lunes, septiembre 19, 2005

Deprimente

Lila dice: una película maravillosa, dirigida por Ziad Doueiri, un libanés afincado en Francia que cuenta aquí una extraña historia de amor, y que como señalaba el crítico de El País en su reseña de hace unos meses, muestra la distancia, casi abismo, entre lo que se dice, lo que se sueña, y lo que verdaderamente se lleva a cabo, y esto es mucho más pronunciado en la adolescencia. Lila (maravillosa Vahina Giocante) es esa chica que a todos nos gustaría conocer, o mejor dicho, nos hubiera gustado conocer, porque a estas alturas, es difícil que aparezca..., la C. de mi época joven era sensual pero no libre, estaba esclavizada a un tipo no muy distinto a ese Mouloud amigo de Chimo. Ella se lo dice, que cómo puede juntarse con esa gente, tan distintos a ellos. Ella es capaz de formar una pequeña tormenta en las cabezas imbéciles, como se nota en el ambulatorio. Chimo tarda en entender, y cuando lo hace, tal vez es demasiado tarde. Lo que empieza siendo una historia de seducción se convierte en algo más complejo, más bello, más atravesado por esa maraña de fantasmas de la juventud más hermosa (desde luego, no cualquier chica podría hacer esto, y no sabemos si ha sido una lolita). Impecable la secuencia del paseo en moto por la zona del puerto. Sobra un poco la insistencia de esa banda sonora, como si el director no pudiese decir todo con las simples imágenes, poderosas muchas. Pero en general, es un filme delicioso, menos mal que la elegí en vez de Vodka lemon que daban dos salas más allá, porque ahí sí que hubiera sido deprimente.
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Ciudades arruinadas. Sevilla, sus alrededores. El Vacie, una barriada marginal habitada sobre todo por gitanos. Una mujer muestra un pie que ha sido mordido por ratas, dice un hombre. No hay trabajo, no hay limpieza, no aparece la policía, no hay nada de nada, sólo miseria. Me río bastante, es el documental más divertido que uno pueda ver, y es que esta gente es para partirse de risa. Andalucía: demasiados gitanos. Sanlúcar de Barrameda: un lugar imposible para vivir, denuncia alguien de Sevilla que estuvo, y adonde dice que no volverá. Se organizan competiciones de barbarismo, motos por la avenida, destrozos, ruido infernal. Es el paisaje consentido por las autoridades, para peor. Otro documental, esta vez Isla Mayor, un poblacho de la marisma sevillana, de camino a Doñana. Fue poblado hace décadas, cuando Franco (se llamó justo Villa Franco) quiso llevar los arrozales de Valencia a la zona nacional. Los jornaleros del arroz y demás industria ha dado paso en los últimos años, cuando el campo está en manos de una docena de propietarios y alguno más, y todo se ha mecanizado, a la delincuencia organizada. Ahora, el negocio que les queda es el tráfico de hachís vía fluvial. Eso en el documental fue soslayado, apenas se mostró, porque dicen que habrá otro reportaje sobre la cuestión. Los jóvenes del pueblo o dicen que se irán, una vez acaben el instituto (si es que lo acaban) o bien justifican el trapicheo al que se entregan. Macarras infernales, a quienes ningún empresario quiere dar trabajo, y cómo. Ellos quieren dinero fácil, como todos los jóvenes de la Costa del Sol que también se entregan a la droga para comprarse esos deportivos, etc. Droga, droga, y todo consentido. Andalucía, algo huele mal por aquí.
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Yendo de Málaga a Nerja, cuando me aproximo al maldito lugar, una luna imponente se alza sobre el mar, anaranjada, es un decorado, nada más. No se vive con los decorados, en los decorados, debajo, la gente actúa, ahí abajo todo es vulgar, como lo que rodea a Lila es vulgar, sólo su fantasía, ayudada por su Álbum de recortes, es perfecta. Sentado en el parque, el domingo, al mediodía, el sol tibio que anuncia el otoño, que ya llega, pienso en ese sentido que se escurre, en esa falta de sentido por la que uno podría suicidarse. ¿Leeré 4.48 Psychosis? El domingo por la tarde, el mejor momento, pero no, mejor no, sería deprimente. Pero lo que empecé a leer, Life & Times of Michael K (Vintage, 1998) de Coetzee no es menos deprimente. Un niño que nace con el labio leporino, que es llevado a un centro para huérfanos (aunque tiene madre, su madre limpia casas), que luego trabaja en parques y jardines, que luego ha de ocuparse de su madre enferma, estalla una guerra civil, se tienen que ir al campo, dificultades para salir de la ciudad (Cape Town), la madre finalmente muere, él encuentra la casa supuestamente donde nació la madre... Cuando llega allí, después de muchas dificultades, Coetzee se acuerda de Robinson Crusoe; también hace su particular alegato contra el maltrato animal. Y cuando K pensaba que estaba solo en una isla..., pero ningún hombre es una isla. Escritura seca, sin poesía alguna, todo lo contrario que la novelette de Soler. Un primer capítulo, o parte, muy largo, avanzo despacio, todo lo contrario que cuando leo a Auster, que es todo magia. Es deprimente. Qué ganas de que llegue el sábado.

1 Comments:

Blogger Rain (Virginia M.T.) said...

Ese paso de las imágenes en contraste:
la juventud en su esplendor chocando con la miseria. Es algo que describes a través de tu post, y más aún, la poquedad del niño, en la otra lectura... todo contado para que tus lectores lo vean.

Nuevos libros... y llegará el sábado...

10:24 a. m.  

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