jueves, septiembre 29, 2005

Miserias IV

En el miniciclo que Canal 2 Andalucía está dedicando a Ken Loach, anoche dieron una más reciente, de 1998, titulada Mi nombre es Joe, y que en su momento no vi en el cine. Es un drama perfecto, con guión explosivo de Paul Laverty, autor de otros para este director. La música es nada menos que de George Fenton, y en la banda sonora se incluyen canciones de otra época (los protagonistas en cierto momento hasta juegan a adivinar qué canción es). La historia es bastante sencilla y apegada a la más cruda realidad: Joe, alcohólico que acude a Alcohólicos Anónimos (una de las sesiones es el intro del filme), parado, entrenador de un equipillo de fútbol para tratar de mejorar a un grupo de yonquis y chicos con problemas (qué casualidad, ayer daban un partido de la Champions al mismo tiempo). Por otro lado, Sarah, asistenta social, vive sola, pero al menos tiene un sueldo y una casa. Y una pareja infernal, Sabine y Liam, éste también jugador del equipo amateur y que servirá para que Joe entre en contacto con Sarah. Comienzan lo que se puede llamar una relación, pero pronto ella se da cuenta que es una relación forzada, y que debajo hay secretos que merecen seguir escondidos. Hacia el final, en esa parte de veinte minutos últimos, el ritmo de la película es decididamente fuerte. Y me hizo pensar en Lloviendo piedras, en donde una acción secreta y desesperada desencadena la tragedia. Pero, la pregunta es: ¿por qué el protagonista tiene que llegar a esos extremos? ¿no es acaso la sociedad, la falta de salidas, el no poder decidir, lo que hace que Joe actúe de esa manera? Pero su ayuda sólo parece servir para empeorar las cosas, y está a punto de costarle la relación con Sarah, que es su única tabla de salvación cuando todo a su alrededor se hunde (esta lucha por mantenerse junto a ella, esos dos raptos de separación, son de lo más realista y valioso de una película extraordinaria por su realismo). Al final, pasa lo que parecía inevitable. El final, como no podía ser de otra manera, es cortante, con un punto de paz, de esperanza. Nos quedamos pensando en ese momento de verdadera calma, cuando Joe en su habitación le cuenta a Sarah cómo consiguió la cinta que ahora escuchan en el radio-cassette, el Concierto para violín, op. 61 de Beethoven. Nos quedamos con esa maravilla, en mitad de la desolación. La música verdadera, como remanso de paz en mitad de un infierno de drogas, paro y malas palabras.
***

Todas se drogan, lo que importa es que no se vea.

Kate, cariño, deja la coca, que no te hace bien.

1 Comments:

Blogger lukas said...

Hola Mrua, qué tal. Pues no lo tengo, el libro este de Welsh, pero tengo los anteriores, entre ellos "Trainspotting" (qué película más buena, verdad?); de todas formas, lo leeré, claro, me gusta mucho cómo escribe y este es continuación de las aventuras de SickBoy y demás. Yo creo que IW podría ser comparado con Loach, pero en versión bestia, punk o como se llame.

Bueno, me alegra verte por aquí, y nos vemos por Madrid el último fin de semana de octubre, si quieres.

6:03 p. m.  

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