
Blogger lukas said...

Gracias, Sofía, me gustan las imágenes que utilizas...

Magda, lo de las tiendas de moda y centros comerciales es realmente fascismo sonoro, es que cuando tengo que entrar a una de ellas, casi me dan ganas de llevar tapones... Lo que pasa es que quien disfruta con su música, como es mi caso, aborrece las imposiciones, de bazofias como las que disfrutan otros. La esencia del fascismo sigue siendo la imposición por la fuerza de "ruido-para-la-muerte".

Sí, qué extraño eso que te pasó en el otro blog...

11:47 a. m.  
Blogger JacoboDeza said...

Aquí, en Nicaragua, acaban de aprobar una ley de ruidos o así. La gran discusión ha sido si meten entre los ruidos susceptibles de ser regularizados a los vociferantes evangélicos. Es la nueva gran polución de esta sociedad: los megáfonos en las iglesias a todo volumen, con músicas desquiciadas y alabanzas a Dios a grito pelado. Ríete tú de las discotecas: el ruido y la furia están ahora en los centros de culto, para que nos enteremos todos de lo que vale un peine.

4:40 p. m.  
Blogger lukas said...

Ufff, Jacobo, pues sí que está mal la cosa..., ya cuando estuve en Argentina hace algunos años me di cuenta del frenesí de las emisoras de radio religiosas, eso es algo muy americano, no? Aquí eso todavía no ha llegado...

10:17 a. m.  
Blogger Rain (Virginia M.T.) said...

Me concentro en la música descrita, en esa mística...

9:20 a. m.  

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